El Abogado. Cap. 05

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Las bases de un acuerdo profesional.
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Parte 5 de la serie de 6 partes

Actualizado 06/09/2023
Creado 08/31/2018
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Las bases de un acuerdo profesional

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En las películas, en que hay una escena en que alguien aparece preguntando: '¿Hay alguien aquí?', lo que viene después generalmente desemboca en algo muy trivial. La misma trivialidad que tiene la escena previa a la pregunta.

En el presente caso, ni lo que pasaba antes de escucharse esa pregunta en la recepción de mi oficina, era trivial, ni tampoco eran triviales las opciones que existían cuando yo tuviera que responder a esa pregunta.

Segundos antes de escuchar la voz de Ernesto Mardones, ex compañero de universidad, porque no había duda de que era él, había quedado de llegar a mi oficina más o menos a esa hora, yo estaba sentado en mi sillón gozando de una mamada que me estaba propinando Romina quien había decidido tomar el rol de mi secretaria el día anterior, lo que sin duda no tenía nada de trivial.

Por otra parte, estaba el hecho de que mi mente trabajaba a trillones de bytes por segundo, pensando en lo que pasaría a continuación si respondía a Ernesto comprometiendo la 'posición' de Romina, y lo digo literalmente, ya que ella estaba arrodillada debajo de mi escritorio, con mi verga dentro de su boca a punto de que el glande tocara su campanilla.

Los eventos que venían después como respuesta, estaban también lejos de ser triviales.

Nuevamente la sangre fría que había demostrado Romina en situaciones al límite, y que forma parte del bagaje mental de todas las mujeres, cosa que nosotros los hombres estamos lejos de llegar a poseer, apareció una vez más. Con una calma admirable, retiró mi pene de su boca, restañó con su mano la humedad que empapaba a mi verga, producto de mis emisiones y a la saliva de ella, la metió en mi pantalón y mirándome llevó su dedo índice a sus labios para indicar que guardara silencio, y se acurrucó en el hueco de mi escritorio al tiempo que tiraba de mí para que adoptara una posición normal antes de contestar.

Sosteniendo el auricular del teléfono en mi mano le dije: "Ernesto, estoy aquí. Pasa por favor". Cuando lo vi en el dintel de la puerta de mi oficina, con mucho aspaviento dejé el auricular en su sitio y agregué: "Perdona que no salí a saludarte, tenía una llamada. Por favor siéntate."

Se inclinó hacia mi y me estrechó la mano antes de tomar asiento en la silla enfrente de mi escritorio, diciendo "No sabes el gusto que me da verte. ¿Sabes?, la puerta estaba abierta por eso tuve que entrar y llamar. ¿No está tu secretaria?"

"Si. Pero justo ahora tuvo que salir a buscar un paquete con documentos que nos avisaron que había sido depositado en nuestra casilla de correo. Probablemente no cerró bien la puerta." Lo dije lanzando esa palabra con el claro propósito de advertencia a Romina, que parecía haberse acomodado y colocado sus brazos sobre mis piernas.

"Bueno, Luciano, tengo un montón de cosas que contarte."

"Soy todo oídos."

"Bueno, tal como te comenté necesito que te encargues de mi divorcio, pero tomando el caso en la posición de abogado de mi esposa".

"A ver. Y como contactaré a tu esposa, ¿me puedes explicar?"

"Espera, deja que haga un poco de historia. Hace tres años, el mismo año en que me fui de Chile para estudiar afuera como tú sabes, conocí a la hija del embajador de Puerto Rico en una fiesta a la que me había invitado el encargado de negocios de ese país, de quien me había hecho amigo antes."

"¿Y cómo se llama la hija del embajador, o sea, tu esposa?"

"María Alejandra. Sí. No me digas nada, tiene el típico nombre de los dramas cebollentos de la televisión centro americana".

"Bueno. Tú lo dijiste"

Mientras conversábamos, Romina había tratado de mover con mucho cuidado sus manos por mi entrepierna, como tratando de que yo no advirtiera nada, y había logrado abrir mi bragueta, pero sin ir más allá de eso.

"Salimos con María Alejandra por casi tres meses, me enamoré y ese mismo año me casé con ella y nos fuimos a vivir a su país, en donde precisamente tomaría el master en política internacional que era parte de los requerimientos de la empresa para la cual trabajo en la actualidad."

"O sea, ¿tu matrimonio duró tres años?" Pregunté.

"No. Duró menos de un año" Respondió, bajando la vista en un sentimiento de pesar.

"¿Cómo así?"

"Tan pronto llegamos a Puerto Rico, conocí a una nueva María Alejandra. Ella siempre mostró una personalidad muy extravertida, que es muy típico de las centroamericanas. Pero allá, simplemente se convirtió en un huracán. Teníamos fiesta unas tres veces por semana. Yo estaba estudiando y tu comprendes un doctorado exige una dedicación exclusiva, no es como cuando estudias en la universidad que tienes cómo barajártelas para pasar algún ramo. Por esa razón llegó un momento en que le dije que tenía que pasar para una de esas invitaciones. En Puerto Rico, la mujer de cierta posición social alta, como la de María Alejandra, tiene mucha independencia, casada o no, por lo que en algún momento acepté que, a una fiesta a la que ella deseaba asistir y a la cual yo no podía porque tenía que estudiar para ciertos exámenes., la viniera a buscar una amiga para acompañarla."

"Humm" Dije yo.

"Si. Tú lo captaste bien. Allí comenzaron los problemas. El hombre caribeño es como el argentino, muy entrador, por lo que tienes que estar muy atento en cómo reacciona tu pareja frente a un asedio masculino. Por otra parte María Alejandra como buena caribeña, es muy demandante... como te lo digo... exigente sexualmente. Durante los primeros meses de matrimonio, teníamos sexo todos los días, parecíamos conejos. Incluso en los fines de semana lo hacíamos en la mañana y en la tarde. Y lo hacíamos en cualquier lugar, no solo en el dormitorio, también en la sala de estar, en el baño, en la cocina, incluso en el auto o en lugares públicos. En el cine, solíamos sentarnos al fondo, porque María Alejandra no tenía reparos en darme una mamada allí en la oscuridad."

A esta altura del relato de Ernesto, las manos de Romina ya no estaban quietas. Lentamente había metido su mano en la abertura de mi bragueta y sus dedos se movían de arriba abajo acariciando mi pene, ahora totalmente erecto. Ella, al escuchar el inicio de la historia de María Alejandra, se sentía dueña de la situación y había tomado el control total de mi entrepierna.

"Ernesto, ¿Qué te parece que nos vamos a un café que hay abajo y sigues allí tu relato?" Le dije, en un intento de que Romina pudiera salir de su incómoda posición. Sin embargo, al escuchar eso, sentí que las manos de Romina me tomaban la verga de dos partes y me apretaban, indicándome así que era una mala idea. Cerré los ojos por un segundo, cuando ella comenzó a descorrer el prepucio y me acarició con su índice la punta del pene untando alrededor el líquido que manaba de allí, producto de mi creciente excitación.

"La verdad Luciano, que aquí estamos super cómodos. Además, esto es más privado que un café. ¿No te parece?"

De pronto vi aparecer la mano de Romina entre mis piernas, levantando el pulgar en señal de aprobación.

Vivimos en democracia, por lo que tuve que aceptar la moción propuesta. Dos contra uno.

"Si tienes razón" Le dije, dando por terminada la cuestión.

"Y hablando de café, vi que en la recepción hay una cafetera, ¿te parece que prepare un par de tazas?" Dijo, y tomando las dos tacitas que Romina había dejado momentos antes, se levantó antes de que le diera una respuesta.

Miré hacia abajo, en donde Romina se había acomodado apegándose mucho más a mi sillón lo que le permitió colocar su cara en mi entrepierna mientras sonreía feliz como una chiquilina, ante toda la situación.

Minutos después apareció Ernesto con sendas tazas de café más el azucarero.

"Te traje azúcar, por si querías. Yo me acostumbré en Puerto Rico a tomarlo negro"

"Si. Le pondré una cucharadita" Dije.

Ernesto continuó su relato, dándome detalles íntimos de su relación con su esposa.

"Como te dije, la exigencia sexual de María Alejandra no tenía límites, así como su deseo por fiestas permanentes. Por otra parte, adicionalmente al tema de mis estudios, tenía que hacer continuos viajes a Nueva York en donde tiene la sede la empresa para la cual trabajo, con el objetivo de que me fuera familiarizando con sus procedimientos operativos, así como también para que conociera su cartera de clientes. Esta empresa es enorme y sus principales clientes son bancos de la región, por lo que tu puedes comprender que la exigencia del trabajo es también enorme."

En ese momento Romina hizo algo inesperado, la sentí que no solo sus dedos estaban jugando con mi pene, sino que había entrado en acción algo suave y húmedo. ¡Romina comenzaba a jugar con su lengua a lo largo de mi pene!

"¿Y qué pasaba con tu esposa mientras tanto?"

"A eso quiero llegar. María Alejandra para que te hagas una idea, participó un año antes de que nos casáramos, en el concurso de Miss Puerto Rico, por lo que te puede imaginar el pellejo que se gasta. Mira, aquí tengo una foto de ella, que le saqué en la playa" Y me pasó una foto. "¿Quieres otro café?" me dijo tomando las tacitas y dirigiéndose a la recepción.

Yo miré la foto por un par de segundos. Efectivamente María Alejandra era una morena espectacular, con pechos no muy grandes, pero al igual que Romina, poseía un trasero y piernas impresionantes. En ese mismo momento sentí un apretón en mi verga. Romina también quería conocerla. Le pasé la foto para que la mirara, mientras Ernesto preparaba el café.

Romina me dio su aprobación y continuó con lo que se habían convertido sus caricias: una mamada sin restricción.

"¿Así que ella será mi clienta?" Dije con un tono festivo un poco más alto que mi tono normal para que Ernesto me escuchara desde la recepción, mientras acariciaba la cabeza de Romina que había iniciado un bombeo impresionante tragándome toda la verga.

Él me contestó en el mismo tono "Si. Pero es un pellejo de cuidado. Así que te recomiendo que mantengas distancia"

Sentí el apretón de la mano de Romina en mis bolas, indicándome que compartía la advertencia de Ernesto.

Ernesto volvió con los cafés se sentó y esta vez su tono era de seriedad.

"Amigo mío. Lo que voy a decirte ahora, forma parte del lado oscuro de mi relación y que dio lugar al quiebre de mi matrimonio. Habían pasado unos ocho meses de matrimonio en que ocurrió todo lo que relaté. Hasta ese momento yo no tenía sospecha alguna respecto de María Alejandra como esposa. Pero como dicen, el marido es el último en enterarse y por terceros, tuve la desagradable prueba de que ella me engañaba, no con un individuo, sino con varios. Definitivamente al parecer, María Alejandra sufre de algún síndrome de adicción al sexo."

"¿Tuviste alguna prueba real de su infidelidad?"

"Contraté un detective privado y logró estas fotos" En ese momento Ernesto sacó de su chaqueta un sobre medio oficio y me lo entregó.

"Humm. En esta foto se la ve haciéndole sexo oral a un individuo, pero, ¿realmente es ella?"

Al escuchar la palabra 'sexo oral', pareció entusiasmar a Romina ya que a medida que hablábamos, se había puesto cada vez más agresiva con mi pico, y ahora le daba no solo chupadas sino pequeños mordiscos a la cabeza.

"Ese es uno de mis problemas, ya que estas fotos no podrían servir de prueba en mi demanda de divorcio para acusarla de infidelidad."

"Serían pruebas circunstanciales" Agregué.

Romina pareció estar de acuerdo porque asintió moviendo la cabeza de arriba abajo, pero esta vez, con su boca llena de mi pico.

"Correcto. Es por ello que quiero que esta demanda de divorcio se haga de la manera más civilizada posible." Dijo Ernesto.

Romina siguió estando de acuerdo con esa idea, y movió su lengua además alrededor de todo el tronco.

"¿No trataste de que tuviera ayuda profesional?" Le pregunté.

La boca de Romina, a medida que avanzaba el diálogo con Ernesto, se ponía más y más activa. Había comenzado casi a lograr ritmo en su mamada.

"No. No hubo la oportunidad. Ahora es tarde para ir por ese camino. Bueno, Luciano, ya tienes una idea general del escenario al que te enfrentas. Hablemos ahora de la estrategia. La idea es que yo te ponga en contacto con mi amigo el cónsul. Él se encargará de recomendarte como su abogado al cual María Alejandra puede confiar. Ella está consciente de que puede ser acusada de infidelidad, pero no está dispuesta a tranzar. En este momento hay algunas cosas en juego, de las que debo contarte, porque tampoco deseo ser esquilmado por ella."

"Entiendo".

"Yo en la actualidad poseo tres propiedades, dos en Puerto Rico y una casa de veraneo en Cachagua-Chile. Tengo algunas inversiones afuera. No estamos separados de bienes, y ella por su parte, también posee propiedades que heredó de su padre, por lo que necesito que veas las implicancias tributarias para cuando llegue el momento de realizar las particiones. Como ves, es un caso difícil"

"¿Cuándo crees que me pondrás en contacto con María Alejandra?"

Romina me apretó el pene con su boca y sentí que deslizaba su mano hasta los confines donde se une el pene con mi ano.

"Esta tarde me juntaré con el cónsul de Puerto Rico, mi amigo, para que tome tus datos y así puedas ponerte en contacto con ella. Así que dame tu tarjeta"

En ese momento Romina, previendo que la reunión terminaba, me sacó de su boca arreglo mi pantalón y se retiro hacia el fondo del escritorio, permitiéndome que me levantara y me despidiera de Ernesto.

Quedó de venir nuevamente después que me contactara con su esposa, para saber qué exigiría para darle el divorcio. Me quedé de pie hasta que escuché a Ernesto cerrar la puerta de la oficina. Fue el momento en que Romina emergió del fondo del escritorio y se sentó sobre mi escritorio y me rodeó el cuello con sus brazos.

"¿Cariño, te vas a hacer cargo de esa perra, la tal María Alejandra?"

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