Arribo A Comporellon, 2da Parte

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Gena miraron a los ojos de Trevize mientras guiando su erección, empujó y sintió que su pequeña concha cedía poco a poco. Lo vio sonreír cuando ella se levantó levemente y presionó un poco más y pudo sentir cómo finalmente ese enorme pene comenzaba a deslizarse suavemente en su interior, abriéndose paso entre sus labios hinchados que aceptaban golosos a ese intruso.

Gena acercó su rostro una vez más hacia Trevize y gimió en su boca cuando sintió que todo su pene entraba totalmente en ella; lo besó enloquecida y buscó con su lengua la lengua de él.

Ni Tamara ni Vera, pudieron ver el momento en que Gena, desnuda de la cintura hacia abajo colocada a horcajadas sobre Trevize, comenzó a insertarse la punta del pene en su pequeña concha. Tampoco pudieron ver cuando los pequeños labios hinchados de excitación eran aplastados por la cabeza y poco a poco se abrían como una fruta madura aceptando los primeros centímetros de esa enorme verga, ni tampoco pudieron ver cómo Gena era penetrada una y otra vez por la enorme verga de Trevize.

Ambas mujeres suspiraron al ver como la imagen sólo les devolvía ahora un movimiento de subida y bajada y casi simultáneamente, cerraron sus ojos dejando que su imaginación completara el cuadro. Ambas movían frenéticas sus pulgares jugando con el botón de su clítoris, mientras que el resto de sus dedos se insertaban entre los labios mojados de sus vaginas, moviéndolos hacia adentro y fuera sin detenerse.

Vera no supo cuánto tiempo sus dedos jugaron allí. Cuando abrió sus ojos vio la imagen de la cara complacida de Trevize que frente a ella, se movía de arriba abajo. '¡Oh, se lo está culeando, se lo está culeando!' repitió gimiendo, mientras sus dedos se movían incesantes en su pequeña vagina. Sentada sobre el sillón de mando, no sabía en qué momento, había bajado totalmente sus estrechos pantalones y estaba desnuda de la cintura hacia abajo, lo que le permitía abrir ampliamente sus muslos, dejando así que toda su mano tocara sin restricción su sexo mojado y sus dedos se movieran cada vez más rápido buscando ese orgasmo que sentía cada vez más cerca.

Si bien tanto Vera como Tamara sólo podían imaginarse lo que pasaba entre ambos, de lo que sí fueron testigos directos, fue lo que los ojos de Gena miraban durante el coito. Compartieron la misma experiencia de estar mirando los ojos de un hombre mientras logra placer; todo era absolutamente nuevo para ellas. Tener en primer plano esos ojos brillantes, la boca semi abierta, respirando pesadamente. Era tan excitante para ellas que hacía que sus dedos se crisparan en sus vulvas y se movieran a toda velocidad. Sobre el sillón, Tamara retorcía sus muslos y sus caderas, respirando profundo mientras en la habitación reverberaba con ecos del chasquido de sus dedos, entrando y saliendo de la sopa en que se había convertido su vulva.

En ese instante tres mujeres gozaban simultáneamente con el mismo hombre, de una u otra manera. Ninguna de ellas consciente de lo que le pasaba a la otra, pero estaban unidas en el mismo instante del tiempo por una misma experiencia placentera.

Ni Gena, ni Vera, ni Tamara podían ser testigos de las contracciones de placer que cada una de ellas estaba experimentando en ese preciso momento; pero todas ellas, sí podían ver el rostro complacido de Trevize.

Y sus mentes construyeron todo lo que faltaba, y casi pudieron imaginarse oir musitar a Gena:

'Estoy aquí contigo, mientras acaricias mi trasero, sintiendo tus dedos deslizarse entre los globos de mis nalgas hasta encontrarse con mi raja, y hacer un recorrido desde mi pequeño orificio arrugado, bajar hasta encontrar mis labios que se abren para recibir tu gordo e hinchado pico, y apoyando las yemas de tus dedos allí, apreciar y seguir su movimiento mientras se desliza hacia adentro y afuera por entre mis labios mojados y cremosos. Estoy gritando mientras me lo metes así, mientras siento cada vena de tu pico exquisito. Abre mi vulva con él, deslízalo profundo, quiero sentir que llenas las paredes de mi vulva que se aprieta alrededor tuyo. No te detengas. No quiero que acabes todavía'

Gena con su rostro pegado al oído de Trevize, le decía o creía decirle todo eso susurrando a veces incoherencias y otras casi gritando cuando sentía que él levantaba sus caderas para acoplarse al movimiento incesante de sus caderas que subían y bajaban. Mantuvo ese ritmo por largos minutos, sintiéndose cada vez más inflamada. No supo cuánto tiempo lo mantuvo hasta que sintió un calor extremo y después las contracciones en su vulva que hizo temblar todo su cuerpo y cuando la dura erección se introdujo a fondo en ella una vez más, explotó de tal modo que tuvo que rodear con sus brazos el cuello de Trevize, hundiendo su rostro en su cuello.

Se mantuvo apretada a él, mientras su cuerpo no cesaba de retorcerse y su vulva se contraía alrededor de su enorme verga, teniendo sus nalgas apretadas contra los muslos de él. Tuvo un nuevo estremecimiento al imaginarse cómo toda esta enorme erección que había apreciado visualmente y palpado entre sus manos, palpitaba profunda dentro de ella.

Mientras la concha de Gena era acariciada por una verga hinchada y caliente, llenándola toda, los dedos de Vera y Tamara hacían lo mismo incrustándose frenéticas una y otra vez en la profundidad de sus respectivas vaginas. Imaginándose que eran ellas las que poseían a ese hombre.

Eso debe haber durado unos pocos minutos, no lo sabían, habían perdido toda noción del tiempo, pero ambas mujeres por sus propias razones, estaban demasiado excitadas y explotaron gritando en un largo orgasmo que crispó sus cuerpos, dejándolas exhaustas.

Después de ese largo orgasmo que la consumió y asida aún a su cuello, Gena sintió que Trevize, tomándola de su trasero, la levantaba en vilo y la colocaba suavemente sobre la mesa de sesiones sin salirse de ella. No quería mirarlo y siguió agarrada de su cuello, mientras suavemente al comienzo, él comenzaba a deslizarse hacia afuera y hacia adentro de su apretada vagina. Su juventud hizo que la recuperación fuera casi instantánea, cuando comenzó a sentir cómo las paredes de su estrecha vagina, se adherían a esa duro y gordo pene. Era como si no quisiera que saliera de su interior, que se quedara allí para siempre.

Los movimientos de Trevize poco a poco tomaron ritmo y profundidad. Gena ahora jadeaba sin poder contenerse. Sus gemidos no cesaron durante todo el tiempo que Trevize la culeó. Gena había perdido toda noción de tiempo y espacio. Allí sólo estaba ella y ese hombre que nunca pensó en poseer. Sus propios gemidos, los gruñidos de él y el chasquido de sus cuerpos al encontrarse, eran los únicos sonidos de la habitación, los que se fueron intensificando a medida que ambos entraban a la ruta sin retorno.

Gena tuvo un instante de claridad mental, cuando se dio cuenta que el apuraba los golpes contra su pelvis. '¡Está a punto de acabar y estamos sin protección! Pensó espantada, que casi la hace perder el ritmo con el que ella lo estaba siguiendo con sus propias caderas, que lo buscaban profundo cada vez que él arremetía. Sin dejar de empujar, porque sentía que estaba a punto de acabar, le dijo al oído: "¡Acaba en mi boca, por favor!"

Aun diciendo eso, la muchacha apretó sus caderas contra él, con sus brazos rodeando su cuello su cuerpo dio un espasmo. Trevize en ese mismo momento, sintiendo su propia tensión se retiró de ella. Tan pronto lo hizo, Gena se deslizó de la mesa, se colocó en cuclillas frente a él y tomando su pene que chorreaba sus jugos combinados, se lo llevó ansiosa a su boca y comenzó a chuparlo como si fuera lo último que haría en su vida. Con el pene totalmente en su boca, comenzó a acariciarlo con su mano a lo largo, mientras succionaba. Trevize dio un gruñido final y explotó en la boca de Gena, quien mantuvo tragando todo lo que salía de él.

No obstante los gruñidos de placer de Trevize, que expresaban lo sensible que había quedado su pico después de soltar su semen en su boca, la muchacha lo siguió chupando hasta que sintió que no brotaba nada; después lo lamió de arriba abajo dejándolo limpio.

Gena se irguió frente a él una vez más y le dijo sonriendo: "Creo por ahora esa arma ha sido desactivada".

Él sonrió y tomándola de una mano le dijo: "Sin duda. Ven, creo que deberemos ducharnos antes de que vuelvas". Gena tomó sus ropas, lo mismo que Trevize y ambos se dirigieron hacia la zona de duchas.

Trevize la guió por el pasillo de la nave, y Gena se sorprendió cuando vio pasar por su lado un pequeño robot que iba en dirección contraria a la de ellos. Si alguien hubiera estado mirando se habría sentido curioso de ver caminar a la pareja. Él, alto, fornido, vistiendo una túnica que lo cubría desde los hombros hasta sus tobillos y ella, pequeña, sólida, que sólo le llegaba con su cabeza hasta más abajo del hombro, vistiendo una camisa azul de corte militar, ceñida a sus pechos y a su estrecha cintura y que se abría cubriendo sólo hasta la mitad de sus caderas redondas y, hacia abajo,...nada. Mientras caminaban, Trevize no pudo ver ese poema de espectáculo que ofrecían sus caderas oscilantes, anchas para su estatura, que hacía que sus nalgas blancas y redondas subieran y bajaran enmarcadas por los muslos firmes que remataban en sus pequeños pies descalzos.

Gena, con sus botines en la mano junto al resto de su indumentaria, observaba con atención la estructura de la nave.

"¿Cuáles son las medidas de tu nave?" le preguntó a Trevize mientras caminaban.

"Doscientos cincuenta metros de largo por 100 de ancho, aunque no son sus medidas lo que la hace tan particular como tu comprenderás" Dijo él.

"Si, lo sé. Mi instrumental no pudo calcular la velocidad a la que viajabas cuando entraste en nuestra zona de monitoreo. Ahora entiendo por qué están tan entusiasmados con tu llegada"

"¿Quiénes?" Le preguntó mirándola.

"Bueno, toda la organización a la que pertenezco, las autoridades de gobierno, en fin, todos" Le contestó Gena.

En ese instante Trevize se detuvo para señalarle una puerta transparente por la que ella pudo ver varios cubículos al fondo de la amplia habitación. Era la zona de duchas

Trevize oprimió un botón y las puertas se deslizaron silenciosas hacia los costados. Ambos pasaron al interior.

Trevize se desnudó y tiro su ropa a un cubículo de lavado y volviéndose hacia Gena le dijo: "Puedes dejar aquí tu ropa también. En este estante encontrarás toallas", indicándole un lugar en donde había ordenadas toallas de varios colores.

Gena colocó sus botines y su pantalón sobre el mesón y tomando las bragas húmedas, las llevó a su nariz y después se las colocó en las narices de Trevize. "¿Y qué hacemos con estas?", le preguntó con una sonrisa picaresca.

Él apoyó su mano sobre la pequeña mano de la muchacha y olió profundo. "Humm... ¿Podrías dejármelas como recuerdo, no crees?"

Gena río complacida y se las dejó en su mano, mientras tiraba los pantalones al cubículo de lavado y procedía a desabotonar su camisa para meterla dentro también, la sintió demasiada transpirada. Debajo llevaba un pequeño bretel que aprisionaba sus pechos redondos. Se lo quitó y lo tiro al cubículo. Trevize presionó un botón al costado y ambos se dirigieron a las duchas que se abrieron automáticamente tan pronto se acercaron.

Ella, antes de ingresar a la suya, se acercó a Trevize y tomando su miembro que lucía semi erguido, lo acarició diciéndole "Siento no entrar contigo allí y lavar a tu bebé, pero me queda muy poco tiempo ya, y debo regresar."

Trevize sonrió y acarició el rostro de la muchacha, sin decir nada.

Después de la ducha, Ambos se secaron y se vistieron.

Trevize la condujo hacia la habitación en donde habían sido entrevistados por Gena. La sala tenía ahora un suave olor a almizcle, por el proceso de "limpieza" que había generado Trevize al presionar el botón llamando al robot antes de dirigirse a las duchas. Después llamó a Bliss y Pelorat que los miraron expectantes al entrar a la sala.

"Tan pronto regrese, la señorita inspectora informará a la Inspectora General de Aduanas para que autorice la entrada, y nos dará los parámetros para que podamos dirigirnos hacia la zona de aterrizaje asignada." Les comunicó Trevize.

Los tres despidieron a la muchacha en el portalón de acceso a la nave, volviendo los tres a la sala de comandos, donde pudieron ver la pequeña nave despegando y dirigiéndose hacia el satélite de control.

Bliss, después que vio alejándose a la pequeña nave, se volvió hacia Trevize y le preguntó "¿Y cómo lograste que aceptara que no tenía papeles de identificación?"

"Con tu ayuda, supongo" contesto Trevize mirándola fijo a los ojos.

"Yo no tuve nada que ver"

"¿Cómo, no influiste en su decisión? Pensé que lo habías hecho cuando estuve a solas con ella y traté de armar una historia lo más verosímil y que ella pudiera aceptar"

"Veo que te dio resultado tu historia" dijo Pelorat sonriendo.

Bliss miró a Pelorat "Janov. Me extraña que seas tan ingenuo, amor. ¿No te diste cuenta la cara feliz con que la chica se despidió de Golan?" Al observar la cara de pregunta de Pelorat, continuó "Mi amor, Golan no utilizó su historia para convencerla, utilizó su arma secreta" y al ver que Pelorat seguía sin comprender le dijo "Vamos, Janov, no puedes ser tan despistado. ¡Golan se culeó a la inspectora!" Mi di cuenta tan pronto ingresó a la nave que la chica se derritió cuando vio a Golan."

Trevize miró a Bliss "¡Y bueno, tuviste que ver en eso, sí o no!" le espetó. Estaba en juego su virilidad.

Bliss se dio cuenta de la situación al vuelo. "Tan solo un poquito, Golan" le contestó haciendo algo así como un puchero.

Él lanzó una carcajada "¡Maldición, la próxima vez déjame sólo!"

En ese instante se sintió un zumbido en la pantalla, se giró y vio el rostro de Gena que llamaba. "Están autorizados, consejero Trevize. Pueden continuar su viaje; allí van las coordenadas. Buen aterrizaje." Y cortó.

"Pelorat, ¿qué sabes de este planeta?"

"Estuve investigando en la Universidad en Gaia, pero la verdad es que no encontré información. Lo único que pude establecer, es que ellos no están asociados al Imperio."

"Y tú Bliss, ¿lograste indagar algo en la mente de esa muchacha?"

"No mucho. Al parecer, su satélite está de cierta manera blindado a las ondas mentales, por lo que no pude entrar en ella hasta que ingresó a nuestra nave, así es que te puedes sentir tranquilo respecto de lo que lograste con la chica" Le dijo con un tono de sorna y agregó: "Sin embargo, su gesto corporal, me dio siempre la sensación de incomodidad, la misma que observé en su compañera que te miraba embobada. Tu comprendes lo que eso significaría si tuviéramos un trato vis a vis con ella. ¿No es cierto?" Agregó sin dejar de sonreírle.

Trevize la miró y prefirió no contestarle.

"Tenemos un par de horas antes de bajar a este simpático planeta. ¿Almorzamos mientras?" Y sin esperar respuesta se dirigió a la zona del comedor.

***

Cuando Gena ingresó al acceso del satélite, Vera la esperaba ansiosa en la entrada. Se acercó y le tomó las manos mirándola a los ojos "¡No puedo creer que estuviste con ese hombre increíble!"

Gena la miró extrañada y Vera al ver su gesto de pregunta, le señaló su hombro. Gena miró y pudo ver el diminuto dispositivo pegado en su traje.

"¡¡Oooh. Noo!!" Exclamó Gena al darse cuenta de todas las implicancias de tener ese dispositivo instalado en su hombro. "¿Tu...?"

"¡Sí, te vi haciéndolo! ¡Me lo tienes que contar todo!" Le dijo en una exhalación y la guió no a la cabina de mando sino a la cabina dormitorio que ambas compartían desde su llegada al satélite de inspección.

Gena prácticamente se lanzó a la cama, sintiéndose exhausta mientras su amiga se colocaba al lado de ella, observándola complacida al mismo tiempo que comenzaba a desabrocharle el cinturón.

"El tipo tiene un físico impresionante...!" Fuera el cinturón.

"Cuando lo palpé la primera vez y le agarré el trasero...!" Fuera un botín.

"...lo tenía durísimo...!" Fuera el otro botín.

"Pero de pronto sentí...!" Fuera los pantalones.

"una dureza contra mi estómago...Ahhgg!"

Vera había metido su rostro entre sus muslos y su boca se había apoderado de su concha metiéndole la lengua para después comenzar a succionarle el clítoris. Gena enarcó sus caderas precisando la caricia, buscando profundizar el sondeo de su lengua meciendo y levantando suavemente su pelvis contra la boca de su amiga.

"No puedes ser ... así... Vera. ¡Cómo... quieres... que te... cuente... qué pasó!" Le dijo tratando de mantener la coherencia de sus palabras mientras sentía las manos de Vera acariciando el interior de sus muslos. Apoyó sus manos sobre su cabeza, acariciando su cabello, sintiendo que nuevamente se sentía tan inflamada como cuando había estado con Trevize unas horas atrás.

Sabía que la historia quedaría para más adelante. Sabía que su amiga estaba caliente por lo que después de un rato, la atrajo hacia ella y comenzó a besarla con suavidad al comienzo, pero cuando sintió su lengua buscando la suya, su boca se apoderó de los labios de Vera esta vez con pasión y la giró sobre la cama para comenzar a desnudarla a su vez.

****

La mente de Tamara era una verdadera turbulencia. Se levantó del sillón frente a la pantalla. No podía creer lo que había presenciado. Lo único que tenía claro era su concha y sus manos mojadas y esa relajación que viene después de haber tenido uno, dos,... la verdad era que había perdido la cuenta la cantidad de veces que acabó observando. Se dirigió al baño para ducharse mientras pensaba en el informe que enviaría a su jefe, en cómo debía proceder ahora que la nave estaba por llegar. Cómo...

(Continuará)

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