El Viaje de Negocios

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Sin embargo, por una última vez te volviste hacia mi y levantando la cara y me miraste a los ojos por unos segundos. ¿El beso de despedida? y sin dejar de mirarte a los ojos, incliné la cabeza para besarte.

Apenas toqué tus labios con los míos, todas las barreras cayeron. Con todo lo junto que habíamos bailado y las leves caricias que habíamos intercambiado, no nos habíamos besado nunca en la boca y ahora, este beso parecía la culminación de una etapa y el inicio de una nueva, que quién sabe donde terminaría.

Nos abrazamos; tus brazos alrededor de mi cuello, yo por tu cintura, mientras mi boca exploraba la tuya. Al principio mis bigotes estorbaron un poco, pero enseguida supimos lidiar con ellos, mientras aprendíamos a besarnos.

Luego de un tiempo infinito, ya casi sin aliento, despegaste tu boca de la mía sólo para decir: -mejor vamos adentro-

Entramos aún abrazados y besándonos de nuevo. Como quien no quiere perder ni un segundo. Me encantaban tus labios y el juguetear de tu lengua.

Una vez cerrada la puerta, sin dejar de besarte, mis manos comenzaron a explorar tu cuerpo.

Primero recorrí con ambas manos tu espalda y tus caderas, sintiendo la firmeza de tu cuerpo, la delgadez de la cintura y cómo se ensanchaba después en las caderas, marcando unas curvas fabulosas.

-Mmmm, que delicia- pensé. Con la mano derecha te halé la falda y logré atrapar la abertura que me había estado volviendo loco toda la noche, allí donde los botones estaban abiertos, lo que me dio acceso a tu piel. -¡Oh, que suave!-

De allí pasé a tu culito y así, con la mano izquierda sobre la falda y la derecha directamente en la piel, te apreté contra mi cuerpo. Mi miembro, que ya se había agrandado de nuevo, quería ser estrechado, apretado, y eso era lo que hacías abrazándome también con fuerza.

Entonces empezaste a quitarme la camisa, pero besándonos era muy difícil atinar con los botones, por lo que dejaste mi boca para poder ver. Yo me apoderé de tu oreja y empecé a comérmela. Pero primero deslicé los labios por el borde superior y luego hasta atrás, inclinando la cabeza. Luego volví a rozarla con la barba y el bigote para introducir entonces, despacito, la lengua en el hueco.

Te estremeciste de placer y no pudiste más con los botones de la camisa y en un gesto de desesperación que no esperaba de ti, trataste de sacármela por encima de la cabeza, aún con algunos botones cerrados.

Por supuesto que no funcionó y tuve que interrumpir todo para terminar de desvestirme. Entonces me sacaste la camisa y me bajaste los pantalones y los interiores en un solo movimiento. Mi miembro saltó libre de su opresión y por un instante me dio un poquito de vergüenza, pero al mismo tiempo me di cuenta que estaba tan excitado que tendría que tener cuidado para no poner la torta, acabando demasiado rápido.

Inmediatamente tú misma te quitaste la blusa y la falda, pero no hiciste ningún gesto de quitarte el resto. --Muy bien- pensé -quizás quiere que sea yo que te las quite-

Sin embargo primero me abrazaste y buscando mi boca, sin darme mucho tiempo de verte desnuda o casi-desnuda.

Mientras nos besábamos de nuevo y mientras nuestras lenguas se enredaban en reñida batalla por recorrer cada espacio disponible, comencé mi pelea con el brassier, pero tú te apretabas contra mi, halándome por las caderas, tus manos ahora en mis nalgas, como hace poco tenía yo las mías en las tuyas, apretando mi endurecido miembro contra la piel de tu vientre.

Finalmente logré deshacer el broche y separándome un poco te saqué el sostén. Tenías bellos pechos, medianos, altivos y seguramente duros como piedra.

No tuve tiempo de ver más, pues todo el tiempo habíamos estado moviéndonos a trompicones en dirección a la cama y en ese instante llegamos allá. Como tú estabas de espalda a ella, solamente te sujeté lo suficiente para que te recostaras sobre las sábanas. Ya las mucamas habían preparado la cama y quitado el cobertor.

Al subirte las piernas vi que todavía tenías las pantaletas puestas y tomándolas delicadamente por la cadera empecé a bajártelas. Tu me ayudaste subiendo primero el culito y luego las piernas.

Me hubiese gustado quedarme viéndote allí, ante mí, completamente desnuda, pero pensé que no te sentirías cómoda, por lo que opté por volver a buscar tu boca y la maneras más directa era acostándome con cuidado sobre ti. Me recibiste con los brazos abiertos y acomodé mi cuerpo sobre el tuyo.

Al sentir tu cuerpo desnudo, tu piel contra la mía, volvieron a sonaron las alarmas, obviamente me moría de ganas de penetrarte, pero sabía que si lo hacía ahora, no tardaría ni 5 segundos en acabar, por lo que tendría que usar todas las tácticas dilatorias que supiera. La primera era, por supuesto, no penetrarte y dedicarme a besarte y acariciarte, para llevarte lo más cerca posible al orgasmo y, si fuese posible, que te fueses antes que yo.

Busqué tu boca y comencé a besarte de nuevo, despacio. Apoyado como estaba en los codos y las rodillas, procuraba dejarte respirar mientras mi lengua exploraba de nuevo tu boca. Luego bajé al cuello donde te besé de lado a lado, desde la base de las orejas hasta el huequito cerca del pecho. Después busqué tus senos, para lo cual tuve que bajar un poco mi cuerpo. Recuerdo claramente como apoyé mi barriga contra tu monte de Venus y cómo tus pelitos me hicieron cosquillas.

Tomé tu pezón derecho delicadamente con los labios, halándolo un poco, mientras que mi mano hacía lo mismo con el otro pezón. Luego cambié de pecho y luego de deslizar la lengua por todo el perímetro de la aureola, comencé a chuparte el otro pezón con fuerza.

Unos ligeros gemidos empezaron a surgir de tu garganta, indicándome así que iba por buen camino. Cambié de pecho varias veces, dejando que cada uno recibiera una amplia ración de besos y caricias, mientras tus gemidos aumentaban de ritmo, hasta que decidí bajar a tu vientre. Apenas comencé a besarte la barriga, camino al ombligo, me tomaste por la cabeza.

-Ven- dijiste --te quiero ahora-

-Se acabó el tiempo- pensé --vamos Daniel tú puedes, tienes que aguantar-

Apoyándome nuevamente en manos y rodillas me acomodé entre tus piernas abiertas y antes de que tuviera tiempo de hacer nada, tu misma tomaste mi miembro en tus manos, dirigiéndolo hacia ti. Estabas completamente mojada y preparada para recibirme y al bajar yo las caderas, tú empujaste hacia arriba por lo que penetré profundamente en tu cuerpo en un solo movimiento.

-Aaaaahhhh- gemiste.

Mientras que a mi me atravesó un rayo de placer y tuve que quedarme unos inmóvil varios segundos para evitar acabar allí mismo, pero luego fue disminuyendo la urgencia y pude comenzar a moverme, despacio primero, con cuidado, pero en seguida tú respondiste subiendo otra vez tus caderas contra las mías, lo que terminó con la poca resistencia que me quedaba y sintiendo como me iba a ir en pocos segundos, traté de moverme lo más que pude para hacerte alcanzar también a ti el orgasmo.

Sin embargo finalmente no pude más y en una explosión de placer, comencé a derramarme dentro de ti. Fue un orgasmo extraño, porque aunque intenso, no dejamos de movernos en ningún momento, lo que condujo a que pocos instantes después tú también alcanzaras el clímax.

-AAAAAHHHHH-

Solamente entonces fue que ambos dejamos de movernos y pudimos disfrutar así unos momentos de calma, mientras nuestra respiración y nuestros cuerpos se relajaban.

Sin salir de tu cuerpo, comencé a besarte de nuevo, primero los ojos, por ser tan bellos; luego la punta de la nariz, respingada y coqueta; luego las mejillas, sonrosadas por el esfuerzo; la mandíbula a veces dura, a veces sonriente. Evitaba los labios, pues allí me perdería nuevamente.

Finalmente me dejé caer de lado, ya estarías ahogándote con mi peso y te pregunté si querías ir al baño primero. Me contestaste que no, que fuera yo primero, por lo que girando hacia el lado libre de la cama, me levanté y fui a lavarme.

-Coño, este es su baño- me dije -¿Cómo hago para cepillarme los dientes?-

Me puse un poco de pasta en el dedo e hice lo que mejor pude.

Al salir, vi que no estabas en la cama, por lo que recogí un poco la ropa tirada, luego me acosté y arropándome un poco, esperé que regresaras.

Regresaste del otro cuarto, vestida con mi camisa. Una vez que te acostaste, me puse de lado y apoyé la cabeza sobre el codo izquierdo.

-¿Esa no es mi camisa?-

-¿Qué cosa?-

-La que llevas puesta-

-Si, claro que es tu camisa. No iba a dejar que me vieras así, desnuda, caminado por ahí-

-¿Qué no la viera desnuda?, ¿Pero si acabábamos de hacer el amor?. ¡No solo la vi desnuda, sino que la tuve desnuda entre mis brazos!-

-No importa. Me daba pena- respondiste.

Por un rato hablamos de cosas intrascendentes, desde luego que nada que tuviese que ver con la oficina y el trabajo.

-¿Puedo darte un beso?- pregunté al fin.

-¿Un beso?-

-Si, un beso de buenas noches-

-Está bien, un beso de buenas noches-

Con delicadeza puse mis labios sobre los suyos. Por supuesto que yo no pensaba en absoluto que ese fuera a ser un beso de buenas noches, aunque a la larga sí lo sería, aunque más bien de mejores noches.

Comencé con un delicado roce con los labios y aunque me había apartado los bigotes lo mejor que pude, inevitablemente, un ligero roce de los bigotes también. Luego busqué la comisura de tu boca con la punta de la lengua, para recorrer el labio inferior solo así, con la puntica de la lengua. Luego seguí jugueteando con el labio inferior. Mmmm, estaba rico. Lo jalé y lo mordisqueé un poco.

Estaba un poco incómodo, acostado de lado y la cabeza doblada para poderte besar, pero intencionalmente quería que mi único contacto con tu cuerpo fuesen mis labios.

Al rato quise más y sin dejar de juguetear con tu boca, con mi mano libre, la derecha, busqué tu pecho. A través de la tela de mi camisa palpé tu seno izquierdo que al calor de mi mano respondió con una elevación del pezoncito. Pero quería piel y rebusqué por debajo de la camisa, lo que no fue muy difícil, pues la camisa solo estaba medio abotonada. Así que seguí acariciando tu pecho con mis dedos, siguiendo el mismo patrón que los besos, leves roces, que se convierten poco a poco en fuertes apretones, para volver luego a las caricias suaves.

Sin embargo, la camisa limitaba mis excursiones, por lo que la empujé sobre tu hombro para quitártela. Te erguiste un poco y la sacaste por completo, para luego acostarte también de lado, en frente de mi, de forma que ahora estábamos cara a cara y me era más fácil besarte.

Pero no paraste allí. Tu pierna izquierda se enlazó con las mías, con lo que podías hacer presión para mantener nuestros cuerpos muy unidos.

Otra consecuencia de ese movimiento fue que mi miembro, otra vez preparado, quedó colocado en posición y con una ligera ayuda tuya, la cabecita se asomó un poco a tu cuerpo.

Yo traté de ignorar lo que pasaba allá abajo y seguir con los besos, pero el ligero ir y venir de tus caderas y el calor con que tu vientre iba envolviendo mi miembro me hacían más y más difícil concentrarme en tu boca. Pero tampoco era una penetración profunda, la posición no era adecuada.

Al poco rato, decidí ir por más y sujetándote lo mejor que pude hice girar mi cuerpo sobre el tuyo y milagrosamente sin que se saliera, me acomodé sobre ti. Tus piernas, nuevamente como tijeras se enrollaron alrededor de las mías y lo que antes era una penetración ligera se convirtió en un pozo de gran profundidad.

Suspiraste de placer, pero sentí que aún no te dejabas ir, que te retenías y entonces decidí hablarte.

-Mírame- te pedí apoyándome en los codos y viéndote a la cara.

Tenías los ojos cerrados y los abriste un poco, pero no me viste realmente y los cerraste de nuevo.

Empujé duro con las caderas, al momento que te volvía a pedir que me vieras.

-Dámelo todo- te pedí.

De alguna forma, eso llamó tu atención y viéndome a los ojos, dejaste salir un gemido.

-Así... dime... anda, dime qué quieres, cómo lo quieres- te pedí, al tiempo que hacía grandes movimientos con las caderas, sacándolo casi todo para meterlo después con fuerza, hasta sentir como mi pubis chocaba con el tuyo.

-Aahhhh asiiii- respondiste con voz un poco ahogada.

Finalmente, como si le hubiese quitado el tapón a una botella de champaña, comenzaste a gemir y hablar y a decir cosas, cada vez más duro, conforme te acercabas al clímax.

-Siii, aaaahhhhh siiiii, asiiiiíííí, daaaleeeee-

Yo estaba encantado y trataba de seguir tu juego, acelerando y disminuyendo el movimiento del cuerpo, tal como me lo solicitabas con los gemidos y gritos. Ahora no tenía miedo de acabar antes que tú y podía moverme a voluntad.

Finalmente te tensaste. Tanto, que levantaste el cuerpo en forma de arco empujando contra mi, quedándote unos segundos así, mientras un profundo gemido salía de tu garganta anunciándole a todo Panamá que habías llegado al orgasmo.

Dejé que lo disfrutaras unos segundos y cuando bajaste las caderas de nuevo, empecé a moverme de nuevo. A mi me faltaba poco también.

Y entonces sentí como comenzabas a tensarte de nuevo y un poco después alcanzaste un nuevo orgasmo, un poco menos ruidoso esta vez, pues sólo se enteraron los vecinos del Hotel.

Esta vez no paré para que lo disfrutaras, yo estaba también muy cerca y aumentando cada vez la velocidad de mis caderas, sentí como unos segundos después explotaba nuevamente en tu vientre, vaciándome una y otra vez allá adentro, en esa dulce y tibia caverna.

Agotado caí como un plomo. Desmadejado me tomaste en tus brazos y me cobijaste, mientras mi corazón y mis pulmones recuperaban su ritmo normal.

Apenas pude respirar, busqué de nuevo tu boca y te besé dulcemente y así me dormí...

3er. día

Al despertarme, me extrañé de no encontrarte a mi lado. Me hubiese gustado despertarte con muchos besos y quién sabe si una nueva ronda amorosa, antes de salir para el aeropuerto.

Tampoco te vi en el cuarto ni en el baño, aunque estaba seguro que habías dormido conmigo. De pronto, te oí hablando por teléfono en el otro cuarto y me tranquilicé.

Me levante y con cuidado me asomé y, efectivamente, te vi de espaldas con mi consabida camisa, hablando por teléfono. La camisa te cubría apenas hasta la parte superior de los muslos y permitían ver tus lindas piernas.

-Mmm, cómo me gustaría acariciarlas de nuevo- pensé...

Entonces me devolví al cuarto, aprovechando para meterme en el baño, darme una rápida ducha y regresar a la cama a esperar tu regreso... y rezar que nos diera tiempo de hacer el amor nuevamente antes de salir al aeropuerto.

Al salir del baño, oí tu voz aún al teléfono, por lo que me acomodé en la cama, con las almohadas en mi espalda, desnudo y con la sábana cubriéndome hasta el pecho, mientras que, con los ojos cerrados, te visualizaba de nuevo de espaldas, con esas largas piernas... Inmediatamente mi cuerpo reaccionó a los recuerdos y mientras seguía recorriendo tu cuerpo con la mente.

De pronto sentí un ruido y abrí los ojos. Estabas en el marco de la puerta, viéndome. Quién sabe desde cuando. Y tu cara... ¡Dios mío, estabas maravillosa¡ Sonreías pícaramente, quién sabe qué estabas pensando... o sí lo sabía...

Entonces empezaste a caminar hacia mí, despacio, ondulante, con una mirada profunda, como una gata que viene a comerse algo. A mí.

Al llegar a los pies de la cama te detuviste. Desde allí recorriste con la mirada mi cuerpo bajo la sábana y sonreíste satisfecha. Luego te desabotonaste el único botón de la camisa y la abriste despacito, sin dejar de mirarme a los ojos.

Entonces dejaste caer la camisa en el suelo e hiciste una nueva pausa, como para que pudiera observar tu cuerpo completo. Los pechos bien formados, con pezones pequeños y ahora erguidos por la evidente excitación. La cintura de pequeña, que se ampliaba en amplias caderas, pero que en conjunto presentaban buenas curvas. Abajo, en tu vientre, un bien cuidado triángulo de vellos negros señalaba tu sexo. Finalmente tus bien moldeadas piernas.

En conjunto, no podía menos que decir que estabas buenísima.

Luego hiciste una vaina increíble; comenzaste a halar la sábana poco a poco, para "desvestirme" a mi. Justo antes de que el borde llegara a mi miembro, te detuviste un instante saboreándolo, con tus ojos fijos en ésta, para luego terminar poco a poco de jalar la sábana.

Nuevamente hiciste una pausa mientras recorrías todo mi cuerpo con tu mirada, con más énfasis en ciertas partes, haciéndome estremecer de antelación por el placer que me esperaba.

Luego te montaste de rodillas sobre la cama, una a cada lado de mi y avanzaste hasta estar a la altura adecuada.

A todas éstas, no habíamos pronunciado palabras, ninguno de los dos. No eran necesarias.

Luego tomaste mi miembro con las dos manos, que endurecido reposaba contra mi vientre, y apuntándolo hacia arriba, bajaste el cuerpo hasta que te entró un par de centímetros. La cabecita nada más.

Y entonces hablaste.

-Daniel. Ya sabes que acabo de tener un divorcio muy difícil y que me prometí no involucrarme con nadie por cierto tiempo-

Hiciste una pausa, mientras bajabas un poco el cuerpo, con lo que mi miembro se abrió paso un más adentro. Luego continuaste hablando:

-Por favor no hables ni digas nada hasta que yo termine. Tengo que sacarte de mi cabeza antes de que pase más nada y voy a hacerlo de una manera radical-

Una nueva pausa acompañada de un profundo suspiro al tiempo que me introducías un poco más en tu cuerpo

-Cambié el vuelo de regreso para mañana...-

Y entonces bajaste hasta quedar sentada sobre mi y mi miembro había llegado hasta el fondo de tu vientre. Cerraste los ojos y me acariciaste el pecho. Luego de un segundo empezaste a subir de nuevo, pero sin llegar a sacarlo.

-En las próximas 24 horas voy a hacerte el amor tantas veces que vamos a quedar hartos el uno del otro-

Y otra vez bajaste hasta el fondo y un profundo gruñido de placer salió de tu pecho. Estabas muy húmeda pero yo sentía claramente como mi miembro se abría paso por tu vientre cuando bajabas, lo que me producía una sensación muy, pero muy agradable.

-Te voy a hacer el amor con cada parte de mi cuerpo. Igualmente voy a usar el tuyo. Cada orificio, cada dedo y cada mano. Te voy a acariciar, te voy a besar, te voy a chupar y te voy a morder-

Yo seguía atento a tus palabras.

-Mañana te prometo que no vas a querer saber nada de mi. Va a dolerte todo. Voy a haber usado o mejor dicho abusado, de cada cada centímetro de tu cuerpo para darme placer a mi... y a tí... haaasta que nos duelaaa-

Habías empezado a arrastrar las palabras y te estaba costando seguir hablando.

-¿Eeestás de acueeerdooo?-

Antes de contestar, empezaste a moverte más rápido, arriba-abajo, arriba-abajo, y el placer ahogó mis palabras. Cada cierto tiempo cambiabas la tónica, girabas y movías las caderas adelante y atrás, o de lado, y yo sentía que mi miembro se revolvía en tu cuerpo girando y doblándose al ritmo de tus meneos.

Hasta ese momento yo había permanecido pasivo, pero entonces levanté mis manos y te agarré las tetas y las apreté con firmeza, pero sin causarte dolor. Solo caricias fuertes valían en ese momento. Tu te retorcías y gemías y gritabas y disfrutabas poseída por el placer.

De pronto cambiaste de ritmo inicial, con largos y lentas subidas y bajadas de las caderas. Con ello, mi miembro recorría toda la longitud de tu vagina y aún más adentro. Yo no lo tengo especialmente largo o gordo, un poco más que el promedio, pero suficiente para sentir como la cabeza te llegaba al útero y presionaba tu vientre hacia adentro.

Y entonces se inició el proceso final. Comencé a gruñir y sentir como un globo de placer se inflaba en mis bolas. Un globo que con cada bombeo de tus caderas crecía más y más hasta hacerme explotar. Un chorro de fuego recorrió mi huevo para vaciarse dentro de ti. Y luego otro y otro más, mientras me retorcía de placer.