Emputecimiento (01) - Alfredo

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- A ver, ¿cómo ha pensado venir y volver a casa? -sigo con el cuestionario, más por ayudarle a él que por necesitarlo yo-. Tengo concertado un taxi que recoge a las chicas que lo desean por la tarde y las devuelve a sus casas de madrugada, pero no se lo recomiendo -sigo aclarándole-. Todas son unas cotillas, en esas dos horas de viaje harán la vida imposible a Magda.

- Creo que para mayor seguridad y discreción, seré yo en persona quien la traiga y la recoja -responde Pedro-.

- Bien -continúo explicándole al marido-, no hace falta que la traiga antes de las ocho, incluso de las nueve y no la acerque hasta la puerta, mejor déjela en la plaza. Ella puede venir andando sola, a esas horas no hay ningún problema y evitará así la curiosidad de estas cotorras -le digo mientras con la mirada recorro el local-. De madrugada es mejor que llegue hasta la esquina, puede llamar a Olga por el móvil y ella se ocupara de que Magda salga discretamente. Ahora le digo que le dé su teléfono. Pero no venga antes de las dos y el sábado de las tres. No quiero que haya celos con las otras.

- Está bien -asiente complaciente el marido-.

- Otra cosa, ¿Qué ropa va a traer? -pregunto curioso-.

En todo el tiempo que lleva en el local, Magdalena no ha dejado de cruzar su brazo izquierdo por delante de la cintura, mientras con el derecho sujeta las solapas del abrigo, uniéndolas entre sí justo por debajo de la barbilla. El local no es un prodigio de climatización, pero tampoco es una nevera ¡Coño!

- ¿Qué aconseja que se ponga? -me pregunta el marido mientras repasa a su mujer con la mirada de arriba abajo-

- Las demás suelen venir con ropa discreta, de calle, y aquí tienen para cambiarse -le respondo-. Dependiendo de si solo hacen de camareras o de si están dispuestas a ganarse un extra ofreciéndose para la monta, se visten con minifalda y top, o pantaloncitos y sostén, las camareras o a pecho descubierto y normalmente sin bragas las segundas, pero va a gustos. ¿Me permite que vea a la Señora? -le pregunto sin sospechar siquiera lo que se avecina-.

- ¡Claro!, actúe con toda libertad -me responde el marido ordenando a su mujer con la mirada que obedezca-.

- Magda, perdona que te tutee -le digo a la mujer para apaciguar lo violento de la situación- , ¿Te importa abrirte el abrigo para que te vea?

Al principio a Magda le cuesta obedecer, pero una orden explícita del marido basta para que se ponga en su lugar. El abrigo es de los que se mantiene cerrado solo con cinturón, sin botón alguno, así que no tarda mucho en abrirlo. Deshace el nudo del cinturón, del mismo paño que el abrigo, y cogiendo con cada mano uno de los laterales de su abertura frontal, las separa de par en par.

¡Joder!, ¡Joder!, ¡Joder! mira que he visto cosas en mi vida, pero esto no me lo esperaba. Desde luego la vida no deja de sorprenderte, y cuando estaba convencido de que se trataba de una pareja de esas modositas, que vienen aquí más dispuestas a satisfacer sus morbos de salidos reprimidos que ha ejercer realmente de ramera a las órdenes de su chulo, me encuentro con esto. La mujer aparece vestida únicamente con unas braguitas de encaje rojas, de esas minúsculas tipo tanga de tira y unos sujetadores a juego, tan pequeños que apenas se aprecian en comparación al volumen que sustentan. ¡Ahora entiendo porque se preocupaba tanto en mantener cerrado el abrigo!, ¡La muy jodida! En mi profesión y con los años que llevo de experiencia he inspeccionado a infinidad de chicas, es más, he de reconocer que la inmensa mayoría me las he follado una vez como mínimo, pero nunca hasta ahora se me habían presentado con tan poco envoltorio, je, je, je...

Resulta ser una real hembra, como las de antes algo entradita en carnes, con las clásicas curvas de toda la vida, no como estas esmirriadas. Buen cuerpo, ¡Sí señor! Este tío sabe elegir, me digo a mi mismo mientras se me pone un pingajo de mil puñetas.

- Pedro -me dirijo al marido intentando disimular, tanto mi sorpresa, como mi excitación, añadiendo como si ya estuviera de vuelta con lo sucedido-, Magda es muy atractiva, yo te diría que una falda, no demasiado corta, negra, y una blusa ceñida roja, con escote de pico y botones, es suficiente. Zapatos de tacón, negros también, y la ropa interior roja o negra. Si se decide a ejercer, con que se quite la blusa y la ropa interior bastará. Desde luego, con esas tetas será la sensación durante los primeros días y si sabe qué hacer con ellas no le faltará clientela.

Magda se está, literalmente, bebiendo lo que digo. Parece que no viene tan obligada como me parecía y eso me gusta. Algo me dice que nos entenderemos...

- ¿Te parece bien así, Magda? -le pregunto clavando la mirada en todos y cada uno de los rincones de su anatomía-.

- Haré lo que quiera mi AMO, Señor -responde seca y lacónica.

- Magda -interviene enseguida el marido-, ¡Contesta a Alfredo!

- Sí, me parece bien, Señor -añade entonces más humilde y sumisa-.

- ¡Ah!, ese collar y las pulseras las dejan en casa -aconsejo a la pareja-. Todas las joyas. Que traiga solo bisutería. Y nada de documentación ni cosas que puedan identificarla. Mejor que no traiga ni bolso. Aquí los dedos se vuelven huéspedes. Y eso que se lo advierto a todas cuando entran. Buenas hostias he tenido que repartir a cuenta de los robos. Ahora ya no, ahora por lo visto ya no se estila, sería maltrato de género, aunque a más de una la gustaban, je, je, je. Pero siempre a la puta calle y con una notita en comisaría.

- Pedro -le concreto al marido-, el lunes tráela a las seis para algunas "formalidades" y tráete, también, una fotocopia de su carnet de identidad. Me quedare con ella, supongo que lo entiendes ¿Verdad? Te la devolveré cuando pase la semana.

- Si, comprendo Alfredo -responde el marido-.

- Pues creo que nada más, ¿Quieres otro whisky? -añado por cortesía-.

- No, es suficiente -me responde cortésmente-, son solo treinta kilómetros, pero los de tráfico están a la que salta y ya voy pasado.

- Magda, ¿quieres otra bebida? -le pregunto cortés a mi futura putita-.

- No, gracias Señor -responde ella con la mirada aún clavada en el suelo-.

- ¡Olga!, ¡Olga!, ¡Estas sorda coño! -grito a la distancia-.

- Tranquilo Jefe, me había tapado los oídos -se oye desde la otra punta de la barra-, ¿no es eso lo que quieres?

- Como te de una hostia, sí que vas a dejar de oír -por mucha familiaridad y confianza que tengamos, no me gusta que se pierdan las forma y menos aún delante de desconocidos-. ¡Dale tu teléfono a este Señor!

- Y eso ¿Por qué?, es que no tiene bastante con la gachí que trae. ¿Para qué quiere mi teléfono? -replica Olga algo celosa ya-.

- ¡Olga, Olga! te estás pasando, dale el teléfono, ¡Coño! -no puedo dejar de exclamar severo y firme-, luego te explico.

- Perdona, Magda, esta tía esta cada día más borde -intento disculparme ante la nueva-.

La guarra de Olga se echa sobre la barra, metiéndole las tetas en los ojos a Pedro mientras le pasa el teléfono. Me está provocando la hija puta. Me voy a ir con ella a su casa esta noche y se va a enterar. Espero que no venga alguno de sus clientes fijos y quiera irse con ella. Para esta el negocio es lo primero y es capaz de dejarme en la estacada, todo y que la puta nueva me ha dejado con tantas ganas que si no descargo, reviento.

- Venga Pedro, hasta el lunes, ya sabes, a la seis -me despido para quitármelos de encima-. Tu veras, mejor es que mientras este tu mujer aquí no vuelvas a entrar, puede ser que no tengas tanto estomago como crees -acabo aconsejando al marido-. Piénsatelo el fin de semana. Si no estás aquí con ella el lunes, lo entenderé. Magda, lo mismo te digo -cambiando ahora de interlocutor-, si vienes, no esperes trato de favor. Aunque me caes muy bien, tendré que tratarte como a las demás. Además siendo la "nueva" y un poco "especial", ya sabes, tendrás que aguantar y tragar...

Magda mira un momento a Pedro, hasta que el asiente en silencio.

- Haré lo que mande mi AMO, Señor.

- Como quieras -añado-, el lunes ya te explicará todo Olga, después de las "formalidades".

Otro apretón de manos al marido. Me va cayendo mejor. Me gusta como mantiene el tipo.

- Un beso, Magda -le digo a la mujer como despedida-.

Otra miradita, ¿pero es que Magda no puede hacer nada sin mirar al tal Pedro? Él asiente de nuevo, ¡menos mal!, por fin voy a poder palparla. La sujeto de los brazos y ¡muá!, ¡muá!, un beso en cada mejilla. Esta firme, aunque con este abrigo no sé muy bien lo que toco. Jocoso y libertino no puedo evitar pensar que podía haberles dicho que se los quitaran, je, je, je...

- ¡Adiós! -vuelvo a despedirme desde lo lejos-.

- ¡Hasta el lunes! -me contesta Pedro ya desde la puerta dela calle-.

¡Bueno!, pues la verdad es que estoy deseando que no se vuelvan atrás. Mmmmmm, la semana próxima promete ser interesante.

- ¡Vamos!, ¡Vamos!, moverse niñas -grito para que se me oiga desde todos los rincones del local-. ¿Qué coño hace la música apagada? -pregunto al aire-. Tu Nana, ven, que tengo que "hablar" contigo, tráete mi vaso. Olga, estamos en el "reservado". Toca en la puerta si entran muchos clientes.

Vaya como me ha puesto la Magdalena de los cojones...

FIN

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