10:15 Ramón pasa a recoger a dona L

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"Señoras, por favor, luego hablan de sus cosas cuando vayan a empolvarse la nariz. Bueno, qué me dice de este bollito, don Severino? Una ricura. Ya verá lo rico que moja y lo prietito que está"

"A Ramón le gusta mucho, es cierto" -- comenta la Lourdes, mirándose como distraída las uñas -- "Me cuenta que de tus compañeras de la Mimí, de los que más"

"Eso le ha dicho?" -- se pasma la Bombi, y se pone a dar palmadas de contento -- "Ay que ilusión me hace, doña Lourdes! Pues sepa que nos cuenta con mucho detalle sus encuentros con usted. Y siempre la pone por las nubes"

"Bueno, lo que le decía, don Severino, ya verá si gana usted en buena lid, que como caballeros estamos obligados por honor a respetar el resultado. Aunque, si fuera por la amistad que nos une, cuanto daría porque disfrutara usted de ese capricho que me consta. Y ya ve usted cuanto aprecio le manifiesta la chica"

"Ay sí Ramón. Es un encanto, don Severino. Qué pena que esté casado. Tan amable siempre conmigo. Siempre con sus obsequios. Con lo que me encaaaantan los hombres maduros. Con sus canas. Tan elegantes. Si por mí fuera..."

"Sí, claro, si claro, barajamos?" -- intenta atajar don Severino, a ver si zanjan de una vez el tema de los regalos, no sea que el tema derive de braguitas a mayores, y se destape el pastel de a dónde fueron a parar los ahorros para las vacaciones al balneario.

"Y ya sabe, la chica no quiere ver manchada su reputación por un capricho. Salvo que lo exija un compromiso ineludible, como es una envite de cartas! Verdad, cielo?"

"Si, Ramón! Yo quiero poder vestirme de blanco inmaculado en mi boda" -- dice la Bombi bajando la vista como tímida colegiala.

"Aunque ya sabe, don Severino, en el fondo tan puta como todas. Ya le he contado cómo se pone cuando la jodes. Pierde hasta la sesera. Anda que no tiene apego al rabo esta chica!"

"Lo del femininismo ese? Pues claro" - parece que se molesta la Bombi -- "Que culpa tengo yo si me arde la condición y me lo alivias tan rico? Verdad doña Lourdes?"

Lo anterior eran las banderillas. La puya de picador la pone Ramón con sus confianzas con la señora. No la tiene en cesión? Pues Ramón no desaprovecha ocasión de tomarse también descaradamente familiaridades, igual que con la Bombi, que el cornúpeta no es la primera vez que los consiente y les ve retozar en su casa, y la palmea el trasero cuando pasa a traer unos refrescos, y hasta en alguna pausa la tiene un rato insolentemente en las rodillas y la da pico y lengua tiernamente, como tortolitos enamorados en el parque, la echa mano a los magros e incluso, con todo el desparpajo, a los senos por debajo de la camisa.

"Oiga don Severino, qué razón tenía usted cuando me hacía gala de las gracias de su señora! Qué suerte de mujer tiene usted. Cómo dice el dicho, gran dama en sociedad y, si me permite, como una ramera en la cama. Le felicito!"

La Lourdes, que lleva toda la noche encelada viendo a la Bombi llevarse todos los agasajos, no hace nada por disimular la fruición que le producen esa atención y esos tocamientos, y con los sobos se arquea y se retuerce y suspira manifestando satisfacción como una gata, como si estuviera en una sesión de fotos eróticas, y se aferra a Ramón como si le fuera en ello la vida, apurando al máximo el rato hasta que Ramón la despache a su sitio para recomenzar la partida.

Mientras Ramón se entretiene con la Lourdes, la Bombi hace como que presta atención a su anfitrión y, muy exhibidora y pichona, le da plática mientras le hace ostensibles sus embrujos, para ponerle la miel en los labios. Le hace gracia cualquier simpleza, y cuando ríe desencadena seísmos en las abundancias rollizas de sus bustos. De rodillas en la silla, se inclina sobre la mesa haciendo preguntas bobaliconas sobre la baraja y le halaga mostrándole querencia con frasecitas insinuadoras, dejando al tiempo bambolear, campanear aparatosamente, las grandiosas ubres, que caen hasta restregar los pezones sobre el tapete, y ofreciendo el vértigo de una vista por el escote que alcanza hasta el ombligo. Todo ello con profuso aleteo de pestañas y mucho campanilleo y repiqueteo de las joyas regalo de don Severino, que el hombre se marea no se sabe si por los atractivos de la Bombi, o al sumar mentalmente la cifra del valor de la alhajas. Se encoje de hombros como estúpida cuando no entiende, para tener la excusa de aprisionar las tetas con los brazos y hacer que viertan por delante, que una teta hasta se sale, y la debe recoger a toda prisa, representando mucho sonrojo. Suspira muy sensual, lo que le sale de natural, porque aún ocupado en manosear a la Lourdes, Ramón le larga de tanto en tanto una mano por debajo de la falda a las nalgas en pompa, y le proporciona gustirrinín. Mira, mira, parece que le dice a don Severino, pero probar solo será si ganas.

Don Severino, en un arranque de atrevimiento, alarga la mano a palpar chicha, y se lleva una palmadita y una reprimenda, eso sí muy cariñosa, y muy adornada de morritos y miraditas cargadas de promesas.

Por muy consentidor que sea, el hombre se pica y anda encabritado.

La suerte de matar la aborda Ramón en otra pausa.

Desaparece al servicio y al instante la Bombi alega el mismo pretexto desapareciendo al servicio también. Llevan la jugada planeada. En el baño, entre mucha risa y mucha burla del astado, la Bombi rescata del bolso un consolador, y por indicación de Ramón, que tiene que repetírselo todo, se baja con mucho cuidadito las braguitas, no se vayan a romper, y las cuelga de la percha, dejando a la vista una vulva sonrosada, pero con las chichas interiores inflamadas y jugosas, y empieza a masturbarse, mandato que a la chica está lejos de contrariarle, pues en verdad se puso cachonda con tanta exhibición y tanto manoseo, y anda loquita por empotrarse algo para aplacar el coño. Aunque la chica se insinúa, glotona, Ramón no consiente que la Bombi le chupe la polla que se va enalteciendo por momentos, pues la chica debe tener esa bocota libre para actuar. Ramón se abstiene de mojar, pues quiere conservar la tensión y no relajarse para lo que queda de partida, que ya es poco, así que se contenta con observar a la Bombi como se pajea el coño, y si acaso lo empuña algún rato para sacudirlo con energía y acelerar la venida de la Bombi. Además, ya se sabe que la mujer arde con la imaginación del macho que la enamora, pero al coño no hay polla que le dé el gusto que le da cuando se lo hace con un aparatito. Y de eso se trata, que la Bombi se empiece venir, y a gritar sus famosos gritos de placer, que no sabe contenerse, que suenen reales, y que se oigan bien fuerte y lleguen al salón, para que el doble cornudo piense que se la está tirando Ramón y pierda definitivamente el control de celos y envidia.

Efectivamente, al rato los ays y oes de la Bombi traspasan la casa, al punto que acude al baño la criada Dolores a ver qué pasa, y se parte de la risa cuando se percata de la treta y su propósito. Más la impresiona la mayestática erección de la verga del señorito, que caldeado por la función de la Bombi se la ha tenido que sacar de la bragueta. Así que Ramón invita a la Dolores a que le deleite con una mamada mientras la Bombi se afana en lo suyo, pero despacito, que una chupada suave siempre estimula y aguza los sentidos, que eso es bueno para la partida de póquer, y aunque mantenga la boca llena de la sirvienta, como a ella no le toca actuar, no importa. Mansa y dócil, la Dolores sabe contenerse de las voracidades que le entran con ese mango, y se limita a solazar a Ramón con ligeros cosquilleos y lamidas con lengua, labios y cara.

A los minutos la Bombi alcanza su clímax y está lanzando unos alaridos tremebundos a través del pasillo. El orejón del marido de la Lourdes se queda helado.

La Dolores, que se ha puesto a cien con tanto retozo, contribuye a la causa con una improvisación. Toma a su vez el consolador y antes de un minuto está aullando su orgasmo también, llegando a los oídos del imbécil. El cornudo, que cuando lo ha intentado con la criada ha encontrado la puerta siempre sellada con llave, ya se le llevan los demonios. Triple cabrón en una noche!!

Cuando la Bombi reaparece en el salón maquillada de nuevas a la perfección, sus braguitas puestas, gracias a dios intactas, y con aire de felicidad, el hombre está pálido y le sudan las manos y lo peor de todo es que se le pone una erección como ya no se acordaba de tenerlas.

Así que cuando se reanuda el juego, no es de extrañar que no dé pie con bola y en dos manos acabe perdiendo todas las fichas en juego y a la postre la partida de forma estrepitosa.

Perdiendo al póquer con Ramón, no le quedó otra cosa que rogar a Ramón que hiciera la vista gorda de momento con su deuda, insistiendo a su vez mucho que continuara mojando con su esposa sin contrapartida, si así gustaba y le placía, que él haría también la vista gorda.

Para sellar el trato, se ejecuta la ceremonia acordada, es decir que el ganador consuma el acto con la hembra conquistada.

Ramón se levanta de la mesa muy formal y reclama a la señora de la casa con una inclinación de cabeza. A don Severino le da un vahído cuando observa en la pernera del pantalón las dimensiones del contorno de la herramienta con que van a trajinar a su esposa. La Bombi se despide de ella llevándose un par de dedos a los labios y depositando el beso sobre la carnosa silueta, y da un lánguido suspiro.

Luego Ramón se retira con la señora tomada de la cintura hacia un aposento a cobrarse su primera letra. Y la Lourdes accede con muchísimo gusto, que tiene ganas de acabar de humillar a ese calzonazos de sangre de horchata que tiene por marido, y que, ahora se entera, la tenía a ella por prenda en el juego. Antes de cruzar la puerta, doña Lourdes se vuelve, agarra la desmesurada polla a través del pantalón, y de mujer a mujer, hace gestos con la mano a la Bombi como indicando qué barbaridad y la guiña, muy maliciosa, un ojo.

A unos metros del comedor, en el matrimonio conyugal, la Dolores lleva una botella de champán a la señora y su amante. Hechos los brindis, doña Lourdes pasa al baño, que vaya por dios, tiene el manubrio roto, a componerse un poco. Ramón se sienta a esperar, y saca a relucir el mandoble, que está tremebundo, que hasta la Dolores, que lo conoce, se admira. Toma un tarro con crema de cutis de la cómoda, y hace que la Dolores le unte bien la verga a lo ancho y a lo largo para ponerla bien pringosa y en su punto mientras la señora se asea, y en ello se va medio tarro. Tiene el cipote que le arde y nota los huevos pesados y doloridos con tanto meter mano y andar sobando a las mujeres durante la velada, y la Dolores le tiene muy bien pillados los puntos que más le excitan con sus jueguecitos de lengua, y desde lo del baño con la Bombi la verga la tiene gruesa e hinchada a reventar, que hasta le lastima.

Vuelve doña Lourdes monísima toda maquillada, pero Ramón ya no está para pases de modelos. Ni tiempo tiene de abrir la boca de pasmo ante el monstruo que la Dolores sujeta a dos manos. Poniéndola a cuatro patas sobre la cama y sin desvestir, se desfoga sin mayores dilaciones de la tensión de la velada clavándosela a placer primero en el culo, con alto caché, de la dama, para qué perder el tiempo en formalidades, ni en prolegómenos de metisaca por el orificio que manda dios, que ya va caliente, y lo que apetecen ahora son las rotundas preturas del ano, y Lourdes grita bien duro cuando la penetran y luego mientras le baten impetuosamente la nata, para que la oiga la puta de la Bombi, que la ha tenido en ascuas toda la noche la muy zorra, y no grita solo por teatro, sino primero porque le duele, que hasta ahora nunca la habían empalado de forma tan bestial, y luego porque la embarga con furia la lujuria, que hasta ahora nunca la habían sacudido de forma tan inclemente, hasta que a Ramón se le junta en la base de la espalda el gozo por el éxito, con el placer que le da en la empuñadura de la polla la estrechez del ojete de la señora, y se corre a placer con un grito de triunfo, y luego, dado que el mango se niega a amansarse, y sigue tozudo y empecinado todo tieso como bandera de la legión, repite enculada en el culo de la mucama sin pararse a pedirle permiso y también sin desvestir, pon acá ese pandero que te la hinco, eso sí, más plebeyamente, a cuatro patas sobre la alfombra, que la sube el uniforme y se la clava, y la Dolores también grita duro, pero sin motivo de teatro, simplemente porque no sabe cómo evitar mugir cuando se la follan, ni se le da un ápice, y ahora pasa un rato largo hasta que derrama otra vez. Más calmado y aplacado de urgencias, pero sin que merme el embutido, ahora se regodea a satisfacción ya sea en uno o en otro de los rincones de placer que le ofrecen, jugueteando con ambas hembras, dejándolas gozar del as de bastos según les nota la apetencia, y por donde ellas más les deleite, hasta que allá a la hora larga, secos los testículos, se da por bien pagado.

Mientras, el astado atiende en la sala muy castamente con un último trago a la Bombi y le va a dar una úlcera de la mala leche que se le ha puesto, al muy culicagao. Ya ni tiene ojos para los encantos de la Bombi, ya solo tiene atravesada en la cabeza a la Pepa, una puta que ejerce en la calle a la puerta de uno de los locales de Madame Babette, y que recibe a estas horas.

Lo que no sabe nadie es que la Cati, la hija de la Lourdes, a la que le llega el escándalo a su cuarto, se ha deslizado sigilosa para espiar por un huequito que se abre en la vieja puerta que da al baño, al que le falta el manubrio, y a donde accede por la terraza. Lleva una cámara y consume un carrete entero haciendo fotos. Con la eclosión de la adolescencia, se ha puesto de moda el intercambio de fotos de los papás haciendo cochinadas. Estas no van a tener precio con las amigas de la catequesis, que Ramón ya es protagonista de varios reportajes con otras mamás, y el ídolo con el que se hurgan el chichi bajo las sábanas muchas tiernas doncellitas.

Relajado de bajos, Ramón reaparece al cabo de unos minutos, con una Lourdes que le acompaña sonrosada y con una sonrisa de oreja a oreja, seguidos de la criada Dolores con las mejillas puro coloretes y ojitos brillantes, las dos meneando los culos gozosos con mucho salero, que el bailoteo va cantando a los cuatro vientos la felicidad y plenitud que las embarga el cuerpo, para recoger a la Bombi y llevarla caballerosamente a casa.

"Don Severino," - se despide Ramón pasándole amistosamente la mano por el hombro -- "ha sido un placer tratar con un caballero como usted. Ya ve, casi me pesa no haber perdido. Y ahora podría usted atender a la Bombi. Ya sabe lo cansonas que son las mujeres, que solo quieren una cosa. Mucho me temo que no me va a dejar escapar sin que le cumpla cuando lleguemos a su apartamento. Y usted aquí tan ricamente y tan tranquilito, con su casa que se la dejo como los chorros del oro, que no creo que su señora vaya a molestarle ya esta noche."

"En cuanto a la deuda ..."

"No se haga mala sangre con eso Don Severino, por favor, estamos entre gente de palabra, y de eso ya se tratará cuando a usted le cuadre. Permítame que le haga un presente, dígale a su hija, que me la he cruzado por el pasillo, que mire, yo la tenía por una niña, pero veo que desde la última vez que la vi, ya se ha hecho una mujercita preciosa, que se pase por Lencerías Mimí, que tendré muchísimo gusto en regalarle unos juegos de su elección para su puesta de largo. Y vigílela, vigílela, que a esas edades, loquitas están por perder el virgo"

Ramón se acerca mucho al oído de don Severino, y se oculta la boca con una mano.

"Le voy a hacer una confidencia, don Severino" -- le susurra muy quedo -- "Si yo fuera como usted padre de una lindeza como su hija, yo la pondría en manos de un buen amigo para ese trance"

"Pero cómo se atreve? Qué barbaridad está usted diciendo?"

"Hágame caso y no se ofenda, que esto es un consejo de corazón. Mire, ahora le aparece a la niña cualquier chulo y la emboba y la enamora solo por desvirgarla, y luego la deja destrozada, en el mejor de los casos, y en el peor, con otras graves consecuencias. No sería mejor ponerla en manos de un buen amigo para introducirla en los secretos de la pasión, para que luego ella se desenvuelva en sus amores con la cabeza más fría? Píenselo!" -- y con ello se despide y se va hacia el coche.

Don Severino, que ya ha perdido toda noción y todo norte, se oye llamar a Ramón de vuelta.

"Oiga, Ramón, y usted, con la experiencia de la que tiene fama..."

"Pero don Severino, sin que usted se lo tome a mal, creo que esto ya es abusar un poco. Primero me hago cargo de su señora como prenda por su capricho con la Bombi, luego me hago cargo de su deuda, y ahora me pide esta responsabilidad. No sé, no sé. Deberé pensarlo. Que tenga buena noche"

Todo esto fue allá hace un año largo, y en lo que hace a la Cati, se lo sigue pensando, si es que se acuerda.

En cuanto a doña Lourdes, eso de saberse una pérdida en un juego de cartas no le gustó tanto a la señora, aunque lamentablemente, ya le había cogido vicio a los servicios del chico. Así que desde entonces tiene con él unos sentimientos muy ambivalentes y sus encuentros se han hecho menos frecuentes.

Ahora la Lourdes se acerca al coche con sus mejores andares de jaca de lujo aprendidos en su antigua profesión de modelo, gesto altivo, una mirada que va perdonando la vida a los admiradores a sus pies, y labios prietos y decididos.

Pero no puede evitar dar una boqueada para tomar aire, porque se ahoga, cuando siente, literalmente siente, como la mirada de Ramón le acaricia las piernas, le sube cosquilleando los muslos y se demora en su pubis, y le entran los calores y se pone como la grana y la vulva le rompe a succionar un esperma que solo es una imagen que le cruza un instante la fantasía, como si quisiera engullir la mirada de Ramón transmutada en polla eyaculando semen, con lo que queda totalmente desarmada, pues sabe que Ramón se ha dado perfectamente cuenta de su turbación.

Y, trágame tierra, no será que Ramón la vio tras las cortinas?

Y ahora debe mantener el tipo apeada de su pedestal de fingida indiferencia, y lo que es peor, delante de su hija y su amiga, a las que, maldita sea, se ha traído para que Ramón las deje al pasar por la escuela y le siguen detrás. Y a esto, ya le tiene mosca tanto cuchicheo y tanta risita que se traen las dos adolescentes desde que les dijo que las traía. No será que han estado presenciando la misma escena que ella? Y esa carrera en la media? Horror! Ahora sí quedó bien corrida y descolocada para cuando se acerca a la ventanilla del coche.

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