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Lo que siente la otra mujer.
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Parte 1 de la serie de 2 partes

Actualizado 08/30/2017
Creado 03/29/2005
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Rosana ya está enamorada.

De día, se encuentra con Néstor en centros comerciales y de noche, se citan en la "disco". A veces, ella lo vuelve a traer a su apartamento o salen de paseo, y si los alcanza la noche, se hospedan en moteles, donde ella descubre nuevas facetas de la pasión sexual...

Tras varios meses de relación, ella lo comienza a extrañar, ya que ha transcurrido más de una semana sin que él la llame. En su oficina, y durante un descanso, repasa los números que le quedaron registrados en su móvil, las llamadas que ella ha recibido de él. Trata un número tras otro, sin recibir respuesta, y se desespera. Es que le hace falta oír su voz varonil, ver su rostro alegre, sentir su cuerpo contra el suyo, en especial, su pene. Ya ha aprendido a tragarlo mientras lo mama y hasta tenerlo a través de su ano, y recibir su cálido semen por todos sus orificios y sobre su rostro, tetas y barriga... Pasan las horas y su trabajo reclama su atención.

Ya a punto de cerrar, marca más números, usando el altavoz de su escritorio para usar sus manos en guardar papeles y apagar su computadora. Por fin, un número recibe respuesta, pero no la que esperaba, mucho menos, la que anhelaba. Una voz femenina contesta:

- Residencia de los Rodríguez. No, Néstor no está...

Tras la voz de mujer, otra se escucha murmurando:

- ¿Quién era?

Pero el engaño queda al descubierto, ya que aprendió a reconocer su timbre de voz a través del sonido ensordecedor de la discoteca. Otros empleados, al pasar hacia la salida, escuchan la conversación y comentan, especulando acerca del significado de las palabras. Algunos llegan a reconocer el nombre:

- ¿Néstor Rodríguez, de "Data-AQ"?

Pregunta un subgerente, a lo que una mujer responde:

- Sí, ya sé quién es, pero, hijita, ¡ese tipo es casado!

Rosana, espantada, desconectó el altavoz y terminó la llamada, y presa del horror y el bochorno, salió a toda prisa, abriéndose paso entre sus colegas, apenas musitando:

- ¡Permiso!

Tomó un ascensor, y antes de que sus compañeros la alcanzaran, oprimió el botón del nivel de estacionamiento, y la puerta se cerró, dejando a los demás afuera. Sus ojos ya ardían, su respiración se tornó convulsa y sus rodillas se debilitaban, por lo que sucumbió al llanto.

Pero no estaba sola. Víctor, un empleado de otra división, que venía de los pisos superiores, la observaba sin entender lo que pasaba. Ella se tambaleó al detenerse el ascensor, pero el joven no se atrevió a acercarse. Al abrirse la puerta, ella se aferró al pasamanos para mantenerse en pie, mientras le reprochaba:

- ¡Cobarde! ¿Por qué no me has ayudado?

- Lo lamento, no supe cómo acercarme...

- ¿Acaso no puedes ver cómo estoy?

- Perdóneme; es que, al ir encerrados en el ascensor, pensé que usted creería que yo me iba a aprovechar de su estado para violarla...

Su tono sincero, casi al borde de las lágrimas, la convenció. Pero sus pensamientos aún no se aclaraban, y al ver que los demás empleados llegaban en el segundo ascensor, ella corrió a esconderse tras una columna. Aún así, la descubrieron, y aunque trataron de disimular, aún cuchicheaban y ella volvió a sentir rabia. Víctor se paró ante ella, y trató de que ella ya no los siguiera viendo. Entonces, extendió su brazo, apoyándolo contra la columna y sólo entonces, ella aceptó abrazarse a él para que la consolara. Ella murmuraba, casi desquiciada:

- ¿Sabes qué es lo peor de esto? ¡Soy tan pendeja que sería capaz de volver a buscarlo...!

- ¿A quién?

- A mi amante, un hombre casado...

- No te preocupes, no te dejaré.

Ella soltó una risita entre sollozos y se apretó con más fuerza a su nuevo amigo. Hasta tuvo el valor de pedirle:

- ¡Llévame a donde tú vives, para no caer en la tentación!

- Está bien.

Y tomados por la cintura, caminaron hasta su automóvil, un último modelo pero no tan imponente como el de su ex. Al abrirle la puerta a ella, ésta se escurrió al asiento trasero y se empezó a desvestir. El, sorprendido, le preguntó:

- ¿Pero qué haces?

- ¿Cuánto hace que no has tenido a una chica en el asiento de un carro?

- A mi ex-novia, antes de graduarme de la universidad... Pero, ¿y si alguien más viene...?

- Ya todos se han marchado. ¿Ves? El nuestro es el último carro aún estacionado...

- ¡Está bien!

Y comenzó a desnudarse también. Tímidamente, acercó sus labios a los de ella y ella se conectó a ellos lujuriosamente. Buscó su lengua, y tras algunos minutos de entrejugarse, le dio permiso de que le besara el cuello y le tomara sus tetas. Debido al poco espacio del asiento trasero, apenas pudo tomar los pezones entre sus labios, y bajarle hasta su vulva quedaba descartado, así que le acarició su clítoris endurecido con un dedo, y ella le dijo:

- Métemelo ya, no necesito protección. Estoy con la píldora...

Víctor alzó las piernas de Rosana y le metió su pene, tras pasar algún trabajo para alinearse con su vulva. Ansioso pero preocupado, comenzó su vaivén y el rostro entre contento y ansioso de la hembra le animaba a intensificar su ritmo. Pronto comenzaron a producir los sonidos del placer, que las ventanas cerradas y empañadas apenas ocultaban. El chorro de semen caliente fluyó en el canal de la dama, desencadenándole su orgasmo más gratificante hasta el momento, y cuando a ella ya no le quedaron fuerzas para abrazarlo, él se desenredó y cruzó hacia el asiento del conductor, poniéndose sus pantalones parcialmente. Le dijo:

- Quédate acostada ahí, para que descanses mientras llegamos.

Rosana contestó juguetonamente:

- ¡Qué maravilla! ¡Mi propio chofer! ¡A casa, Víctor!

- Como guste, Madam. Disfrute del viaje.

Al llegar, anduvieron aprisa y a medio vestir hasta el apartamento, donde hubo más sexo, pero eso ya será otra historia.

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