Arribo A Comporellon

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"Tú también tienes que saber algo que, ahora que estamos solos, puedo decirte sin más dilación. Comporellon es un planeta con un 70% de mujeres, sino más. Las reglas las ponemos nosotras. Yo sé que estamos en tu nave, y me estás pidiendo algo que honestamente deberemos negociar, ¿tú me comprendes, no es cierto? Esta vez Gena lo miró sonriente. Ya no era la chica inestable de antes. Tenía elementos para negociar. Y se los había expresado con mucha claridad.

El apretón de la mano y la sonrisa de Bliss, aparecieron por un segundo en la mente de Trevize. ¿Había logrado meterse en la mente de esta muchacha? Estaba ejerciendo algún tipo de control mental en este instante, como el que había ejercido en su amigo Janov la noche anterior haciéndolo dormir, para que no pudiera tener impedimento alguno para tirar con él?

Esta situación lo confundió por un instante, ya que su propio ego de macho estaba en juego. '¿Es que no estoy en condiciones de seducir a esta muchacha, sin la ayuda de Bliss?' Su mente pragmática hizo la tarea de responder, 'Con o sin la ayuda de Bliss, creo que veo abrirse una oportunidad para resolver esta dificultad que tenemos para entrar a Comporellon.'

Trevize la miró, sus ojos se achicaron y sin contestar, tomó firme su mano y tiró de ella atrayéndola hacia él, dejándole ver su clara intención.

Gena si dio cuenta también; la negociación había finalizado, y había que hacer uso de sus frutos. Se levantó del sillón rodeando la mesa y se acercó sin soltarse de su mano, se plantó frente a él y le dijo sonriente:

"Señor Trevize, creo que tendré que seguir con el protocolo" Ante la pregunta no verbal de él, continuó.

"Debo cachearlo para verificar que no traiga consigo armas prohibidas. Le ruego que se levante"

Trevize se levantó siguiéndole el juego y Gena procedió a palpar los costados del torso, se acercó más a él punzándolo con sus pechos duros al llevar sus brazos a la espalda de él, palmeándolo y bajando sus manos hasta su trasero, en donde procedió a apretarle sus nalgas. "Hasta aquí no encuentro nada peligroso, señor Trevize. Tiene un trasero agradable, señor Trevize" "Hey, ¿pero que siento aquí al frente mío, su túnica se movio?" Gena se apartó y miró que la túnica mostraba una carpa. Se puso de cuclillas y colocando sus manos en sus caderas las deslizó hasta juntarlas al frente donde arropó con la tela de la túnica su erección. Gena dirigió su mirada hacia arriba diciéndole: "Humm, creo que hemos encontrado una arma" y empujándolo vivamente hacia atrás sobre el sillón, le subió al mismo tiempo la túnica dejando al descubierto el bóxer que lucía un bulto impresionante. Siempre de rodillas, Gena se acomodó entre las piernas de él, y procedió a bajárselo a medio muslo. Nuevamente tuvo su tercer shock del día. No podía creer lo que tenía frente a sus ojos. Con cuidado, como si se tratara de una verdadera arma que pudiera dispararse en cualquier momento, tomó la erección con ambas manos y la contempló arrobada. Miró a Trevize como pidiéndole permiso y acercó lentamente el rostro hacia su pene, al mismo tiempo que inclinaba la cabeza inflamada hacia su mejilla, para apreciar su suavidad. Trevize la miraba complacido, sonriendo siguiendo atento sus movimientos. La muchacha deslizó sus dedos a lo largo de su dura erección, rozando con las yemas de sus dedos la punta, que había comenzado a escurrir un líquido transparente, que ella esparció cuidadosamente. Gena estaba fascinada con la dureza que tenía entre sus manos. Cuando le contara a su compañera, estaba segura que no lo iba a creer. Alargó la punta de su lengua y tocó brevemente el borde del glande, consiguiendo un temblor en el cuerpo de Trevize. Sonrió complacida, parecía que toda su imaginación se había despertado. Esta vez su lengua recorrió desde sus bolas, subiendo plana a lo largo de todo el pene hasta arribar al glande, que rodeo como si su lengua fuera una serpiente. Sintió un gemido esta vez. Su lengua jugueteó alrededor hasta que abriendo su boca, tomó entre sus labios la cabeza y succionó profundo, mientras apretaba con ambas manos el tronco del pene, haciendo gemir nuevamente a Trevize. Su boca jugó con los jugos del pene y con la saliva que se había acumulado y empujó su boca para tomar más de su erección. La retiró suavemente hasta que sus labios sólo aprisionaban la cabeza y volvió a succionar mientras apretaba un puño contra la base de su erección y deslizaba su palma hacia arriba. Con todo ese juego, comenzó a sentir un profundo calor en su entrepierna, llevó una mano a la pretina de su pantalón elástico y metió profundo su mano, hasta que su mano rozó su clítoris. Bajó más y metió un dedo en su hendidura y se dio cuenta que chorreaba. 'Creo que ha llegado el momento de hacer trabajar a nuestro amigo', se dijo.

"Señor Tevize, creo que ha llegado el momento de desactivar esa peligrosa arma que trajo consigo. El protocolo de seguridad, lo exige" le dijo sonriendo, mientras se levantaba, se metía entre sus piernas y levantaba los brazos señalando su pantalón elástico. Rápidamente Trevize desabrochó su cinturón de cuero lo dejó caer al piso y metió sus dedos a los costados de la pretina y comenzó a bajar el pantalón, junto a sus calzoncitos rojos. Trevize le indicó con la mirada sus pequeños botines blancos. Ella, apoyándose en la mesa levantó el pie y se lo puso sobre el muslo de él para que pudiera desabrocharlo. Se lo retiró lo mismo que el otro, de modo que pudo continuar bajándole el pantalón elástico. Gena, con su chaquetilla que le llegaba hasta las caderas y desnuda de la cintura hacia abajo, entregaba un espectáculo de un erotismo que Trevize en su vida hubiera imaginado presenciar. El cuerpo menudo arriba, apretado por la chaquetilla, se ampliaba hacia las caderas redondas, enmarcadas por unos muslos y piernas firmes trabajadas.

Trevize terminó de bajar su bóxer hasta sus tobillos, donde los descartó, para proceder a llevar sus manos a esas deliciosas caderas de la muchacha, para después llevarlas hacia atrás, recorriendo sus firmes nalgas. Jugó largamente allí, apreciando su culo, deslizando sus grandes manos entre sus nalgas, metiendo sus dedos allí para finalmente terminar introduciéndolos en su raja por detrás. Le tocó el turno a Gena de estremecerse, cuando sintió esos dedos enormes jugando con su pequeña vagina. Metió una rodilla primero al costado del sillón y después la otra, para quedar a horcajadas sobre los muslos de Trevize. Tomando su erección la apretó contra su hendidura, presionando al mismo tiempo con sus pelvis para sentir todo el ancho de su pene contra su raja, ahora totalmente mojada.

Mirándo directo a los ojos de Trevize, comenzó a moverse de arriba abajo, presionando su mano contra su erección. Quería sentir afuera de ella esa dureza, deseaba sentirla a lo largo de su raja, presionar su clítoris. Deseaba alargar lo más posible este momento. Le encantaba realizar estos juegos previos. Con su compañera, cuando no estaban de turno, solían acariciarse a tal punto, que cuando llegaba el turno de o lamerse o introducir sus dedos para satisfacerse, explotaban casi en ese instante. Eso quería hacer con este tremendo hombre que tenía entre sus muslos, no le importaba el tiempo que le tomara. Había reportado ya que esta inspección le tomaría toda la tarde, ya que debía interiorizarse de todos los detalles acerca de la nave y sus tripulantes. Eso había informado a su jefa Tamara y ella había estado de acuerdo.

Siguió subiendo y bajando, sintiéndose cada vez más inflamada. No supo cuánto tiempo permaneció excitándose así, solo que el momento en que levantó sus caderas y enfilo la cabeza entre los labios de su vagina y la introdujo, sintió un estremecimiento que hizo temblar todo su cuerpo y cuando parte de la erección se introdujo finalmente en ella, explotó de tal modo que tuvo que rodear con sus brazos el cuello de Trevize, hundiendo su rostro en su cuello. Se mantuvo apretada a él, mientras su cuerpo no cesaba de retorcerse, mientras sentía que más y más de su pene se deslizaba en su interior, hasta que notó que sus nalgas estaban apoyadas sobre los muslos de él. Tuvo un nuevo estremecimiento al imaginarse cómo esta enorme erección que había apreciado visualmente y palpado entre sus manos, yacía profunda dentro de ella.

Asida aún a su cuello, sintió que Trevize, tomándola de su trasero, la levantaba en vilo y la colocaba sobre la mesa de sesiones. No quería mirarlo y siguió agarrada de su cuello, mientras suavemente al comienzo, él comenzaba a deslizarse hacia afuera y hacia adentro de su apretada vagina. Su juventud hizo que la recuperación fuera casi instantánea, cuando comenzó a sentir cómo las paredes de su estrecha vagina, se adherían a esa duro y gordo pene. Era como si no quisiera que saliera de su interior, que se quedara allí para siempre.

Los movimientos de Trevize poco a poco tomaron ritmo y profundidad. Gena ahora jadeaba sin poder contenerse. Sus gemidos no cesaron durante todo el tiempo que Trevize la culeó. Gena había perdido toda noción de tiempo y espacio. Allí sólo estaba ella y ese hombre que nunca pensó en poseer. Sus gemidos y los gruñidos de él, eran los únicos sonidos de la habitación, que se fueron intensificando a medida de que ambos entraban a la ruta sin retorno.

Gena tuvo un instante de claridad mental, cuando se dio cuenta que el apuraba los golpes contra su pelviz. '¡Está a punto de acabar y estamos sin protección! Pensó espantada, que casi la hace perder el ritmo con el que ella lo estaba siguiendo con sus propias caderas, que lo buscaban profundo cada vez que él arremetía. Sin dejar de empujar, porque sentía que estaba a punto de acabar, le dijo al oído: "¡Acaba en mi boca, por favor!"

Sintió que la muchacha apretó sus caderas contra él, sus brazos alrededor de su cuello y su cuerpo dio un espasmo. En ese mismo momento, Trevize sintió su propia tensión y se retiró de ella. Tan pronto lo hizo, Gena se deslizó de la mesa, colocó en cuclillas frente a él y tomando su pene que chorreaba sus jugos combinados, se lo llevó ansiosa a su boca y comenzó a chuparlo como si fuera lo último que haría en su vida. Con el pene totalmente en su boca, comenzó a acariciarlo con su mano a lo largo, mientras succionaba. Trevize dio un gruñido final y explotó en la boca de Gena, quien mantuvo tragando todo lo que salía de él.

Siguieron varios segundos, mientras Gena lo siguió chupando hasta que sintió que no brotaba nada, lo lamió de arriba abajo, dejándolo limpio.

Gena se irguió frente a él una vez más y le dijo sonriendo: "Creo por ahora esa arma ha sido desactivada".

Él la tomó de una mano y le dijo: "Ven, creo que deberemos ducharnos, antes de que vuelvas. Gena tomó sus ropas, lo mismo que Trevize y ambos se dirigieron hacia la zona de duchas.

(Continuará)

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