El Masajista 8a. Parte

Historia Información
Cumpliendo etapas familiares.
3.8k palabras
5
2.8k
00
Historia no tiene etiquetas

Parte 8 de la serie de 8 partes

Actualizado 03/18/2021
Creado 11/27/2014
Compartir este Historia

Tamaño de fuente

Tamaño de Fuente Predeterminado

Espaciado de fuentes

Espaciado de Fuente Predeterminado

Cara de fuente

Cara de Fuente Predeterminada

Tema de Lectura

Tema Predeterminado (Blanco)
Necesitas Iniciar sesión o Registrarse para que su personalización se guarde en su perfil de Literotica.
BETA PÚBLICA

Nota: Puede cambiar el tamaño de la fuente, el tipo de fuente y activar el modo oscuro haciendo clic en la pestaña del ícono "A" en el Cuadro de información de la historia.

Puede volver temporalmente a una experiencia Classic Literotica® durante nuestras pruebas Beta públicas en curso. Considere dejar comentarios sobre los problemas que experimenta o sugerir mejoras.

Haga clic aquí
lurrea
lurrea
7 Seguidores

****

Capítulo 1

Josefa apartó molesta el libro que leía y lo dejó sobre el sofá. Miró la hora. Eran las tres de la tarde, tendría que ir a buscar a Lucía al colegio. No lograba concentrarse. Lo había intentado y aunque el tema era interesante, no había conseguido pasar de la segunda página. Se quedó pensando y se dio cuenta que su mente era un torbellino de pensamientos y de sensaciones, producto de los últimos acontecimientos y que parecían querer estar en el primero plano de su conciencia, sin que pudiera evitarlo.

Pero claro, no podía ser de otra manera. Tan sólo ayer, había celebrado el cumpleaños de Lucía que cumplía 11 años y de Esteban que cumplía los 21 que, por extraña coincidencia, lo cumplían el mismo día. Fue así como el de su hija Lucía se lo había celebrado en el mismo colegio al que asistía diariamente, para permitirle invitar a casi todo su curso, que era lo ella deseaba. Después, en la noche, Lucía que había quedado tan cansada después de su cumpleaños, que había preferido quedarse en casa con una nana que atendía la casa parcialmente, mientras Josefa salía a comer con Esteban, para celebrarle su cumpleaños.

Josefa se recostó sobre el sillón y pensó cómo había sido que la relación con su hijastro había llegado a convertirse en la que era hoy en día.

Hacían ya casi seis años que su marido Gastón, padre de Esteban, había abandonado el país, arrancando de la justicia por giro doloso de cheques, dejándola con la hija de ambos de sólo cinco años y Esteban de diez. Habían podido mantenerse en la casa que le pertenecía, ya que fue lo único que se había salvado de la quiebra fraudulenta de la empresa de Gastón, porque esa propiedad que el adquirió y pagó totalmente, la había registrado legalmente a nombre de Josefa.

Josefa de sólo 22 años en ese momento, quedó devastada y muy desconcertada respecto de ese hombre que creyó conocer y que simplemente la había dejado abandonada a su suerte. No sabía cómo enfrentaría los gastos que implicaba el no contar con una entrada estable que le permitiera enfrentar los gastos de su familia. Ella no trabajaba cuando su marido huyó y estaba consciente que el dinero disponible sólo duraría no más de tres meses. Una amiga norteamericana, que había conocido en un intercambio de estudios en España, cuya amistad siguió teniendo al regresar al país y que supo lo que estaba enfrentando, la llamó un día y le comentó que tenía una agencia de modelos y que frecuentemente la llamaban para que las muchachas participaran en algunas fiestas en distintas embajadas instaladas en la ciudad y en las que Josefa, al ser bilingüe, podía participar. Al principio Josefa había rechazado de inmediato el ofrecimiento. Tenía claro lo que eso significaba ser una scort, por muy cuerpo diplomático se tratara. Pero al correr de los días tratando de buscar algún empleo que pudiera resolver sus necesidades inmediatas y al no encontrar opción, decidió aceptar. Y más aún cuando recibió sus primeros honorarios. En un par de salidas, lograba para el gasto de todo un mes.

Fue así como trabajando como scort ocasional, durante estos años, le había permitido enfrentar los gastos de la casa y los gastos de la educación de su hija y de su hijastro. Para todo el mundo, ella trabajaba como corredora de propiedades para una empresa, a la que salía regularmente todas las mañanas, tiempo que utilizó para asistir a unos cursos de administración en la universidad local.

Logró graduarse y gracias a ello, recientemente había logrado ser contratada en una empresa de corretajes, lo que la dejaba tranquila frente a las eventuales preguntas que pudiera hacerle Esteban en primer lugar y sus amistades personales y del colegio de su hija, entre otras. No obstante, siguió aceptando a que la llamaran, ya que en esa actividad de una par de noches recibía el equivalente a lo que ganaba en la empresa de corretajes en todo el mes.

Pero todo eso no era lo que la preocupaba ahora. Durante todos estos cinco años, había logrado generar una suerte de barrera mental entre esa realidad de trabajar como scort, regular o no, y la vida de familia que había tenido educando a su Lucía y a Esteban. Y esa barrera se había resquebrajado hacía tan solo un año, y se sentía desnuda de argumentos ante sí misma, para aceptar que estaba enfrentando una nueva realidad. Su hijastro se había convertido en su amante.

Ni la diferencia de edad de 10 años entre ellos, ni el hecho de que ella era su madrastra, habían impedido que su relación se iniciara y permaneciera durante todo este año. Y eso era lo que ambos habían celebrado anoche.

Esa noche de su salida, Esteban en su dormitorio y Josefa en el suyo, se habían vestido para la ocasión. Cuando Esteban la vio bajar la escala hacia el living en donde él la esperaba hacía varios minutos, se levantó como un resorte. Sonrió y la tomó de la mano, sabiendo que no podía ser más efusivo que eso, ya que la nana podía aparecer en cualquier momento. Como de hecho ocurrió.

"¡Patrona, que bonita está!" Dijo cuando salió de la cocina, secándose las manos.

"Gracias, Rosita. ¿La niña ya se durmió?" Preguntó Josefa, sin soltar la mano de Esteban que frente a ella, no dejaba de mirarla de arriba abajo.

"¡Sí. Vayan tranquilos!" Dijo, acompañándolos hasta la puerta.

Ya en la intimidad que les proporcionaba el interior del automóvil, Josefa dejó que Esteban la tomará y la besara. Él lo hizo cuidadosamente, sabiendo que no podía ser todo lo efusivo que quería, ya que Josefa se había maquillado para la ocasión.

El traje de Josefa fluía al caminar cuando entraron al restaurante. La maitre los condujo a la mesa que daba hacia la cordillera, que en ese atardecer lucía brillante por la reciente nieve caída y por la enorme luna llena que parecía más grande ante los ojos de los amantes.

Se tomaron las manos, como dos novios, sabiendo que esa noche, no sólo celebraban el cumpleaños de Esteban, sino también su primer encuentro.

Para ella en ese momento, hubiera preferido estar en algún lugar solitario en donde pudiera sentarse en su falda para besarlo y mimarlo. Sólo se limitó a acariciar su mano, mientras esperaba que el garzón les abriera la botella de champagne que había pedido para esta noche tan especial.

Alzaron la copa y Esteban le dijo: "Para que siempre estemos tú y yo celebrando"

"¡Para que seas tan feliz, como yo me siento contigo!" Contestó Josefa.

Josefa sentada ahora en la quietud del atardecer, se daba cuenta que esas palabras parecían haber sido dichas llenas de presagios de todo tipo. En su fuero interno, sabía que esta relación con su hijastro, estaba llena de recodos. Esteban estaba trabajando ahora, en una ocupación que lo enfrentaba diariamente a mujeres de todo tipo. Había investigado donde lo hacía, y tenía miedo, mucho miedo de los cambios que Esteban pudiera experimentar en este ambiente tan particular, y que pudieran afectar su carácter afable, abierto, casi transparente.

El tipo de mujeres que frecuentaba este tipo de spa de lujo, sabía que provenían de clases acomodadas; mujeres con todo el tiempo disponible y el dinero suficiente para deslumbrar a un muchacho como su Esteban. Por otra parte, estaba también su interacción con sus compañeras de universidad, en donde le quedaban aún un par de año para terminar su carrera de fisioterapeuta, y allí la situación para ella, era aún más grave. Estebaban se codeaba con muchachas de su edad e incluso más jóvenes.

Para ella, esa era la interacción que más temía, y que la hacían pensar que era natural que Esteban se sintiera interesado por muchachas jóvenes, más cercanas a su edad y cuyas actividades e intereses estaban más en consonancia con lo que Esteban era, un muchacho joven que comenzaba a conocer un nuevo mundo lleno de oportunidades. Ese era su mundo y no el que ella pudiera ofrecerla y cuanto más lo pensaba, más la angustiaba.

Muchas veces en la intimidad, no había podido evitar preguntarle, de modo indirecto si se sentía atraído por alguna compañera de universidad. Esteban era inteligente y captaba el sentido de su pregunta, y Josefa se sentía en la gloria cuando él la tomaba en sus fuertes brazos y apretaba su cuerpo desnudo y le decía: "Nunca tienes que temer de mi amor por ti. Anhelo cada minuto que pasamos juntos. Tu eres todo para mí." Y eran los momentos de mayor pasión para Josefa y así se lo demostraba.

Anoche, cuando habían vuelto a la casa, Josefa lo había tomado de la mano y subieron juntos la escala y lo llevó a su habitación. Esteban dormiría una vez más con ella, como su amante, tal como lo habían estado haciendo frecuentemente todo este año.

Cuando su pensamiento retrocedía un poco más, sentía cierta aprehensión al pensar que Esteban estaba compartiendo con ella su cama casi habitualmente, exceptuando aquellas en que debía 'viajar por tareas de su empresa', ausencias que así eran explicadas y que su hija y él aceptaban sin cuestionarse. Desde pequeña, Lucía le pedía a Josefa que quería ver televisión en la cama de ella, pero con su hermano. Así, muchas noches después de ver película, Esteban era el encargado de llevar a su pequeña hermanita a su cama, totalmente dormida. Eso había permitido que para Lucía fuera natural encontrar a Esteban, a diferentes horas, sentado en la cama al lado de Josefa.

Al principio Esteban se quedaban sobre la cama mientras Josefa y Lucía estaban bajo las sábanas. Pero, poco a poco fue natural que en el invierno, ella le dijera que se metiera debajo de las sábanas. Así para Esteban y Josefa la cercanía y el inevitable el roce durante esas noches, fuera aceptado como algo habitual. Del mismo modo en que ella lo había llegado a considerar como su hijo. Situación que durante los años en que Lucía no cumplía los diez, funcionó perfectamente.

Pero, al llegar a la pubertad de Esteban, las cosas comenzaron a tener un giro que ni él ni ella con su inexperiencia esperaban. Esteban comenzó a notar a sus compañeras de curso de una manera que no lograba entender. Lo mismo le pasaba cuando ahora veía a Josefa en las mañanas mientras tomaban desayuno, vestida en su bata de levantar. Había comenzado a sentir una atracción por su madrastra, que no era la que sentía antes. Estaba mirando a la mujer. Anhelaba ahora las noches en que se acostaban los tres y sus piernas rozaban las de Josefa. No supo cuándo comenzó a tener sus primeras erecciones durante esas veladas. Cuando ello comenzó a ocurrir, se veía obligado a esperar algún momento de descuido de Josefa para levantarse y salir rápidamente de la habitación iluminada por la luz de la televisión y huir a su dormitorio y poder bajar allí sus rabiosas erecciones en masturbaciones imposibles de evitar.

Por otra parte Josefa, había comenzado a notar el crecimiento de Esteban, y no dejaba de sorprenderla. El delgado cuerpo de ese chico de diez años que ella conoció cuando se había casado con su padre, ya a los quince había adquirido una reciedumbre notable y ya la pasaba en altura en varios centímetros. Pronto se dio cuenta que Esteban no sólo crecía de porte y musculatura, sino que muchas veces se sorprendió mirándole la entrepierna que mostraba un bulto enorme cuando usaba sus shorts o su pantalón de gimnasia. Y más de una vez al encontrarse temprano en la mañana en la cocina, ella vestida con su bata corta que dejaba gran parte de sus piernas descubierta, vio que Esteban azaroso se apuraba en sentarse tratando de ocultar el bulto de su pantalón de pijama, que su ojo rápido de mujer identificaba como una erección de enormes proporciones.

Cuando su relación carnal comenzó, las cosas entre ellos cambiaron dramáticamente. Desde hacía un año, Esteban cuando se acostaba con ella estando Lucía, no lo hacía debajo de las sábanas, sino que se tapaba con el cobertor. Sabía que no podría contener el deseo de tocar a Josefa bajo las sábanas, estando Lucía con ellos. Su sexualidad desatada y su deseo por ella, hacía que el sólo hecho de acostarse a su lado, lo dejara con una erección casi permanente, que para Josefa se hacía evidente ahora que lo conocía íntimamente. Ella, consciente de la incomodidad que significaba para él levantarse en esas condiciones para ir a llevar a Lucía a su cama cuando se quedaba dormida, era ahora la encargada de hacerlo. Al volver, Esteban la esperaba debajo de las sábanas. Y Josefa, feliz podía dar rienda suelta a su pasión por él, que se había alimentado por su cercanía y saber de la excitación del muchacho. Tan pronto entraba a la habitación, se iba desnudando a medida de que se acercaba a la cama para abrazarse al cuerpo desnudo de Esteban, que lo esperaba con esa erección imposible ya de ocultar y que su mojada vulva caliente esperaba recibir.

En muchas ocasiones fueron sorprendidos por Lucía en la mañana, la que tan pronto despertaba temprano, corría al dormitorio de su madre.

"¿Y por qué Esteban se quedó a dormir contigo y yo no?" Preguntaba haciendo pucheros.

"Esteban cuando te dormiste te llevé a tu cama y cuando volví él también se había quedado dormido. Tu comprenderás que no podía hacer lo mismo con él, ¿no es verdad?" Le contestaba ella, lo que dejaba satisfecha a la niña.

Ella, tal como había pasado anoche, siempre comenzaba haciéndole sexo oral. Se arrojaba al cuerpo desnudo de Esteban que la esperaba semi sentado, apoyado en el respaldo en la cama, y la contemplaba sonriente mientras ella tomaba con ambas manos su hinchada erección y la lamía de abajo arriba, para después succionarle la cabeza con un sonido seco, cuando la retiraba de su boca. Pronto esos sonidos comenzaban a chasquear húmedos, a medida de que su boca se llenaba de saliva, espuma y jugos pre seminales, especialmente cuando lograba que entrara profundo en su garganta, lo que producía mayor salivación. Al sacar la gruesa y larga verga, largas hebras húmedas quedaban colgando de la boca de Josefa, mientras lo miraba con pasión. A veces él la alzaba por los hombros y hacía que se parara frente a él, apoyada en el alto respaldo de la cama, y tomándola de las caderas, hundía su cara en el centro de su vientre y su boca se apoderaba de su sexo, haciendo gemir a Josefa, cuando la lengua de él, se introducía entre sus labios húmedos. Era una fiesta de erotismo para ambos, en que sus bocas recorrían cada centímetro del cuerpo del otro.

Anoche, tan pronto estuvieron en el dormitorio, Esteban la abrazó y la besó y mordió sus labios y después con su lengua en punto, imitó que le hacía sexo en su boca, mientras ella se la succionaba. Era un juego que los excitaba sobremanera. Era el juego que él a veces le hacía en cualquier momento cuando estaban juntos en la casa, como un preámbulo a lo que vendría a la noche. Esta vez ella, cuando retiro su boca le dijo, con ojos que brillaban de deseo:

"¡Esteban, te quiero dentro de mí. Ya. Te juro que hubiera dejado que me culearas en el restaurante, y después en el automóvil. Ven. Quiero sentir tu pico!" Fue la primera vez que usó esas palabras. Ella siempre le habló mientras hacían el amor, pero siempre sus palabras eran contenidas. Esta vez no pudo contenerse de expresarle abiertamente cuánto lo deseaba, mientras palpaba ansiosa por sobre la tela de su pantalón, el enorme bulto que lo presionaba. Ella conocía lo que había allí, y quería verlo y tocarlo.

Ella no resistiendo más sus deseos contenidos, se arrodilló en la alfombra, desabrochó su cinturón, bajó su cierre y en un solo movimiento bajo sus pantalones junto con su bóxer, para maravillarse ante la verga que quedó oscilante frente a su cara. Una mano acarició su glande, mientras la otra tomaba el centro de su erección. Josefa apreció la dureza de su carne entre sus dedos, y deslizó su palma hacia abajo apretando todo su grosor, apreciando su textura y su firmeza que al hacerlo, parecía endurecerse aún más. Repitió varias veces la presión para finalmente comenzar a recorrerla con su lengua por toda su longitud, para terminar succionando esa cabeza que la volvía loca al hacerlo. Se sentía cada vez más mojada y sentía cómo palpitaba su vulva. Chupó con ganas la cabeza suave, y la acarició una y otra vez con su lengua, hasta que no soportando más su excitación, se levantó y comenzó a desnudarse febrilmente, mientras Esteban se quitaba la camisa y se tiraba de espalda sobre la cama mientras contemplaba fascinado cómo se iba desnudando Josefa para él.

Era un espectáculo que no lo cansaba. Ver a esa mujer que había poblado cada minuto de su mente durante su adolescencia. Ver aparecer esos pechos redondos y sus pezones erguidos por la excitación, y el que esas caderas y esos muslos firmes desnudos frente a él pronto estarían rodeando su cintura, hacía saltar su verga. Recostado en la cama ahora, la tomó por el centro con su mano y la levantó sobre su vientre mientras la acariciaba para mantener su erección. Ella miró ese enorme pilar de carne como la presa que estaba a punto de devorar. Se acercó a la cama, y Josefa fue reptando por la cama hasta que enfrentándolo, lo empujó para dejarlo acostado y ella procedió a colocarse a horcajadas sobre él, le retiró la mano de su verga y tomándola, apuntó su cabeza al centro de su vulva. Lentamente bajó sus caderas mientras su rostro se elevaba hacia el cielo de la habitación, como si fuera a rezar o entrar en trance. Con sus ojos cerrados, concentrada en sólo esa sensación de la penetración, de sentir esa carne dura que iba horadando y abriendo las paredes de su vulva, que la recibía casi palpitando a medida que entraba y la llenaba.

Su vagina se había adaptado al enorme tamaño de Esteban y podría haber bajado sus caderas de un solo envión; pero, se había acostumbrado también, al placer de sentirlo entrar en su vulva lentamente, tal como se aprecia el sabor de un cono de helado cuando lo introduce en la boca. Y así era que se retenía de meter rápido ese cilindro carnoso y dejaba que fuera su vulva la que se hiciera cargo, que reconociera cada centímetro, apreciara su grosor y su dureza palpitando alrededor. Y lentamente al principio, comenzaba a alternar sus subidas y bajadas, con la ondulación de sus caderas hacia adelante y hacia atrás. Ese doble movimiento enloquecía a Esteban, mientras estrujaba sus pechos o asía su cintura para seguir sus movimientos como en un baile.

Después de un rato, Esteban la tomó y levantándola, la recostó sobre la cama y arrodillado, sentado en sus talones, la alzó por las caderas y la penetró de una vez. Josefa gimió y con su boca abierta como buscando oxígeno, siguió atenta cada movimiento de él.

Eran los momentos en que ambos se observaban detenidamente en silencio, absortos en la mirada del otro, envueltos en la sensualidad de ese instante de unión. Ella miraba su rostro como tratando de reconocer e interpretar el deseo de él mientras la penetraba, pero al mismo tiempo su sensualidad se desataba cuando absorta, su mirada se fijaba en la forma en que su verga entraba y salía de su vulva. Su mente parecía querer anticipar lo que sentiría su vulva cuando ese enorme pilar de carne brillante entrara profunda en ella, y cuando esa imagen mental se unía con la realidad de la penetración, su mente explotaba.

Pronto, la urgencia por liberar su cuerpo, obligó a Esteban a ser más violento y más preciso en sus movimientos. Había aprendido a conocer los innumerables puntos eróticos de ella. En ese momento Josefa comenzó a jadear cuando Esteban sin dejar de penetrarla, tomó sus nalgas y sus dedos comenzaron a rozar e introducirse en su ano. Fue en ese momento en que ella perdió toda compostura y comenzó a guiarlo como en una letanía:

"¡Mi amor, así, así... mételo más profundo... mete tu pico... no te detengas... soy toda tuya... culéame así... culéame más hondo... si, mete tus dedos en mi culo... ¿te gusta meterlos allí?... ¿quieres meterme el pico, también allí?... ¿quieres culearme el culo?... ¿QUIERES METERME EL PICO POR EL CULO?... ¿QUIERES CULEARME ASÍ?... ASÍÍÍ.. SIGUE... ¡SIGUE, MI AMOOOR, AGGHHHH!... ¡ME VAS HACER ACABAR!... SIGUE... AGGHHHHH.... ACAABOOO.... OH... MIERDA...."

lurrea
lurrea
7 Seguidores
12