Adoracion Por Las Tetas

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Desaba una mujer con tetas gigante.
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Estaba hojeando el periódico sin buscar nada concreto, cuando de pronto me detuve en la página de anuncios personales. Uno de ellos me había llamado poderosamente la atención y no precisamente por ser muy grande o llamativo. Muy por el contrario era un anuncio pequeño y muy sencillo, pero intrigante al mismo tiempo por lo que prometía su texto. El anuncio rezaba simplemente:

¿Tienes debilidad por los pechos grandes? Yo los tengo muy grandes

Pero solo si sientes verdadera devoción por ellos te recompensaré

Habrá una prueba previa

Si de veras piensas que puedes pasarla, llama al...

Las mujeres con pechos grandes son mi debilidad. Cuando una se me acerca empiezo a babear como un niño de seis meses. ¿Qué podía perder si contestaba al anuncio? ¿Qué podía ganar? La prueba con posibilidad de recompensa era la parte buena. La parte mala era si aquello no era más que el reclamo de una puta tratando de captar nuevos clientes. Peor todavía, podrían robarme o matarme. Pero que yo sepa nadie puede robar o matar por teléfono, por lo menos nunca he oído que haya pasado algo así.

No estaba demasiado seguro de que fuese una buena idea, así que seguí retrasando la llamada. Por fin, un par de semanas después, tuve los huevos suficientes para coger el teléfono. Tanta desconfianza al final me había hecho perder la oportunidad, el teléfono estaba desconectado. Supuse que la mujer de los grandes pechos había encontrado a un verdadero adorador.

Dos semanas más tarde, volvió a aparecer el mismo anuncio con un número de teléfono distinto. Tropecé con una silla en mis ansias por llegar al teléfono. Pero tampoco contestaron esta vez. Por lo menos ahora el teléfono no estaba desconectado. Tenía que averiguar si aquello iba en serio o no.

Después de un par de horas y de varios intentos fallidos, por fin alguien cogió el teléfono... un contestador automático. Verificó el número de teléfono y me dijo que dejase un mensaje. Colgué. ¿Qué podía decirle a una máquina? ¿Eres el contestador con las tetas grandes? Me senté en el sofá tratando de decidir si volvería a llamar y qué diría si la maldita máquina volvía a contestar. Mi excitación resultó vencedora y volví a marcar el número.

Respondió el contestador.

- Esto, hola... Llamo por lo del anuncio que pusiste en el periódico. Creo que yo podría ser la persona que estás buscando. Por cierto, no me va el sadomasoquismo ni ningún rollo de esos, así que si estás buscando un 'esclavo', me temo que no voy a ser yo.

De pronto, una voz femenina me interrumpió desde el otro lado del teléfono.

- Hola, no quiero saber tu nombre. Los nombres no son importantes -dijo- Lo único que de veras me importa es cuánto te gustan las tetas grandes.

- Me encantan las tetas grandes, para mí son lo más sexy del mundo -contesté.

- Bueno, ESO tendrás que demostrármelo... -afirmó la mujer.

- ¿Cuándo y dónde?

- ¡Lo primero que tienes que saber es que no habrá sexo! -dijo con un tono neutro- Solo podrás jugar con mis tetas mientras yo quiera que lo hagas, y nada más. ¿Entendido?

- Joder, nena, así solo te diviertes tú.

- Así es como será, eso es parte de la prueba. Si la pasas, entonces QUIZÁ te dé un premio. Pero tienes que probarme que adoras mis pechos de la forma que ellos merecen -hizo una pausa- Bueno, ¿vas a ser el adorador de mis tetas, o no?

- No me dejas demasiadas opciones, ¿verdad? -protesté.

- Sí o no. Tengo otros candidatos.

- De acuerdo, vale... Dime cuándo y dónde.

- ¿Conoces la zona de observación que hay junto al aeropuerto?

- ¿Desde la que se ve aterrizar a los aviones de carga o los de pasajeros? -pregunté.

- La de pasajeros, en más o menos una hora -dijo- ¿Podrás estar en una hora?

- Sí, podré... pero, ¿cómo sabré si estás allí?

- No lo sabrás a menos que yo quiera que lo sepas. Dime la marca y el color de tu coche.

Le dije a la mujer del otro lado del teléfono la información que quería, me dio alguna que otra instrucción más y luego colgamos.

Me puse a caminar de un lado a otro de mi comedor para hacer tiempo y tratar de imaginar en qué coño estaba a punto de meterme. Estaba empezando a ponerme nervioso por el encuentro en el aeropuerto. A lo mejor es que estoy paranoico, pensé. No, lo que estoy es salido, más salido que un balcón, me contesté a mí mismo. Ninguna de mis últimas dos novias había tenido un decente par de tetas... Ni aunque hubiese sumado las de las dos. Creo que eso es lo que había echado en falta en ambas relaciones: lujuria.

Resumiendo, acababa de llamar a una mujer que no conocía de nada que había puesto un anuncio en el periódico diciendo que buscaba a alguien que adorase sus tetas. Había prometido encontrarme con ella sin siquiera saber que aspecto tenía o si al menos me dejaría verle las tetas. Y lo peor de todo es que ella podría observarme desde la distancia e irse de allí sin decirme nada en caso de que no le gustase lo que viese. Si yo no le gustaba, apostaría el sueldo de un mes a que volvería a desconectar el teléfono. ¿Qué podía sacar de todo aquello? ¿Una muy vaga promesa de recibir un premio si hacía qué? Adorar sus tetas... ¿Cómo coño se adoran unas tetas? Te tiras al suelo de rodillas haciendo reverencias y proclamando 'Oh sagradas tetas'. Bueno, por lo menos podría ver aterrizar a unos cuantos aviones; hacía mucho que no veía ninguno.

EL ENCUENTRO

Había siete u ocho coches en la zona de observación cuando llegué. Aparqué en la parte trasera del aparcamiento, de espaldas al aeropuerto como me había dicho aquella mujer, y apagué el motor del coche pero sin sacar la llave para poder escuchar la radio mientras esperaba. Salí del vehículo y me dirigí hacia el maletero para apoyarme en la parte izquierda del parachoques trasero como me había dicho aquella mujer. Durante casi diez minutos, vi varios coches entrar y salir del aparcamiento y me esforcé en mirar dentro de cada uno para tratar de ver si la mujer estaba en alguno de ellos.

Anochecía rápidamente, dando el día paso a una cálida noche de verano. No había iluminación en el aparcamiento, así que al final solo eran visibles las luces del tráfico y las del aeropuerto y las pistas de aterrizaje.

Alguien se me acercó desde el otro lado de mi coche. En la oscuridad lo único que distinguí fue que se trataba de una mujer vestida con un top ajustado y pantalones que se acercaba con una linterna. Se aproximó a mí y dirigió el haz de luz hacia mis ojos. Lo poco que veía despareció estallando todo en un millón de estrellas.

La mujer habló en primer lugar. Me preguntó por qué me encontraba allí..

Le respondí con la frase que me había dicho que dijera.

- Estoy aquí para adorar.

- Sube al asiento trasero, en el lado del pasajero, y cierra la puerta.

Así lo hice. Ella se subió por el mismo lado pero en el asiento delantero y cerró la puerta. La mujer se dio la vuelta arrodillándose en el asiento y quedando de frente a mí. Levantó ambas manos y tiró del reposacabezas hasta dejarlo en su posición más elevada. Luego me volvió a cegar con aquella maldita linterna iluminándome los ojos de nuevo. No podía ver una mierda. Muy lista, pensé. Se había colocado de forma que podía ver las ventanillas traseras de mi coche y ver si alguien se acercaba. Además, gracias a la cegadora luz de la linterna, todo lo que yo podía ver de su cara era un borrón con puntos rojos.

Me dijo que me inclinase hacia delante. Al hacerlo, pude ver a pesar de los puntos que bailaban ante mis ojos lo que había venido a ver. Se había levantado el ajustado top por encima de sus magníficas tetas y había colocado una a cada lado del eje del reposacabezas.

En aquel momento no tenía el más mínimo interés en su rostro. Mi única preocupación eran aquellas fantásticas tetas que descansaban sobre el respaldo del asiento delantero y que estaban pidiendo que alguien las besara. Daba la impresión de que aquella mujer no estaba interesada para nada en la parte romántica. Lo único que quería era exactamente lo que decía su anuncio. Y yo estaba más que ansioso por hacer realidad sus deseos.

Levanté lentamente las manos y toqué suavemente sus pechos. Pude sentir perfectamente el peso de aquellas enormes tetas en las palmas de mis manos. Lentamente, pasé mis uñas por los lados de cada una de ellas hasta llegar a los pezones. La mujer no se inmutó. Sin embargo, sus pezones sí. Los pezones no mienten. Cuando una mujer está excitada, sus pezones se ponen duros. Los de esta mujer tenían más de un centímetro de longitud y casi tan grandes como la goma de un lápiz. Me propuse comprobar si podía alargarlos todavía más.

Acercando mi boca a su pecho izquierdo, jugueteé con la punta de la lengua en su erecto pezón. Esta vez sí noté una respuesta por su parte. Dejó escapar un suave gemido. Hice lo mismo en el derecho. Ella gimió otra vez, pero en esta ocasión el gemido fue un poco más largo y más audible. Con solo dos lametones de mi lengua ya había averiguado lo que quería saber. Sí, era el derecho... La experiencia me ha enseñado que todas las mujeres tienen un pecho más sensible que el otro.

Así que empecé por el izquierdo. Abrí la boca todo lo que pude y me introduje con suavidad todo lo que me cupo dentro. Luego, muy lentamente, comencé a hacer girar mi lengua alrededor del pezón, trazando pequeños círculos, todo ello sin dejar de intentar meterme más cantidad de su teta en la boca. Mi acción tuvo el efecto deseado. La mujer volvió a gemir y se echó hacia delante, intentando introducir más teta en mi boca.

Aquella situación tan erótica tuvo también un efecto sobre mí. Bajo mis pantalones empezaba a crecer una erección como nunca antes había sentido. Hacía muchísimo tiempo que no tenía el placer de juguetear con unas tetas así de grandes. Cuanto más chupaba y lamía yo su teta, más gemía ella y más dura se ponía mi polla.

La mujer empezó a abombar el respaldo del asiento, signo inequívoco de que se moría por saltar a la parte trasera del coche. Fue entonces cuando me llegó un soplo del aroma, ese que emana de una mujer cuando está muy excitada. El aroma más afrodisíaco que puede oler un hombre. Mi polla latía bajo mis pantalones. A juzgar por sus movimientos, la mujer debía haberse metido una mano por los pantalones para masturbarse.

Era el momento justo. Trasladé mis lametones y chupetones a la teta derecha. Su reacción fue la esperada, aunque no por ello me gustó menos. Me encanta saber que estoy haciendo un buen trabajo. Alternaba entre fuertes chupetones y suaves aunque firmes lametones a su pezón, mientras ella empezaba a gemir de forma más constante y a casi saltar sobre su asiento.

LA RECOMPENSA

Sentí cómo la mano de aquella mujer se posaba sobre mi paquete, trazando el contorno de mi erección por encima de mis vaqueros. Había rodeado el respaldo del asiento con su mano libre y trataba de bajarme la cremallera del pantalón. Soltando la teta que tenía entre mis manos, la ayudé. Me solté el botón de los vaqueros, me bajé la cremallera y me los bajé hasta dejarlos a la altura de los tobillos, liberando así mi dolorida polla.

La mano de la mujer rodeó inmediatamente mi rabo. Definitivamente, sabía lo que se hacía. Empezó a acariciar y a apretar mi polla al ritmo de mis chupetones y lametones a su teta. Pasaba el pulgar por mi capullo, extendiendo el líquido preseminal por toda la hinchada cabeza de mi polla. Con las uñas arañaba ligeramente su reborde y jugueteaba pasándolas por su base. Noté que me apretaba el miembro con más fuerza, para que saliese más líquido preseminal supongo, y volvió a extenderlo con el pulgar por todo el capullo. Su experimentada mano me estaba llevando al séptimo cielo.

Empecé a chupar y a lamer sus tetas con total abandono. Utilicé los pulgares para apretar la parte interior de aquellos pechos y así hacer que ambos pezones acabasen tocándose. Así podía comerme los dos a la vez. Esto tuvo el efecto deseado; oí cómo gemía con más fuerza que antes y empezaba a restregarse contra el respaldo como una gata en celo, olvidándose por completo de mi furiosa erección.

Sus gemidos y jadeos se convirtieron enseguida en pequeños "oh oh oh oh". Cuanto más se acercaba ella a su inminente orgasmo, más fuerte cerraba ella su mano alrededor de mi polla. No me importaba, ni siquiera me dolía. Estaba tan dura que creo que no me hubiese enterado aunque me la hubiesen golpeado con un martillo. Cuando noté que se acercaba definitivamente al punto álgido de su clímax, dejé que sintiera mis dientes mordiéndole los pezones lo suficiente como para llevarla hasta el éxtasis. Me encanta hacer que una mujer se corra.

Cuando los efectos de su orgasmo disminuyeron, bajé el ritmo de mis chupetones y mordiscos para permitir que disfrutase completamente del momento. Ella, por su parte, hizo justo lo contrario con la mano que tenía en mi polla. Empezó a deslizarla velozmente arriba y abajo ayudada por la tremenda lubricación causada por los litros de líquido preseminal que me había hecho salir de mi miembro. Ahora era yo el que gemía con la boca llena con parte de una de sus tetas.

Mi orgasmo fue uno de los mejores que he tenido jamás. Me apretó la polla especialmente fuerte en su último movimiento. Eso hizo que me corriese, saliendo despedido de mi polla un tremendo chorro de semen que me recordó al transbordador espacial despegando de Cabo Cañaveral. Cada vez que mi polla expulsaba un nuevo chorro de leche, ella me apretaba con fuerza el miembro al subir la mano, ayudando así a mi leche a subir cada vez más alto. La corrida quedó esparcida por toda la parte posterior del asiento delantero. Aquella mujer no dejó de meneármela hasta que vio que estaba completamente seco y que mi cuerpo estaba a punto de desfallecer.

Todo lo que pude hacer fue quedarme allí sentado con la cabeza inclinada hacia delante, tratando de recobrar el aliento. La mujer liberó mi cada vez más blando miembro y unos instantes después se encendió la luz del techo del coche. El coche se estremeció al salir ella. Estaba tan exhausto que ni siquiera tuve fuerzas para levantar la cabeza y mirar a la mujer que acababa de darme tanto placer. Noté su mano acariciándome el pelo de la cabeza por la ventanilla abierta del coche justo antes de darse la vuelta para irse.

Lo último que le oí decir mientras desaparecía en la oscuridad fue:

- Llámame.

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