El Investigador Cap. 03

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El investigador se convierte en investigado.
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Parte 3 de la serie de 10 partes

Actualizado 06/08/2023
Creado 12/27/2016
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El investigador se convierte en investigado.

"Como recordarán, Karen y Chase se conocen en un bar y Chase pretende ingresar a las dependencias de la NASA en donde Karen, trabaja como científico. Cinco días antes, un ingeniero de la NASA jefe de Karen, es brutalmente asesinado, sin que hasta ahora se sepa de sus hechores y menos de su motivación.

Si la historia es de su agrado, sus comentarios serán bien recibidos, cualesquiera que sean. "

*****

1

Esa mañana después de comunicarse con Vicky, con quien quedaron de encontrarse para charlar y almorzar junto con Sandra, su otra amiga de salidas nocturnas, Karen reflexionaba mientras tomaba su café en la mesita de la cocina. Su encuentro con Chase, el hombre que había conocido en el bar que acostumbraba frecuentar con sus dos amigas, la había dejado con un sabor amargo, el que siente uno cuando después de haber disfrutado, todo aquello que formó parte de ese momento, se escinde, y deja de formar parte de esos recuerdos ordenados que la mente ha construido.

Cuando ella abordó a Chase, con ese desparpajo que la sorprendía a veces, lo había hecho porque cuando lo vio de lejos, algo en él había llamado su atención. No era sólo porque él había mantenido contacto visual tan pronto ella entró y se sentó junto a sus amigas en la barra, muchos hombres lo hicieron, sino había sido la franqueza de su mirada, que al acercarse a él, se lo confirmó: sonreía con esa mirada insolente del que se siente seguro de sí mismo. Y eso para ella había sido el acicate final para invitarlo de inmediato para que se fuera a donde él quisiera, sólo quería culear con él, y confirmar si su potencia sexual sería igual como su mirada.

Cuando desviaba la atención de su mente lejos de sus momentos de intimidad y salía a relucir su mente racional, dura, controlada, pasaba a preguntarse por qué la había drogado. Algo no calzaba en todo esto. Por otra parte, también le había llamado la atención que su jefe, el ingeniero Walter Brin, hacía días que no venía a su laboratorio y al consultar con otras personas, le contestaron que había dado parte de enfermo. Eso tampoco le calzaba, ya que su jefe era un tipo que, durante los tres meses que llevaba trabajando con él, había mostrado tener un estado físico excelente, gracias a su diario entrenamiento en el gimnasio de la NASA, lugar en donde Karen también acostumbraba a realizar su rutina diaria de ejercicios aeróbicos y también de yoga, y nunca lo vio que lo aquejara algo.

Sonrió cuando recordó respecto de sus rutinas de yoga, ya que dos asistentes del laboratorio de electrónica, que trabajaban en una oficina adyacente a la suya, cuando la vieron una mañana temprano, aparecer con su atuendo de yoga, se la quedaron mirando embobados y a partir de entonces, habían comenzado a ejercitarse todas las mañanas, cerca de las máquinas que ella utilizaba, lanzando miradas furtivas mientras hacía sus rutinas. Claro, a Karen le complacía tenerlos como sus admiradores, y lo hacía cambiando frecuentemente los colores de su indumentaria y especialmente sus tops sueltos, que caían como cascadas por sus abultados pechos. Demás está decir que sus mallas, apegadas a sus caderas y muslos firmes, no dejaban nada a la imaginación, marcando cada curva, especialmente sus caderas que nacían se su estrecha cintura y se abrían hacia sus nalgas redondas. Sus rutinas se habían convertido en todo un espectáculo para sus dos admiradores y en muchas ocasiones, los sorprendió parados en sus máquinas de ejercicio, tan solo contemplándola. Eso era especialmente evidente cuando hacía sus ejercicios en la máquina que asemejaba escalamiento, ya que hacía que se marcara claramente la dureza de su trasero al subir y bajar. Karen se sonreía coqueta, exagerando el balanceo de sus caderas. Nunca se le habían tratado de insinuar; eran sus amantes platónicos. Karen, de naturaleza sensual, se sentía deseada y eso la excitaba sobremanera. En una ocasión mientras estaba consciente de que la observaban, dejó correr su imaginación, y se los imaginó que se acercaban a ella, uno por detrás y otro por delante, que se pegaban a ella, insinuantes, haciéndola que sintiera la dureza de sus erecciones; uno apoyaba el bulto de su verga entre sus nalgas, mientras besaba su cuello y bajaba sus manos por su ingle, para acariciar y buscar su vientre apretando la pequeña curva del comienzo de su sexo, mientras el otro se apoderaba de sus tetas y apretaba su ingle contra ella, para que sintiera su erección a lo largo de la hendidura de su vulva, cubierta por la tela de su chandal, excitándola con la insinuación de una penetración, y la besaba, mordiendo sus labios, metiendo su lengua en su boca. Y poco a poco ese juego mental se hacía más provocativo; el que estaba detrás, tomaba el borde de su apretado pantalón de yoga y lo deslizaba hacia abajo por sus caderas, dejando al desnudo sus nalgas y parte de sus muslos. Esta vez sí podía sentir su suave glande recorriendo por el centro sus nalgas, que sus manos abrían ansioso y la humedad, que había comenzado a emerger desde la punta, hacía más suave su recorrido, para apoyarse en la estrella de su ano para dejarlo allí, palpitante, como pidiendo entrar. Y su excitación desatada, hacía que su ano se expandiera y se cerrara como la boca de un pez, permitiéndole que él entrara la punta de su esponjoso glande y ella empujaba hacia atrás y lentamente, lo dejaba entrar mientras las manos de él apretaban firme sus caderas para empujarse hacia ella y penetrarla profundo. Y el que estaba delante, había comenzado a apuntar su dura erección por el centro de su vulva mojada, y con los dedos de ambas manos, abría sus labios y hacía que sintiera su glande de arriba abajo por su hendidura que se abría deliciosamente y mientras mordisqueaba sus pezones, le introducía su verga dura, para sacarla y comenzar a recorrerla nuevamente de arriba abajo sin penetrarla esta vez, haciendo que su mente estallara de deseos de probar nuevamente su penetración, rogando que se la metiera hasta el fondo, para sentirlos a ambos culeándola hasta que estallaran dentro de ella. Era su juego día por medio en el gimnasio, y sabiendo lo mojada que quedaba con esas imágenes mentales, tomaba su toalla cuando se dirigía a las duchas, y la llevaba apoyada por el frente de su cuerpo, para no mostrar la mancha en su entrepierna, que delataba el estado de excitación con que terminaba.

El agua corría por su cara levantada hacia la fina lluvia que caía lentamente y bajando por su cuello, se convertía en una pequeña lengua de agua entre sus pechos, para cubrir su vientre, y seguir entre las líneas de su ingle y bajar entre sus muslos. Sus dedos estaban incrustados ahora entre los labios de su vagina, mientras su mente se poblaba de esas imágenes que rememoraba sus rutinas en el gimnasio y de pronto se dio cuenta de que todas ellas venían nítidas, con todo ese detalle de un erotismo exasperante y estaban siendo gatilladas por lo que había pasado esa noche con Chase. Se recordaba ahora, con la fuerza de un acontecimiento generado sólo minutos atrás, cómo la había acariciado, apretado sus pechos, besado sus pezones. Le había hecho precisamente todo ese juego que dibujaba segundos antes su imaginación, eso de excitarla llevándola casi al borde del paroxismo, haciéndola gemir, suplicándole con su cuerpo y con sus ojos, que ella lo necesitaba, que no continuara con ese exasperante juego de de abrirle los labios de su vulva con su glande, de arriba abajo, penetrándola apenas, para sacarlo y continuar provocándola, inmisericorde a sus peticiones. En cambio, había bajado de rodillas entre sus muslos y la había tomado de sus nalgas y levantando sus caderas, había colocado su sexo frente a su boca, como si fuera un sacerdote a punto de beber del cáliz de su vulva y mientras la miraba, le había introducido su lengua hasta que su boca no pudo avanzar más. A partir de ese instante, sus dedos habían sido precisos y violentos en su movimiento, recorriendo cada intersticio, dibujando cada pliegue de su vulva hasta que había sentido que su cuerpo no resistía más, y se había abandonado a ese orgasmo que había remecido su cuerpo, mientras los pulgares de él rozaban, sin detenerse, el botón enardecido de su clítoris, exactamente de la misma forma en que sus dedos, bajo la ducha, estaban ahora imitándolo, obligándola a apoyarse hacia atrás contra la pared, sintiendo la helada cerámica contra su espalda, para quedar inmóvil, esperando que pasara ese instante de solitario placer. Su mente procesó de inmediato, que sus dedos no podían reemplazar todo el placer que Chase le había entregado esa noche, después de excitar su concha con su boca, la había girado sobre la cama, abierto los globos de sus nalgas y la había penetraba por atrás, hundiendo su verga en su concha ardiente, mientras sus manos se apretaban contra las sábanas, del mismo modo que ahora se apretaban contra sus pechos. Gimió frustrada de no poder tenerlo allí con ella y abrió la llave del agua helada al máximo, sintiéndose como una perra en celo.

****

2

Catherine después de escuchar la invitación de Chase, prácticamente voló hacia su departamento. Cuando tomó su automóvil, las llantas rechinaron en el silencio del estacionamiento vacío, dejando clara una mancha en el piso por efecto de la fricción de las gomas de sus neumáticos. Quería cambiarse de ropa para ese almuerzo al que la había invitado Chase. Era la primera vez que lo hacía desde que trabajaba con él. Quería que la viera bella. Deseaba que la viera elegante y sexy a la vez. Mientras conducía a la máxima velocidad que las normas de tránsito le permitía, aunque tuviera licencia para violarlas, no quería verse enfrentada a una pérdida de tiempo frente a un policía acucioso, recorría mentalmente su guardarropa. Cuando llegó al estacionamiento de su edificio, cerró su automóvil y ubicando las llaves de su departamento, corrió por las escaleras hasta el segundo piso donde vivía. Entró, tiró las llaves y se dirigió hacia el dormitorio, mientras iba despojándose de sus ropas, hasta quedar desnuda, como si Chase la estuviera esperando en su cama. Se dio una ducha rápida y mientras se secaba abrió su ropero y fue hurgando su guardarropa. Los grandes espejos del ropero, reflejaban su cuerpo moreno, mientras se iba probando encima lo que a ella le parecía más adecuado para esta, que ella consideraba su primera cita con Chase. Si no lo era, se encargaría que lo fuera de una manera u otra. Buscó algo que realzara su figura. Él siempre la había visto con esos trajes formales de oficina o con pantalones. Finalmente se decidió por uno que la cubría desde el cuello hasta más arriba de sus rodillas, dejando parte de su espalda y hombros descubiertos. El vestido oscuro, realzaban sus pechos generosos. Los pliegues de la tela de la falda que se abría amplia, caían en punta hacia los costados, mostrando casi la mitad de sus muslos, y se abría en una V, insinuando un recorrido hacia el centro de su femineidad; sus piernas y sus pantorrillas se realzaban con los zapatos de tacones altos que se ataban a sus fuertes tobillos. Se miró al espejo, y movió su generosa cabellera negra de lado a lado e hizo un puchero con sus gordos y sensuales labios, lanzando un beso a la imagen reflejada. ¡Catherine Solano, estás para matar! se dijo, cuando se untó el perfume por su cuello.

****

3

Karen cerró su automóvil Mercedes deportivo y le pasó las llaves al encargado que la miraba embobado, y se dirigió hacia la entrada del Abbis Restaurante. La encargada la saludo y la condujo hacia una zona de terrazas, anexo al gran salón principal, que estaba rodeada de grandes ventanales de cristal, en donde le habían asignado su mesa. Se sentó y miró la bahía y parte de la lengua de mar que en este momento mostraba gran actividad de pequeñas embarcaciones de pesca y por lanchas que desplazaban a gran velocidad entre ellas. A Karen siempre le gustó este restaurante, precisamente por estar al lado del mar; la relajaba contemplar el movimiento de las olas y hoy, sentía que lo necesitaba más que nunca. Miró la hora y en ese preciso momento vio entrar a sus amigas que eran acompañadas por la maitre. "Hola, son muy puntuales" Le dijo cuanto Vicky y Sandra se agacharon para besarla.

"Nos moríamos de ganas de verte" Dijo Vicky mientras tomaban asiento y la maitre les pasaba la carta de vinos.

"Por favor, ¿podría traernos esto a las tres?" Le dijo Karen señalando un renglón de la carta.

"Enseguida" Dijo la joven maitre alejándose.

"Pero, cuenta, cuenta. Me dejaste muy preocupada con el tono con que me hablaste hoy" Dijo Vicky mirando atentamente a Karen.

"¿Sí? No me pensé que fuera así." Contestó.

"Y nos quedamos muy intrigada ayer cuando partiste tan decidida con ese tipo. Tenía un físico impresionante, por lo que pensamos que nos darías un informe completo. Es lo menos que nos merecemos" Dijo Sandra, con la cara cruzada por una sonrisa que hacía brillar sus dientes blancos.

"¿Lo menos? ¿Y lo más sería que las invitara a participar de una orgía con él?" Le dijo Karen lanzando una carcajada a la que se unieron sus dos amigas.

En ese momento apareció un garzón con sus tragos, con lo que se inició la conversación.

Karen miró a sus amigas, que estaban atentas, como unas colegialas esperando que la maestra iniciara la clase.

"¡Ya, déjense de mirarme así!" Les espetó Karen.

"Pero, ¡qué esperas, si te vimos abordar a ese tipo y en un segundo saliste del bar y no supimos más de ti!" Dijeron casi a coro sus amigas, después de tomar otro trago de sus copas.

"Bueno, ya. Les diré que pensaba que lo iba a dejar muerto después de los primeros 20 minutos, porque yo estaba no saben cómo. Pero me salió el tiro por la culata. El me dio como bombo en fiesta de carnaval. Perdí la cuenta las veces que me hizo acabar, y a tal punto, que en un punto me desmayé" Les dijo Karen, tomando su copa y dándole un largo trago, mientras observaba a sus amigos con los ojos abiertos como huevos la escuchaban en silencio con un estupor como no podían disimular. Claro, les había mentido al no contarles que Chase la había dejado durmiendo drogada. Algo le decía que eso no debía comentarlo. Su intuición le decía que él no querría que lo comentara. Por un momento pensó que estaba loca, ¡ahora lo estaba justificando, justificando lo que le había hecho! ¡Karen, que pasa contigo! Trató de centrarse en el hecho de que estaba con sus amigas.

"¿Puede ocurrir algo así realmente, teniendo sexo solamente?" Preguntó Sandra.

"Por supuesto" Respondió Vicky, como si ella hubiera sido la protagonista. Sintió un cosquilleo en su vientre mientras Karen hacía su relato.

¿Cómo era posible que a ella nunca la hubiera ocurrido algo así? Se preguntó mentalmente.

"¿Pero, quedaste de verlo nuevamente" Preguntó ansiosa Vicky.

"No. Cuando volví en sí, se había ido" Respondió Karen.

"¡El muy maldito!" Exclamo Sandra.

"¿Pero cómo es posible que te haya hecho algo así?" Agregó Vicky.

En ese momento apareció el garzón, para preguntar si estaban listas para ordenar. Las tres se habían quedado en silencio, estaban demasiado ofuscadas para responder, mientras el joven garzón se quedaba a la espera. Karen fue la primera en reaccionar. Tomó la carta y sus amigas hicieron lo mismo. Después de unos minutos, cada una le indicó sus preferencias, junto con pedir una botella de vino. El garzón se marchó con su pedido y Sandra y Vicky nuevamente dirigieron su mirada hacia Karen, y trataron de indagar más acerca de lo que había ocurrido.

****

4

Catherine, cuando bajó de su automóvil y le entregó las llaves al encargado de estacionarlo, se sorprendió gratamente cuando vio a Chase, que la esperaba a la entrada del Abbis Restaurante.

Caminó con paso decidido hacia él y su rostro se iluminó cuando lo vio sonreír como si se diera cuenta recién de que era ella. Cuando estuvo cerca, se estremeció cuando él, alargando su mano, la tomó del antebrazo y se acercó para besar su mejilla al mismo tiempo que le susurraba al oído: "¿A quién quieres matar de la impresión?"

Ella coqueta le respondió posando sus enormes ojos negros en el rostro de él: "Esperaba que a ti" "Estuviste a punto de lograrlo" Contestó Chase, mientras la guiaba hacia el interior y se acercaba a la maitre que los esperaba sonriente, como era su costumbre.

"¿Y qué faltó" Preguntó ella mimosa, esta vez apoyando ambas manos en su bicep, en un gesto de intimidad que sólo se hubiera dado en una pareja formal, situación que corrigió de inmediato, alejándose medio paso. No debía apresurar de esa manera las cosas, aunque se muriera de ganas de besarlo en ese momento. Se veía demasiado masculino en su traje oscuro. Siguieron a la maitre, que los instaló en el salón principal.

Conociendo el lugar, Chase prefirió quedarse en esa zona, en la que había cubículos de cuero circulares, bastante cómodos y que también entregaban mayor privacidad, pensando en que debían conversar la tarea que tenían para la noche. Cuando Catherine se detuvo junto a la maitre que le indicaba el lugar, interpretó todo de la manera que ella deseaba: el lugar tenía una intimidad que nunca pensó que pudiera compartir con Chase y menos en esta, que para ella, era su primera cita con él. Los datos estaban tirados, y sólo tenía que acomodarlos adecuadamente.

La luz del mediodía caía de tal manera, que generaba un reflejo opaco en los ventanales que corrían a lo largo del salón principal del restaurante, impidiendo que sus ocupantes vieran a las personas de la terraza.

Al contrario, desde la terraza sus ocupantes podían observar perfectamente a las personas que estaban sentadas en el salón principal. Y eso era precisamente lo que había ocurrido. En un momento dado, Karen miró hacia el salón principal tratando de buscar con la vista al garzón, para que trajera unos vasos de agua, cuando atónita, observó a la pareja que estaba sentándose en uno de los cubículos de cuero a pocos metros del lugar en que ella y sus amigas se habían sentado. Toda la sangre bajo de su cara y sus manos se apretaron a la mesa, mientras un escalofrío helado la recorría. ¡Allí estaba el causante de todas sus inquietudes, el que había hecho girar en 180 grados toda su entereza, todo ese control que siempre había tenido frente a los hombres! Vicky y Sandra que la estaban mirando, esperando que respondiera una pregunta que le habían hecho, observaron su rostro demudado y viendo hacia donde tenía clavada su mirada, la siguieron, para darse cuenta también que se trataba del mismo hombre del bar. Ambas amigas se acercaron una a cada lado y tomando sus manos se las apretaron diciéndole:

"¡Tienes que tomarlo con calma, amiga!"

"Sí. Estoy calmada" Les dijo, mirándolas y asegurándoles al apretarles las manos de vuelta, que no haría ninguna escena.

"¡Creo que es lo que corresponde!" Dijo Vicky

"¡Debes demostrarle que eres una dama!" Le aseguró con firmeza Sandra.

"Sí, ahora almorcemos y pensemos que esto no pasó" Les dijo Karen, cuando vio que el garzón traía sus platos, no muy convencida del sentido de lo que estaba diciendo. Había pasado y mucho. Ahora tenía que saber cómo poder coordinar su propia salida con la salida de la pareja. Ya que de una sola cosa estaba segura: tenía que saber quién era él, aunque tuviera que seguirlo a la luna. Miró con furia la hermosa morena que lo acompañaba. ¡El maldito sabe escogerlas!, pensó mordiéndose los labios de celos. Era algo que su mente racional, nunca se lo hubiera permitido. Pero no ahora, sabía que su mente de científica no existía. Ahora las circunstancias eran otras, razonó. ¿Pero, lo eran realmente, no había sido ella la que lo había abordado para culear con él. No había sido ese su solo propósito? Nunca se le había pasado por la mente verlo nuevamente, no era lo que acostumbraba hacer con sus ligues de bar. A la cama y a la papa. Y eso sería todo. Incluso, a muchos no les permitía que la besaran, eso tenía un significado de mayor intimidad del que ella estaba dispuesta a entregarles. Pero ahora, se daba cuenta indignada, que había sido él quién había fijado la reglas, que ella había sido su juguete sexual y ella le había permitido todo. ¿Debía chistar acaso? Sólo tenía que lamerse como una gata sus heridas. ¡Pero, espera! ¿Y qué pasa con el hecho de que te haya drogado? Su línea de pensamiento fue interrumpido por la voz de Vicky, que la observaba viendo que su amiga estaba sumida en otro mundo.

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