El Masajista 7a. Parte

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La madre e hija se confrontan.
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Parte 7 de la serie de 8 partes

Actualizado 03/18/2021
Creado 11/27/2014
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La madre e hija se confrontan

A petición de algunos lectores, retomo la historia donde quedó

*****

Marianela miró a su marido cuando se levantó y se fue a la ducha, sin saber qué hacer. Aún sentía las contracciones de una excitación que no había tenido desahogo. Su marido había amanecido con una de sus típicas erecciones matutinas y la había despertado cuando lo sintió buscándola. Pero, si para él esos dos minutos fueron fuegos de artificio, para ella fue como si hubiera encendido una estrellita y se quedó rumiando su frustración. No quiso despedirse de su marido cuando se fue a trabajar, porque se había acomodado tratando de retomar el demasiado erótico sueño que había interrumpido, justo en el instante en se iba a comer al amigo de su hija. 'Amigo y la que te parió', dijo antes de conciliar el sueño.

Despertó como a las 11. Era viernes y Marianela sabía que su hija volvería temprano de la universidad, por lo que decidió prepararle lo que tanto le gustaba: picadillo de pollo con verduras salteadas. A ella también le gustaba, especialmente porque no requería de mucha elaboración. Miró el reloj y vio que eran un poco más de las 11. 'Tengo tiempo', se dijo y colocándose su bata, se dirigió al sótano en donde estaba la salita en que estaba el sistema de monitoreo de seguridad de la casa.

Habían pasado dos semanas desde que al revisar las grabaciones que el sistema manejaba, se había encontrado con un video correspondiente a la noche de la visita que había hecho el nuevo amigo de su hija, Esteban. Y claro, al ver el video, se dio cuenta de varias cosas: primero, este muchacho estaba lejos de ser calificado ahora como "su amigo", ya que se había culeado a su hija de una forma que a ella la había dejado sin aliento al ver lo que había grabado el video de la cámara de seguridad; segundo, no podía culparlo a él, porque estaba claro que había sido hija la que lo había incitado y el muchacho sólo había reaccionado como cualquier joven de su edad lo haría, si una muchacha se le ofrece en bandeja como lo había hecho su hija y finalmente, tampoco podía culpar a su hija por el entusiasmo mostrado, ya que el muchacho se gastaba un físico que la dejó casi babeando cuando su hija lo monto como si fuera un caballo salvaje. Aparte de su musculatura, el muchacho poseía una verga de tales proporciones que no la dejaba dormir tranquila desde aquella noche y sus sueños eran asaltados frecuentemente con Esteban como protagonista. Sabía la razón de qué causaba esos sueños recurrentes y que la mantenían en ese estado de casi permanente excitación: cada vez que tenía la ocasión de estar sola en casa, Marianela bajaba a hurtadillas al sótano y, como si fuera una inocente adolescente que despertaba recién al conocimiento sexual, se encerraba a ver el video de su hija y por supuesto quedaba hecha sopa.

Hoy era una de esas ocasiones en que, no obstante tener una actividad sexual relativamente normal con su marido, exceptuando la de esta mañana, sentía que sus hormonas estaban demasiado alocadas y necesitaba buscarle alivio.

Cuando llegó al sótano, se dirigió a un pequeño armario con llave y un tanto temblorosa retiró del fondo de uno de sus cajones el CD con el video de ese sábado. Cuando introdujo el CD y antes de pulsar 'play' su mente ya estaba haciendo un 'racconto' de las escenas tantas veces vistas en estas dos semanas y volvió a sentir el mismo cosquilleo en su ingle que la humedecía de inmediato.

Había comenzado a ver la escena en que Marián se arrodillaba entre las piernas del muchacho y tomaba la verga entre sus manos como si estuviera dispuesta a levantarla al igual que un trofeo, cuando sintió en el primer piso, la voz de su hija.

"Mamá, llegué, ¿dónde estás?"

Marianela retiró la mano húmeda de su entrepierna y rápidamente apagó el video para contestar con voz ronca, casi desesperada: "¡Aquí abajo, cariño. Espérame que subo!" Por un momento las palpitaciones de su corazón, que se habían incrementado al ver el video, retumbaron en sus oídos ante el evento de que su hija hubiera podido pillarla haciendo lo que hacía.

La muchacha se acercó a la entrada del sótano y sin bajar pregunto: "Mamá, ¿qué estás haciendo?".

"Nada importante, cariño, estaba ordenando un poco", dijo mientras rápidamente guardaba su CD favorito y colocaba llave al cajón.Respiró aliviada mientras subía las escaleras del sótano.

Al llegar arriba besó a su hija, Marián la abrazó y arriscó la nariz. "¡Mamá, tienes olor a sexo. No te has bañado!"

"¡Ooops! Es que me levanté tarde y me puse a ordenar. Además tengo que cocinar, así que mejor me baño cuando termine!"

"Mamá, no puedes irte a preparar el almuerzo oliendo a semen. Date una ducha mientras pico las cosas" y empujó a su madre hacia el segundo piso. Después te cuento lo de Esteban".

Al oír el nombre del muchacho, Marianela levantó una ceja quedándose pensativa por un segundo y rápidamente subió las escaleras hacia el dormitorio. ¿Qué le iría a contar su hija de ese potro salvaje? Revolvió los ojos mientras tiraba la bata en el baño y se miraba en el espejo. '¿No te montarías a esta yegua, muchachito?' musitó mientras tomándose sus enormes pechos, enarcaba su grupa y apreciaba su redondo culo. Se dio una palmada en sus nalgas y se metió a la ducha. 'Tranquilízate yegua, ya te llegará tu turno', se dijo mientras canturreaba bajo el agua helada.

Minutos más tarde bajó a la cocina en donde encontró a Marián muy entretenida cortando julianas de pepinos rojos, zanahorias, zapallitos italianos, repollo, junto a los cuadrados de pollo.

"¿qué me ibas a decir respecto de Esteban, tu 'amigo'?" le dijo acentuando un poco lo de 'amigo'. Mientras se secaba con la toalla el cabello mojado por la reciente ducha.

Marián levantó la vista de lo que estaba haciendo y le dijo: "Como papá no estará el fin de semana, invité a Esteban para que se quede con nosotras este sábado y domingo"

Marianela sintió que su corazón se saltó un latido cuando escucho eso.

Y Marián continuó: "Y te tengo una copucha. ¿Sabías que Esteban está trabajando en el spa de tía Isabel?

Marianela sintió nuevamente que su corazón le jugaba malas pasadas. "¿En el spa, y cómo tu tía no nos había contado?"

"Tontita, si ella no sabe que estoy saliendo con él"

"Cómo, ¿no era él, sólo un compañero de universidad y me dices que estas saliendo con él" le preguntó mientras detenía el secado de su cabello con la toalla. 'Aparte de que te echaste un polvo con él', pensó para sí misma.

"Me extraña mamá que me digas que no lo sabías, después que estuvo aquí hace dos semanas atrás. Tienes que haber visto el video de las cámaras de seguridad de esa noche, así que sabes perfectamente de que me lo culeé." Y al decir eso, continuó con el picado de la verdura.

Si Marianela en ese momento hubiera estado bebiendo algo, se habría atragantado y lanzado el líquido fuera de su boca, como en las películas cómicas.

"¡Marián, pero qué estás diciendo!" retrucó haciéndose la ofendida y tratando de mantener cierta compostura.

Su hija sin levantar la vista de lo que estaba haciendo continuó. "Mamá, yo sé que tu manejas ese sistema y que te encargas de controlar que funcione. A propósito se me había olvidado preguntarte, ¿cuándo me vas a mostrar las grabaciones de ese día? Tienen que haber quedado muy hot, ¿no crees?", dijo levantando la vista y mirando a su madre de hito en hito con una sonrisa pícara.

Marianela se acercó a su hija sintiéndose sobrepasada por la situación; no podía seguir haciéndose la estúpida. "si me prometes no mencionarlo a nadie, especialmente a tu padre, la podríamos ver después de almuerzo, ¿te parece?"

"¡Yaaa! " Exclamó Marián, dejando el cuchillo sobre el mesón y abrazando a su madre, muy entusiasmada. "Esteban llegará alrededor de las 5 de la tarde, así que tenemos tiempo de sobra para revisar la filmación, ¿quedó muy caliente, no es cierto mamá?"

"La que quedó caliente después de verla, fui yo, marianita" le dijo ella, mientras acariciaba el pelo de su hija, observándola y viéndose reflejada en ella cuando tenía su edad. Tenía las formas de ella: sonrisa fácil, ojos vivaces, un cabello negro abundante que caía sobre sus hombros, pechos grandes levantados, cintura estrecha que se abría a unas caderas, trasero y muslos potentes. Y a juzgar por los videos que había visto de ella en acción, tan cachonda como ella.

Marián se la quedó mirando cuando la escuchó. "Me muero por ver los videos, mamá."

"Pero cuéntame cómo supiste que Esteban trabajando en el spa de tu tía Isabel, y qué es lo que hace allí, ¿es personal trainer?" Y al preguntarle, su mente por unos segundos se imaginó infinidad de cosas que podría hacer con un preparador físico como ese muchacho.

"¡Muérete mamá! ¡Esteban trabaja de masajista!"

"¡Nooo!" Exclamó Marianela, llevándose una mano a la boca, estupefacta.

"Lo supe porque la mamá de una compañera asiste regularmente al spa y según me contó, las mujeres se lo pelean; con decirte que ella tuvo que esperar más de un mes para que le dieran cupo con él."

"¡Me estás bromeando!"

"Esteban estudia educación física, pero también tomó en su malla curricular la especialidad de kinesiología en la que también le enseñan las técnicas de masaje. Supe que uno de sus profesores llegó de Tailandia, por lo que Esteban está aplicando esas técnicas orientales. Yo no sé en qué consisten, porque la mamá de mi compañera no supo explicarle; pero, al parecer deben de ser increíbles, para que tenga tanta demanda".

"Pero a Esteban lo tendremos hoy en casa, así es que tendrá que explicarnos en vivo y en directo de qué se trata" dijo Marianela.

"Tienes razón, mamá. ¡Cómo puedo ser tan tonta!" dijo Marián tocándose la frente. "Ahora, terminemos de hacer el almuerzo para que vayamos a ver ¡cine porno!" madre e hija se echaron a reír complacidas.

****

Esa mañana del día viernes, Esteban se había despertado muy temprano, como de costumbre, para hacer su rutina de ejercicios en la salita del segundo piso al lado de su dormitorio, el que había convertido en un pequeño gimnasio. En ese momento estaba en sentado en la máquina de ejercicios, cuando al extenderse completamente hacia atrás sobre la tabla se encontró que frente a sus ojos, tenía un par de muslos abiertos a cada lado de su cara y más arriba, apenas cubiertas por un pequeño calzón rosado, unas nalgas redondas. Invertido como estaba, dejó vagar su mirada por las redondeces del cuerpo de su madrastra y sin poder contenerse sintió de inmediato pulsar su entrepierna cubierta por su short de gimnasia y en segundos su erección había formado un cono impresionante contra la tela. Con sus manos asiendo un par de pesas, nada puso hacer para cubrirla y simplemente atinó sólo a preguntar:

"Josefa, ¿qué haces tú levantada tan temprano?"

Ésta acercó aún más sus piernas al costado de su cara y se lo quedó mirando divertida señalándole su entrepierna. "Lo mismo pregunto yo: ¿qué haces él tan temprano levantado?"

Esteban soltó las pesas y elevando sus largos brazos tomó sus nalgas y la empujó hacia abajo. Josefa, obediente, flexionó sus rodillas y apoyo sus nalgas sobre el rostro del muchacho, dando un gemido cuando su nariz quedó presionando la entrada de su vulva. Bajó sus manos y las colocó sobre los muslos tensos de él para así alivianar el peso de sus caderas sobre la cara de Esteban.

Los dedos del muchacho se dirigieron de inmediato a la suave tela de su calzoncito y descubrió el sexo que se apoyaba en su boca. Era todo lo que podía hacer por ahora para tener acceso a la vulva que Josefa. Pronto comenzó su trabajo: abriendo su boca, apretó con ella el pequeño montículo de carne que formaban sus labios gorditos. Levemente los mordisqueó sin poder contenerse, mientras sentía las manos de Josefa crispándose contra sus muslos. Sus dedos, cuyas palmas apoyaban los muslos de Josefa, entreabrieron los labios de su vulva permitiendo que pudiera lamer su pequeña hendidura.

Josefa gimió y se estremeció a sentir la lengua que hurgaba en su raja y subiendo una de sus manos que apoyaba en los muslos del muchacho, buscó ansiosa el bulto de su short. Acarició su erección recorriendo su mano a lo largo su enorme protuberancia, moviéndola hacia su ombligo, haciendo que la punta de su glande sobrepasara la pretina de short. Apoyándose ahora en sus piernas flexionadas con ambas manos bajo el short por los muslos dejando al descubierto el largo y grueso pene de Esteban. Josefa dio un grito cuando al mismo tiempo que su mano lo agarraba por la base, la lengua del muchacho se introducía casi entera en su concha húmeda que profusamente había comenzado a destilar sus jugos. Su propia boca se apoderó ansiosa de la cabeza y paladeo las gotas de jugo pre seminal que aparecía por la punta; su lengua recorrió el tenso glande, enroscándola como una pequeña serpiente, succionando una y otra vez la cabeza, haciendo chasquear su boca cada vez que la retiraba, para volver a tomarla entre sus labios. Pero Josefa quería más y, abriendo ampliamente su boca, comenzó a hacer que ese largo y grueso poste de carne se deslizara como un pistón en ella, tratando de abarcar toda su longitud hasta que sintió que la punta tocaba el fondo de su garganta. La dejó allí, gozando de tenerlo así, llenando su boca y tomando conciencia al mismo tiempo, de cómo su muchacho, su Esteban, hacía temblar su concha con esa lengua deliciosa que no cesaba de entrar y salir entre sus labios temblorosos, recorriendo toda su raja de arriba abajo. Josefa gruñó con su boca llena del pico de Esteban, cuando éste subió sus labios apoderándose de su clítoris. En el ensueño de la excitación, no pudo menos que apreciar cuánto había crecido su muchacho como amante. La manera en que la acariciaba, cómo cambiaba el ritmo del movimiento de su lengua, las zonas de ataque, la fuerza de la presión que ejercía en cada recoveco de su sexo. En ese instante su garganta hizo movimientos involuntarios y sacándola rápidamente para no ahogarse, inspiró mientras su boca chorreaba su saliva y los jugos combinados del pico que ahora le parecía cada vez más hinchado frente a sus ojos. Lo lamió de arriba abajo, sorbiendo todo el líquido que escurría a lo largo, para volver a succionar su cabeza y volviendo a intentar tragarlo una vez más.

Ambos estaban perdidos, fundidos en ese pequeño espacio de la casa, sin otra realidad que sus cuerpos vibrando de excitación mutua. Su único objetivo: entregar placer al otro. Las bocas de ambos se habían convertido en los instrumentos para ello. No necesitaban nada más para lograr la liberación que sus cuerpos en el pináculo de la excitación buscaban. La boca de Esteban se había apoderado del centro del placer de Josefa y lamía y mordisqueaba el pequeño botón de su clítoris, gruñendo al mismo tiempo que sentía que la boca de Josefa apretaba y succionaba la cabeza de su pico sin detener un instante el movimiento.

Como en un acuerdo tácito, sus cuerpos se crisparon y la concha de Josefa se estremeció en un clímax interminable que se acrecentó cuando sintió los chorros de semen golpear el fondo de su garganta y su lengua, a medida de que retiraba esa masa de carne todavía dura que siguió palpitando entre sus labios, mientras ella absorbía sus jugos y sus propios gemidos se mezclaban con los rugidos de Esteban.

Las piernas de Josefa cedieron, sin fuerzas para sostenerla y dejó caer sus tetas contra el vientre de Esteban, mientras su concha se hundía en su cara casi ahogándolo. Las manos de éste rodearon su trasero y lo acarició agradecido mientras Josefa, con su cara apoyada en la ingle de Esteban, contemplaba cómo la carne dura que había sostenido entre sus labios, se recogía lentamente frente a sus ojos. La yema de sus dedos recorrieron la cabeza y observó como una última y pequeña gota de semen se deslizaba desde el pequeño orificio; con la punta de sus yemas tomó eso blanco globo de semen y lo llevó a su boca lamiendo ese último vestigio del placer que había entregado a su muchacho, su Esteban.

Permanecieron unos instantes en esa posición, pero dándose cuenta ella que éste no era el mejor lugar para reposar se levantó y extendiendo su mano lo invitó diciéndole: "¿Qué te parece que nos demos una ducha y después nos quedamos un rato más regaloneando en cama?

"Creo que me ganaste. Te iba a proponer lo mismo" le dijo él levantándose de un salto desde la máquina de ejercicios, se subió el short que tenía a medio muslo y antes de que ella reaccionara, la levantó en vilo tomándola de la espalda y de las corvas. Josefa se dejó hacer encantada y abrazándolo acomodó su cara en su cuello. Ella, sin bien es cierto no era pequeña de estatura, era muy esbelta por lo que para la fortaleza de Esteban no fue esfuerzo subir con ella por la escalera en dirección a su dormitorio. Entró con ella hasta la sala de baño y la depositó suavemente en la alfombra. Al hacerlo él se inclinó y Josefa sin soltar sus brazos de su cuello lo besó en la boca apretando su cuerpo contra él. En ese momento, casi al unísono, ambos se dieron cuenta de algo particular que tenía ese beso: Esteban, por primera vez en su vida estaba degustando su propio semen en los labios de Josefa y ésta estaba haciendo lo propio al meter su lengua en la boca de él. Fue una sensación extraña apreciar los olores que sentían cada uno en la boca del otro. Se miraron con una mirada cómplice y se echaron a reír sin decir palabra. No necesitaban expresar nada más.

Cuando Josefa tomó el borde de sus calzoncitos, se dio cuenta de que estaban totalmente empapados y pegados a su entrepierna; se los quitó y girándose hacia Esteban levantó sus brazos, quién la miraba con una sonrisa mientras había procedido a bajar su propio short.

"Vamos, deja de mirarme y ayúdame" le dijo coqueta, dando una mirada furtiva al miembro de Esteban, que ya no se veía flácido y retraído como cuando lo sacó de su boca hacía unos minutos atrás.

"Tú sabes que me encanta contemplarte", le dijo él mientras le subía la camisa de satén y encajes, descubriendo sus redondos pechos. Dejó caer la prenda al piso y tomando a Josefa de sus caderas la apretó contra él y la besó apasionado. Ella gimió en su boca, mientras sentía que la verga recuperaba su tamaño y se incrustaba entre sus muslos. Ella los abrió más y dejó que su carne llenara ese hueco, precisamente esa zona tan erótica donde confluyen los labios de la vulva y el pliegue de sus nalgas. Sus besos pronto generaron nuevamente el comienzo de una creciente excitación. Josefa se dio cuenta que su vulva había comenzado a mojar la base de la verga que ahora, totalmente endurecida y gruesa entre sus muslos. Con sus brazos apretó fuerte la espalda de Esteban, mientras enarcando sus caderas contribuyó a un mayor roce deslizándose hacia adelante y atrás imitando el coito contra esa carne dura que tenía entre sus muslos.

Después de unos segundos, no resistiendo más su deseo de sentirlo dentro de ella, se retiró a duras penas su boca para musitarle: "Cariño, vamos a la cama. Quiero que me hagas el amor allí. ¡Te deseo demasiado!"

La gruesa y erecta verga de Esteban, al retirarla de entre los muslos de Josefa, saltó como un resorte y sonó como un chasquido al golpear contra su vientre, quién lo quedó mirando excitada. En un gesto de erotismo, la tomó en su mano y condujo a Esteban hacia la cama como si lo llevara con una correa.

Ella iba adelante, por lo que el muchacho se solazó mirando subir y bajar las duras y redondas nalgas de Josefa. Esa imagen lo excitó de tal manera que sintió que su verga daba un brinco entre los dedos de ella.

Ya al lado de la cama, Josefa se giró y se lanzó de espalda abriendo sus piernas y estirando sus brazos le sonrío invitándolo con su dedo. Josefa lo vio reptar sobre la cama entre sus piernas, como un verdadero animal tras de su presa, con su enorme verga que se bamboleaba apuntando hacia ella su glande hinchado y alcanzó a ver como una gota de líquido transparente aparecía en la punta, antes de que ella lo tomara por el tronco y la llevara sin más dilación entre los labios de su vulva. Esteban colocó sus brazos a los costados del cuerpo de ella y guiada por sus dedos, bajó lentamente sus caderas y se introdujo hasta el fondo de su vagina, cuyas paredes se apretaron como un terciopelo alrededor de su dura carne. Ella sintió la potencia de su verga, apreciando cada vena y protuberancia cuando fue llenándola plenamente.

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