El trono de la Reina

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Ensayo sobre la practica sexual del Trono de la Reina.
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Denominamos El Trono de la Reina (en inglés Facesitting) al acto sexual de sentarse sobre la cara de la pareja. Comporta el uso de la boca, nariz y lengua y sustituye la penetración para deleite y placer de la mujer. Es especialmente utilizada por las parejas que disfrutan de la Dominación Femenina (Femdom) en la que la mujer ejerce un rol dominante y su pareja sumisa debe satisfacer sus deseos por más crueles que sean.

Esta práctica obliga al hombre a servir bajo las nalgas y entrepiernas de la mujer, ella se sienta en su cara o atrapa su cabeza entre sus muslos. Todo el evento está dedicado exclusivamente al placer de la mujer, durante el tiempo que esta desee.

El placer o el dolor del hombre, su satisfacción o frustración, sus deseos o temores quedan ignorados y él como buen sumiso y esclavo solo debe preocuparse de complacer a su dueña: los labios, el clítoris, la entrada a la vagina y el ano de la mujer reclaman su servicio, y se convierten en el centro absoluto de su atención.

Esta excitante práctica sexual tiene una ancestral y tradicional historia.

Algunas damas de las dependencias medievales tenían pajes cuyo deber consistía en proporcionarles "servicio" por medio de su boca y lengua bajo sus faldas, mientras sus maridos estaban ausentes en el campo de batalla, permaneciendo así técnicamente fieles, puesto que solo se consideraban como infidelidades las relaciones sexuales con penetración.

En la Inglaterra Victoriana, más de un joven tuvo su primera experiencia sexual con la cabeza bajo el trasero de su señora, la cual cabalgaba vigorosamente la cara de su empleado. Muchas jóvenes, todavía vírgenes, disfrutaban de sus orgasmos con las bocas de sus sirvientes y llegaban castas al matrimonio.

En las antiguas cortes chinas, se elegía un esclavo bien entrenado, de larga lengua, para ser usado por las féminas de la realeza y las damas de la corte, quienes hacían uso de su esclavo con tanta naturalidad como si de ir al servicio se tratase. El esclavo era convocado, follada su cara, y una vez cumplía su cometido se le ordenaba marcharse.

Viejos dibujos hindúes de corte pornográfico reflejan escenas parecidas, con mujeres en bata, en gráfico éxtasis, montando una cara masculina al tiempo que observan su gran erección. Como vemos a lo largo de la historia y en muchas culturas diferentes siempre las féminas más dominantes han sido las que más han disfrutado de su sexualidad.

Entremos en detalle: El Trono de la Reina sitúa a la mujer dominante encima de la cara de su esclavo, usándola cuando y como a ella le venga en gana, de forma cruel, despiadada y egoísta para su propia satisfacción.

Sentarse directamente sobre la cara del esclavo estirado boca arriba es la manera más sencilla, pero esta posición requiere que la dama controle la presión de su peso para evitar la asfixia lo que puede provocar cansancio en sus piernas. Así que muchas prefieren utilizar muebles especiales diseñados para esta práctica sexual.

Estos taburetes cuentan con una amplia abertura en el asiento y muchos permiten ajustar la altura de la cabeza para regular la presión al acomodarse sobre ella. La mujer se sienta cómodamente, y al no tener que estar aguantando su peso los músculos del suelo pélvico y de la entrepierna se relajan, lo que permite un fácil acceso y mayor profundidad a la vagina y al ano. Además, el taburete permite realizar la actividad por largos períodos de tiempo sin cansarse.

La mujer elegirá la posición en la que se coloca el esclavo para decidir cómo quiere recibir la estimulación.

Si lo pone delante de ella, al sentarse, la lengua del esclavo serpenteará por su clítoris y notará la nariz frotando la entrada a su vagina. Moviéndose adelante un poco será la lengua la que se deslizará por la vagina y al mismo tiempo, si presiona ligeramente, encajará en su ano la nariz mojada por sus propios jugos. Solo tendrá que adelantarse un poco más para sentir la lengua donde segundos antes estaba la nariz, relajando el esfínter permitirá que entre en profundidad.

Mientras tanto, si le apetece, puede poner cómodamente sus pies sobre el pecho y barriga del sumiso y golpearlo con sus tacones. Si decide sentarse con el esclavo a su espalda no podrá golpearlo con sus pies, pero sí con una fusta al igual que haría si montara a caballo.

En esta posición la lengua podría realizar un buen trabajo en el ano mientras la nariz se moja al entrar en la vagina. Desplazándose un poco atrás, la dama se follaría la lengua frotando su clítoris contra la nariz húmeda. Y moviéndose un poco más atrás ya tendría la lengua en su clítoris y con sus labios el esclavo lo podría besar y succionar.

Los movimientos hacia adelante y atrás no siempre tiene que hacerlos la dama, con adiestramiento será el propio esclavo el que sepa donde deberá trabajar con esmero y dedicación.

Disponer del sumiso a su entera disposición constituye un escenario claro de dominación. Efectivamente, requiere de una mujer que disfrute la sensación de poder y control. Que le guste tener los hombres a sus pies y sienta placer al saber que puede hacer con ellos lo que realmente le venga en gana.

Estas mujeres lo tienen muy fácil pues hoy la sumisión del esclavo se produce, la mayoría de las veces, por voluntad propia. Es más, son habitualmente los hombres los que incitan a sus mujeres a practicar las múltiples formas de la dominación femenina. Los esclavos desean ser usados, sienten placer al ser dominados, degradados y humillados, la mujer lo tiene muy fácil y sólo debe preocuparse de su propia satisfacción personal.

La boca, labios, nariz y lengua a su servicio no son más que puras herramientas de diversión. El esclavo ha de ser convenientemente adiestrado, si es necesario con castigos y humillaciones para que ella alcance el máximo placer durante el mayor tiempo posible. No es nada más que su juguete sexual, sin más importancia que su consolador, su pañuelo o su papel higiénico y así ha de ser tratado.

Por ello no extraña que, con la extensión de la dominación femenina, se haya incrementado el número de mujeres que disfrutan practicando El Trono de la Reina en la actualidad. Pero aun así, hay más hombres sumisos que damas dominantes, algunos terminan recurriendo a profesionales de pago al no encontrar una dueña que los use.

Los esclavos que tienen la suerte de casarse con una mujer de mente abierta que vea las grandes ventajas de tener un Trono en vez de un marido, pueden dedicar su entera existencia a adorar a su diosa.

Estas mujeres adiestran y entrenan a sus sumisos para que adquieran gran habilidad. El esclavo no puede realizar la tarea de cualquier manera, su obligación es concentrarse al máximo para realizar siempre el mejor trabajo en todo momento sin cansarse.

Deben enseñar a sus sumisos a conocer bien sus partes íntimas y a estimularlas con su lengua, labios y nariz de la mejor forma posible. Adiestran al esclavo a besarla, lamerla y succionarla de la manera más apropiada para ellas, y especialmente la primordial atención que debe prestar al clítoris de su dueña.

Enseñan cómo el esclavo tiene que saber identificar cuando es necesario aumentar o disminuir la velocidad y presión siguiendo los movimientos de la dama. Dedican el tiempo necesario para entrenar al sumiso al mismo tiempo que descubren cómo intensificar su placer. A veces se desea que el esclavo realice todo el trabajo, otras, se prefiere tomar las riendas y moverse salvajemente sobre su cara follándola sin piedad.

El hombre debe adorar con extrema pasión el sexo de la mujer, pero hacerlo de la forma en que proporcione mayor placer. El objetivo es conseguir tener al mejor esclavo bien adiestrado que te conozca íntimamente. Debe saber cómo realizar la tarea sin decirle nada, como si leyera la mente y supiera dónde y cómo estimular en cada momento. Ella es su diosa y, por lo tanto, cualquier esfuerzo es poco.

No hay que olvidar que la lengua es un músculo y existen diferentes ejercicios para fortalecerla y alargarla. Es obligación del buen esclavo buscar toda la información al respecto y realizar estos ejercicios cuando su ama no lo esté usando. Gracias a estos ejercicios, en poco tiempo, fortalecerá su lengua, le dará más flexibilidad, tendrá mayor control y velocidad en sus movimientos y aumentará la resistencia al cansancio.

Incluso existe una pequeña intervención que consiste en cortar el frenillo con láser o bisturí eléctrico. Esto aumenta aún más su movilidad y longitud al poder sacar más la lengua. Seguro que su ama se lo agradecerá disfrutando largas sesiones sentada en su trono.

Un buen esclavo debe estar siempre preparado para cuando lo necesiten. Por ejemplo, debe tener siempre su boca limpia. Después de ser usado por su ama deberá limpiarse, incluso usar un colutorio para tener su boca desinfectada, pero un colutorio sin alcohol, no sea que su dueña lo necesite de nuevo al instante.

También debe estar siempre perfectamente afeitado aunque ello requiera rasurarse varias veces al día. A todas las damas les gusta que la cara de su esclavo esté bien suave. En cambio ellas no deben preocuparse si hace días de su última depilación y su vello púbico rasca. Es muy divertido ver la cara roja y dolorida del sumiso después de usarlo.

Solo su dueña decidirá dónde y cuándo utilizar su trono, quizás al despertar por la mañana para empezar bien el día, quizás al volver del trabajo después de un día duro para aliviar tensiones, o quizás durante la práctica simultánea de alguna otra actividad, como ver la televisión, tomarse una copa, utilizar su teléfono...

Es evidente que tampoco debe preocuparse lo más mínimo si sus partes íntimas están limpias o necesitan pasar por la ducha, ni debe preocuparse si sus pedos deciden salir, sencillamente si le apetece usar su trono, se sienta y disfruta.

Comprobará que su esclavo estaba ansioso de volver a saborear a su diosa y muy contento de recibir en su boca sus gases. Agradecido, se esforzará en complacerla durante todo el tiempo que su dueña le necesite. Puede prolongarse y acabar causándole incomodidad o incluso dolor físico mientras comprueba que este hecho es completamente ignorado por su ama.

Para asegurarse la absoluta devoción y esfuerzo del sumiso, el adiestramiento ha de ser incrementado por medio del castigo y la humillación. Al esclavo, no se le permitirá tocarse, ni masturbarse. Su dueña decidirá cuándo podrá hacerlo y siempre como premio a sus esfuerzos.

Una jaula de castidad va muy bien para controlarlo, la dama la abrirá solo cuando lo merezca. Porque en este punto de dominación muchas mujeres ya no permiten al esclavo acostarse con ellas. Descubren que tenerlo privado de sexo, lo vuelve mucho más obediente y aplicado. Además disfrutan sabiendo la tortura que debe suponer para el esclavo, besar, lamer y chupar un chochito que jamás volverán a follar.

El nivel de dominación y humillación puede variar de común acuerdo, normalmente se va incrementando con el paso del tiempo y puede pasar de ser como un simple juego, a llegar a niveles perversos.

Es habitual que la esclavitud se amplíe a otros ámbitos de la relación. ¿Por qué no utilizar al esclavo para realizar las tareas de la casa? La limpieza, las compras, cocinar, lavar y planchar la ropa, etc... También debe demostrar una gran devoción a su diosa, mostrar respeto, elogiarla y atenderla en todo lo que necesite: masajeándola hidratando su piel, haciéndole la pedicura, peinándola, bañándola, arrodillándose en su presencia, ofreciendo su espalda para que descansen sus pies, etc...

Habrá que corregir severamente al esclavo hasta que realice de forma rápida e impecable todas sus tareas con castigos físicos: azotes, guantazos, patadas, etc... y también humillaciones: insultos, escupitajos, ordenarle lamer tus zapatos y tus pies, o limpiar con su lengua el baño, etc...

Para evitar todos estos castigos los esclavos rápidamente aprenden a realizar sus tareas a la perfección exactamente como le gusta a su ama mientras ella disfruta del tiempo libre. Tal vez, si está contenta, le permita masturbarse y correrse. Cuantos más días pasan sin soltar al pajarito de su jaula, más se esfuerzan por conseguir que su dueña esté feliz y le deje consolarse con la mano. Este será el máximo premio al que pueden aspirar.

Volviendo al uso del esclavo como Trono, hay dominantes que se divierten adiestrando a sus esclavos también por medio del castigo físico y la disciplina mientras las complacen. Azotar y vendar los ojos de sus sumisos incrementa su sensación de dominio. Algunas damas intensifican esta situación atando al sumiso, que se ve inmovilizado e indefenso mientras le monta su dueña.

Otra variante habitual es utilizar la boca del esclavo para sostener un vibrador o similar. Las damas se sientan en su trono y lo ponen a trabajar un rato, cuando sienten que están preparadas, les meten hondo en la boca un consolador para que quede bien sujeto, después cabalgan sobre su cara sin importarle lo más mínimo su incomodidad y son todo lo bruscas que desean en el momento de sus orgasmos. Después, limpian el juguete con la lengua del esclavo y para recuperarse, permanecen sentadas cómodamente relajadas sobre su trono, por ejemplo, mientras se fuman un cigarrillo o se toman una copa de vino.

Para agradecerle los servicios prestados, lo vuelven a usar si sienten ganas de ir al baño. Estando aun cómodamente sentadas, le ordenan abrir la boca, le obligan a tragar su orina y utilizan nuevamente su lengua para limpiarse. Así le demuestran que para ella, él solo es un objeto a su servicio, su consolador, su retrete, su papel higiénico...

Esta última humillación es tan efectiva que muchas dominantes, para castigar una mala acción, o simplemente por diversión, se llevan su esclavo al baño, le ordenan permanecer de rodillas a su lado o tirados al suelo mientras ellas sentadas en el retrete hacen de vientre. Luego, utilizan la lengua de su esclavo para limpiarse en vez del papel. Si notan resistencia a cumplir la orden o no realizan la tarea correctamente, avisan al desdichado esclavo el castigo que le espera, la próxima vez se aliviarán directamente en su boca. Las féminas que lo han probado coinciden que el placer que sienten al degradar y humillar así a su esclavo es indescriptible, además, se aseguran el máximo esfuerzo en complacerlas para evitar ser castigados de forma tan cruel.

Y si todavía quieren ser más crueles deben recordar que un esclavo sólo es un juguete sexual y ninguna mujer tiene que ser fiel a su consolador. Las damas más sádicas disfrutan sentándose en su trono al volver a casa justo después de haber estado con sus amantes. El esclavo rápidamente sabrá si el amante ha usado condón, porque deberá lamer, succionar y tragar los fluidos que destile su dueña doblemente humillado, cornudo y obligado a esforzarse al máximo para provocarle un nuevo orgasmo. Si no lo hace bien, quizás su diosa, la próxima vez, traiga su amante a casa y a él lo humille aún más obligándole a estar presente de rodillas al lado de la cama viéndolos disfrutar sabiendo que cuando terminen, su ama querrá usar su lengua nuevamente.

El límite de la dominación está en la imaginación de la dama. Sin tabús ni prejuicios y buscando conseguir el máximo placer puede consensuar con su esclavo hasta donde está dispuesto a llegar. Aunque con el poder de persuasión de las mujeres, realmente saben que el límite lo ponen ellas.

Al final, la experiencia es un grado, y cada vez disfrutará más y más montando la cara del hombre. Con el tiempo, mezclando el estímulo, la humillación y el castigo, la dominante convertirá a su esclavo en un verdadero experto en proporcionar placer, del que se sienta muy orgullosa.

Tanto que, como en muchos casos se dan, acaba ofreciendo tan magnífico servicio a sus amigas; por ellas, por mostrarles su pericia como dominante o porque considere que para el entrenamiento de su esclavo le viene bien la humillación que supone ser prestado a otras mujeres. Incluso puede ser que decida ganar dinero extra para sus caprichos y ofrezca los servicios de su esclavo por Internet, fiestas, despedidas de solteras, etc...

Te imaginas lucir unos carísimos zapatos nuevos sabiendo que lo único que te han costado es que tu esclavo se pase la noche lamiendo el culo a unas cuantas desconocidas.....

No os cortéis, disfrútenlo.

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