El Masajista 3ra. Parte

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Su madrastra debe realizar su trabajo muy particular.
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Parte 3 de la serie de 8 partes

Actualizado 03/18/2021
Creado 11/27/2014
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El masajista. 3ra. Parte

La madrastra debe realizar su trabajo muy particular

La verdad pocas veces es pura y nunca simple

Oscar Wilde

Esa tarde, Josefa se arreglaba para salir bajo la mirada atenta de su hija.

"Qué hermosa te ves en ese vestido, mamá", le dijo Lucía mientras le tocaba los encajes de las mangas del vestido negro que había elegido para la cena de aquella noche, en la que debía acompañar al ejecutivo que la había contratado a través de la agencia GLAM.

El vestido era sobrio pero elegante. El cuerpo pequeño de Josefa, con sus pechos enhiestos y su cintura estrecha que hacía resaltar sus caderas y su trasero, se enmarcaba muy bien en el traje que llegaba hasta el borde de sus rodillas. El pelo suelto y unos pequeños aros destacaban la finura de sus facciones, que la hacían parecer de unos 26 en lugar de las 33 que tenía. Como accesorio adicional sólo una pulsera de brillantes, zapatos de taco alto y un pequeño estuche con el mismo tipo de bordado del vestido, completaban su atuendo. Esa noche era la primera de una serie de eventos en los que tendría que ser la compañía del ejecutivo oriental que le había tocado, y su presentación debía ser impecable. Cuando conoció al ejecutivo en la reunión de la mañana, él quedó muy impresionado de Josefa, por lo que al terminar el evento, le dijo que quería que lo acompañara esa noche a una gala que habría en la embajada de su país, para lo cual él la presentaría como su asesora del área de turismo de Chile, por lo que Josefa no debería preocuparse de nada al respecto. Ambos estaban conscientes de la situación y él había sido lo suficientemente cuidadoso, de guardar las apariencias.

Por otra parte, Helen ya se había encargado de tomar una habitación en otro hotel distinto en el cual Josefa pernoctaría con el ejecutivo chino. Eso evitaría cualquier suspicacia de parte del personal del hotel en el que éste se alojaba normalmente, teniendo en cuenta que Josefa debería encontrarse allí con él durante todos los días que duraran los eventos, para los que había sido contratada. Helen era la que se encargaba de toda la logística, incluyendo el cobro de las tarifas. Era así que ninguna muchacha debía recibir dinero de las personas que ellas acompañaban, ya que corrían el riesgo de que alguien las acusara de proxenetas.

Mientras pensaba en eso, le preocupaba que Esteban pudiera llegar en ese momento y la viera en esos preparativos, situación que le sería muy difícil de explicar.

Se apuró con los últimos detalles, le dio un beso a Lucía y llamó a la nana para informarle que salía.

Un taxi que había contratado, el mismo con el que había ido a buscar a Lucia en la tarde al colegio, la estaba esperando.

Mientras se dirigía a la embajada china, Josefa revisaba el evento de la mañana, en que había tenido la oportunidad de conocer a Yun Lo. Había resultado ser un tipo de modales agradables, de unos 45 años de edad, mediana estatura, quién se sintió sorprendido de que Josefa pudiera hablar con él en inglés, por lo que complacido la presentó sus colegas de la reunión programada para ese día. Él la presentó como Josefa Yodrá, un edecán de la convención, cosa que agradó a Josefa, permitiéndole relajarse ante esta nueva situación que enfrentaba. Nunca hasta ahora, le había tocado participar en este tipo de convenciones, ya que en todas las otras ocasiones, simplemente los ejecutivos la habían invitado a cenar y eventualmente acompañarlos al hotel para quedarse las horas que se habían acordado previamente con Helen.

Ahora la situación era distinta, ya que acompañaba a Yun Lo, el ejecutivo chino, en calidad de otra ejecutiva y no la típica scort. Los colegas de Yun Lo, que no estaban acompañados, no dejaban de mirar a Josefa y hacer comentarios entre ellos en su idioma. Yun Lo, dándose cuenta de la actitud de sus colegas, les dijo algo en su idioma que aparentemente los colocó en su sitio. Después, de ese incidente, sólo se dirigieron a Josefa de una manera respetuosa.

Cuando llegó el taxi a la embajada, Yun Lo la estaba esperando en el hall de entrada. Se inclinó para saludarla y le indicó su brazo para que Josefa se apoyara y la acompañara hacia el interior.

El edecán de la embajada revisó las credenciales de Yun Lo y los hizo pasar.

La noche transcurrió bien para Josefa, ya que conversó en inglés con todas las personas que Yun Lo le presentó.

Eran ya las 11 de la noche, cuando Yun Lo la escoltó fuera de la embajada y la hizo subir a un taxi que los esperaba para llevarlos al hotel en donde pernoctarían.

El hotel quedaba hacia la zona alta de la ciudad. Allí Yun Lo solicitó su tarjeta electrónica de la habitación y, después de chequear su nombre en el registro, el conserje le señaló en ascensor.

Llegaron hasta el piso 18. El departamento que se les había asignado, era espacioso, había una cama amplia, un sofá con una mesita de estar.

Al entrar Yun Lo le preguntó a Josefa en inglés si deseaba que ordenara algo para beber. Josefa pidió unos jugos de fruta y Yun Lo pidió un wiskey.

A los pocos minutos apareció una camarera con el pedido. Yun Lo le dio una propina y la camarera se retiró.

Josefa se sentó e invito a Yun Lo a que se sentara junto a ella. Allí le desabrocho el cuello y le sacó la corbata con la complacencia de Yun Lo, que la miraba hacer. Le desabotonó la camisa y le acarició el pecho totalmente lampiño. Josefa le dijo en inglés que se acostara mientras ella iba al baño a prepararse.

Yun Lo rápidamente se acercó a la cama mientras en el camino tiraba la camisa, los pantalones y sus zapatos.

Josefa en el baño, procedió a quitarse con toda parsimonia el vestido hasta quedar sólo en pantaletas.

Se dirigió a la cama donde Yun Lo la esperaba con la lámpara del su velador encendida. Miró expectante el hermoso cuerpo de Josefa que rápidamente se metió debajo de las sábanas junto a él.

Yun Lo le dijo en inglés que la encontraba muy linda mientras le acariciaba los pechos y la acercaba a él para besarla.

Josefa se dejó acariciar y besar, mientras bajaba su mano por el vientre de Yun Lo. Su sorpresa fue enorme, ya que cuando tocó la verga de Yun Lo, ésta aunque rígida ya, casi la podía cubrir con la palma de su mano completamente. Se la tomó mientras besaba a Yun Lo.

Josefa confirmo así lo que había escuchado: los orientales tenía una medida promedio de pene, que no sobrepasaba los 10 cmts. 'Bueno, será', pensó Josefa y decidió que trataría de que este tiempo fuera lo más agradable posible.

Después ella le preguntó en inglés si se colocaría ahora el condón. Éste se disculpo y buscó en el cajón de su velador y sacó un sobre. Rápidamente se lo colocó.

Yun Lo la siguió acariciando, especialmente buscó entre sus muslos hasta encontrar su clítoris. Después fue bajando lentamente con su boca por sus pechos, su vientre, hasta colocarla en la hendidura de su vulva, chupando los labios vaginales y su clítoris mientras que sus manos lograban quitarle sus pantaletas. Después de un largo sexo oral, comenzó a subir hasta apuntar su verga a la entrada de su vagina para acomodarse sobre ella en posición misionera. La penetró con facilidad, tanto por la pequeñez de su miembro como por los jugos que habían comenzado a emanar de la vulva de Josefa totalmente excitada con el juego de su boca.

Levantó sus piernas para que así Yun Lo llegara más profundamente en ella. Yun Lo comenzó a mover rápidamente sus caderas, penetrándola una y otra vez.

Después de unos minutos, Yun Lo se puso rígido sobre ella y con espasmos y quejidos acabó. Después de unos momentos, se giró y se quedó al lado de Josefa y le murmuro en inglés algo como 'gracias'.

Josefa se quedó mirando el techo, mientras sentía que su vulva seguía palpitando a la espera de algo que no llegó.

Yun Lo se levantó y le trajo un vaso con jugo a Josefa mientras él tomaba su trago.

Esta vez Josefa decidió tomar la iniciativa y tomándole su vaso, paso sobre su cuerpo para dejar el vaso sobre el velador de Yun Lo. A continuación comenzó a besarle el cuello, y comenzó a bajar hacia su vientre para tomar su pene y empezó a besarlo y a chuparlo. A los pocos minutos logró que el pene se pusiera erecto en su boca. A Josefa le encantaba chupar los penes, por lo que comenzó a saborearlo con mucha lentitud, recorriéndolo con su lengua a lo largo, hasta llegar a sus testículos, los que chupo uno a uno, para retomar la cabeza y metérsela en la boca, tragándola toda sin dificultad.

Yun Lo a esta altura gemía y se retorcía de placer, siguiéndola con la mirada, cada gesto y movimiento de Josefa. Josefa llevó su mano a su entrepierna y mientras seguía chupando la verga de Yun Lo, ella se acariciaba y se metía sus dedos imitando un pene o también apretaba su clítoris, buscando su propio placer. Así continuó por un largo rato hasta que sintió que él levantaba las caderas buscando insertar más su pene y con un largo gemido, acabó en su boca. Josefa apresuro el movimiento de inserción de su mano hasta que sintió llegar su propio orgasmo.

Después que terminó Yun Lo la guió de los hombros para posara su cara en su pecho. Allí se quedaron un largo rato. Yun Lo le preguntó en inglés si ya era tiempo de que ella se marchara. El tono de su voz reflejaba que no buscaba una respuesta afirmativa. Josefa buscó en el velador el estuche en donde estaba su celular para ver la hora. Eran ya las casi las 2 A.M. Le sonrió y le dijo que desgraciadamente tenía que marcharse. Se levantó y se fue a la ducha y se vistió. Yun Lo le dijo que la acompañaría, pero ella le dijo que tenía un vehículo esperándola. Cuando ya salía, Yun Lo le preguntó si podía quedarse con él el fin de semana, sabía que no había sido ese el arreglo con ella, pero estaba dispuesto a compensarlo y muy bien. Josefa sin pensarlo dos veces, le dijo que desgraciadamente no podía, sin darle mayores explicaciones. Yun Lo bajó la vista turbado y triste, la miro nuevamente y le confirmó que se verían el lunes en la mañana.

Josefa se despidió, salió de la habitación y marcó el celular de su taxista. Este ya la esperaba en la entrada del hotel.

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Josefa llegó como a las 3 AM a su casa. Entró y se dirigió hacia la cocina para beber agua fresca. El felatio le había dejado un gusto no agradable en su boca. Sacó agua helada y se sentó en un taburete a beber y a pensar.

No le importaba lo que estaba haciendo. Había sido la única alternativa para sobrevivir. Era cierto que esta actividad que le significaba que durante dos o tres jornadas en el mes debía adoptar un rol que jamás pensó que podría interpretar, la dejaba con una sensación de vacío; y cuando los enfrentaba en las mañanas después de haber tenido estos, le era difícil mirar a su hija Lucia y a Esteban con entereza. Era cierto que había intentado buscar un empleo en su profesión, el área de turismo, pero sólo había encontrado trabajos que implicaban rentas equivalentes a un secretariado, lo que en el corto o mediano plazo, habría significado la pérdida de la casa, de sus bienes, y lo peor sin recursos para que se educar a su Lucía y a Esteban.

Sí. Se dijo con firmeza, podía superar lo que toda esta situación implicaba. Y lo que sí se había propuesto, que nunca ejercería esta actividad durante un fin de semana, no importando cuanto eso le pudiera significar en términos monetarios. Despejó su mente de todos esos pensamientos y se dijo que su única preocupación en este y en todo momento, debía ser su hija Lucía y ahora más que nunca Esteban, que frente a sus ojos, comenzaba a tomar una forma que había superado la relación de hijastro para convertirse en un Esteban que su corazón y todo su ser, había estado anhelando en el último tiempo. Ellos era su vida real, todas esas jornadas con desconocidos, no tenían ninguna relevancia para ella. Tal pronto los dejaba, eran historia. Se daba cuenta que su mente curiosamente, había aprendido a eliminarlos de su memoria cotidiana. Ahora, en su cotidianeidad, lo único que a ella le importaba era el amor que sentía por Lucía y por Esteban. Toda su energía la dedicaría a ellos dos.

Sin embargo, algo la preocupaba en este momento. Ella estaba segura del amor de su pequeña Lucia, tanto del que ella le profesaba y que ella le demostraba día a día. Eso estaba claro. Pero, ¡qué pasaba con Esteban? Era cierto que aquella noche le había demostrado sus sentimientos y ella a él. Sin embargo, ¿habían sido sentimientos reales o sólo había sido atracción sexual entre ambos? ¿Estaba segura que era amor lo que éste le profesaba o eran sólo sus jóvenes hormonas las que estaban dictando su comportamiento?

Necesitaba una respuesta.

Se agachó y se quitó sus zapatos de tacón y a pie pelado fue hacia por el pasillo hacia el dormitorio de su hija. Abrió la puerta y observó a Lucía que dormía aún con su muñeca preferida. Se acercó y le dio un beso en la mejilla y salió. Miró por el pasillo oscuro hacia el dormitorio de Esteban. No había luces; posiblemente dormía. Lentamente fue hacia su dormitorio y suavemente empujó la puerta. La ventana que daba hacia el jardín de la casa, dejaba pasar la luz de la luna que esa noche esa noche brillaba más intensamente.

Como siempre Esteban dormía de espaldas. Tenía el pecho descubierto, y la sábana cubría parcialmente sus caderas. Se acercó y se sentó al borde y contempló sus bíceps y el muslo firme que dejaba al descubierto la sábana. Miro su vientre plano y al bajar la vista, pudo ver que tenía una erección que levantaba la sabana.

Se estremeció ante esa visión y sintió que un calor recorría su entrepierna.

Se inclinó hacia su rostro y le besó la comisura de sus labios, tal como él acostumbraba hacer con ella. 'Dentro de qué cuerpo estás ahora, tesoro' susurro para ella mirando el bulto que formaba en la sábana.

Posó su mano sobre su cara y recorrió lentamente con sus dedos la frente y sus mejillas. Dibujó con sus dedos la forma de su boca. Eso, produjo cosquillas en Esteban que movió su cabeza hacia el lado y llevó su mano hacia su boca; al hacerlo, se encontró con la mano de Josefa. Esteban de sueño ligero, entreabrió los ojos. Soñoliento miró y frente a él apareció el rostro sonriente de Josefa que lo contemplaba arrobada.

Despertó totalmente y llevó sus manos hacia Josefa y atrayendo su cara hacia la suya, la besó. Primero fue un beso pleno en que sus labios semi abiertos se encontraron, para continuar jugando con sus lenguas en la boca del otro. Así estuvieron largo rato como dos adolescentes que no se veían en meses.

Después, Josefa se irguió en la cama y le susurró "Ven a mi dormitorio, no quisiera despertar a Lucía". Y levantándose de la cama se dirigió al segundo piso.

Esteban la siguió a continuación, entró al dormitorio y se metió en la cama mientras Josefa iba al vestidor. Allí se sacó el vestido, el sostén, su calzón y desnuda se dirigió hacia la cama en donde Esteban la esperaba también desnudo.

Ambos se recorrieron con la mirada sus cuerpos. Josefa se recostó a su lado y comenzaron a besarse y a acariciarse mutuamente. Las fuertes manos de Esteban, tomaron sus redondos pechos, bajó su boca y besó y chupó los pezones ahora duros, de Josefa. Ella había bajado su mano y se había apoderado de su verga hinchada que apenas podía abarcar y la comenzó a acariciar de arriba abajo, gozando de su rigidez y de su suavidad, al mismo tiempo que su vulva comenzaba a latir al ritmo de su corazón, mojándola lentamente.

Pronto Esteban tenía su rostro entre sus muslos y buscaba ansioso la suavidad de sus labios vaginales. Los chupo al igual que lo hizo con sus pezones; metió su lengua dentro de la hendidura de su vulva, lamiendo como un gato su leche.

Josefa apretaba sus manos a las sábanas, mientras su cuerpo comenzaba a retorcerse ante la excitación que le producían las caricias del muchacho, la misma que se le había negado esa noche. Esteban levantó su rostro mojado por los jugos que emitía la caliente vulva de Josefa y apoyándose en sus fuertes brazos, se elevó sobre su cuerpo para llevar su cara hacia ella. Josefa besó su boca y sorbió su saliva junto a los jugos de su vulva que éste le ofrecía.

Esteban bajó nuevamente hacia su concha dejándola con su boca abierta como esperando más de sus besos.

Le siguió lamiendo y metiendo su lengua por su hendidura.

Josefa no pudo soportar un minuto más el juego sexual del muchacho y casi gritando le pidió "¡Esteban, por favor, culéame, te necesito, hazme pedazos, necesito sentir tu pico!".

Esteban, se levantó y tomando sus piernas flexionó las rodillas hacia sus pechos. Él arrodillado, abrió sus muslos y acercó sus caderas contra el trasero de Josefa y en esa posición, llevó su enorme miembro hasta la entrada de su vulva. Viendo el sentido de la posición Josefa se dijo a sí misma: 'eso es, mi amor, méteme el pico hasta las bolas'

Con su cabeza levantada, siguió fascinada como lentamente, primero la cabeza y después todo ese enorme tronco, se deslizaba dentro de su vulva que lo recibía con su bendición y sus jugos.

Josefa no se pudo contener y gimió diciéndole "¡Así, mi amor, mételo así, mételo todo, quiero todo tu pico" y siguió mirando por unos segundos, con sus ojos brillantes de excitación, la arremetida de Esteban. Después dejó caer su cabeza en la almohada y siguió gimiendo de placer mientras Esteban metía y sacaba su verga de su vulva chorreante.

Josefa se preguntaba en ese momento mientras se hundía en la cama con los embates de Esteban: ¿cómo era posible que su cuerpo tan menudo pudiera experimentar tal placer? ¿y cómo era posible que ese pequeño cuerpo suyo pudiera entregar tanto placer a ese enorme muchacho que chocaba sus caderas contra las de ella y la taladraba con su enorme miembro y gemía como ella sin cesar?

'Es mi concha, eso es lo que le te da placer. Mi concha que abraza tu carne, que palpita alrededor de la tuya mientras se desliza y que te seguirá dando placer mientras tú lo quieras así' susurraba mentalmente Josefa mientras de su boca salían gruñidos y toda clase de sonidos incoherentes mientras el baile intermitente de sus cuerpos continuaba.

Josefa perdió la noción del tiempo. Para ella, éste se había detenido una vez más. En ese momento la hubieran asfixiado, cortado la cabeza, y no le habría importado. La única realidad era Esteban moviendo su pico dentro de su concha.

Cada vez que él entraba en ella llenando su concha con enorme y grueso pico, ésta respondía palpitando alrededor, succionando, apretando, mamándolo, tal como ella anhelaba en algún momento hacerlo con su boca.

Poco a poco sintió que su cuerpo se iba por un camino sin retorno; apretó con sus brazos y sus piernas el cuerpo de Esteban, y comenzó a sentir que se convulsionaba al mismo tiempo que sentía los chorros del semen de Esteban que golpeaba las paredes de su vagina.

No se pudo contener y enterró su boca y sus dientes contra el hombro de Esteban para ahogar sus gritos de placer mientras se convulsionaba por segunda vez apretando su cuerpo contra él.

Después de ese enorme espacio que genera el orgasmo, en que el tiempo parece avanzar y retroceder lentamente, se quedaron en esa posición largo rato, sudorosos, sintiendo que sus corazones seguían latiendo con intensidad. Ella, como un koala, seguía asida con brazos y piernas al cuerpo de Esteban, como queriendo que ese momento se mantuviera eternamente, seguir sintiendo su verga que aún llenaba su concha palpitante.

Finalmente Esteban la besó en la boca y fue saliendo lentamente de ella, dejando un reguero de semen en su ingle y en su muslo, mientras se giraba para quedar acostado al lado de ella.

Josefa buscó con su cabeza el pecho de Esteban y se acomodó entre sus brazos.

Josefa fue la primera en despertar en la mañana temprano. Se escuchaba el gorjeo de los pájaros.

Miro el reloj del velador. Las 6 A.M. 'nos queda una hora para regalonear' se dijo y se acomodó contra el cuerpo tibio de Esteban.

No quiso dormitar; temía que si lo hacía, se quedaría profundamente dormida y Lucía, que despertaba temprano y se iba a su dormitorio todas las mañanas, la encontrara acostada con Esteban. Ese sólo pensamiento le dio pánico, por lo que decidió despertarlo.

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