Cambio de Cuerpo

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Despierto en el cuerpo de una mujer.
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No sé cómo ocurrió pero un día desperté y estaba en el cuerpo de una mujer. Mi mujer dormía a mi lado desnuda igual que yo y cuando desperté me sentía raro. Me toqué el cuerpo y sentí una teta donde debía estar mi pecho. Corrí al baño y me sentí desequilibrado, mi cuerpo tenía otro centro de gravedad, las tetas me pesaban y saltaban. Me miré al espejo. Era yo, pero no lo era. Me parecía a mi hermana, con los mismos rasgos y era alta. Tenía tetas grandes y pezones rosados, el vello púbico café oscuro como mi pelo, cuerpo acinturado y grandes caderas. Tenía el pelo corto. Me podía reconocer fácilmente y al mismo tiempo me daba cuenta que era una versión femenina de mí mismo. Pero claramente no era simplemente un hombre en cuerpo de mujer, me sentía mujer en cuerpo de mujer, pero con un resabio de identidad masculina al mismo tiempo. Era irreal pero no era un sueño, sabía que debía estar extrañado ante esta magia imposible, pero sin embargo simplemente lo acepté.

Mis niños estaban de campamento toda la semana, era verano y nos habíamos tomado unos días de vacaciones para estar juntos solo los dos. Nuestros amigos creían que andábamos de viaje así que no teníamos compromisos. Un momento propicio para cambiar de sexo.

Igual me dije a mí misma que no podía ser para siempre, tuve la certeza de que sería temporal. Me observé largo rato al espejo y me encontré bella. Sentí como mis pezones se erguían y sentí húmeda la entrepierna. Me toqué los pezones y las tetas y sentí una sensación deliciosa. "Podría estar todo el día así" me dije. Luego bajé mis manos hasta mi sexo y sentí la deliciosa y suave humedad de mi vagina. Me llevé los dedos a la boca y pude sentir mi sabor salado y de textura viscosa.

Me tiré de espaldas en el piso del baño, sobre las toallas de piso, y me masturbé, metiéndome los dedos para lubricarlos y luego tocando mi clítoris. Me demoré un rato, pero cuando llegó fue el orgasmo más poderoso que recuerde, estremeció todo mi cuerpo y fue menos focalizado en los genitales que los que recordaba como hombre. Tenía el interior de los muslos mojados así que me sequé con una toalla.

Volví a la cama y me acosté al lado de mi mujer, la abracé por detrás, apretando mis tetas contra su espalda y le hablé con mi nueva voz suave y aguda "Rita, despierta".

Ella al principio no se dio cuenta y preguntó "¿qué pasa?" con voz dormida. Pero pasaron unos segundos y se despertó y saltó de la cama con cara de terror.

—¿Qué estás haciendo, quien eres, dónde está mi marido?

—Cálmate Rita —intenté apaciguarla— soy yo, Diego, algo raro me pasó y desperté así. Tengo cuerpo de mujer pero sigo siendo yo.

La conversación duró largo rato, le mostré mi mancha de nacimiento, le conté cosas que solo ella y yo sabíamos, le mostré lo parecido a mis hermanas que estaba y lo ilógico que era que Diego hubiera desaparecido en medio de la noche y una mujer extraña estuviera en su cama. Finalmente pudo reconocerme.

—¿Diego, y qué hacemos ahora? —me preguntó.

—Vivamos esto de la mejor manera que podamos. Estamos de vacaciones y no tengo que ir al trabajo. Y no tengo idea cuánto va a durar.

—Bueno, veamos donde nos lleva.

—Sabes, me acabo de masturbar en el baño.

—No me esperaba otra cosa de ti —se rió.

—¿No te gustaría saber cómo es con una mujer? —le dije mientras acercaba mi boca a su boca--. Siempre te preguntaste cómo sería pero nunca te atreviste.

Me miró fijamente y luego acercó su boca entre abierta y nos besamos. Su lengua entró en mi boca y la mía en la suya. Los besos se sentían distintos, los sentía en todo mi cuerpo, en mis tetas que chocaban con las suyas, mientras se erguían mis pezones. También mis labios se hincharon y comencé a sentir como se entrecortaba mi respiración. Rita me acariciaba el cuello y luego bajó su manos a mis tetas y sentí un escalofrío cuando me las tocó, tomó uno de mis pezones entre sus dedos y lo apretó con firmeza, mucha más que la que yo siempre usaba con ella, y se sentía delicioso, no doloroso. Yo le empecé a tocar las tetas a ella y curiosamente las noté distintas, era mucho más excitante que lo habitual, como si las tocara por primera vez, además de sentirse prohibido porque era otra mujer a la que tocaba.

Rita continuó avanzando en su viaje al sur, hasta que sintió mis pelitos y me hizo cariño sobre ellos. Yo solo quería que siguiera hasta mi sexo y comencé a retorcerme de ganas, tratando que su mano bajara más, o más bien, tratando se subir para que mi sexo quedara frente a su mano.

--¿Qué quieres mi vida? --me pregunto juguetonamente--. ¿Quieres que siga?

--Sí, por favor.

Noté un dedo acercándose al canal vaginal y luego otro y otro más. Chorreaba jugos de mi vagina. Sentí los escalofríos que toda mujer debe haber sentido cuando otro te acaricia el sexo y te penetra con los dedos por primera vez. Mis piernas se volvieron de lana, sin fuerza, y sólo quería abrirlas lo máximo posible para entregarme a ella: quería sentir toda su mano dentro de mí. Empecé a bombear mis caderas, empujando contra su mano, mientras se me escapaba un gemido muy femenino, pero ella tuvo otra idea, ya que sacó los dedos y acercó sus dedos a mi clítoris. El placer fue intenso y ahora sólo quería que me tocara ahí, en el centro de mi placer. Mis gemidos se intensificaron, mis caderas seguían bombeando en forma inconsciente y automática, y sentí que me acercaba peligrosamente al orgasmo, quise controlarlo para prologar mi placer, pero Rita con su otra mano, y con dos dedos, penetró violentamente mi lubricada vagina hasta el fondo mientras me decía "vente ahora mi vida" e inmediatamente me vine mientras mis gemidos se volvían más altos, casi gritando. Después le aparté la mano para que sacara sus dedos de mi clítoris porque lo sentía muy sensible. Ahora pude entender lo que Rita sentía después de sus orgasmos: una sensación de querer que me dejaran tranquila por un rato, sin tocarme, y que sólo me abrazaran.

Después me tocó a mí darle placer a ella y cómo quería sentir su boca en mi sexo maniobré hasta ponerme en posición 69. Besarle la vagina no fue muy distinto a lo que le hacía siempre, pero ahora sabía lo que se sentía en las distintas partes y pude detenerme más en los labios exteriores e interiores y presionar con mi lengua además de lamer. Después de un rato me centré en lamerle sus jugos que salían copiosamente de su vagina y tragármelos como sabía que a ella le gustaba sentirme hacer para luego subir hasta su centro neurálgico. Ahí se lo lamí, presioné con la punta de mi lengua y lo tomé entre mis labios y succioné. Todo esto mientras sentía su boca en mi sexo y mi culo y advertía como otro orgasmo se acercaba rápidamente. Nos vinimos juntas, cada una chorreando en la boca de la otra.

Luego nos abrazamos y dormimos en posición de cuchara, cada una con el sabor de la otra en su boca y cara.

Después decidimos salir y probarnos ropa al mall ya que yo no tenía y la de ella era muy pequeña. Tuve que usar la ropa de Diego que me quedaba grande, excepto en las caderas. Unos jeans arremangados, zapatillas y una camiseta. Me puse arriba un polerón para que no se me vieran las tetas sin sostén. Rita tuvo que manejar porque yo no tenía licencia de conducir. Entramos a Zara, a Gap, HyM, además de las grandes tiendas. En Victoria's Secret me compré lencería de encaje semi transparente y unas bellas pantaletas que me hacían lucir mi trasero. Rita entró conmigo al probador y descubrí que era copa C. La sensación de estar en ropa interior femenina era muy sexy. Me probé muchas cosas y me costó decidirme, quería comprarme todo. Salí con un vestido negro, el típico Little black dress, una falda mini, varias poleras --algunas sueltas y otras stretch--, un par de jeans, una blusa, una chaqueta azul marino, unas chalas y un par de zapatos con poco taco. Además de una tenida deportiva, un sports bra, una calzas, soquetes y zapatillas. Me quería poner todo. En la sección maquillaje de compré lápiz labial, sombra de ojos y delineador. La chica encargada me maquilló y me dejó linda, no muy recargada, pero lo suficiente para verme sensual.

A la calle salí con la mini, las chalas con taco, una polera blanca ajustada que transparentaba mis sostenes de encaje negro. Llevaba bajo la mini los calzones que le hacían juego. Me sentía muy sexy y miraba fijamente todos los que me miraban, y luego me sonreía coquetamente. Eran casi todos los hombres con los que me cruzaba, jóvenes y viejos, feos y atractivos. También con algunas mujeres. Mi altura, mi cintura y mis tetas eran llamativas. Percibía el aire entre mis piernas y me sentía cómoda por lo fresco de la tenida y al mismo tiempo sexy y expuesta al vestirme así.

Después nos fuimos al gimnasio. Entré como si estuviera en mi casa, por la puerta de atrás, y nadie notó nada raro. Cuando iba rumbo al vestidor me di cuenta que iba a tener que usar el de mujeres y sentí un temblor de excitación. Era mujer pero igual quería ver otras mujeres desnudas. Había varias mujeres jóvenes y chicas adolescentes, pero se vestían y desvestían tapadas por toallas. De reojo pude verlas en calzones y sostenes, mientras hablaban sin parar. De pronto entró una mujer rubia de edad indeterminada pero sobre treinta años y se desvistió completamente: la pude mirar con detención, ver que tenía una depilación tipo landing strip y que era rubia de verdad y también sentí como mi vagina se lubricaba. No quise ser muy obvia para no incomodarla.

En el gimnasio me esforcé para lucir mis atributos, ya que estaba con mi sports bra y mis calzas solamente y en el reflejo del espejo podía comprobar que era curvilínea y atractiva y que estaba muy tonificada. Doblaba la espalda para lucir el trasero, hacía los abdominales con las piernas bien abiertas, pero no miraba a nadie a los ojos para no darle ideas ni ser muy obvia, pero sentía los ojos hambrientos de los hombres que estaban ahí.

--Diana --me llamó Rita. No le hice caso porque el nombre no me era familiar.

--¡Diana! --me dijo nuevamente, mientras me miraba fijamente. Caí en cuenta que había pasado de Diego a Diana.

--Sí, ¿qué pasa?

--No seas tan vulgar, cierra las piernas y no hagas tanto escándalo. No es la idea que parezcamos putas --me dijo.

Después nos fuimos al sauna. Desnudas bajo una toalla, estábamos las dos solas y nos besamos con sabor salado por la transpiración que caía sobre nuestras caras y boca. Era excitante hacer algo prohibido en el sauna público, aunque no hubiera nadie más ahí, siempre podía entrar alguien de improviso. Nerviosas nos sacamos las toallas y nos acostamos sobre ellas, en banquetas dispuestas en forma de L, de forma que nuestras caras se enfrentaban y nuestros cuerpos se alejaban. Yo podía ver el trasero de Rita y cuando levantaba su cara para besarme, veía el inicio de sus tetas. Sentía mi sexo completamente mojado, no sé si por la transpiración o el ansia. Tenía ganas de tirarme sobre ella y amarla apasionadamente, pero el recato de la situación imperó. De pronto sentimos el ruido de la puerta y se asomó la rubia que había visto desnudarse antes.

--Ah, disculpen --nos dijo, incómoda.

--No, pasa no más por favor, hay espacio para todas --le dije, mientras me sentaba y palpaba la banqueta a mi lado al mismo tiempo que la sonreía. Yo había quedado completamente desnuda al incorporarme.

--Bueno, gracias --me dijo con una sonrisa.

Rita también se sentó y terminamos las tres sentadas desnudas sobre nuestras toallas. No podía dejar de mirarla y devorarla con los ojos, aunque disimuladamente. Agradecí no ser hombre porque una erección me habría traicionado. Después en la ducha me afeité todos los pelos y me dejé suavecita, como yo había querido ver a Rita pero que nunca había accedido. Me imaginé cómo sería cuando volviéramos a casa y me lamiera mi sexo desnudo.

Después volvimos a la casa, nos acostamos a dormir y tuvimos una sesión deliciosa de sexo en que fantaseábamos con la rubia en nuestra cama. Ambas nos imaginamos que su sexo tendría un sabor delicioso, salado y aromático. Rita estaba loca con mi sexo sin pelos, el acceso era mejor y la sensación de suavidad era insuperable, y me dijo que ahora entendía porque yo quería que ella estuviera así.

--Quizás un día me veas así, no sé --me dijo.

El día siguiente lo pasamos juntas, conversamos mucho de nuestras experiencias y sensaciones y de cómo nos sentíamos frente a la vida y la pareja. Ella me hablaba como si fuera su amiga y amante y me hablaba de Diego como si fuera otro y yo lo sentía al mismo tiempo como mí misma y como otro.

En la tarde le dije --¿Por qué no vamos a un bar?

--¿A hacer qué? --me preguntó.

--A tomarnos un trago y sentir cómo se siente ser mujer en un bar y que unos minos nos traten de levantar.

--¿Y quieres que se levanten a tu esposa?

Me detuve ante esa pregunta y me di cuenta que la sentía como una amiga también con la que me iba a ir de noche de minas.

--No es que quiera, es más bien que no me perturba, lo siento como una cosa que podríamos hacer juntas. ¿Nunca has salido con una amiga y ha pasado algo con algún tipo?

--Sí, una vez --me confesó, aunque siempre me lo había negado, quizás porque ahora me sentía como una igual--, una vez en la despedida de soltera de la Cata.

--¿Qué pasó? Siempre he querido saber qué pasa en esas ocasiones.

--Generalmente no pasa nada, son puros juegos tontos, pero esa vez fue distinto, estábamos en el departamento de la Sole y trajeron a dos strippers, uno de los cuales era estupendo, nunca había visto a un hombre más atractivo. Ellos organizaron el evento y después de muchas negociaciones y risas nos hicieron ponernos a todas en sostenes y calzones y jugaron con nosotras a hacernos lap dances y otros juegos eróticos. Como estaban sacando fotos y videos, de repente alguien dijo "apaguen la luz" y aprovechando la oscuridad repentina sentí como el stripper que estaba conmigo en ese exacto minuto, el más estupendo, me corrió el sostén y besó mis pechugas. Mientras lo dejaba hacer lo que quisiera conmigo escuchaba a mi lado a las otras chicas reír y conversar y decir "qué estarán haciendo los strippers con las chicas ahora que nadie los ve". Me paré y lo tomé de la mano y le susurré al oído "salgamos de aquí" y lo llevé al baño donde nos encerramos sin encender la luz. Sentí como me bajaba los calzones y me hizo darme vuelta y me lo metió por atrás mientras yo me apoyaba en el lavabo. Fue rápido y súper excitante. Después hice que saliera y encendí la luz y me hice la loca, como que había ido al baño.

--¿Se puso condón? --le pregunté.

--No, fue una locura de mi parte de la que me arrepiento, por eso nosotros no hicimos el amor por como un mes, ¿te acuerdas que andaba con una infección urinaria que no se me iba nunca?

--Sí.

--Eran puras mentiras mientras me salían todos los exámenes que me hice, de SIDA, hepatitis, etcétera. Por suerte salieron todos bien. Lo siento mucho. ¿Estás muy enojado... enojada conmigo?

--No, hubiera preferido que usaras condón pero me encanta que me hayas cuidado ese tiempo y también que hayas sido la atrevida que se tiró al stripper.

--No fui la única, el otro stripper se tiró a la novia, pero solo la Cata y yo sabemos eso y ahora tú. No se lo cuentes a nadie, sobre todo a su marido, que la Cata me mata.

Esta conversación me excitó mucho y nos dio para iniciar otra sesión de sexo lésbico. Finalmente, excitadas por la conversación y la promesa, para variar esta vez, de posible coqueteo heterosexual, acordamos salir. Nos fuimos a un bar en otro barrio, no porque me pudieran reconocer, sino porque pudieran reconocer a Rita. Las dos íbamos maquilladas y vestidas muy sexy, Rita con mini y una camiseta apretada que destacaba sus tetas y con tacos altos y yo con un vestidito negro de noche y chalas con poco taco. Cuando entramos al bar sentí las miradas de todos los hombres posarse sobre mi cuerpo, me miraban la cara pero también las tetas, la cintura, las piernas y el trasero. Me sentí expuesta de una manera que no estaba acostumbrada y al mismo tiempo sentí la excitación del sentirme deseada y del poder que conlleva.

Nos sentamos en la barra, pedí un Gin Tonic y Rita una copa de espumante. Al poco tiempo teníamos a dos pretendientes a nuestro lado. No eran unos adonis pero al menos estaban bien vestidos, se veían limpios y sonreían. Treintones. Intercambiamos los clásicos diálogos de empezar a conocerse: ¿son amigas?, ¿vienes siempre para acá?, ¿a qué te dedicas? Pero también preguntas más interesantes: ¿qué te gusta hacer en tu tiempo libre?, ¿por qué?, ¿qué libro te ha marcado y por qué? Las respuestas te abrían a otras dimensiones de esas personas. A ninguno de los dos los sentí como los clásicos conquistadores de fin de semana. Supimos que eran socios en un emprendimiento de internet y se habían venido a su bar habitual a celebrar por haber conseguido una segunda ronda de financiamiento. No dijeron que cuando nos vieron entrar les parecimos interesantes y no la típica mujer que veían en el bar: éramos un poco mayores, también ellos, y más sofisticadas.

El que estaba a mi lado se llamaba Luciano, era moreno, de pelo corto pero no muy peinado, delgado y de mediana estatura, casi como yo, vestido de traje sin corbata. Mientras hablaba me tocaba el brazo como para enfatizar un punto y llamarme la atención. Después de un rato ya no hablábamos los cuatro sino que dos y dos. La conversación se volvió más personal, si teníamos pareja estable --"no" --nos mentimos mutuamente, si habíamos ido a un bar a conseguir una pareja casual --"sí" --nos dijimos la verdad. Yo estaba sentada en el taburete del bar con las rodillas juntas apuntado hacia él y él estaba de pie junto a mí. De repente sentí su mano ya no en mi brazo sino que en mi rodilla y simplemente dejé que siguiera ahí y le sonreí para reafirmarlo. Lo vi entre nervioso y seductor. Me sentí halagada y pensé "quizás pruebe esta noche estar con un hombre" y me estremecí por dentro y también pensé "¿qué va a pasar con Rita?" y me estremecí por dentro también, pensando en si quería compartirla con otro o no. No estaba segura, por un lado me provocaba inseguridad y por otro me excitaba la idea.

En un instante de la conversación Luciano se acercó a mi cara "¡un hombre extraño me va a dar un beso!" y me besó "¡un hombre me está besando, metiendo su lengua en mi boca!". Mi respiración se entrecortó y abrí mis labios y sin saberlo separé un poco las piernas. Fue una señal para él de avanzar con su mano por dentro de mi muslo y acercarse a mi entrepierna. Me sentí incapaz de resistir "¡me va a tocar el calzón, me va a sentir húmeda!" y sentí como sus dedos tocaban suavemente sobre mi calzón y sentí la humedad acumulada que se transfería a sus dedos. Lo sentí gemir suavemente mientras seguía besándome y yo gemí al unísono. Me había olvidado de Rita.

--Vamos --me dijo y me tomó de la mano y tiró de mí.

Miré hacia atrás mientras cruzábamos el bar y vi que Rita se besaba con Fernando, el otro tipo. Me estremecí con la visión y me dio un poco de pánico mientras se agolpaban mis pensamientos: "Rita me va a engañar con otro tipo", "¿y si es mejor amante que yo?", "¿qué va a pasar con los niños?". Llegamos a una puerta de atrás que conducía a una oficina del bar que estaba vacía.

--El dueño es mi amigo --me informó mientras cerraba la puerta y le ponía llave.

Nos besamos más y me trató de empujar sobre el escritorio de la oficina. Terminé sentada sobre el escritorio y empezó a bajarme los calzones con vehemencia. Abrí las piernas para que quedaran atrapados en mis rodillas y no siguieran bajando y ante eso me tocó nuevamente entre las piernas, sentí el placer de sus dedos sobre mi sexo y me dijo que quería tener sexo conmigo mientras se bajaba el cierre del pantalón.

--¿Tienes condón? --le pregunté.

Me miró con cara de satisfacción y sacó uno de su billetera y supe que no tenía salvación. Iba a tener sexo con un hombre. Se puso el condón y tiró con fuerza de mis calzones que se rajaron por la violencia del movimiento, me separó las piernas "¡ahora me lo va a meter, ahora me va a culiar!" y entró de un tirón en mi vagina estrecha que abrazaba su pene con fuerza, "¡un hombre me está culiando!", primero sentí una resistencia y luego sentí como siguió entrando hasta el fondo, mientras notaba un ligero ardor que se fue pasando. Se detuvo al fondo, sus testículos tocaban mis nalgas, y luego empezó a entrar y salir. Entramos en un ritmo cómodo y estimulante, pero al cabo de unos minutos ya era demasiado rico y sólo por la idea de que me estaban penetrando llegué rápido a un orgasmo, no me pude contener y grité, gemí y gruñí mientras sentía como mi vagina se contraía y apretaba en torno a su pene. Él reaccionó a mi orgasmo y se vino junto conmigo.

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