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Aventuras femdom en el hospital.
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1. La guerra

Me habían enviado a la guerra de Afganistán. No es que tuviese ganas de ir a la guerra ni nada, pero estando alistado al ejercito sabía que en cualquier momento me podían enviar. Tampoco es que me arrepienta, no había hecho nada en toda mi vida más que vivir del cuento y cuando mi familia se cansó y decidió echarme de casa, no es que tuviese muchas alternativas.

Pude vivir bien durante dos años, en el cuartel no hacíamos nada productivo, al convivir con los demás del escuadrón se forma un vínculo muy grande, como si fuésemos una familia. A la mínima oportunidad nos emborrachábamos para soportar el día. Cada noche nos íbamos de putas, teníamos un buen sueldo y lo aprovechábamos. Pasábamos juntos casi las 24 horas del día, aquella gente eran mis mejores amigos, si no estuviésemos allí, estaríamos todos en la cárcel, ninguno de nosotros sería capaz de llevar una vida normal, yendo cada día a trabajar y tener una familia.

Todo iba bien hasta que nos enviaron a Afganistán. Fue horrible subirse a ese avión sabiendo a dónde íbamos, lo que nos íbamos a encontrar y que quizá no volveríamos con vida. Y aunque volviésemos, nunca volveríamos a ser la misma persona que antes, ninguno de nosotros.

Nos despedimos de nuestro país como mejor sabíamos hacer, ventilándonos todos los ahorros que nos quedaban esa noche, todas las putas que quisiéramos, barra libre de alcohol y drogas en cantidades industriales.

No fue difícil adaptarse a la nueva vida en Afganistán, hacíamos lo mismo que en Estados Unidos. La única diferencia era que las putas aquí llevaban velo y eran mucho más baratas.

Al segundo mes, empezaron a enviarnos a patrullar. Nunca pasaba nada, sólo era pasear por el desierto con nuestros coches y nuestras armas.

Un día cualquiera mientras patrullábamos, empezamos a recibir disparos. Paramos inmediatamente y bajamos del camión para oponer resistencia. Fue entonces cuando nos lanzaron un proyectil con un bazuca. Con la explosión salí volando. Pensé que moría.

2. El hospital

Me desperté en una cama, todo se veía muy blanco. No tenía claro si estaba muerto y había ido al cielo (¿Merecía ir ahí o al infierno?) o si estaba en un hospital. A mi lado había otra cama y en ella un cuerpo metido en una de esas bolsas de cadáver.

Entró una doctora. Me explicó lo que había pasado, nos habían tendido una emboscada, dos compañeros murieron allí mismo, otro, el que estaba en la cama de al lado había muerto allí en el hospital. Los demás estaban bien, habían matado a los enemigos y nos habían traído aquí. Mi estado era bueno, saldría vivo de aquí, pero podrían quedarme secuelas.

Pasaron los días en aquel hospital. Iba mejorando día tras día, cada vez tenía más fuerza. No parecía haber perdido movilidad en ninguna parte del cuerpo.

Lo que me extrañaba mucho era que en todos esos días no había venido a visitarme ninguno de mis compañeros. ¿Estarían traumatizados? ¿Habrían vuelto a nuestro país? ¿Quizá les informaron mal y me daban por muerto?

Pasaron unos días más cuando la doctora me dijo que estaba listo para darme el alta. Pasaría una noche más allí, me darían el alta y podría volver a casa en el próximo avión. Aunque tampoco es que tuviese un lugar al que volver, ahora mismo el ejercito era mi vida y después de lo que pasó no me dejarían volver a trabajar, me darían una paga y pretenderían que viviese una vida normal.

3. Bienvenido a la sección 2.

- Veo que ya te has despertado. Estás haciendo muchos progresos y hemos decidido que eres apto para trasladarte a la sección 2. Ésta es una sección muy selecta por la que solo pasan los pacientes que están a punto de salir pero que hemos considerado oportuno retener por un tiempo.

Había dos enfermeras allí presentes, la que hablaba era una rubia con una voz relajada y se intuía algo emocionada. La otra, morena, parecía más tímida y recatada. Me llamó la atención cómo vestían, se podría decir que vestían muy sexy para ser unas enfermeras con faldas muy cortas y unas medias que rebelaban unas piernas preciosas, pero bueno, mejor, así no se me haría tan aburrida la estancia.

- Antes de que se me olvide, antes de poder salir de aquí deberás pasar 4 pruebas. Aunque viendo tu expediente, no creo que tengas problemas. Bueno, te dejamos descansar que es lo que más te conviene en estos momentos. Nos vemos -dijo con una sonrisa que se podía intuir algo maliciosa.

Las dos se marcharon. Era una habitación pequeña y estaba solo, ni siquiera había otra cama, era una habitación pensada para una sola persona, aquí debía ser donde en otros tiempos traían a la gente más adinerada. Me preguntaba qué más pruebas tendrían que hacerme, me habían hecho tantas en la anterior sección del hospital, esta mañana mismo me habían hecho otro análisis de sangre.

Me di cuenta de que no me podía mover, mi cuerpo estaba completamente paralizado, tan solo podía mover la cabeza. Debía ser debido a algún calmante o al extremo cansancio y estrés al que mi cuerpo había estado sometido en los últimos días. "Bueno, a disfrutar de la tranquilidad", pensé.

Toc-Toc-Toc

Habrían pasado unas horas -no se con certeza cuanto tiempo ya que me dormí profundamente- cuando sonó la puerta. Una chica entró. Morena, alta, un poco rellenita, vestida espectacularmente con un vestido rojo muy ceñido que marcaba todas sus curvas, unas preciosas medias negras y unos brillantes tacones.

- Soy Virginia, como ya te habrán dicho las otras enfermeras has de pasar 4 pruebas antes de poder salir de aquí. Ahora empieza la primera.

Empezó a acariciarme el pecho, en ese momento aún pensaba que esto se iba a tratar de una prueba médico, pero qué equivocado estaba. Acercó su cara hacia la mía, me miró fijamente a los ojos y susurró con una voz muy sexy -- ¿te gusta lo que ves?

- Sí, eres una chica muy atractiva, pero no entiendo de qué va esto.

- Tranquilo, sólo relájate y disfruta.

Y dicho esto me plantó un beso con una lengua juguetona. Y vaya si disfruté. A la vez me di cuenta de que mi cuerpo seguía paralizado, todo excepto mi cabeza, pero había otra parte de mí que no estaba paralizada. Un poco más abajo se levantó la sábana, dejando intuir una fuerte erección.

Virginia levantó la cabeza y se percató.

- Veo que ya lo estás disfrutando -- y me plantó otro beso. Esta vez pudimos pasarnos unos buenos 5 minutos jugando con nuestras lenguas, de arriba abajo, de lado a lado, con más fuerza, luego más suavemente.

- ¿Sabes, yo también tengo mis necesidades -dijo Virginia -- te gustaría ayudarme?

- ¿De qué estamos hablando? En este estado, no sé si podré ayudarte.

- Tranquilo, sólo necesito tu lengua y ya me has demostrado que sabes usarla.

Se subió a la cama, sentándose sobre mi pecho. No llevaba bragas, podía ver su coño, era una visión preciosa, después de tanto tiempo sin sexo. A medida que se acercaba su coño a mi cara, mi boca empezaba a producir saliva. Cuando lo tuve al alcance de mi lengua empecé a lamer, suavemente, pero con ganas. De reojo le podía ver la cara, con cada lamida su cara se iba iluminando con un tono de placer que me encantaba ver y sólo hacía que me esforzara más. Mi pene cada vez estaba más duro, cosa que parecía imposible en mi estado. Ella se dio cuenta y lo agarró, a través de la sábana y empezó a tocarlo. Cada vez se estremecía más y empezaba a gemir. Un orgasmo se acercaba.

- Lo estás haciendo muy bien, sigue así por favor, eres muy bueno.

Eso sólo hacía que motivarme aún más. Sentía el impulso de levantar mis manos, de tocarla, de acariciarle todo el cuerpo, pero no se movían, sólo podía hacer el trabajo con mi lengua, pero esto ya fue suficiente. El orgasmo llegó. Cerró las piernas recubiertas por unas medias negras, apretando mi cabeza entre ellas y empezó a sacudirse todo su cuerpo mientras ella gritaba.

- Ohhhh sí, ohhh sí, sigue, más, quiero más!

Se tumbó a mi lado por unos minutos y nos miramos fijamente a los ojos por unos segundos. Me plantó otro beso de 5 minutos, como el de antes.

- Ahora es el momento de que yo te haga un favor a ti -dijo con una sonrisa mientras guiñaba un ojo.

Se puso a cuatro patas en la cama, enseñándome su culo, me destapó, sacó mi pene de la bata y se lo metió en la boca. Cómo la chupaba... Arriba, abajo, arriba, abajo... su lengua igual de juguetona que cuando estaba en mi boca sólo hacía que mejorarlo. Llevaba tanto tiempo sin follar que a los cinco minutos estaba listo para correrme, la avisé -- al fin y al cabo, soy un caballero.

- Uy, no, si no hemos hecho más que empezar.

Se giró y seguimos con otro de esos largos besos, me encantaban, aunque esta vez me echaba un poco para atrás que por su boca hubiese pasado mi polla previamente. Tampoco podía controlar lo que ella hacía y dejaba de hacer ya que mi cuerpo seguía inmóvil. Esta vez, al separar su boca de la mía, empezó a acumular saliva y me llenó la boca con ella, me pidió que la mantuviera allí mientras me la chupaba y que la saboreara. Que en el momento de correrme me la tragara, y ella haría lo mismo con mi semen. Parecía un trato justo.

Dicho esto, se dio la vuelta y siguió chupando mientras yo admiraba su bonito culo. Lo hacía tan bien que a los pocos minutos me corrí en su boca, justo en ese momento comencé a tragar la saliva que me había dado antes, esto sólo hizo que aumentar la potencia de mi orgasmo.

Se giró, imaginé lo que iba a hacer, no me gustaba la idea de besarla después de haber tenido la boca llena con mi semen. De todas formas, no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo. Nuestras bocas se juntaron y fue ahí que me di cuenta de lo equivocado que estaba, ella no había cumplido su parte del trato. Mi boca se llenó con mi semen. Rápidamente, ante mi cara de disgusto, me dijo,

- Tienes que tragártelo cariño, sino no pasarás la primera prueba, y nunca saldrás de aquí.

No tenía muchas opciones, así que hice caso. No estuvo tan mal como pensaba, incluso me gustó y me pareció muy sexy que una mujer me obligase a tragarme mi propio semen. Me dio el último beso, esta vez pudo durar diez minutos tranquilamente. Dijo adiós y se marchó.

Acababa de marcharse cuando la puerta se abrió y entró otra chica, una chica bajita, morena, un poco rellenita, pero con una cara preciosa y una sonrisa de oreja a oreja que expresaba ganas de vivir. En contraste con todas las chicas que había visto allí, no iba bien vestida, todo lo contrario. Llevaba puesto un pijama a cuadros que le iba grande y le quedaba horrible.

- Hola, soy Delia, no te pienses que soy como Virginia, no vengo a eso. -Me pareció que decía "aún" en una voz muy débil, aunque no podría asegurarlo.- Yo soy la cocinera, te traigo un vaso de "agua", no, no te pienses que es agua normal y corriente, esta agua esta hecha con la saliva de nuestras chicas, espero que te guste.

Me puso el vaso en la boca. Ya me di cuenta que esto no era un hospital normal, que si quería salir con vida de allí, mejor hacer caso a todo lo que me dijesen. Bebí un poco de esa "agua".

- ¿Qué pasa, que no tienes sed o es que no te gusta esta agua que he preparado para que te cures? No me voy a ir de aquí hasta que no te la acabes.

No tuve más remedio que hacer caso y acabarme el vaso.

- Así me gusta. ¿Qué se dice?

- Muchas gracias Delia, eres una cocinera espectacular, dije fingiendo una sonrisa.

- No sólo es la cocinera, también son los ingredientes -dijo con otra sonrisa, la suya sí que era de verdad, estaba disfrutando con esto.- Ah, por cierto, dentro de poco vendrá otra chica, que te diviertas!

Dicho esto se marchó y decidí intentar dormir mientras digería lo que acababa de tomar. Pero una vez que cogía el sueño, volvió a sonar la puerta.

Toc-Toc-Toc

- Soy Lucía, y por lo que sé, ya te imaginarás a lo que vengo. -dijo con una sonrisa preciosa.- Las chicas me han hablado muy bien de ti, espero que seas así de bueno conmigo también.

Era una morena, bajita, cara redonda, no era especialmente guapa pero vestía muy sexy para compensar. Llevaba una falda que dejaba ver sus piernas cubiertas por unas medias negras y unas botas negras. Se parecía mucho a la chica que había venido justo cuando me trasladaron aquí, aunque así vestida podría ser otra persona, no sabría decir.

- Bueno, te explico, a mi lo que me gusta es usar mis pies.

Se quitó las botas, las dejó sobre la cama y se sentó ella también en la cama, poniéndome los pies aún cubiertos por las medias en la cara. Empecé a lamerlos, no hizo falta que me dijera nada.

- Así que eres un chico listo, genial, así no me vas a decepcionar.

Se dio la vuelta y empezó a masajearme la polla con sus pies. Los movía de arriba a abajo, dándome placer con cada sacudida. Al cabo de poco decidió dejar de darme placer y se quitó las medias. Me hizo abrir la boca y me las metió dentro. A partir de ese momento me venía a la nariz constantemente un olor a pies que aunque parezca extraño, me gustaba. Ella siguió masajeándome la polla con sus pies desnudos. Cuando vio que estaba listo para correrme, paró, me quitó las medias de la boca, se las puso, se puso las botas también y me las puso en la cara.

- Parece que no captas la indirecta, lame! Ah, y la suela también.

Hice caso. Una vez se sintió satisfecha con sus botas lamidas, volvió a agarrarme la polla entre sus pies, esta vez con botas. Ahora era mucho menos placentero que sus pies desnudos, pero aun así me corrí en sus botas negras, dejando en ellas manchas blancas. Se las quitó, me las puso al lado de mi cara y me dijo con una sonrisa -- Creo que ya sabes lo que tienes que hacer. -- No necesité más, empecé a lamerlas como si fuese el mejor manjar que hubiese probado nunca.

Cuando ya estaban limpias, se levantó y se marchó sin decir ni adiós.

Visto lo visto, era de esperar que otra chica viniese más pronto que tarde, pero no, pasaron horas, se hizo de noche, me quedé dormido y al día siguiente me desperté.

Toc, toc, toc

Delia entró por la puerta.

- Traigo otro vaso de "agua", que debes tener sed.

Me lo hizo beber y una vez me lo acabé, dijo:

- Ah, la otra vez se me olvidó decirte que en estos vasos también incluyo las drogas para que no te puedas mover y escapar.

Ahora todo cobraba sentido, por eso no me podía mover. Tampoco tenía otra opción, si desobedecía, quién sabe que harían estas psicópatas conmigo.

- Ahora viene Micaela, trátala bien, es mi ayudante en la cocina.

Se marchó, y antes de que se cerrase la puerta, entró Micaela, era la rubia que me había explicado donde estaba cuando me trasladaron aquí. Traía la misma sonrisa que la última vez, una mezcla entre "qué emocianada estoy" y "ya verás qué putada más grande te voy a hacer". Esta vez no vestía de enfermera, tan solo llevaba un ceñido vestido negro y unos discretos tacones, también negros. Sin duda, de todas las chicas que habían pasado por la habitación, era la que mejor cuerpo tenía. Esto iba a ser divertido.

- Me han dicho que te has adaptado muy bien a tu nueva situación. Voy a intentar hacer que disfrutes, no he venido a putearte como las otras chicas, pero eso sí, lo siento mucho, pero tendrás que tragarte tu semen. Vale, empecemos.

Dicho esto puso música lenta y sensual y empezó a quitarse la ropa a su ritmo, un striptease digno de ver. Cuando estuvo desnuda se sentó sobre mi pecho enseñándome su coño. Yo ya sabía qué hacer. Procuré hacerlo lo mejor posible. Ella lo gozaba, se retorcía y su cara reflejaba el placer que estaba sintiendo.

Se levantó y dijo basta. Fue al armario a buscar un embudo con un tubo enganchado, me puso el extremo del tubo en la boca y meó en el embudo, todo su pis fue cayendo hacia mi boca.

- Te lo tienes que beber todo, si no lo bebes no te curarás y no podrás salir nunca de aquí.

Obedecí.

- ¿Sabes lo que son los orgasmos arruinados? Se trata de dejar el pene quieto, de no darle ninguna estimulación justo en el momento en que llega el orgasmo. Cuando esto pasa no sientes ningún placer. Esto es lo que vamos a hacer ahora.

Dicho esto, empezó a hacerme una paja. Cuando estaba empezando a correrme, soltó mi pene y como ya me había advertido, no sentí nada, tan sólo una sensación de vacío. Micaela recogió mi semen con sus manos y me lo puso en la boca para que fuese tragando.

- Creo que estás empezando a disfrutarlo, puede que cuando acabes las 4 pruebas no quieras salir de aquí. Te dejo que descanses, vas a necesitar energías para la próxima chica.

Se marchó moviendo el culo de lado a lado, asegurándose de que me fijase en él. Antes de salir giró la cabeza y me volvió a enviar esa sonrisa tan traviesa.

Ya habían pasado por aquí tres chicas y tres veces me había comido mi semen. Ya sólo me quedaba una, por lo que me había dicho Micaela supongo que se trataba de la peor. Bueno, un poco más y sería libre. No se hizo esperar.

Toc, toc, toc

- Soy Chingwa, espero que te hayas divertido con Micaela, ella es la más amable de todas las chicas aquí. Yo soy la más borde. Sí, puede que te haga daño, pero aún así lo vas a disfrutar, perro.

Era una chica asiática, bajita, morena, vestía de forma muy normal, tan sólo destacaban unas gafas de pasta que le daban un toque intelectual muy sexy. Hablaba con una voz muy floja que sonaba muy sensual.

Fue directa al armario y sacó un pene de goma que se ató en su cintura, sin quitarse la ropa ni nada. Ya me estaba imaginando lo que haría, y se me empezaba a levantar la polla.

Me giró en la cama para que mi culo sobresaliese de la cama y así poder follarme. Para poder moverme tenía que tener mucha fuerza, empezaba a tener miedo.

- No te preocupes, no te dolerá (demasiado) -esto último lo dijo susurrando.- pero primero habrá que lubricar un poco.

Dicho esto llevó la polla de goma a mi boca. Empecé a chuparla con todas mis fuerzas, dándole tanta saliva como me era posible, era la única manera que tenía para evitar que me doliese.

- ¿Te das cuenta de lo ridículo que estás chupando una polla de goma? Ya has tenido suficiente.

Me la arrebató de la boca y me la metió por el culo. Se iba moviendo mientras agarraba mis piernas. Adelante, atrás, adelante, atrás. Al principio me dolía, luego el dolor se convirtió en placer. De vez en cuando me pegaba y me insultaba. En ningún momento había tocado ella mi polla y yo estaba a punto de correrme. Chingwa paró y volvió a traer el dildo a mi boca.

- ¿Alguna vez te habías preguntado a qué sabe tu culo? Pues ahora lo vas a averiguar. Déjalo bien limpio.

Después de chuparlo un buen rato, se puso a hacerme una paja. Cuando me corría puso el pene de goma junto al mio y cogió todo mi semen con él. Se desató el pene de su cuerpo y me lo dejó ahí encima.

- Adiós, espero que lo hayas pasado bien.

- ¿No me vas a hacer tragar mi semen?

- Vaya, se me había olvidado, menos mal que me lo has recordado, cómo se nota que te gusta.

- O que quiero salir de aquí... -susurré.

Me metío la polla en la boca para que lamiese todo el semen. Cuando se dio por satisfecha, me cogió por las piernas y me volvió a poner tumbado sobre la cama, tal y como estaba originalmente.

- Te tengo que dar una buena noticia. Has superado la primera prueba, felcididades!

- ¿Cómo la primera prueba? ¿Y las tres chicas de antes? Tú eres la cuarta.

4. Segunda prueba

- Sí, esto sólo ha sido la primera prueba, el hecho de que sea el mismo número de chicas que de pruebas, es parte de la prueba, para ilusionarte. Ahora descansa que la segunda prueba acaba de empezar.

- ¿Y no me vas a decir en qué consiste?

- Eso es parte de la prueba, ya lo averiguarás, pareces un chico listo.

Se marchó sin mirar atrás y ahí me dejó.

El tiempo pasaba lentamente y no pasaba nada. Seguía ahí tirado en la cama y ya no venía ninguna chica. Aunque me puteasen, me había encantado estar con ellas y me habría encantado que volviese cualquiera de ellas aunque luego me tuviese que comer mi semen.

Pero no, no vino ninguna de ellas, la única que iba viniendo era Delia, con sus pijamas de abuela y me traía la comida que preparaba. Su comida era horrible, aunque lo normal para un hospital. Era insoportable comer, día tras día verduras cocidas con arroz blanco y nada más, ah y para beber, su fabulosa "agua".

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