El Profesor de Tenis Cap. 04

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Las cosas se complican para Pedro.
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Parte 3 de la serie de 8 partes

Actualizado 06/08/2023
Creado 10/12/2016
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Cap.4

Las cosas se complican para Pedro

****

Esa noche Verónica, mientras yacía acurrucada en los brazos de Julián, después de haber tenido un orgasmo increíble, pensaba en lo que en algún momento de la cena, había escuchado comentar a Pedro: ellos acostumbraban a levantarse temprano, ya que Julián hacía de coach, entrenándolo para los partidos que tenía que jugar al mediodía durante esa semana. Aunque le hubiera encantado pasar la noche con Julián, tal como lo había hecho ese lunes cuando lo había conocido, decidió que era conveniente que esta noche y las siguientes, no actuara como la golosa que había sido, ya que la noche anterior, había perdido la cuenta de las veces que habían hecho el amor, tal como le había relatado a su amiga Alicia.

"Julián, ¿me podrías ir a dejar a casa?" le dijo.

"¿Quieres que nos vayamos?" le pregunto él, mientras acariciaba su rostro.

"Sí. Creo que debes levantarte temprano para entrenar a Pedro. Además, me has dejado exhausta" le dijo sonriendo, mientras acercaba sus labios para que él la besara. No se le ocurrió otro argumento que darle para que dejaran la cama, aunque por supuesto eso no fuera verdad.

"Sí, es cierto, cariño. Eres demasiado irresistible y si seguimos así, tendría que pedir ayuda", le dijo mientras la besaba en la comisura de los labios. Aunque su ego pudiera sentirse satisfecho con lo que ella le expresaba, sabía que eso no era cierto. Jamás había conocido a una mujer que se cansara de tener sexo y menos alguien tan joven como ella. Pero, pensándolo bien, creyó que no era conveniente tener nuevamente una maratón como de la noche anterior.

"¡Anda, pesado!" le dijo ella, dándole un pellizco en el brazo.

Julián se levantó y se dirigió al baño para darse una ducha. Verónica observó complacida la marcada musculatura de su cuerpo desnudo, que demostraba el estado físico en que se encontraba. Mientras lo veía caminar, se quedó pensando en todo lo que implicaba esta relación con Julián. Se dio cuenta de que había empezado a hacer comparaciones. Y eso la intranquilizaba. Apenas llevaba dos días con él, y sentía que lo había conocido de siempre. Es que el sexo con Julián era increíble, y ese hecho empezaba a resquebrajar la burbuja en la que tenía a Germán. Era cierto que su novio era muy tierno con ella; lo había sido desde el primer día en que la había conocido. La trataba como una reina. La había presentado a su familia al mes de estar saliendo con ella, y eso la había sorprendido, ya que era muy distinto a los pelmazos que antes había conocido. Habían sido siete meses de mucha tranquilidad con Germán. Muchas veces se quedaba en su fundo los fines de semana, para volver el día lunes a su trabajo en la tienda de artesanía. Todo iba muy bien y, como decía su amiga Ali, demasiado bien, casi empalagosamente. Y era precisamente eso, lo que la había empezado a preocupar. Pero había otro aspecto aún más preocupante, se daba cuenta que ella era muy joven y por qué no decirlo, demasiado intensa para aceptar ese futuro de convertirse en la tranquila esposa de un dueño de fundo, llena de hijos. Todo había comenzado con pequeños signos: apenas recibía una que otra llamada de él durante la semana, era como si ya la considerara como parte de su propiedad, que estaba allí en el momento en que la requiriera, y cuando venía a verla los fines de semana, el sexo con él era absolutamente rutinario y lo que era peor, no se preocupaba de satisfacerla como ella esperaba.

Y de pronto, había aparecido Julián, que como un huracán había hecho trizas todos esos paradigmas en los que se movía su vida. Nunca se había sentido en ese estado casi permanente de excitación en que estaba ahora desde aquella noche en el muelle, ocasión que estaba segura, que si los fuegos artificiales hubiesen durado unos quince minutos más, le hubiera permitido que la culeara allí mismo por detrás, tal como lo había hecho esta noche. Se estremeció al pensarlo y ese temblor de deseo la recorrió entera hasta afincarse en su vulva. Miro su reloj pulsera que se había dejado puesto y vio que no eran las doce todavía. Tenía que ducharse antes de que la llevara a casa. Se levantó y se dirigió al baño en donde sentía todavía correr la ducha. Pensó que sus cavilaciones habían durado una eternidad.

Cuando entró al baño, Verónica vio su silueta recortada en los paneles empañados de la ducha. Corrió el panel de vidrio y se metió a la ducha junto a él. Él en ese momento, él dejaba que el agua escurriera por su cuerpo recién enjabonado y cuando ella entró se giró y la tomó de los hombros apretándola contra él. El agua comenzó a cubrirlos a ambos.

"¿Quieres que te enjabone?" Le preguntó él, mientras le acomodaba su pelo mojado.

"¡Ya!" dijo ella de inmediato.

Hizo que apoyara sus manos en la pared y él se colocó detrás y comenzó a untarla con el gel de baño, cubriendo primero los hombros, para comenzar a bajar suavemente por su espalda y sus caderas.

"Vero, creo que esta tarea me supera" le dijo Julián, deteniéndose cuando había comenzado a cubrir con gel sus nalgas.

Ella giró su cabeza hacia él "´¿Por qué tanto, cariño?" Era la primera vez que se dirigía a él con esa palabra 'cariño'; se sorprendió por la familiaridad con que se la dijo.

"Mira hacia abajo" le dijo él.

Verónica giró un poco más su cabeza y miró. Dio una exclamación: la enorme verga de Julián estaba vertical, a centímetros de sus nalgas.

"Ohh. ¿ Y cómo, si acabamos de hacer el amor hace unos minutos?" dijo, girándose y quedando de frente hacia él. Ella se lo dijo con toda sinceridad, ya que estaba acostumbrada a que German, cerca de los cuarenta, no era capaz de reaccionar para una nueva sesión de sexo, sino hasta la mañana siguiente.

"¡Ohh, no!" gimió él cuando vio los redondos pechos de Verónica con sus pezones apuntando hacia él. Ella no se había dado cuenta, pero estaban como lápices.

Verónica tomó su verga endurecida y lo atrajo hacia ella, apoyándola con su mano contra su vientre. Él se agachó un poco y tomando su muslo, levantó su pierna e hizo que la llevara hasta su cintura. Mientras ella rodeaba su trasero apoyando su talón en su nalga, él había tomado su verga por el tronco y agachándose había comenzado a recorrer su pene de abajo hacia arriba entre los labios de su vulva. Tan pronto él la penetró, Verónica se apoderó de su boca y gimiendo sin parar comenzó a besarlo ansiosa, mientras Julián comenzaba a culearla lentamente.

A Verónica le encantaba la manera en que sin prisa, él la culeaba. Era tan distinto al apresuramiento que mostraba Germán en la cama, (nuevamente la comparación). Julián le demostraba que estaba para ella, que se tomaba todo el tiempo que ella requería para excitarse. Y ella lo lograba con él, realmente hacían el amor.

Ahora ella estaba apoyando cada penetración de él, apretando su pierna que rodeaba la cintura de Julián; a veces extasiada de placer, apoyaba su cabeza contra el muro cerámico del baño y cerraba sus ojos, para centrar su sentido del tacto en su vulva y así apreciar cada centímetro de la verga que introducía en ella, mientras él acariciaba con una mano sus pechos y con la otra apretaba sus nalgas, sin detener su movimiento de penetración.

Poco a poco, su ritmo fue tomando mayor aceleración y su penetración haciéndose más intensa. La espalda de Verónica sonaba húmeda contra el muro, ya que el agua tibia no había cesado de caer a lo largo de sus cuerpos. No supieron cuando esa aceleración de sus movimientos, produjo lo inevitable. Verónica esta vez sintió casi un rugido salir de la boca de Julián cuando eyaculó y comenzó a lanzar semen en el interior de su vagina. Esa descargas calientes, fueron demasiado para el excitado cuerpo de la muchacha y apretándose a él, le sobrevino un nuevo orgasmo que la crispó completamente haciendo flaquear sus piernas. Él la mantuvo abrazada mientras sentía que se vaciaba completamente en ella.

Se quedaron en silencio unos segundos, mirándose, para finalmente terminar de ducharse.

Cuando Julián detuvo su automóvil frente al condominio en que vivía Verónica, se despidió con un beso y ella tomó su cara entre sus manos para retribuírselo largamente, no queriendo terminar. Verónica, al bajar del automóvil y caminar por el sendero que la conducía hacia la puerta del condominio, sintió que sus piernas eran una gelatina, pero sonrió satisfecha. Se giró al llegar a la portería para saludar a Julián, que esperaba a que entrara.

****

En el silencio de la noche, Pedro escucho llegar el automóvil de Julián y rápidamente le dijo a Paola, con la que mantenía un chateo de subido tono: "Mi amor, acaba de llegar Julián, tendremos que cortar".

"Oh, sí, tienes razón. Es casi cerca de la 1:00 de la madrugada. A propósito, ¿y en donde estaba tu compañero de cuarto?" preguntó Paola.

"¿Y qué, pensabas que estaba aquí, poniendo oreja a nuestro recatado diálogo?" le dijo Pedro, muerto de la risa.

"Tonto, por supuesto que pensaba que estabas solo. Te pregunto en qué andaba" le contesto sonriendo desde el celular.

"Conoció una muchacha el mismo día en que llegamos, y creo que le ha dado como caja, aunque no sé quién a quién" Contestó.

"Mira tú. Dale mis saludos y dile que se cuide. Buenas noches, amor. Que duermas bien para que ganes mañana" dijo y cortó.

En ese instante entro Julián a la cabaña y vio que Pedro dejaba el celular sobre la mesita de noche.

"Paola te manda saludos y me dijo que te lo tomaras con calma" le dijo Pedro.

"Ah que bien. ¿Y qué haces tan despierto. Tan tarde te llamó Paola?" Preguntó Julián.

"Sí, y casi me pillan 'in fraganti'. " Dijo Pedro, poniéndose serio.

"A qué te refieres a que casi te pillan" pregunto Julián enarcando la cejas.

Y allí comenzó Pedro a darle todos los detalles de cómo esa noche, había abierto la puerta de la cabaña pensando que era él y en su lugar entró Inga, la muchacha alemana. Y le relató cómo la muchacha prácticamente lo había seducido y después simplemente había dejado la habitación. Julián lo miraba atónito, pero más se sorprendió cuando Pedro le dijo que había quedado tan preocupado por toda la situación, que estaba pensando seriamente en volverse a la capital al otro día. Él nunca había engañado a su novia y esto creía que ponía en serio riesgo su relación si no se regresaba. Sabía que no podría resistirse si aparecía de nuevo la muchacha.

Julián se dio cuenta que a medida que iba argumentado, se iba acelerando, por lo que le dijo que se calmara y se durmiera y que mañana, con la cabeza más fría discutieran el tema. Pedro, después de escuchar los argumentos que le dio Julián, se calmó y finalmente se acomodó en la cama y apagó la luz. Mañana sería otro día.

****

La historia continúa

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