El Abogado. Cap. 03

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Los recuerdos parecen tomar un nuevo rol.
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Parte 3 de la serie de 6 partes

Actualizado 06/09/2023
Creado 08/31/2018
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Los recuerdos parecen tomar un nuevo rol

***

1.Romina Solano

Romina, acodada en la baranda de la cubierta superior del barco que la conducía a ella y a Leandro Vizcaya en su viaje de vacaciones, observaba el maravilloso espectáculo que le ofrecía a su vista la línea del horizonte iluminado por la hermosa puesta de sol. En ese momento estaba sola, ya que Leandro había bajado al camarote para cambiarse de ropa para la cena de la noche. Hacía solo una semana que habían dejado Santiago y sentía cierta inquietud, un sentimiento de nostalgia que la tenía preocupada. Sabía cuál era el origen y mientras más lo pensaba, más lo resentía.

Llevaba casi ocho años casada con Leandro y su relación con él, eran una mezcla entre cariño, agradecimiento, respeto y admiración. Sentimientos que se habían mantenido en perfecto equilibrio durante todos estos años de matrimonio.

Nunca se había olvidado de aquel momento cuando su padre le había presentado a Leandro y él se había agachado para quedar a la altura de su pequeña estatura y tomándole la mano la había tratado de 'princesa'. Eso había quedado grabado de forma indeleble en su imaginación de niña. Y cuando de pronto ese hombre le había dicho a su padre que se irían a vivir a su casa, lo que significaba dejar atrás la miseria reinante en ese campamento de refugiados en Francia, única vida que había conocido hasta entonces, situación que pudo aquilatar mucho más cuando ya siendo más grande pudo informarse de las condiciones deplorables en que vivía esa comunidad de refugiados españoles a la que ellos pertenecían, generó en ella ese sentimiento de agradecimiento inconmensurable hacia Leandro. Y después, viendo cómo se había preocupado de la salud de su padre, cuidando de él hasta su muerte prematura pocos meses después de afincados en su casa, hizo que la visión que tenía de ese hombre creciera, dándole una dimensión que no podía definir, sino como la de un gran respeto y admiración.

Todo ello fue creando una sólida relación de enlace con Leandro, lazo que se había ido formando a lo largo de su crecimiento, sin embargo, al momento en que pasó de la pubertad y llegó a la adolescencia, comenzaron a crearse en ella profundos cambios en cómo apreciar la vida y su relación con los que la rodeaban, llevándola a que muy en el fondo de su corazón anhelara otras cosas que él no podía entregarle.

Esos sentimientos se aminoraron, o parecieron ocultarse en lo profundo de su inconsciente cuando comenzaron a producirse cambios radicales en su vida.

El primero, fue cuando esa tarde al volver del colegio, Leandro le dio el primer remezón en su vida al decirle que emigrarían a ese lejano país sudamericano y más aún, cuando él le ofreció matrimonio.

En ese instante Romina se quedó boquiabierta, casi sin entender nada y su mente procesando todo a mil por segundo.

El segundo fue cuando ya en ese país sudamericano, Leandro le mostró la casa en la que ellos vivirían. Eso tuvo en Romina el mismo impacto, tal vez incluso superior, al que había experimentado cuando con sus seis años, recorrió corriendo por primera vez la casa de Leandro, admirada de la enormidad de la mansión, que la llevó a dormir emocionada muchas noches abrazada a su titi, contándoles todas las novedades que había encontrado ese día en la casa. Y parte de este mismo impacto, fue el que Leandro la hiciera partícipe de sus planes para ver dónde instalar lo que sería la fuente de sus ingresos en ese país, acompañándolo permanentemente en esos trámites.

Ya afianzada en su nueva casa y no obstante la vida sexual activa que le proporcionaba Leandro, a su manera muy particular por supuesto, hicieron despertar en ella nuevamente todos esos anhelos ocultos que parecían haber quedado rezagados en el pasado, especialmente cuando el crecimiento de los negocios de Leandro, la enfrentaron a una vida social activa que tampoco había conocido hasta ahora.

La incorporación de Leandro a la cámara de comercio en la capital de Chile, hizo que ella fuera partícipe frecuente en reuniones y fiestas, conociendo mucha gente que la adulaba, sinceramente o no. Por lo mismo comenzó a conocer y a verse rodeada de otros hombres que, de un modo directo o indirecto, provocaban en ella nuevas emociones y anhelos no resueltos.

Romina, siempre mostró una personalidad avasalladora y extravertida, sello que se marcó más claramente cuando cumplió los dieciocho años. Su belleza se lo permitía y ahora, estos nuevos ambientes en los que se estaban desenvolviendo en la actualidad, parecían haber exacerbado aún más ese aspecto en ella.

Leandro sentía el enorme orgullo que siente todo hombre que posee una bella mujer, al ver cómo los hombres de toda edad revoleteaban a su alrededor, lo que se había convertido en juego para él, ya que, en la noche, en la intimidad de su lecho, Romina no tenía ambages para relatar cómo o tal empresario le había hecho proposiciones.

"¿Y cómo estuvieron las proposiciones esta noche?" Le preguntó Leandro, apoyado en un codo a su lado, mientras le acariciaba un pecho que ella le había descubierto para él.

Ella lo miró seria primero, como si le fuera a reprochar la pregunta, pero a continuación su rostro de iluminó con una sonrisa y como una niña pillada en falta, le relató:

"¿Sabéis lo que esta noche me ha propuesto Valladares, el dueño de la cadena 'Holly'?"

Sonriendo él levanto las cejas solamente, esperando que continuara.

"Me dijo: '¿qué te parece Romina que este fin de semana vengas a conocer mi nuevo yate?' y yo le contesté: Estaríamos muy felices de acompañarte con mi marido. ¿Me confirmas la hora a la que debemos reunirnos en tu casa? Se quedó de una pieza porque no era lo que él esperaba, y no tuvo más remedio que decir que nos juntáramos el viernes, para emprender el viaje desde su casa en dirección a su mansión en Cachagua"

Y ambos se echaron a reír.

Y Romina continuó "Valdés, tu supuesto amigo, fue más directo y me dijo al oído que era lo más hermoso que había visto esa noche, y seguidamente me invitó a que subiéramos al segundo piso para mostrarme algo interesante. Me excusé y le dije que mejor me buscaba un trago porque estaba sedienta. Ante esto, no le quedó más remedio que ir al bar, cosa que yo aproveché para ir a conversar con mi amiga Ester Gonsalves."

Ese tipo de situaciones eran ya frecuentes, y a Romina le encantaba relatárselas cuando estaban solos. Se daba cuenta que eran el condimento que hacía que las caricias de Leandro fueran casi más rudas, lo que a ella a su vez le provocaba una mayor excitación y lo instaba a que continuara, alentándolo a que tratara con firmeza, diciéndole que ella ya no era una niña, que era su mujer, que era su amante. Eran los momentos en que ella lo miraba intensamente, como buscando en él ese personaje que en las fotos que le había mostrado su tía Consuelo, la hermana de Leandro, aparecía joven y apuesto. Su imaginación hacía el resto, mientras él le hacía sexo oral, haciéndola estremecer hasta hacerla retorcerse en su orgasmo.

Y claro, Romina podía sacarse de encima fácilmente los hombres mayores, pero notaba que su voluntad flaqueaba cuando quien se acercaba a ella con claras intenciones de flirtear, eran hombres jóvenes y un poco mayores que ella. Sentía que su cuerpo reaccionaba distinto. En muchas ocasiones sintió que se humedecía.

En una ocasión en que habían salido a cenar a un elegante restaurant ubicado en un hotel cinco estrellas del barrio, Romina se levantó para ir al tocador, un tipo de muy buena presencia para ella, la abordó y sin más le preguntó si estaba sola. Por un segundo Romina se cortó. La profunda mirada del hombre que parecía desnudarla, la enmudeció y sin contestar, continuó hacia los baños de damas. Confundida, se dio cuenta que sentía el mismo cosquilleo en el centro de sus caderas que la había inundado de calor en una ocasión similar y la había humedecido como ahora.

Ya más dueña de sí, al volver pasó sin mirar por la mesa del intruso y se sentó junto a Leandro y, después de mirar a su alrededor para confirmar que nadie la miraba, llevó ambas manos bajo la mesa y metiendo su mano izquierda bajo su vestido, corrió hacia un lado la suave tela de seda de su calzón y metió el índice de su mano derecha dentro de su vulva. Como pensaba estaba totalmente mojada. Lo retiró y estirando su dedo índice que brillaba de humedad, le dijo a Leandro:

"¿Queréis probar un aperitivo previo, querido?"

Leandro, que había seguido sus movimientos, se sonrió, le tomó la mano y lamió y succionó su dedo de inmediato. Le preguntó a continuación, cuando soltó su mano. "¿Qué, os pasó otra vez?"

Y ella coqueta le sonrió "Si. Era muy apuesto"

Esa misma noche, mientras se acomodaba a su lado, Romina tuvo su tercer y gran impacto cuando Leandro le dijo: "Quiero que os busquéis un amante"

Si todos los eventos que había tenido desde su primer encuentro con Leandro, su titi, se hubieran juntado en un solo momento precisamente allí, no habrían sido nada comparables al impacto que le produjo escuchar esas palabras de parte de él. Por un segundo que le pareció una eternidad aquilató el significado de esas palabras que parecían haber quedado reverberando en la habitación.

Después de mucha argumentación de parte de ambos, Leandro fue muy persuasivo para que la escuchara. Le dijo que él estaba consciente de cómo ella se sentía. De su juventud, de sus anhelos, de sus necesidades como mujer joven. Él la amaba demasiado para permitir que ella sufriera por su causa. Y cuando ella trató de interrumpirlo él alzó la mano para que lo dejara continuar.

"Romina, toda esta inquietud que tu sientes y que se manifiesta hora sin que tú puedas controlarla, por mucho que yo trate de desviarla o canalizarla de un modo u otro en mi dirección como trato de hacerlo, tarde o temprano puede constituirse en un quiebre irremediable entre nosotros. Es por ello que os propongo que tengáis, más bien, que os dé esta opción de que busquéis un amante, pero bajo ciertas condiciones."

Romina nuevamente trato de hablar, pero él nuevamente alzó la mano.

"Estoy consciente de que, si dejo que la cosas continúen sin rumbo, alguien puede llegar a tu lado, alguien que realmente remeza tu emocionalidad más de lo que yo puedo, y te vayáis de mi lado.

Sin poder contenerse, Romina le tomó las manos "Leandro..."

Pero él continuó. "La condición que te propongo es que, si sientes atracción por alguien, me lo digas y veamos cómo enfrentamos juntos la situación. Prefiero verte junta a cualquier hombre bajo mi aprobación, que dejar que te atraiga otra persona sin que yo lo sepa."

Todo esto habría un nuevo escenario desconocido para Romina. Los sentimientos que tenía por Leandro eran demasiado fuertes como para permitirse engañarlo. Pero, también siguiendo la línea argumental de Leandro, estaba consciente que le estaban pasando cosas con los hombres jóvenes; era algo que no podía evitar. Y Leandro estaba consciente de ello, se lo había dejado muy claro también.

Fue así como Romina a partir de esa noche, comenzó a tener amantes.

Claro, siempre será así: la mujer propone y dispone. Y fue así que no solo dejó que su apetito sexual fluyera irrestricto, sino que dejó también que su imaginación comenzara a desbocarse, considerando que en sus aventuras deseaba que Leandro fuera el testigo de sus desvaríos. El solo pensamiento la excitaba a tal punto, que debía refrenarse cuando surgía la oportunidad de seducir al hombre que se ponía en su línea de acción.

La primera oportunidad que se le presentó fue cuando en una ocasión, en que entró a una tienda de zapatos, vio como dos vendedores parecieron luchar entre sí para atenderla tan pronto la vieron ingresar. Sin dar muestras de que se había dado cuenta de esa lucha, examinó con atención las modelos que había en varios estantes en el interior de la tienda, mientras esperaba que la atendieran. Para su suerte, vio acercarse al que le pareció más guapo.

"¿Cómo os llamáis?" Pregunto coqueta Romina cuando ella estuvo sentada y el joven quedaba de pie frente a ella.

"Rubén. ¿Eligió un modelo en particular?"

"Rubén, deseo que mostréis ese modelo que tenéis en vitrina, ese que está al costado izquierdo."

El joven se movió rápidamente y volvió a los pocos minutos y se arrodilló frente a ella, y tomándole el pie comenzó a descalzarla del zapato que llevaba. Esto le permitió acariciar disimuladamente su empeine y por primera vez Romina se dio cuenta cuán sensible era esa parte de su cuerpo. La recorrió un escalofrío delicioso cuando después la mano Rubén tomó su tobillo y luego al desprender el zapato, le acarició levemente los dedos de su pie desnudo.

Esa mañana Romina se tomó todo el tiempo del mundo, haciéndolo buscar innumerables modelos, para que el joven tuviera la oportunidad de colocarle el calzado. Cuando finalmente Romina se decidió por un modelo, discretamente le colocó una tarjeta en la mano de Rubén e inclinándose levemente, le musitó al oído "Llámame hoy".

Romina, tan pronto había aceptado lo que le había propuesto Leandro, hizo arreglos en una habitación de huéspedes que tenía en la casa. Primero la hizo alhajar con gruesas alfombras a todo lo largo del dormitorio, y después hizo instalar un espejo bi direccional en el muro del costado de la cama, el que daba a una pequeña salita contigua, en donde instaló un pequeño estar con un sillón como el que Leandro tenía en el dormitorio. Eso permitiría que su esposo pudiera instalarse cómodamente a observar sin ser observado. Todo esto lo había hecho sin su conocimiento. Era la sorpresa que le tenía para cuando se diera la ocasión.

La ocasión había llegado después de varios meses desde el acuerdo. Cuando Romina llegó a casa, de inmediato le comunicó al personal de servicio, que les daba la tarde libre. De ese modo, tan pronto el personal se marchó, llamó a Leandro a la oficina desde la cual él manejaba los negocios.

"Querido, os tengo una sorpresa para esta noche. Necesito que te vengas temprano".

Efectivamente Leandro se llevó una sorpresa cuando Romina lo condujo a una pequeña salita en la que había un sillón como el que tenía instalado en el dormitorio matrimonial, y en el cual Leandro acostumbraba a sentarse ya fuera para leer o escuchar música.

"Espera" Le dijo ella, saliendo de la habitación.

Leandro se sorprendió gratamente cuando frente a él, a través de un espejo, vio encenderse una luz de la lampara de la mesita de noche del dormitorio y a Romina sentada en la cama que lo miraba sonriente desde allí, con el toque extra de haber subido el borde de su vestido de verano de modo que él pudiera ver sus bragas que apenas cubrían su coño.

"¿Qué os pareció la sorpresa, querido? Desde allí podrás ver y escuchar lo que ocurra aquí."

"¿Y a qué hora tenéis montado el espectáculo?"

"Dentro de una hora. Así que podéis acomodaros tan pronto suene el timbre de la puerta de calle."

***

Rubén la llamó esa misma tarde y Romina le dio su dirección y la hora en que debía llegar. Como a las diez de la noche, cuando el joven tocó el timbre de la casa, se asombró de ver que Romina en persona le abría la puerta de esa hermosa mansión de dos pisos a la que había llegado lleno de aprensión.

"Hola Rubén" Lo saludo Romina, haciéndolo entrar.

"Hola... señ..."

Ella, interrumpiéndolo, le dijo "Romina, llámame Romina" Le dijo mientras lo tomaba por el rostro con una mano y lo besaba efusivamente.

El joven, que se quedó extático cuando la vio abrir la puerta vestida solo con una bata de seda que hacía resaltar sus abultados pechos. No podía creer lo que le estaba pasando y más, cuando Romina tomándolo de la mano, lo guio hacia un pasillo que los condujo a un jardín, pasando por una terraza techada hacia un costado en donde ella abrió una puerta haciéndolo entrar.

En la habitación con una tenue iluminación, Rubén pudo observar que había una enorme cama doble y en un costado, un enorme espejo que la reflejaba lo que hacía que todo se viera más grande.

Una vez adentro, ella le rodeo el cuello con sus brazos y mirándolo, le dijo: "Este juego lo haremos bajo mis reglas, ¿te parece Rubén?"

"Lo que tú digas, Romina" Dijo asintiendo el joven, quien más dueño de si, la tomó de la cintura y la apretó contra él, besándola.

Ella, después de unos segundos disfrutando de ese beso, le dijo "La primera regla es que nos ducharemos. ¿Te parece?". Y a continuación comenzó a desnudarlo cosa que él se dejó hacer mientras laboriosamente trataba de acariciar su cintura, sus nalgas, mientras ella trabajaba en su ropa.

Una vez que Rubén dejó caer su pantalones y calzoncillos, quedó frente a ella con una enorme erección que Romina contempló con aprobación. El joven definitivamente estaba bien dotado, aunque no tenía muchos puntos de comparación.

Romina le señalo una puerta y Rubén esta vez tomó la iniciativa y quitándole la bata desde los hombros, la desnudó. La belleza impresionante de esa mujer, con ese cabello rubio cayendo en ondas sobre sus hombros, hizo que su erección creciera aun más y sin poder contenerse la tomó de la cintura con ambas manos y la atrajo contra él y prácticamente estrujó su boca contra la de Romina, quien esta vez se dejó hacer, sintiendo contra su vientre la dureza del grueso miembro del joven que la hizo estremecer.

Después de la ducha, Romina comenzó a secar su cabello mientras contemplaba a Rubén que la observaba mientras él también se secaba.

"¿Cómo que estás sola en esta enorme casa?" Preguntó Rubén.

"Solo por esta noche. Como comprenderéis, por discreción, le he dado la tarde libre a la servidumbre. Mi esposo se encuentra en viaje de negocios. Por lo que sí, estamos solos en esta enorme casa" Le dijo Romina imitándole el tono con una sonrisa.

Cuando llegaron a la habitación, tomando un par de zapatos que había cerca de la cama, Romina se dejó caer en la cama y alzando la mano de la que pendía el par de zapatos, le dijo:

"Quiero que me los coloquéis. Deseo saber algo"

El joven se arrodilló entre sus piernas sobre la cama, y tomando su pie y el calzado de la mano de Romina, lo alzó. En esa posición, pudo seguir con la mirada la línea torneada de su redondo y firme muslo que desembocaba en la V donde se iniciaba la abertura de su sexo.

Romina acodada sobre la cama, recorrió con su mirada el pecho y el vientre musculado del muchacho, para desembocar en esa verga que oscilaba rígida frente a sus ojos. Vio con qué delicadeza profesional le tomaba el pie que ella había mantenido alzado para él, y acariciaba su tobillo, sus dedos, antes de calzarlo. Cerró los ojos cuando el muchacho tomó su otra pierna desde la corva y la alzó para ponerla sobre su hombro. Tomando de su tobillo le besó los dedos, acarició su tobillo y su planta, antes de colocar el zapato haciendo que Romina contorsionara sus caderas sobre la cama, al sentir que su excitación ante el roce de las manos por su pie crecía sin pausa haciendo que su vulva comenzara a humedecerse.

Mientras pensaba cómo había descubierto lo erógena que era esa zona de su cuerpo, la atención de Romina se centró ahora en el roce que comenzaba a sentir en el centro de su placer. El muchacho se hallaba inclinado sobre ella y por sus ojos entrecerrados pudo observar la cara del muchacho que parecía acechar las reacciones de su rostro mientras se colocaba el preservativo. Era lo único que no le gustaba a Rubén, pero ella había sido categórica: esa era su segunda norma.

El cuerpo de Romina se tensó cuando la punta del pene comenzó a deslizarse a lo largo de los labios de su vulva. Esa sensación, así como la que había sentido en sus pies, era nueva para ella. La dura erección del muchacho la sintió rígida, pero al mismo tiempo suave mientras abría el centro de su placer y la penetraba profundamente, abriendo las húmedas paredes de su vulva que se envolvieron palpitantes a su alrededor.

Todos la confusión, aprehensión y sentimiento de culpa que Romina tenía hasta ese momento, se fueron al traste cuando el joven, con suavidad al comienzo para después tomar un ritmo desenfrenado, comenzó a culearla. Romina sin poder evitarlo comenzó a gemir sin pausa, y en un acto de lascivia, rodeó con sus piernas la cintura del muchacho para después cruzar sus pies calzados con las chalas veraniegas contra el culo del muchacho, en un intento de generar la máxima presión sobre sus glúteos y responder cada empuje de Rubén con un apretón de sus piernas y un empuje de su pelvis hacia él.

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