Elvira - Una sorpresa terrible

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La vida de Elvira cambia, pero todo tiene un precio.
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Parte 1 de la serie de 2 partes

Actualizado 01/21/2022
Creado 07/03/2007
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I -- Una sorpresa terrible

Elvira entró en el Mercedes clase "S" de su yerno Gerard. Néstor, el chófer impecablemente uniformado, le cerró la puerta.

Todavía le parecía un cuento de hadas el cambio radical que había tenido su vida, después de todas las desgracias que le habían pasado.

Su marido había montado una empresa de catering, que organizaba comidas y cenas de bodas, reuniones, congresos y eventos varios. El negocio era excelente e iba de maravilla, Elvira era la que organizaba todo, incluso la contratación del personal que servía a las mesas, la decoración, los detalles solicitados por los clientes, etcétera... pero Francisco era un jugador inveterado y acabó perdiendo todo el dinero y la empresa.

Se murió de repente de un infarto, dejando a su mujer y a su hija en la miseria. Desde entonces, Elvira solo conseguía algún trabajo temporal de vez en cuando y tenía una pensión muy baja por la muerte del marido. Estaba capacitada para montar una empresa y llevarla ella misma, pero no tenía capital, ni la posibilidad de conseguir un crédito.

Vivía con su hija Jenny, que trabajaba en una tienda de artículos de caza y pesca de Madrid, cobrando un sueldo muy bajo. Ahí había conocido a Gerard que era cliente.

Él se enamoró de esa chica tan linda y tan fina con veinte años menos que él, que le parecía un ángel y a los seis meses de conocerse, se casaron.

Elvira miró el maravilloso chalet madrileño dónde vivía ahora con Jenny y su marido, mientras el coche empezaba a moverse.

Gerard, de cuarenta y dos años era solo dos años más joven que su suegra. Su mujer tenía veinte y dos años de edad.

Después de 35 minutos, llegaron a un bloque de apartamentos lujosos, en Arturo Soria.

Cuando el coche se detuvo, Néstor, le abrió la puerta. -- Por favor, señora... -- Cerró la puerta del coche.

¿Néstor, dónde me lleva?

A un apartamento en este bloque, señora. Órdenes de D. Gerard. ¿Me acompaña, si es tan amable?

Elvira lo siguió. Estaba bastante intrigada. Gerard la había llamado, pidiéndole que no dijera nada a su hija y pidiéndole que acompañara a Néstor. Le dijo que era muy importante y de momento no podía revelarle nada, pero insistió en que no se preocupara.

Al llegar al apartamento Néstor le abrió la puerta. -- Pase usted, señora. D. Gerard está a punto de llegar. Ahora si me permite, me voy. Le dejo la llave.

Pero Néstor... ¿Qué hago? Y la llave... ¿Para qué me la quedo? -- Él la miró con su habitual cara inexpresiva.

Señora, lo siento... Estoy cumpliendo órdenes. No sé nada, excepto que D. Gerard está a punto de llegar. Buenas tardes.

A los tres minutos entró Gerard.

Gerard... ¡Qué misterios! ¿Qué pasa?

Hola Elvira. ¿Qué le has dicho a Jenny?

Que iba de tiendas con mi amiga Luisa y que no sabía a qué hora llegaría a casa. No me dijo nada, ni me hizo preguntas.

¿Esa Luisa tiene teléfono móvil?

Sí, pero Jenny no sabe el número... ¿Es lo que te preocupa, ¿no?

Efectivamente. Bueno Elvira... tenemos que hablar.

¿Qué pasa? Te veo muy preocupado...

Preocupado, no. Disgustado. Me voy a divorciar de tu hija...

¿Qué me dices? -- Elvira estaba en pánico. Su vida estaba a punto de derrumbarse de nuevo.

Sin decir nada más, Gerard se fue al bar de la amplia y bien amueblada sala. -- ¿Qué quieres tomar?

Un whisky con hielo y agua con gas... -- Gerard preparó dos y le pasó uno.

Mira esto. -- Le entregó un sobre cerrado. Elvira lo abrió y cuando vio el contenido, casi se le paró el corazón.

¡No puede ser verdad! -- Lo miraba incrédula. Tres fotos de su hija Jenny en una relación lésbica con otra chica sobre una manta, en una pradera.

Mira Elvira, tu hija desde hace tres meses o más, que no quiere tener ningún contacto físico conmigo. Los típicos dolores de cabeza, depresiones... etcétera. Pensando qué podría tener a un amante, decidí contratar a una agencia de detectives y cuando vi esas fotos... reaccioné igual que tu. No me lo creía.

¿Qué piensas hacer? -- Le preguntó Elvira llorando.

No llores, Elvira. -- La abrazó muy cariñosamente. -- No lo sé... La quiero muchísimo y estoy muy herido. Pero no puedo vivir sin sexo. Podría ignorar el problema... con otra mujer no me importa qué lo haga. Lo veo normal. Con un hombre no lo iba a tolerar de ninguna manera.

¿Qué me dices? -- Elvira estaba sorprendidísima.

La bisexualidad femenina me parece una cosa normal. Lo que no puedo aceptar es que mi mujer se haya vuelto lesbiana pura. A mí me encantan los tríos. Lo haría con las dos encantado. Ya lo hice muchas veces con dos mujeres y me encanta. Lo que no admito es que ningún macho se acueste con mi mujer. Eso no me preocupa, porque al parecer ya no le gustan los hombres.

Estoy descolocada... No sé ni que decirte, Gerard. ¿No podría tratarse de un montaje fotográfico?

No. La agencia fue contratada por mí e hizo las fotos durante la investigación. La detective ha logrado ocultarse entre unos árboles y las hizo con una cámara convencional equipada con un potente teleobjetivo. Ni siquiera es fotografía digital. Además tengo los negativos. Si hubiera recibido las fotos anónimamente podría considerar esa posibilidad, pero no es el caso.

¿Quieres qué hable con ella?

¡No! Ni se te ocurra. Cómo lo hagas, precipitas las cosas y pongo inmediatamente a mi abogado a tratar del caso. Tengo que pensar qué es lo que voy a hacer.

¿Hay alguna solución posible? Quiero decir, ¿Ves alguna solución qué no pase por la separación y el divorcio?

Yo estaría dispuesto a ignorar el tema si ella tuviera conmigo un comportamiento de esposa. Quiero decir, sexo cómo antes y que tuviera sus aventuras con su amiguita. Me dice que no sabe que es lo que le pasa, pero no es capaz de hacer nada de sexo y me jura que no tiene a ningún amante. Me pide que tenga un poco de paciencia... pero ya no aguanto más... Necesito sexo. Estoy que me subo por las paredes. No quiero andar con prostitutas y una amante acabaría por convencerme a dejar a Jenny, más tarde o más temprano.

Si yo hablara con ella, quizá...

¡Te lo prohíbo! Si lo hicieras me iba a enterar, créeme. Inmediatamente pondría a mi abogado a trabajar en el caso y sabes lo que pasaría. Cómo empiece con ese proceso ya no lo paro, por eso ten cuidado con lo que haces.

¿Hay algo qué yo pueda hacer? No quiero vernos a mi hija ni a mí, de nuevo igual que antes.

Mira, Elvira... ¿Qué tal si nos vemos aquí de nuevo mañana? Tengo que pensar en todo esto. Intenta ver si te ocurre alguna idea, pero no le digas nada a Jenny.

Vale. A la misma hora. Pero vengo en taxi. Tengo la llave del apartamento. No quiero que Néstor se dé cuenta de nuestras citas... sabe Dios lo que podía pensar.

Elvira se fue a casa y no se atrevió a decir nada a la hija, pero habló bastante con ella, para ver si le notaba algo raro.

Hola, cariño. Parece que te noto rara. ¿Te pasa algo? -- Le dijo al llegar.

No, nada, ¿Por qué?... ¿Y Luisa, qué tal está? -- La verdad es que Jenny parecía normalísima.

Luisa bien. Nos fuimos por ahí de paseo...

Después de una larga conversación, Elvira seguía sin entender el comportamiento de su hija. La chica de la foto, seguramente la satisfacía plenamente y parecía feliz. Con el marido estaba cariñosa cómo siempre. Nada parecía tener sentido, sin embargo, las fotos no dejaban lugar a ninguna duda. Besos apasionados, un sesenta y nueve, la otra chica con la boca en su vagina... y Jenny con el morbo estampado en el rostro.

El día siguiente Jenny salió después de comer, sin dar explicaciones y Elvira no tuvo que inventar ninguna disculpa para ir a la cita con Gerard.

¡Hola, Gerard! -- Le dio un beso y continuó. -- No entiendo nada... la veo normalísima y cariñosa contigo. Hablé con ella, sin referirme a nada de lo que hablamos ayer, claro...

¡Eso es! Todo esto es incoherente, Elvira. Me besa, es cariñosa, todo... pero en la cama se comporta como si fuéramos hermanos. Sabe mantener las formas y las apariencias... ¿Nunca te lo imaginarías, verdad?

¡Nunca! ¿Conoces a la chica de las fotos? Es muy guapa.

Si. Es Araceli, la hermana de uno de mis socios. La conocimos en su casa y después volvimos a encontrarla ahí algunas veces. Está soltera. Es aún más guapa al natural.

Estoy sin saber qué decirte, Gerard. No puedo estar en contra de mi hija, como tú comprenderás, pero no puedo quitarte la razón. Por más que lo piense...

Elvira, ¿al menos me reconoces el derecho a tener una amante?

Qué situación terrible, Gerard. Como dices, una amante acabaría por destruir tu matrimonio y por perjudicar a mi hija... Sin embargo, te reconozco ese derecho. ¿Por qué negarlo?

Puede qué no.

¿Qué es lo que puede qué no?

Depende de la amante. Puede que no perjudique a tu hija.

¡Qué va! Son todas iguales.

No estoy de acuerdo...

¿Cómo qué no? Bueno, veo que ya te decidiste... Pobre Jenny. La verdad es que ella se lo buscó.

Hay una solución, Elvira. Conozco a una mujer que nunca me robaría a mi mujer. Además, es una mujer que me encanta. Nunca me había planteado una relación con ella porque... -- Elvira lo interrumpió irritada.

Porque trabajas con ella... ¡Tu secretaria, claro! Cuando la conocí, luego me di cuenta de que te comía con los ojos.

No me interesa esa mujer para nada. Y si me come con los ojos, nunca me di cuenta. Me da igual. No me gusta, excepto para trabajar. Es muy competente.

Entonces... ¿Es alguien que yo conozca?

¡Sí! Y de esa no tendrías miedo. Sabrías controlarla y tu hija estaría más segura que nunca.

Elvira lo miró sin entender... ¿O sin querer entender?

Gerard...

Sí, Elvira... Te estoy proponiendo un trato. Este pasa a ser nuestro apartamento. Nos vemos aquí, tú eres una mujer libre y me encantas, el matrimonio de tu hija se mantiene intacto, yo estaré muy bien y te prometo que te va a gustar mucho. Yo sé satisfacer a una mujer, como verás.

Estás loco... ¿No ves que no lo puedo hacer? Poner los cuernos a mi hija... Es inmoral e impensable.

Bueno, querida Elvira. Pensaba que eras más inteligente. Piensa en las consecuencias para vosotras... para las dos. Muy bien, me voy.

¡Gerard!

Nada más tengo que decirte, ni qué escuchar, Elvira. Dentro de tres días, el próximo viernes, vengo aquí a la misma hora. Es el tiempo que tienes para pensártelo. Si no estás, llamo a mi abogado. Le entrego las fotos y ponemos el asunto en manos de los tribunales. Puede que Jenny consiga de mí una pequeña pensión, pero no lo creo. Es un caso de adulterio lésbico. Después envío una copia de las fotos a todas sus amigas, para que sepan que no es una pobre víctima abandonada por un marido desalmado.

Eres un chantajista miserable. -- Elvira cogió las llaves y las puso sobre la mesa en frente al sofá.

De ninguna manera. Te estoy dando la oportunidad de salvar el matrimonio de tu hija, las excelentes condiciones de vida que tenéis las dos y además, de volver tener una vida sexual activa, que es algo que seguramente añoras. Piensa que hay una larga cola de mujeres que desearían estar en tu lugar, incluyendo la que, según tú, me come con los ojos. Eres mi primera prioridad. Guarda las llaves. En estas setenta y dos horas tendrás mucho tiempo para devolvérmelas, pero si no las coges... el asunto se termina aquí.

Elvira guardó las llaves en su bolso. - Al lo menos, no me las tiró a la cara. -- Pensó Gerard.

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