Desafio

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Una versión perversa del juego de las prendas.
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Juan y yo habíamos ido a una fiesta que daban unos amigos suyos. No conocía a casi nadie, pero parecía un grupo agradable. Juan se disculpó y se puso a hablar con unos compañeros que no veía desde que acabó la carrera, así que me quedé sola. Me serví un poco de sangría y me puse a beber tranquilamente, buscando con la mirada a alguien conocido. Todos estaban ocupados hablando con alguien y no quería interrumpir ninguna conversación. De pronto, vi que un par de personas se metían por la puerta que había al fondo del salón. Al poco, tres personas más entraron también. Luego, uno más. Aquello fue demasiado para mi curiosidad, así que decidí ver qué pasaba allí dentro.

Abrí la puerta y vi a un numeroso grupo de gente mirar hacia el centro de la habitación. Me puse de puntillas para ver qué es lo que estaban mirando y descubrí a un chico de unos 30 años sentado sobre una mesa con una cajita llena de pequeñas tarjetas en la mano. La gente se reía sin cesar y aquello picaba aún más mi curiosidad. Decidí preguntar a alguien para salir de dudas. Toqué en el hombro a una chica que había delante de mí.

- Oye, perdona. ¿Qué es todo esto? -pregunté, elevando la voz por encima de las risas. - Estamos jugando al "Desafío" -me respondió- ¿Quieres jugar? - No sé cómo se juega -dije. - No importa, ahora mismo te lo explico -exclamó- Ya verás como es muy fácil. Cuando te llegue el turno debes escoger una tarjeta de la caja que lleva el 'moderador' del juego, que es el chico que está sobre la mesa. En la tarjeta hay escrito un "desafío" que debes cumplir. Si decides no cumplirlo, debes pagar prenda. Debes quitarte algo de ropa. - Ya entiendo. Por eso está ese de ahí sin camisa -dije señalando a un hombre que se partía de la risa. - Eso es -respondió- Es que ya llevamos un rato jugando. Además de ese hay otros que ya han pagado prenda. Aquella chica ya está en bragas y yo me he tenido que quitar los zapatos.

Miré hacia sus pies y vi que decía la verdad. Sonreí, le di las gracias y salí de la habitación. Busqué a Juan para preguntarle si quería entrar a jugar conmigo.

- No cariño -me respondió- Ve tú si quieres, que yo estoy hablando con unos amigos de la universidad.

Entré sola.

Me dijeron que para entrar en el juego debía decírselo primero al moderador. Así lo hice y cuando me llegó el turno saqué una tarjeta.

"Con una venda en los ojos, besa a 3 miembros del sexo opuesto y luego adivina quién es quién."

Eligieron a tres hombres, y me pusieron la venda.

El primero parecía que quería llegar a mis amígdalas con su lengua. El segundo usó menos la lengua, pero se pasó casi un minuto sobándome el culo mientras me besaba. El tercero también usó mucho la lengua y no solo me sobó el culo, sino que también me acarició las tetas. Les dejé que lo hiciesen ya que, si hubiese detenido a cualquiera de ellos me habrían eliminado.

Me quité la venda y acerté a los tres, a uno por la barba, y a los otros dos por la altura.

Cuando me volvió a tocar el turno, había ya una mujer en sujetador y bragas, y un hombre en calzoncillos. Saqué una nueva tarjeta.

"Tendrás que enseñarle tu ropa interior al que consiga acertar su color. Pueden probar tres personas."

¡Qué mala suerte! Llevaba un liguero y unas bragas negras a juego. Seguro que a alguien se le ocurría decir ese color. Pero lo peor era que las bragas eran transparentes y se me veía todo a través de ellas. ¿Por qué no me habría puesto las bragas granate?

Escogieron a otros tres hombres. El primero dijo que no llevaba nada. Me reí y le dije que había fallado. El segundo dijo que era negra. ¡Bingo! ¡Acertaste! Le dije que se diese la vuelta y me levanté el vestido para que solo él la pudiese ver. Al verme, silbó agradecido.

El moderador del juego dijo que como había perdido tenía que quitarme alguna prenda. Con un sensual gesto me metí las manos bajo la falda, me bajé las medias y las colgué en la percha con el resto de ropa que ya se habían quitado.

En el siguiente turno, dos hombres perdieron los pantalones y una mujer el sujetador, y dos personas abandonaron el juego quedándonos solo diez personas.

La mujer con las tetas al aire recordó al grupo que yo no había realizado el mismo número de pruebas que el resto de la gente y propuso que se me hicieran dos pruebas extra para ponerme a la altura de los demás.

La gente ignoró mis protestas y rápidamente votó a favor de hacerme dos pruebas extra. Extraje la primera tarjeta.

"Quítate el sujetador sin despasarte ningún botón de tu vestido o de tu blusa."

Como mi sujetador se despasaba por delante, lo abrí sin ningún problema y pasé un lado por debajo de cada uno de mis brazos. Mientras, todo el mundo me miraba fijamente y oí a alguna gente comentar que se me transparentaba todo. El moderador dijo que una de las reglas del juego prohibía volver a ponerse ninguna prenda. Saqué una nueva tarjeta.

"Elige a 3 personas de tu mismo sexo con el juego de las pajitas. Dale un beso francés a cada una que dure por lo menos un minuto."

Rompí tres cerillas, las mezclé con otras cuantas y las fui pasando para que cada mujer eligiese una. La que sacase una de las tres cerillas rotas tendría premio. Ester, una chica pelirroja de unos 24 años (100-65-95, 1'65 m.) fue la primera en sacar una de ellas. Se rió y dijo que siempre se le había dado bien ese juego. Me hizo sentarme en sus rodillas y el moderador me recordó que si interrumpía el beso perdería el desafío.

Ester empezó a besarme con gran determinación y, sabiendo que no tenia nada bajo mi vestido, primero acarició mis pechos y luego deslizó una mano bajo mi falda, dejándola justo sobre mi pubis, jugueteando con mi clítoris.

Aguanté el beso, pero no pude seguir sentada con aquellas manos tan experimentadas en mi clítoris. Expertamente, me hizo alcanzar un orgasmo, mientras yo me retorcía sobre sus rodillas. Cuando interrumpí el beso, el grupo aplaudió y vi que habían pasado 6 minutos.

Ester mantuvo aún su mano sobre mi palpitante coño durante un momento y luego me levanté. No obstante, no dejó de presionar sobre él hasta que no me alejé unos cuantos pasos.

Tenía la respiración acelerada y me dispuse a esperar que me llegase de nuevo el turno. Un hombre perdió los calzoncillos dejando a la vista una gruesa y dura polla. Una segunda mujer perdió el sujetador. La mujer que ya no tenía sujetador perdió la falda, quedándose sin nada puesto.

Me pregunté que pasaría si perdían otra vez.

Juan eligió este momento para entrar a la habitación. El moderador le preguntó si quería quedarse. Echó un vistazo a las tetas de las dos mujeres y no dudó en decir que sí. Le dijeron que debía aceptar 5 desafíos si quería quedarse. Sacó su primera tarjeta.

"Con una venda en los ojos, besa a 3 miembros del sexo opuesto y luego adivina quién es quién."

Yo fui la segunda y Ester la tercera. Sobé a Juan como lo había hecho la primera mujer, frotando su polla a través de sus pantalones. Ester lo hizo mejor, bajándole la bragueta y metiendo la mano dentro.

Juan no acertó conmigo (creyó que yo era la número 1). Perdió 4 de las 5 prendas quedándose allí de pie en calzoncillos, con una tremenda erección que pugnaba por liberarse.

El moderador anunció que las cosas ya habían llegado lo suficientemente lejos y que era el momento de sacar las tarjetas más fuertes. Yo saqué la primera. Me vendaron los ojos y me pusieron tres pollas en las manos. Tenía que adivinar a quién pertenecía cada una. Increíblemente fui incapaz de distinguir la de Juan de las demás. Con toda la gente de la habitación mirando, me quité el sujetador.

La mujer que ya estaba desnuda desde la ronda anterior perdió su desafío y todos los hombres sacaron una pajita. El moderador dijo a la mujer que tendría que sentarse sobre la polla del que sacase la pajita más corta durante al menos 5 minutos. Vi cómo se sentaba sobre el ganador, mientras éste le metía con cuidado la polla en su chorreante agujero, preguntándome si mi castigo sería el mismo en caso de quedarme desnuda. El moderador empezó a contar el tiempo. Ella intentó comportarse como si nada, como si al no moverse nos fuese a convencer de que no se la estaban follando allí en medio de todos, pero los lentos movimientos con que el hombre la penetraba hizo que, al cabo de unos tres minutos, empezase a reaccionar. Estaba empezando a meterse en materia cuando el moderador dijo que el tiempo había acabado y la hizo levantarse, a lo que ella se negó, aferrándose con fuerza al dueño de la polla que tanto placer le estaba proporcionando. Todos reímos ante aquella divertida reacción, mientras Ester y el moderador trataban de sacar aquel erecto miembro de su coño hombre. A duras penas lo consiguieron. La siguiente era yo.

"Mira las tetas de tres mujeres y luego con los ojos vendados identifícalas tocándolas solo con la lengua."

Ester se presentó rápidamente voluntaria así como otras dos mujeres. Les miré las tetas, calibrando su tamaño y características, y luego me vendaron los ojos.

Mi lengua exploraría por turnos cada una de las tetas. Se me ocurrió que si se las chupaba con ganas acabarían por emitir algún sonido de placer que me ayudaría a saber quién era cada una. La segunda estuvo en silencio hasta que le rocé el pezón con los dientes y no pudo evitar un gemido de placer. La tercera gimió al primer lametón.

Dije que Ester era la primera, y luego quién pensaba que eran las otras dos. Acerté.

Ya creía que había pasado el desafío cuando el moderador dijo que debía cumplir un castigo. Se había dado cuenta de que había usado los dientes con una de ellas. Me dijo que me quitase la falda. Iba a decir que siguiese desnudándome pero se detuvo al ver mi excitante liguero rojo y negro. Me dijo que podía seguir con la falda puesta, pero que a partir de ahora tendría que cumplir los mismos castigos que los jugadores que ya estaban desnudos.

Metió la mano en la caja de castigos y sacó una tarjeta. No me la enseñó, pero hizo que las tres mujeres que quedaban la leyesen. Se acercaron a mí, me rodearon lentamente y me llevaron a la cama. Ester se sentó en ella y las otras dos me colocaron sobre sus rodillas. La mujer a la que le había mordido el pezón se sentó a mi cabeza de forma que mi cara descansase sobre su coño. Me sujetó los brazos para que no pudiera moverme. La otra me sujetó las piernas y comenzó a jugar con mi coño.

- ¿Has visto que húmeda está, Ester? -oí que le decía.

Mientras, comenzó a tocar mi clítoris con un dedo y a explorar mi interior con otro al mismo tiempo. Involuntariamente mis caderas empezaron a retorcerse sobre las rodillas de Ester. De repente, ésta me azotó con fuerza. No me quejé, pues temía fallar el castigo. Me golpeó unas cuantas veces más y por fin se detuvo.

- ¿Cuántos han sido? -me preguntó. - No lo sé -respondí asustada. - Entonces empezaremos otra vez -dijo.

Ester siguió azotándome con fuerza mientras mi coño era explorado por la otra chica. Esta vez me fijé en contar los azotes. Cuando llevaba veinte se detuvo y miró a la mujer que me sujetaba los brazos.

- ¿Ya ha empezado a lamértelo? -le preguntó. - No -contestó. - Empezaremos otra vez -exclamó Ester.

Enterré mi cara rápidamente en aquel coño que pertenecía a una mujer de la que, como ya os habréis dado cuenta, no sabia ni su nombre. Ester siguió golpeándome cada vez con más fuerza. Por fin, se detuvo. Yo había contado 23 azotes esta vez, aunque temía haberme perdido alguno.

- ¿Cuantos han sido? -me preguntó de nuevo. - Veinticinco -dije para asegurarme. - No, tendrás que hacerlo mejor -dijo Ester- Empezaremos otra vez.

El resto de la gente aplaudía y animaba sin cesar, pero no a mí sino a mis torturadoras. También oí a Juan felicitar a Ester por el espectáculo que me estaba haciendo dar. Durante todo aquel tiempo, las manos que jugaban con mi coño no habían disminuido ni un ápice su velocidad. Había perdido ya la cuenta de mis orgasmos, (por lo menos habían sido 5), y a juzgar por el número de veces que la mujer a la que le estaba comiendo el coño me había cogido la cabeza, ella había tenido al menos 3. Ester detuvo sus golpes una vez más.

- ¿Cuantos han sido? -me preguntó. - Veinticinco -dije de nuevo, preparándome para una nueva tunda. - Correcto -dijo sin más. Luego, dirigiéndose a la mujer que había a mi cabeza, preguntó- Alicia, ¿te ha dejado satisfecha? - De momento sí -la oí contestar- A no ser que le crezca una polla... - ¿Y tú, Elena? -preguntó a la que había estado explorando mi coño. - Sí -respondió con la respiración agitada- Por mí, ya vale.

Hice ademán de levantarme, pero Ester me detuvo y me obligó a permanecer tumbada.

- Puede que ellas hayan acabado, pero yo no -me dijo- Ahora debes contar los próximos diez golpes para que todos los que están en esta habitación puedan oírte. Luego nos besarás los coños a mí, a Alicia y a Elena a modo de agradecimiento por lo bien que lo has pasado con nosotras..

Acepté.

Le llevó más de un minuto golpearme las diez veces. Luego, besé el coño de Alicia sin levantarme siquiera y le di las gracias. Me levanté y besé el coño de Elena y le di las gracias a ella también, dejando a Ester para el final. La comida de coño que le dediqué duró unos tres minutos, hasta que finalmente la oí correrse. Luego le di también las gracias. Mientras lo hacía, me di cuenta de que sentía lo que estaba diciendo. La experiencia había sido de lo más gratificante. Ahora era el turno de Juan...

Juan escogió una tarjeta de desafío y por la expresión de su cara supe que no le había tocado lo que esperaba.

"Usando solo la boca y con los ojos vendados, identifica las pollas de 3 hombres."

- No pienso hacer esto -dijo, volviéndose hacia mí. - Un momento -contesté algo molesta- Te lo has pasado en grande viendo cómo me lo montaba con 3 mujeres y tú ahora no quieres hacer esto. Creo que estás siendo injusto. - Pero, es que... -empezó a decir- Es que son... ¡¡pollas!! - Vamos -dije, viendo que ya le estaba convenciendo- No te va a pasar nada si lo haces, no va a hacerte ningún daño. Además, piensa en el castigo que te impondrá el moderador si te niegas.

No estoy segura de cual de mis argumentos logró finalmente convencerle, la cuestión es que, tras pensárselo un momento más, anunció que iba a intentarlo.

Observé con atención las tres pollas expuestas ante Juan. Él tenia los ojos vendados y temblaba de la cabeza a los pies. Intenté animarle diciéndole que aquello me estaba excitando tremendamente, lo cual era completamente cierto. Por fin se decidió y empezó a cumplir el desafío. Al final no fue para tanto, acabó en menos de un minuto y solo acertó uno. El moderador me pidió que le ayudase a elegir el castigo.

Con lo ojos aún vendados, le hicieron sentarse en el borde de la cama. Las mujeres que seguían en la habitación se desnudaron. A partir de ese momento la ropa ya no serviría como castigo. Cada una de ellas se sentó en su tiesa polla durante exactamente un minuto. Yo fui la cuarta y Juan me reconoció por las medias que llevaba puestas o quizás por otra cosa. Me rogó que me quedase un poco más, lo suficiente como para correrse. Le di un beso que le desatascó la garganta y me quedé sentada sobre él unos instantes más mientas sus caderas me empujaban una y otra vez, intentando llegar rápidamente al orgasmo. No se lo permití. Al fin y al cabo era un castigo, así que me levanté dejándole a medias. Ester fue la última en meterse su polla. Le excitó sin piedad y también le dejó antes de que llegase a correrse.

- Si me necesitas para elegir algún otro castigo, no dudes en consultarme -me ofrecí al moderador, mientras Juan se levantaba y se quitaba, exhausto, la venda de los ojos. - No te preocupes -me sonrió- A partir de ahora los elegiremos entre los dos.

Vi a Ester coger la siguiente tarjeta. La leyó para sí y pareció divertida. Le pedimos que la leyese en voz alta y así lo hizo.

"Elige tres hombres y tócales las pollas. Después, con los ojos vendados, siéntate sobre ellas e identifica a sus dueños."

Se paseó por la habitación y eligió a dos hombres, curiosamente, los que tenían las pollas más grandes. Al llegar a Juan se detuvo ante él y le cogió dulcemente la polla. Juan dio un paso al frente, contento pues ahora iba a tener la posibilidad de acabar lo que antes no le habíamos dejado. Pero, Ester la soltó, sonriendo cruelmente.

- De momento ya has tenido suficiente -le dijo- Si te portas bien, quizás te escoja para otro juego.

Y se alejó de él, dejándole con la polla tiesa y una mueca de desilusión en el rostro. No pude evitar sonreír. Le estaba bien empleado. Ester eligió al tercero y lo llevó junto a los otros dos. Tocó cada una de las pollas hasta que se pusieron duras y al acabar le vendaron los ojos. Luego, se empaló en cada una de ellas, sin darles la oportunidad a ninguno de los tres de llegar a correrse. Ella sí se corrió con fuerza sobre la tercera polla.

Incomprensiblemente, no acertó ninguna. Todos nos dimos cuenta de que había fallado a propósito, incluso el moderador que me llamó para deliberar. Por fin, encontramos un castigo acorde con la personalidad de Ester, aunque en nuestro interior todos sabíamos que más que un castigo, para ella era un regalo.

Atamos a Ester a la cama boca abajo, de forma que su cintura se doblaba en el borde, quedando de rodillas con el culo expuesto a todos nosotros. El castigo consistiría en que cada hombre se la follaría durante un minuto exacto. Yo estaría a su para ir introduciéndole cada una de las pollas. El moderador llevaría el tiempo. Un gesto suyo sería la señal de que se había acabado el tiempo y de que debían sacarle la polla. Si se negaban, yo sería la encargada de sacársela a la fuerza (cogiéndoles por los huevos si fuese necesario).

Me acerqué a Juan y le dije una cosa al oído. Luego, me puse en mi puesto. Agarré con las dos manos la primera de las 6 pollas que iban a entrar por el agujero de Ester.

- Tiene la punta un poco seca -mentí, pues todo aquello me estaba poniendo de lo más cachonda- Creo que voy a tener que humedecerla con la lengua.

Así lo hice, recreándome más de lo necesario, lo que me hizo ganarme una reprimenda del moderador. Luego, expertamente la introduje. Justo cuando Ester empezaba a moverse al ritmo de su pareja, el moderador me dio la señal de parar. Agarré la polla con suavidad y la saqué rápidamente. También humedecí la segunda con mi cálida boca, pues, según dije, era 'necesario'. Cuando la metí, la polla empezó a entrar y salir a la velocidad de la luz. A pesar de eso, la saqué antes de que ella pudiese alcanzar satisfacción alguna. El tercero y el cuarto pasaron de la misma forma.

El moderador era el quinto. Miré su polla y negué lentamente con la cabeza.

- Creo que también voy a tener que humedecer esta polla -dije maliciosamente.

Me la metí en la boca y comencé a lamerla y a chuparla como si no hubiese nadie más en la habitación. Le dediqué más tiempo que a ninguna otra. Por fin, me detuvo con su mano.

- Creo que ya es suficiente -dijo, jadeando de excitación. - ¿Estás seguro de que quieres que pare? -le pregunté sensualmente. - Por ahora sí -me dijo- Más tarde quizás te deje seguir.

El moderador estuvo un minuto exacto y fue el que más cerca estuvo de correrse, por culpa de la excitación que mi comida de polla le había causado.

Juan era el último. Ester había empujado con fuerza sus caderas contra las dos últimas pollas, intentando llegar al orgasmo, aunque sin conseguirlo. Decidí que la haría sufrir un poco más antes del último ataque. Separé lentamente los labios de su coño con la excusa de que así la polla entraría más fácilmente. Aquello hizo a Ester estremecerse de placer. Luego, mi dedo se deslizó por todo su clítoris, excitándolo aún más. Pensé que ya era suficiente y dejé a Juan que se acercase. Se la metió de un solo empujón, pues el coño de Ester estaba más que lubricado. Empezó a propinarle potentes embestidas como habían hecho los demás, pero después de la cuarta, se la saqué e hice que se la metiese por el culo.

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