Katia 1

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La visita de una antigua amiga desenboca en una orgia.
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Parte 1 de la serie de 2 partes

Actualizado 04/05/2022
Creado 11/08/2003
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El martes llegué a casa después de salir de la facultad y en el contestador había un mensaje de una vieja amiga a quien no veía desde hacía diez años. La conocí en un viaje a Londres. El mensaje traducido al castellano decía:

- Hola Patric. Soy Katia. Llegué a Madrid hace una semana y te he estado buscando. Tus padres me dieron el numero de teléfono de tu casa. Estoy deseando verte para tomar una copa y charlar un rato. Estoy en un hotel de Gran Vía, puedes llamarme al teléfono *******, habitación ***.

Como ya he dicho, conocí a Katia en un viaje a Londres. Nos encontramos en el Museo Británico y quedamos para el día siguiente. Yo tenía dieciséis años y ella quince. Después del viaje comenzamos a escribirnos y la correspondencia ha seguido hasta hoy. Por un motivo u otro siempre que he ido a Londres ella estaba en otro lugar, así que seguramente había cambiado físicamente mucho. Enseguida la llamé y quedamos en vernos esa misma noche en el café Populart, por la zona de Huertas (cerca de mi piso). Tuve que decirle a mi novia (que se llama Cristina) cuando me llamó que iba a casa de un amigo a realizar una práctica. Recogí un poco el salón por si acaso y bajé a la calle.

Entré en el café, me senté y pedí un Florida (que le tuve que explicar al camarero lo que era). A las nueve en punto se abrió la puerta y entró una chica bajita y morena, vestida con un peto ancho de colores, una camiseta blanca y un abrigo gordo. Nos reconocimos directamente aunque hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Ella se sentó a la mesa y me sonrió. Tenía unos grandes ojos negros y poco aspecto de ser inglesa. Estuvimos hablando en inglés sobre las cartas y sobre lo que habíamos cambiado. Entonces ella dijo que no había cenado nada y yo propuse acercarnos a mi casa a por el coche e ir a algún sitio. Cuando llegamos quiso ver mi apartamento y subimos. Acabamos decidiendo preparar allí algo de comer y ella puso música. Unos discos de Gainsbourg que tengo como joyas. Cuando salí de la cocina la encontré dormida en el sofá y eso que tardé poco. Me gusta cocinar en soledad.

Katia tenía el pelo corto y muy negro, la piel con un tono tostado y la boca semiabierta. Las manos descansaban sobre su vientre, unas manos suaves y finas. Los tirantes del peto estaban caídos a los laterales y sus pechos emergían dentro de su camiseta blanca mostrando que no llevaba sujetador. Morbosamente mire hacia su entrepierna donde el pantalón estaba ajustado. Dejé la fuente de arroz con bacon en la mesa y me acerqué arrodillándome junto al sofá. Una sensación de calor me comenzaba a invadir el estómago y empezaba a surgir toda la pasión y deseo que habíamos acumulado durante diez años con las cartas. Ella olía ligeramente a "Habit Rouge". Soy un fetichista de los perfumes y de la piel femenina. Durante un momento fui incapaz de reaccionar porque la excitación me ocupaba la mente. Después acaricié con la punta de los dedos sus manos y las movió sin despertarse, haciendo un sonido susurrante.

Acaricié su cuello sintiendo la finura de su piel, ella abrió lentamente los ojos y me miró sin decir nada. Volvió a cerrarlos. Yo le besé el cuello y la boca y ella continuó con su papel de dormida. Entonces fui hasta sus pies y la descalcé. Subí la mano por dentro del pantalón recorriendo sus gemelos hasta la cálida parte trasera de su rodilla. La tela de los pantalones era blanda y se palpaba todo el contorno de su cuerpo. Abrió un poco las piernas simulando estar profundamente dormida y se perfiló la abertura de su vulva a través de la tela. Fui subiendo las manos por sus piernas, recorriendo con firmeza sus muslos y llegué a su cadera sintiendo cómo su abdomen se contraía un instante. Quería excitarla hasta que no pudiera hacerse más la dormida. Así que pasé, sin rozar su sexo, a presionar suavemente su vientre que, de la excitación, se endurecía delatándola. Bajé los tirantes hasta sus muñecas y separé sus manos deslizando mis dedos por sus antebrazos. Yo disfrutaba tremendamente de aquella piel tan suave y tan tibia. Desabroché los tres botones del pantalón y tironeé de la camiseta descubriendo su ombligo. Comencé a saborear su piel. La piel de la tripa de algunas mujeres es la más suave que existe. Y le decía susurrando las sensaciones que yo había tenido en cada carta suya, y las veces que me había masturbado pensando en ella. (Todo esto en inglés). La excitación seguía creciendo por encima de mis anteriores experiencias.

Katia puso sus manos entre mi pelo, en mi nuca y atrajo mi cabeza ascendiendo hasta sus pechos. Ella misma se subió el resto de la camiseta dejando al descubierto todo su tórax. Bajó mi cabeza para que le lamiera sus pechos. La niña que conocí en Londres se había desarrollado muy bien. Puse una mano en cada uno y fui mordisqueándolos con delicadeza y absorbiendo para dejar marcas en ellos (un día os explicaré cómo hacerlo para que ella solo sienta que la estás besando). Marcas suaves. fui con mis manos en movimiento ascendente hasta sus axilas perfectamente depiladas y las besé profundamente mientras le quitaba del todo la camiseta. Ella se movió hacia abajo y me besó en los labios llamándome Patric y pidiéndome lo que quería que hiciera ya de una maldita vez. No pude más con mi juego y empezamos a desnudarnos mutuamente casi con violencia.

Nos caímos al suelo y entre risas continuamos desnudándonos. La sensación de tenerla desnuda pegada a mí me hizo tener un escalofrío de placer. Katia es una chica pequeñita. Seguíamos besándonos furiosamente por la boca, la cara y el cuello. Ella bajó la mano entre mis piernas y agarró mi pene tratando de introducírselo entre sus piernas pero antes puse mi mano en su vulva impidiendo su propósito y haciendo un movimiento circular. Noté que ella ya no podía más y la penetré. Sentí el calor de su vagina y unas fuertes contracciones. Al instante, sin que nos moviéramos, tuvo Katia un orgasmo prolongado, me abrazó incontrolablemente con mucha fuerza y me dio un mordisco en la base del cuello.

Cuando se calmó un poco, bajé hasta su entrepierna y empecé a lamer su vulva con cuidado del clítoris, que hacía que cada vez que lo rozaba ella pegara un bote. Tumbada en el suelo mientras cogía aliento abrió las piernas para dejarme camino. Yo la quería comer, lamerla entera, entrar dentro de ella, dentro de su piel, poseerla eternamente y llegar mucho más lejos. Era una sensación compleja, mezcla de deseo animal y amor pasional reprimido muchos años. Katia comenzó a suspirar. Ya volvía de nuevo a ponerse caliente e introduje dos dedos dentro de ella investigando su vagina y presionando un poco su clítoris con mis labios, absorbiéndolo. Su flujo era dulce como la miel.

Hice movimientos con los dedos dentro de su vagina hacia arriba, hacia el interior del pubis produciendo en ella una sensación extrañamente doble, desde fuera y desde dentro. Ella me pedía que la penetrara, que no podía esperar más. Y yo ascendí lentamente hacia su cabeza besando cada centímetro de su piel y en el ascenso introduje mi palpitante pene dentro de ella. Ella me abrazó con sus piernas y me dio la vuelta, poniéndose sobre mí. Entonces, comenzó a moverse circularmente sobre mi sexo mientras sus pechos se agitaban de arriba a abajo. Cuando ya sentía que no aguantaba más, me puse en una postura sentado y empecé a besar sus pezones y a acariciar su trasero. Ella vibraba de nuevo agarrándome del pelo y apretando con las yemas de sus dedos mi espalda. Entonces se corrió y con sus contracciones no pude evitarlo y eyaculé dentro de su vagina.

Seguimos con el movimiento durante unos minutos disminuyendo la velocidad lentamente, hasta caer tumbados el uno sobre el otro en el suelo (ella sobre mí, que si no la aplasto). De su vagina empezaba a caer un hilillo de semen.

Continuamos besándonos durante media hora. Después cenamos desnudos, sentados en el suelo y fuimos a la cama a dormir. Lo que ocurrió allí lo omito porque esto ya se extiende demasiado. Si no me ocurre nada nuevo para la próxima vez os lo cuento, aunque después de lo de Cristina en la discoteca y de que Katia va a estar aquí una semana más... es raro que no me pase nada.

Además el mordisco que me dio Katia se nota muchísimo. Cuando lo vea Cristina...

Continuará...

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