Desaire: Precuela

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Parte 2 de la serie de 2 partes

Actualizado 08/30/2017
Creado 03/29/2005
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3Precuela

Rosana es una joven secretaria en una compañía de telecomunicaciones. Por el día, es puntual y responsable, pero en su tiempo libre, le gusta ir de fiesta.

Un fin de semana por la noche, va con un pequeño grupo de sus amigas a un club, en plan de conquista. Todas son atractivas, pero no tienen los encantos de Rosana. Ella es alta, 5' 7" o 1.7m, esbelta, pelirroja, de tez blanca, rostro ovalado casi ideal, ojos verde oscuros penetrantes, senos redondos pero no vulgarmente grandes, que puede lucir en escotes provocativos sin caer en el mal gusto.

Ordena una copa de vino tinto para entrar en calor sin emborracharse, y el color de la bebida enciende sus labios mejor que cualquier lápiz labial; dándole un aire de vampiresa.

La música es fuerte y la compele a bailar sin esperar que un joven la saque a la pista. Sus movimientos son felinos al caminar hasta el lugar exacto donde están los especímenes más atractivos. Allí comienza su danza, con pasos y movimientos de tipo oriental, pero marcados con el ágil ritmo "tecno". Casi un ritual, más espiritual que sensual.

Atrae muchas miradas, casi todas de varones, y algunas de muchachas envidiosas. Un joven que la observa, se decide y hace su jugada. Sin mediar palabra, entra en su círculo y hasta imita sus movimientos de cadera. Ella se voltea, como poniéndolo a prueba. El no se desanima y se acerca, y la sigue con sus caderas hasta colocarse directamente tras ella. Discreta pero deliberadamente, él se frota contra sus nalgas al compás del bajo, y ella recibe una probadita de una erección considerable; hasta se deja reposar contra sus caderas, para sentir su cuerpo. Como parte de su juego, él la toma por la cintura, y cuando se acerca el final de la pieza, la aparta un poco, le da vuelta para quedar frente a frente y mirarla, afirmando su conquista.

Ella se mueve hacia la barra, evadiendo la mesa de sus amigas, pero no al nuevo compañero, quien le da alcance discretamente frente al mostrador. Entonces la conversación comienza:

- Hola, soy Néstor.

- Yo soy Rosana.

- Bonito nombre. Bailas bien.

- Tú no lo hacías tan mal.

- Bueno, pero tu estilo es algo especial.

- Gracias...

Ella hizo ademán para pagar su vino, y él se le adelantó, pagando por ambos. Ella continuó hacia la salida, un poco rápido pero no tanto que él no la pudiese seguir. Una vez afuera, él le preguntó:

- ¿Vives lejos de aquí?

- No mucho.

- Ven, yo te llevo.

Ahora le tocó el turno a Rosana de seguir a su hombre, así lo podía tasar bien. El tiene poco menos de seis pies, y su figura es ligeramente musculosa. Se ve que cuida bien de su apariencia y viste bien. Llegaron hasta un vehículo compacto casi nuevo, preparado para la velocidad. El le abrió la puerta caballerosamente, y luego, tomó el volante. Ella le iba dando direcciones, y por momentos, él aceleraba al automóvil, haciendo alarde de su rendimiento. Ella se puso nerviosa, pero se esforzó por disimular, y él deceleraba, para no atraer la atención de las patrullas ni pasarse de los puntos de referencia que ella le indicaba.

Al llegar a su apartamento, ella lo invitó a pasar y le ofreció algo de beber, mientras ponía música como la que tocaban en el club. Instintivamente, movió sus caderas, ya menos exhuberantemente, y una vez más, él se le acercó. La abrazó por la espalda y ella se dejó llevar, para poco a poco, girar y volverse a abrazar a él. Con el contacto de su pene calentándola a través de sus ropas, se excitó tanto que lo comenzó a besar, permitiendo que sus lenguas se entrelazaran y que las manos de Néstor atravesaran su escote y juguetearan con sus tetas desnudas y sus pulgares estimularan sus pezones erizados. Gimió profundamente contra su boca, y en ese momento, él supo que ella ya era suya.

La Rosana acomodó los brazos del joven alrededor de su propia cintura y caminó de espaldas hacia su alcoba, para así quedar sobre la cama, lista para la acción. El le terminó de quitar el vestido, y ella comenzó a desabrocharle a él su camisa y cinturón, y mientras él se despojó de su ropa, mamó un poco sus pechos para que ella no perdiera el ánimo. Luego traza una ruta de besos por su abdomen hasta su vulva y clítoris, mientras le quita su "hilo dental" y con disimulo, se ciñe un condón. Todos sus pasos están cuidadosamente ensayados. Cuando los suspiros de Rosana suben de tono, Néstor posiciona su cuerpo sobre el de ella, y mientras la abraza, la va penetrando lentamente. Cuando sus diez pulgadas se han sumergido en la vagina ardiente, ella gime, y aunque siente un poco de dolor, eso no le impide alcanzar un pequeño orgasmo que progresa hacia un clímax múltiple, a medida que él la embiste más y más impetuosamente. Ella busca el contacto visual con su amante, para deleitarse en su apostura, pero involuntariamente, sus ojos se abren casi hasta desorbitarse, para luego cerrarse mientras chilla y grita locamente. El le hace coro mientras descarga un buen chorro dentro del preservativo, y se da vuelta para yacer boca arriba al lado de ella, quien lo felicita con besitos de mariposa en su rostro y pecho.

Aún exhausto tras la sesión de sexo, Néstor se levanta y se vuelve a vestir nerviosamente. En medio del estupor postorgásmico, ella se tarda en darse cuenta de que su amigo se marcha, y tímidamente, le interroga:

- ¿Ya te vas? ¿Tan pronto?

- Sí... Mamita. Es que mañana tengo trabajo.

- Pero mañana es feriado...

- En mi trabajo, hay turnos rotativos. Mira, dame tu número y yo te llamo cuando logre sacar tiempo para estar contigo otra vez.

- Está bien...

Y ella le dio su número de teléfono celular mientras lo acompañaba hasta su puerta, aún desnuda. Cuando él salió, ella puso el seguro y se reclinó contra la puerta, ya que la satisfacción superaba a su desilusión. Perezosamente, caminó hasta la cama y se dejó caer, pero no logró conciliar el sueño hasta casi el amanecer...

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