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Le di un beso tierno a mi lesbiana favorita y tomé su mano y la junté a la de mi hombre, envolviéndolas con las mías.

- No sé si esto funcione...

Ambos me comentaron con escepticismo.

- Esto significa que yo ni soy normal ni lesbiana. Tal vez, sea bisexual. Marilyn, te extrañé tanto, y por lo poco que entendí de los chismes acerca de ti, sé que tú sufriste por mí. Juan, esto no se trata de que tú me hayas fallado. Tampoco tú, Marilyn. Vi que me necesitaron y sé que ambos también me aman. Y no es tanto por lo sexual. Tú tienes sentimientos bellos, tanto como este joven aquí presente...

Mientras hablaba, me senté junto a Juan y atraje a Marilyn para que también se sentara a mi costado. Entonces les pasé un brazo sobre cada hombro, y los atraje hacia mí. Hice girar sus rostros sobre el mío para experimentar un beso triple. Luego ella se despegó para incorporarse y dijo:

- ¡Está bien! Tú ganas; no te celaré más de él.

Le respondí:

- Vamos, Marilyn, tú puedes más que eso.

La miré fijamente, y me senté irguiendo mis pechos para insinuarle cómo su cuerpo vibró al contacto con el de un hombre, uno al que yo sé que ya ama. Percibí que sus pezones se erizaron, y su piel sudaba por la evocación de sentimientos que ella creyó olvidados por tanto tiempo. De pronto, Juan tomó la palabra:

- Marilyn, yo también descubrí que te amo. Al principio, tuve miedo de tus sentimientos aquella noche en que llegaste aquí; era tu dolor lo que hablaba a través de ti. En realidad, permití que Nelly me arrastrara a la "disco" y hasta soporté quedar en ridículo por no saber bailar, porque secretamente, yo también quise verte, verte sonreír, verte bailar, percibir lo que realmente sientes, quién realmente eres. No te amo meramente como una imitación de lo que Nelly te ama... ¡Oh, Marilyn...! ¡No sé qué más decirte!

Marilyn comenzó a llorar como una niña, y eso me partió el alma. Juan quiso ser caballeroso al consolarla, pero sus sentimientos le traicionaron. Yo me incorporé para sostenerlos en pie, y los apreté lo más que pude, diciéndoles con cariño:

- No se preocupen, yo sé que seremos felices de ahora en adelante.

Los ayudé a acostarse en la cama y me abracé a Marilyn, mientras atraje a Juan sobre nosotras; a él le ordené:

- Métete por detrás de mí, y no te pongas condón.

El, como hipnotizado, me atravesó el ano y aunque estábamos secos, no sentí dolor. Me enrosqué a uno de los muslos de Marilyn para que nuestras vulvas y clítoris se tocaran. Las embestidas del macho gobernaron nuestro ritmo, pero yo rompí el contacto, para que las chicas nos metiéramos los dedos febrilmente, y así alcanzar los orgasmos G y mojé mi mano en nuestros jugos femeninos para masturbar a Juan, y que él también eyaculara sobre el abdomen de Marilyn, como para sellar nuestro pacto de amor mezclando nuestras secreciones al juntar mi piel con la de mi amada. Todos nos ungimos locamente con esa baba antes de tener que lavarnos.

Nos vestimos y yo le puse a Marilyn el vestido con el cual ella me vio por primera vez, como dejando mi marca sobre su piel, y la llevamos a recoger su automóvil. Tenía algún vidrio roto, pero nada grave. La escoltamos hasta que ella se estacionó en su edificio. Se despidió de nosotros, diciendo:

- Perdonen, chicos, pero necesito estar sola para asimilar lo que nos ha pasado hoy. Después te llevaré tu vestido, Nelly.

Yo le respondí, un poco melodramática:

- ¡De ninguna manera! Es tuyo, y aunque no me quieras volver a ver, te acompañaré el resto de tu vida a través de él.

Estiró su cuerpo para abrazarnos, y luego le recordamos:

- Ve, descansa...

Se encerró en su apartamento y Juan y yo regresamos. Tuvimos que relevarnos a intervalos para conducir de regreso, porque la atmósfera emocionalmente cargada nos abrumó. Sin embargo, al llegar a casa, no hubo más lágrimas, porque sentíamos que habíamos hecho las paces con nosotros mismos.

El espíritu independiente de Marilyn no le permitió convivir con nosotros, pero nos visita con mucha frecuencia para entregarse a nuestra pasión. Decidí casarme con Juan, para poderlo presentar ante mi familia en una boda tradicional, y Marilyn aceptó ser mi dama de honor, para también sentirse casada con él sin escandalizar a mi gente de campo. Ya casados, dejamos de usar el control natal para poder sentir su semen caliente dentro de todos mis orificios. Cuando mi esposo y yo comenzamos a tener hijos, ella aceptó preñarse con él una vez, y cuando todos nuestros hijos crecieron, empezaron a comprender las realidades de nuestra vida, ya que los criamos con amor equitativo, sin estigma de clase alguna. Se aceptan y se aman como buenos hermanos, un poco como sus tres padres se unieron entre sí. Tenemos un acuerdo de que, si yo muriese primero, Juan se casará con Marilyn de inmediato, para garantizarle sus derechos como madre y compañera, pero no nos adelantemos...

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