Ascensor Tormentoso

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Atrapado en un ascensor con mi novia.
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Aquella noche mi novia y yo habíamos sido invitados a una elegante fiesta que se celebraba en un hotel de la ciudad llamado Palace, concretamente en un ático con vistas al mar. Me pasé todo el día preparando hasta el mínimo detalle para así poder impresionar a Natalia y hacer de aquella noche una velada memorable. Alquilé una limusina para que nos llevase y nos trajese de la fiesta. Solo paré para comprar una botella de buen Champagne y un gran ramo de flores, y para recoger mi traje de la tintorería.

Había hablado con Natalia por la mañana y estaba muy excitada con la velada. Me dijo que desde el día en que le conté lo de la fiesta había estado buscando el vestido perfecto para ir a ella y que por fin lo había encontrado. Le rogué que me dijese cómo era el vestido pero se negó diciéndome que tendría que esperar hasta el momento en que la recogiese para la ocasión. Con lo espectacular que es ella, yo ya sabía que sería algo sexy y elegante.

Acabé con todo lo que tenía que hacer y me dirigí a casa para darme una ducha y prepararme. Casi era hora de irme. Me metí en la ducha y me enjaboné todo el cuerpo con gel de baño. Deslicé una mano por mi cuerpo en dirección a mi polla, la acaricié hasta ponerla tiesa y dura, imaginando lo que podría pasar en aquella velada. Conociendo a Natalia tal como yo la conocía, presentía que aquella noche iba a ser un infierno sexual. Veréis, Natalia tiene un 'problema' con las fiestas de etiqueta... Se pone de lo más cachonda cuando va a una. La atención que atrae en los hombres y, por supuesto, las bebidas que sirven también ayudan a ello. Cuando se pone así lo único que quiere es echar un buen polvo y no le importa ni cómo ni dónde. Naturalmente, no me quejo de ese... 'problema'.

Aquella iba a ser una de esas noches, por lo menos eso es lo que yo esperaba. Acabé de ducharme y empecé a vestirme. Me puse mis pantalones negros, mi camisa blanca, mi corbata y mis zapatos. Acababa de ponerme la chaqueta del traje cuando la limusina apareció por la calle. Bajé, me metí dentro y le expliqué al conductor cómo ir a casa de Natalia. Era un trayecto corto, pero a mi me pareció eterno. Durante todo el viaje no hacía más que pensar en lo que iba a pasar aquella noche. Cuando por fin llegamos a su casa y bajé de la limusina, me recibió la más asombrosa visión que hombre alguno podrá ver jamás. Natalia iba vestida con un vestido negro de satén sin tirantes, medias negras y un collar de perlas. Su larga melena rubia estaba echada hacia atrás apartada sobre uno de sus hombros, dejando libre el otro como invitándome a besar su cuello y luego caía por la espalda hacia donde ésta pierde su nombre. Mi polla estaba lista para saltar fuera de mis pantalones y follarme a Natalia allí mismo delante del conductor de la limusina. Se acercó a mí, rodeando mi cuello con sus brazos y oprimiendo sus caderas contra mi cuerpo, notando así la dureza de mi polla a través de mis pantalones.

- Mmmm, ¿estás así de contento por verme a mí? -me susurró al oído.

Yo simplemente me reí y le abrí la puerta de la Limusina para que entrase. Mientras íbamos hacia la fiesta, yo la observaba con deseo. Se reclinó sobre mí poniendo su mano sobre uno de mis muslos y me dio un apasionado beso separando mis labios para buscar el placer del interior de mi boca. Su mano presionó suavemente mi pierna, luego empezó a deslizarla lentamente por mi muslo hacia mi bulto cada vez más evidente. Yo sabía que ya estaba excitada, así que le seguí la corriente colocando una mano sobre sus piernas, acariciándolas por encima de las medias y subiendo cada vez más hacia arriba. Alcancé la parte superior de sus medias y noté que llevaba puesto un liguero. Ella sabía que aquello me volvería loco. Cuando lo toqué, ella se reclinó hacia atrás, me miró a los ojos y sonrió.

Seguí subiendo la mano más aún, hasta que encontré la costura de sus braguitas las cuales ocultaban su ya húmedo pubis. Colocando mi dedo corazón en su raja por encima de las bragas, lo fui moviendo suavemente arriba y abajo a lo largo de sus labios, presionando con cuidado la carne que había entre ellos. Gemía y besaba mi cuello, y de vez en cuando mordisqueaba el lóbulo de mi oreja. Cuando ya estaba a punto de deslizar mi dedo por debajo de sus bragas, llegamos al hotel. Para nuestra sorpresa, mientras nos dirigíamos a la fiesta había comenzado una tormenta. habíamos estado tan ocupados el uno con el otro que no nos habíamos dado cuenta. El conductor sacó un toldo y yo salí para ayudar a Natalia a bajar de la limusina. Al principio salió un poco insegura, pero recuperó su compostura y entró conmigo a su lado. Nos acercamos al ascensor, lo llamé y se abrieron las puertas, entramos y pulsé el botón del ático.

El ascensor era todo de cristal así que podíamos ver cómo los relámpagos y los truenos restallaban por toda la ciudad. Tenía a Natalia rodeada por la cintura con una mano cuando de repente cayó un rayo justo enfrente de nosotros, a unos 500 metros, cegándonos a los dos. El ascensor se detuvo de golpe, aquel rayo había caído sobre un transformador y había hecho que se fuese la electricidad en un par de manzanas. Nos había dejado encerrados en un ascensor atascado entre el cuarto y el quinto piso. Pero eso no me molestaba en absoluto, ya que desde el instante en que la había visto salir de su casa había querido quedarme a solas con ella. Este era el momento perfecto. Nos miramos el uno al otro y nos reímos, después me acerqué a ella, la cogí en mis brazos y la besé. Abrió su boca y envolvió mi lengua con la suya. Mientras, mis manos subieron hacia sus pechos.

Se los apreté y jugueteé con sus pezones hasta ponerlos erectos. Al mismo tiempo, sus manos exploraban mi cuerpo moviéndose desde mi pecho, hacia mi vientre y de ahí a mi paquete. Me lo apretó con firmeza, mientras yo le bajaba la parte superior de su vestido quedando así uno de sus pechos a la vista de mis ávidos ojos. El estallido de un relámpago me dio una visión perfecta de su enhiesto pezón. Besé su cuello bajando hasta llegar a él, me lo metí en la boca y comencé a chuparlo y a lamerlo con la punta de la lengua. Mientras tanto mis manos iban subiendo por sus piernas, subiéndole así el vestido. Gimió y forcejeó para quitarme la chaqueta de los hombros. Me empujó y me puso de espaldas contra una de las paredes de cristal del ascensor y me miró a los ojos con pura lujuria, mientras me aflojaba la corbata y me abría la camisa. Me besó y recorrió mi pecho lentamente con sus labios haciendo una parada en una de mis tetillas y luego en la otra, tratando mientras con sus manos de despasarme el cinturón, bajarme la bragueta y desabrocharme los botones de mi pantalón. En cuanto mis pantalones tocaron el suelo, ella prosiguió su camino descendiendo hacia mi vientre.

Ahora tenía una vista frontal de mi polla agitándose dentro de mis calzoncillos. Al bajármelos saltó como un muelle hacia su mano y ella empezó a acariciármela moviéndola arriba y abajo, mirándome directamente a los ojos mientras lo hacia. Me besó la punta lo que arrancó de lo más hondo de mi alma un profundo gemido. Cogiéndome por sorpresa, abrió la boca y se la metió entera hasta el fondo de su garganta. Podía sentir cómo su lengua trazaba círculos alrededor de mi glande, mientras se la sacaba chupándomela con energía. Su boca parecía un horno, podía sentir cómo empezaba a emerger un rugido del interior de mis huevos conforme ella iba tomando velocidad. Aún no quería correrme así que la puse en pie, dándole un ardiente beso antes de bajarle la cremallera de su vestido que fue a parar al montón de ropa que ya había formado ella en el suelo con la mía. La besé por todo el cuello y luego me dirigí a su oreja.

- Estoy ardiendo en deseo por ti -susurré.

Un gemido escapó de sus labios y noté cómo se estremecía. Mientras esto pasaba, yo había tenido todo el rato la mano sobre su coño, acariciándolo a través de sus ahora húmedas bragas. Bajé hacia sus pezones los cuales iba besando alternativamente, primero uno y luego el otro. Deslicé mi mano por debajo de la goma de sus bragas negras de seda, llegué con mi dedo a su clítoris y tracé círculos acariciándolo. Ella gimió y yo le chupé con más ganas aún su pezón, mordisqueándole la punta con mis dientes. Sentí su cuerpo estremeciéndose y temblando cuando deslicé mi dedo conduciéndolo directo al interior de su impaciente agujero. Le metí el dedo y comencé a moverlo dentro de ella. Descendí con mis labios más abajo aún, lamiendo su vientre y, bajando más, llegué a sus bragas y se las bajé con los dientes. Cuando se libró por completo de ellas, abrió sus piernas completamente, puse dura mi lengua y la pasé por toda su raja antes de concentrarme exclusivamente en su clítoris, lamiéndolo con ferocidad, más y más. Su cuerpo se puso tenso, y me apretó contra la profundidad de su sexo. Allí estaba ella, llenándome de crema toda la cara.

- ¡¡Me corro, oh Dios no pares de lamer oooooh!! -decía entre gemidos.

No podía contestarle pero no hacía falta, pues no había ya forma humana de que pudiese parar. había probado su sabor y quería más, como si fuese un oso delante de un frasco de miel, y seguí lamiendo.

- ¡¡Quiero probar tu polla otra vez!! -me dijo gritando.

Me dejé caer en el suelo y dejé que se pusiese encima de mí, así podría seguir lamiéndole su hinchado clítoris. Empezó a chupármela como si fuese lo último que fuese a comer en su vida, bombeando su cabeza arriba y abajo, dando vueltas alrededor de mi glande con su lengua, haciéndome enloquecer. Yo seguía a lo mío, fundiendo su ardiente coño con mi exploradora lengua, lo que hizo que volviese a empaparme con su crema una vez más, mientras su cuerpo temblaba a causa de un estremecedor orgasmo.

Levantó su cuerpo, se dio la vuelta, y hundió mi tiesa polla en su húmedo y caliente coño. Cuando tocó fondo, soltó un largo suspiro y simplemente se quedó allí sentada, disfrutando de la sensación de ser llenada por completo. Me miró a los ojos y se rió. Mientras, sus caderas comenzaron a mecerse lentamente consiguiendo que mi glande tocase cada rincón de su vagina. Estaba gimiendo y gruñendo, podía sentir sus jugos fluyendo de su interior, cubriendo por completo mis muslos y mis huevos. De repente, se volvió como loca, saltando con su culo arriba y abajo, haciendo que mi polla entrase cada vez más profundamente en su coño. Pensé que estaba a punto de empaparme de nuevo con su corrida por la forma en que me arañaba el pecho y jadeaba. Entonces soltó un tremendo gemido y se hundió mi polla hasta el fondo, dejando fluir sus jugos por encima mío. Levantó su culo y miró hacia abajo para verme aún enganchado a su húmedo coño.

Recogió un poco de su crema con un dedo y se lo chupó como antes lo había hecho con mi polla. había un anillo de crema alrededor de la base de mi polla procedente de su estrecho coñito. Se levantó de un salto y se lanzó hacia mi miembro, completamente recubierto de su crema. Me limpió la verga lamiendo con su lengua todo lo que la cubría, luego se dio la vuelta y se puso a cuatro patas apuntándome con su bien formado culo.

- Fóllame por detrás -me dijo.

Me arrodillé colocándome tras ella. Cogí mi polla y pasé la punta por toda su raja lubricándola para poder metérsela sin problemas. Giró la cabeza hacia mí.

- Deja de tantearme y atraviésame -me dijo, sin contemplaciones.

Encantado de poder complacerla, apunté un poco más arriba y se la metí hasta el fondo. Llegados a aquel punto, ella estaba tan húmeda que al comenzar a follármela empezaron a oírse fuertes sonidos como de chapoteos saliendo de su interior. El olor de su coño flotaba por el aire y ella me pedía gritando y chillando que vaciase mi carga en su interior. Todo esto en combinación con lo que las paredes de su coño estaban haciendo con mi polla hizo que ésta se me pusiese hinchadísima y que soltase mi semen a chorros en lo más profundo de su coño.

- Sí, sí, lléname con tu leche, eso es, fóllame -gritaba como una posesa.

Aún podía sentir su coño palpitando alrededor mío, extrayendo hasta la última gota de semen de mi polla. Se la acabé de clavar con un sonido húmedo, luego mi verga empezó a salirse de su ardiente agujero. Me senté, se giró hacia mí y sonrió, después agachó su cabeza para chupar mi ya cansado miembro, limpiando todos los jugos de ella. Cuando estuvo completamente limpio se puso a mi lado y descansó su cabeza contra mi pecho. Tras descansar un momento para recuperar el aliento, nos levantamos, recogimos nuestra ropa del montón y nos vestimos. Mientras nos íbamos vistiendo nos reíamos imaginando lo que hubiese pasado si el ascensor se hubiese puesto en marcha y nos hubiese llevado al ático. Los dos convinimos en que no hubiésemos podido parar, pues estábamos más calientes que nunca. Hubiese sido un espectáculo digno de ver, nosotros montándonoslo al estilo perro y las puertas del ascensor abriéndose en un ático donde se está celebrando una fiesta. Aún estuvimos allí de pie durante dos horas más, aunque no nos importó ya que habíamos disfrutado de toda la diversión que puede necesitar una pareja.

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