Desvirgamos a nuestra prima

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Con su señal, Miguel y yo comenzamos a sacarla, despacio y al unísono. Resultaba algo difícil hacer aquello y no queríamos que nuestras pollas se saliesen del todo. Por suerte, pronto le pillamos el truco y pudimos movernos con relativa facilidad.

-¿Te gusta?- pregunté a Sandra

-Sí ¿A ti?

-También

Aquello me hinchó de orgullo. Aunque fuera con la ayuda de Miguel, estaba haciéndola disfrutar. Siempre había soñado con ser un semental por el que todas las tías suspirasen y eso era un primer paso para acercarme a mi objetivo.

-Creo que voy a correrme ya- avisó Miguel algo preocupado.

-Pues no lo hagas aun- le advirtió Sandra.

-No lo puedo evitar.

Sandra no dijo nada, hizo algo mucho peor. Movió uno de sus brazos hasta colocarlo a su espalda y buscó los testículos del primo. Con mucho cuidado cogió entre sus dedos un trozo de la piel que cubre sus huevos y le dio un pellizco. Menudo gritó dio Miguel.

-¿Ya puedes aguantar?

-Sí- respondió Miguel quejumbroso- pero la próxima vez busca otra manera de hacerlo.

-No se me ocurre ninguna mejor.

Las palabras de Sandra y su gesto me sirvieron de advertencia. A mi tampoco me faltaba mucho y no quería llevarme un pellizco. Me concentré un rato en leer tumbas, no servia de mucho pero al menos alejaba mis ojos de sus tetas.

-Moveos más rápido- pidió al poco rato.

Lo hicimos y ella empezó a respirar más profundamente. Le estaba gustando, se le notaba en la cara. Seguimos moviéndonos los dos, extasiados porque sabíamos que la estábamos haciendo disfrutar. Su vagina estaba lubricando un montón y la fuerza con que se agarraba a mi hombro creció. Cerró los ojos y su respiración se volvió irregular unos segundos. Había llegado al orgasmo.

-Ya os podéis correr si queréis.

Nada más decirlo, un suspiro de alivio escapó de la boca de Miguel y noté como su semen lo llenaba todo, el tío debía de estar sufriendo por poder descargar. A pesar de ello, no la sacó de inmediato sino que esperó a que se le pusiera flácida y se le saliese sola.

En todo ese tiempo yo había llegado a mi límite. Di una sacudida y mis ojos se cerraron, di otra y mi cuerpo se tensó y, a la tercera con un fuerte resoplido, me corrí llenando el interior de Sandra con mi esperma.

-Ha sido fabuloso- dije cuando saqué mi pene.

-Sí- dijo Miguel - creo que nunca me había corrido tanto.

Reímos los dos y nos vestimos los tres antes de abandonar la tumba de la monja y salir del cementerio. Había sido una experiencia increíble que nunca íbamos a olvidar. Y, si el espíritu de la monja pululaba por allí vigilando su tumba, seguro que tampoco lo haría.

A la mañana siguiente, cuando fuimos ella y yo solos a la ciudad a por una píldora del día después, aproveché para hablar con ella de lo que había pasado.

-¿Sigues siendo lesbiana?

-Sí, claro- rió- ¿Por qué iba a dejar de serlo?

-¿No te gustó lo de ayer?

-Sí, fue divertido

-Entonces, como también te gustan los chicos, no eres lesbiana, eres bisexual - respondí en tono pedagógico.

Mi comentario debió hacerle mucha gracia porque estuvo un buen rato riéndose.

-Mira primo, soy lesbiana y seguiré siéndolo porque para conseguir sentir lo que siento con una tía necesito a dos de los tuyos.

Mi orgullo de semental capaz de convertir a una lesbiana se vino abajo. Ella, en cambio, parecía pasárselo pipa. Mi ingenuidad la estaba haciendo reír mucho. Esperé a que se calmase un poco y volví a preguntarle.

-¿Por qué hiciste lo del cementerio si no quieres nada con tíos?

-Quería comprobar si eso que dicen de que sólo valéis para el sexo es verdad- y se volvió a reír.

- Supongo que la conclusión es que no.

Dejó de reírse o, mejor dicho, aguantó la risa, puso su mano sobre mi hombro y me dijo en tono confidente.

-Supones bien.

Y nada más decirme eso, la risa que se estaba aguantando se le escapó en una audible carcajada. Si esa conversación hubiera sido al revés, a mí me habrían puesto la etiqueta de machista. No era justo

-¿Supongo que no querrás repetirlo?- pregunté después de un rato con algo de interés.

-No- volvió a reír- pero, si te portas bien, en tu próximo cumpleaños te dejo tocarme una teta.

Unos meses después, cuando llego mi cumpleaños, cumplió su promesa. Me llevó al baño, agarró mi mano, la metió debajo de su sujetador y pude tocarle la teta. Al cabo de unos pocos segundos, la sacó y no volvimos a tener ningún tipo de contacto sexual nunca más.

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