En Cámara Lenta P. 06

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Sus labios descendieron enseguida hacia mi pecho, y Celeste deleitó cada uno de mis pezones con el mismo beso, alternando entre uno y el otro hasta que mi espalda se arqueaba involuntariamente y mis caderas la buscaban.

Sus dedos descendieron por mi vientre en dirección a mis genitales. Colocó la palma de su mano para comprobar si me había puesto duro. Por alguna razón, se le había hecho costumbre hacerlo; yo siempre lo estaba. Nunca había dejado de estarlo.

Su otra mano se abrió para revelar uno de los condones que había sacado del hospital. Celeste lo miró detenidamente, buscando una apertura fácil, pero finalmente lo abrió con sus dientes. Retiró desde dentro el anillo de látex transparente, tocándolo sólo con la punta de sus dedos.

"Se siente viscoso" observó.

Lo dio vueltas varias veces hasta distinguir la punta.

"¿Me dejas... ponértelo? Sólo quiero ver cómo se hace."

"Haz lo que quieras, lo que quieras" le repliqué, impaciente.

Lo posó sobre la punta de mi pene, haciendo presión poco a poco, acariciando de arriba hacia abajo. La envoltura se desenrolló con facilidad. Era algo apretado, pero suficientemente flexible como para no causar molestia. Se sentía muy delgado, casi imperceptible. Aún podía percibir claramente la calidez de los dedos de Celeste en el punto más sensible de mi piel.

"¿Nunca habías usado uno?" me preguntó.

"No."

Me pregunté por un momento si éste sería el verdadero día D, pero no lo parecía. Celeste aún se hallaba completamente vestida, y parecía tomarlo todo como un juego.

"¿Sólo era eso?" pregunté.

Celeste sonrió; era la sonrisa traviesa de siempre. Se colocó a cuatro patas sobre mí, y sus labios se dirigieron a mi oído.

"Recién estamos empezando" me dijo en voz baja.

A esas dulces palabras les siguió el cálido-y-frío trazo de su lengua. Partió en el lóbulo de mi oreja, se hizo suave mordisco al llegar a mi hombro, y se detuvo. Celeste esperó a ver si me quejaba, pero al ver que me retorcía de placer, comenzó a devorarme con un frenesí impresionante, bañándome con su lengua, suspirando y jadeando sobre mi piel. Su entrepierna rozaba mi erección de vez en cuando, haciendo fricción sobre el látex, y yo a su vez la buscaba, ansioso por sentirla de lleno.

Su mano por fin acudió a mi auxilio. Enderezó mi pene con su mano, lo colocó entre sus piernas, y las cruzó sobre mi miembro, apretándolo firmemente. La sensación de penetrarla entre las piernas era increíble. Las palabras exactas salieron de mis labios antes de que pudiera pensarlas:

"Ahh, me encanta."

Ayudándose con los brazos, Celeste posicionó su cuerpo perfectamente recto sobre el mío, con sus piernas entre las mías, y manteniendo mi pene insertado entre sus muslos. Nunca se me hubiera ocurrido esa posición, pero era perfecta. Sus piernas ejercían la presión justa y necesaria. Era el punto intermedio ideal entre frotarnos el uno contra el otro, como lo hacíamos de costumbre, y lo que se sentiría penetrarnos en serio. Era el aperitivo perfecto a la espera del día D.

La tomé por las caderas y comencé a guiar sus movimientos, de arriba hacia abajo, cada vez más rápido, más, más, más. Podía cerrar los ojos e imaginar que realmente era el sexo de Celeste apretando el mío, y cómo no, si lo tenía tan cerca que podía percibir sus latidos a través de las delgadas telas que nos separaban.

"¿Te gusta?" preguntó. "Se me ocurrió anteayer, pero no estabas."

Así que Celeste también pensaba en esas cosas mientras yo no estaba... Ah, sus movimientos... Mi pasión aumentaba demasiado rápido, y quería que esto durara. Sin aviso, la besé, y la tumbé de lado sobre la cama, sin nunca dejar que nuestros labios se separaran. En dos movimientos, levanté su camisa y dejé sus pechos al descubierto, a mi merced.

Me tomé el tiempo de contemplarlos, prolongando la espera. Tenían el tamaño justo de mi mano extendida. Complementaban a la perfección la figura algo rellenita de Celeste.

Ella arqueaba su espalda, ofreciéndomelos, rogando por un apretón, una lamida, un beso, y finalmente le di en el gusto. En uno, deposité mi boca, con mi lengua cubriendo por completo el relieve de la aureola a medio endurecer; en el otro, mi mano abierta, que se fue cerrando con masajes circulares hasta sostener entre mis dedos el delicado pezón.

Me quedé quieto un segundo, sintiéndolos crecer y hacerse más llenos bajo mi toque. Sabía que Celeste debía estar sonrojándose ante lo rápido que su cuerpo respondía a mí, pero era natural; habían sido dos años de conocernos, y hacía ya mucho que no habían secretos entre nosotros; el lenguaje de nuestros cuerpos no era sino el reflejo de esa transparencia.

La fui empujando con mis manos y mis besos, hasta que quedó de espaldas sobre la cama. Mi imaginación rebosaba de ideas para estimularla hasta el límite, pero noté algo que puso fin a mis planes: Celeste nuevamente tenía una mano bajo su pantalón.

"Tócate" le dije. "Quiero ver cómo te tocas."

Ella asintió, con una sonrisa nerviosa. Tomó mi cabeza con su mano libre y la guió de vuelta a su pecho, impaciente por volver a sentirme. Comenzó a masturbarse apenas mi lengua hizo contacto con su piel. No podía creer que le gustara tanto. Me vi obligado a tocarme yo también, lentamente, sólo lo suficiente para calmarme. El condón me ayudaba, atenuando levemente las sensaciones.

Me di cuenta que podía medir cuánto le excitaba lo que yo le hacía con sólo fijarme en cuán rápido movía su mano, por lo que me dispuse a experimentar. Cada vez que retiraba mi boca, su ritmo disminuía; sin embargo, ciertos besos, ciertas caricias la hacían tocarse mucho más rápido de lo normal. Cuando la besaba profundamente en el cuello, y hacía rodar sus pezones entre mis dedos, se acariciaba a toda velocidad, como si no temiera acabar allí mismo.

"¿Ves lo que se siente?" le susurré. "Así me pones, así me tienes ahora."

"¡Mmnnh-nn-nn-nn-nnh!" gimió ante mis palabras, su voz vibrando al ritmo de su masturbación.

Sobresaltada por su sonoro gemido, me abrazó con su mano libre y cerró sus labios firmemente sobre mi hombro, en un intento por silenciarse.

"No dejo de imaginarlo. Estar... d-dentro de ti, entrar y salir de tu cuerpo, llevarte poco... a poco... a la cima."

Se me hacía difícil hablar. Me encontraba a las puertas del orgasmo, haciendo un esfuerzo supremo por no acabar, pero incapaz de dejar de tocarme. Acariciaba con mi otra mano los pechos de Celeste con extrema lentitud, siempre haciendo ademán de apretar, pero nunca llegando a ejercer ni la más mínima presión.

"Mmhfff... uff... mff" jadeaba Celeste sobre mi hombro.

"¿Tú quieres sentirme... dentro? ¿Abriéndote poco a poco, llenándote, acariciándote en tu punto más profundo?"

"Mmmh..." -- su voz se hizo más ahogada, y me abrazó con más fuerza.

"Quieres... ¿Quieres que acabemos el uno en el otro? ¿Quieres que compartamos cada temblor, cada explosión, cada--"

"¡Uhh!"

Celeste se sobresaltó de pronto y cerró sus piernas de golpe. Permaneció totalmente inmóvil por varios segundos, besando mi hombro con fuerza y sujetando mi espalda como si su vida dependiera de ello. No respiró, no emitió sonido alguno, no movió sus dedos. En sólo un par de minutos, había llegado al borde del orgasmo. Un solo movimiento en falso, y--

"Mm. Mmm. Mmmmhh..."

Su cuerpo se fue haciendo cada vez más pequeño, más tenso, más apretado, hasta que...

"AAHHH."

...se dejó llevar. La batalla estaba perdida. Su cuerpo comenzó a convulsionarse bajo el mío, y su masturbación retomó su ritmo desenfrenado. Tuve que contraer cada músculo de mi cuerpo para no acabar yo también. Le di a sus pezones el último apretón y dejé sobre su cuello el último chupón, acompañándola en su clímax, decidido a que no fuera en vano.

Celeste lo disfrutó al máximo. Succionaba mi piel tan fuerte como podía. Sus caderas brincaban por los aires y recaían sobre la cama sin cesar. Su cuerpo entero se enderezaba y se encogía por completo con cada sacudida. Duró una eternidad; cada vez que Celeste parecía estar llegando al final de su orgasmo, la impactaba otra oleada, más poderosa que todas las anteriores.

Finalmente, se dejó caer sobre la cama, exhausta. Intentó reponerse, pero mientras más respiraba, más parecía que le faltaba el aire. Su pantalón había quedado a la altura de sus muslos, y su mano aún escarbaba bajo su calzón, por encima de una leve mancha oscura. Sus ojos estaban fijos en los míos, abiertos de par en par. Sus labios entreabiertos brillaban, empapados de tanto besar mi hombro.

"P-p... Ahh... Uff... Perdón" articuló.

Le sonreí, y la besé tiernamente.

"Valió la pena" le dije.

"¿Sí?"

Hice coincidir mi pecho desnudo con sus pezones descubiertos.

"Al principio me dio mucha vergüenza hacer eso frente a ti" me confesó.

"No es primera vez que te pillo haciéndolo."

"¡Ay, no me lo recuerdes!" se quejó, ocultando su rostro en mi pecho.

"Pero si fue lo más excitante que..."

"¡Shh!", interrumpió. "Ni una palabra más."

La acaricié en silencio durante varios minutos, satisfecho de lo fácil que era hacerla avergonzarse.

"¿Todavía vamos a hacer lo que teníamos planeado?" le pregunté.

"¿Quedarnos en casa de la Karina?"

"No, lo otro."

Celeste hizo una pausa para escoger sus palabras.

"Mi amor... Las cosas que me dijiste mientras yo hacía... eso... Yo quiero que se hagan realidad. Hace mucho tiempo que quiero eso."

"¿Por eso no te pudiste aguantar las ganas de tocarte?"

Celeste asintió. La besé y la abracé, orgulloso de tener una novia tan adorable.

"Y también porque me gusta mucho tenerte desnudo y sentir tu piel en la mía" continuó.

Más besos, más caricias, más deseo derramado.

"¿Tú también quieres... hacerlo?" me preguntó, con algo de temor en su voz.

"Sip."

Me abrazó con fuerza, aliviada. Mi miembro aún erecto se incrustó en su abdomen. Al notarlo, Celeste lo tomó en su mano. Sentí mi orgasmo acercarse al instante.

"Está seco" observó, refiriéndose al condón. "¿Otro?"

"¿Qué piensas hacer?"

"Ten paciencia..."

Celeste no tardó en retirarlo, y encendió la luz de su escritorio para buscar otro. El condón había estado conteniendo un pequeño riachuelo de líquido preseminal, que se derramó por mi pubis y se perdió entre mis piernas. En cuestión de segundos, un nuevo condón sustituyó al anterior, liso, brillante, y perfectamente lubricado.

"¿Vas a terminar lo que comenzaste?" le pregunté.

Celeste respondió abalanzándose sobre mí, en un asalto de besos y manos que me dejó tendido de espaldas, y volvió a colocarse a cuatro patas sobre mi cuerpo.

Sus piernas apresaron mi pene como lo había hecho minutos antes, pero se sentía distinto, más directo, más apretado: Celeste se había quitado los pantalones.

"Abre un poco las piernas" me indicó.

Así lo hice. Celeste se colocó entre mis piernas, y comenzó a ir y venir sobre mí. Resbalé entre sus muslos desnudos con facilidad.

"Yo no soy tan buena en esto, pero... Imagínate que te tengo dentro, como siempre hemos querido, imagínate que..."

Sus labios se acercaron a mi oído.

"...que te estoy haciendo el amor, de verdad" me susurró.

Celeste abrió mis labios con su lengua, exploró hasta encontrar la mía, y le dio un solo toque sutil antes de retirarse.

"Me entrego a ti, totalmente..." continuó.

Intenté colocar mis manos en sus caderas, para alentar a Celeste a ir más rápido, pero ella no me lo permitió; esta vez, tendría que seguir su ritmo. Me moría de ganas de poseerla, entrar y salir de entre sus piernas muy rápido, muy profundo, y sin embargo Celeste me torturaba con movimientos lentos, subiendo casi hasta soltarme, para luego bajar hasta envolverme por completo.

"...me tocas de formas que nunca hubiera imaginado, siento el corazón a mil..."

La voz de Celeste tenía un tono... sensual. Nunca antes se había atrevido a mostrarse así. Supe, con sólo mirarla, que también se estaba imaginando las sensaciones que describía. Estaba representando su propia fantasía, sólo para mí.

Lo sentía muy cerca. El orgasmo más poderoso de mi vida llevaba varias noches creciendo en mí, esperando la oportunidad de apoderarse de mi cuerpo, y ahora, una vez más, lo sentía allí, en la punta, ese ardor mágico, delicioso, insaciable.

"...te siento muy dentro, no puedo parar... quiero llegar a la cima contigo, y..."

Suficiente. Tal vez Celeste tenía preparado un monólogo mucho más extenso, pero yo no podía esperar más. La interrumpí con un beso tembloroso, y con una sola estocada de mis caderas, me hundí tan profundo como pude, desencadenando lo inevitable.

"Eso, dermina dentro de mí, vamos..."

Estallé con fuerza, rindiéndome al llamado de mi cuerpo. Ríos y ríos de líquido ardiente fluyeron a través de mí. En esos segundos delirantes, olvidé la realidad: ya no eran los muslos de Celeste los que me apretaban, sino las paredes de su vagina; la barrera de plástico que nos separaba ya no existía; hasta donde mi cuerpo sabía, Celeste y yo estábamos íntimamente unidos, compenetrados, como sólo un hombre y una mujer pueden estarlo, y estaba virtiendo en su interior todo el fruto de nuestra pasión.

Eyaculé durante minutos enteros, mi cuerpo convencido de que estaba fecundando a mi novia.

Celeste abrió sus piernas en cuanto me calmé, liberándome de su apretón, y se recostó a mi lado, la mirada fija en mi miembro aún tenso. El abundante líquido blanco había formado un globo en la punta del condón. Celeste contemplaba semen por primera vez, como ojos atentos.

"¿Lo saco?" me preguntó.

"Si quieres."

Sus manos hábiles tiraron de la punta hasta quitar por completo el preservativo. Mi pene había quedado reluciente por mis fluidos. Celeste no resistió la tentación de deslizar un dedo desde la base hasta el extremo, probarlo, y lamerse los labios con una expresión muy provocativa.

"Me gustas" afirmó.

* * *

Me fui de casa de Celeste cerca de las nueve, no sin despedirme de ella con el beso más apasionado que alguna vez compartimos. No dejamos de miramos el uno al otro hasta perdernos de vista.

Minutos más tarde, recibí el siguiente mensaje de ella:

te espero proximo lunes 14h Avda Los Laureles 149... para ser toda tuya <3 te amo

Estaba decidido.

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