En un Callejón de la Ciudad

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Un hombre joven es contratado por su hermano para tener sexo
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LucyKim
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Mi amigo Sebas me mira por el reflejo del espejo, mechones de su peluca rosada cayendo con gracia sobre sus hombros; que de no ser tan anchos delatarían menos su sexo.

—Estás divina —Me dice, dándome una palmada en la parte baja de la espalda. —, Este vestidito rosado te hace ver...

—Como una puta—. Respondo haciendo un puchero con mis labios pintados de rojo. —Está bien que lo sea, pero no es para tanto.

—Mi amor, la mercancía hay que enseñarla o no se vende.

Sebas me toma de la mano, haciendome girar sobre mis tacones altos, para tener vista 360 de mi atuendo de esta noche. —Ya me desearía yo esa cinturita, y esas nalgotas...

—Más yoga y menos pesas, bella—. Le digo sonriendo, sintiendome más seguro en mi personaje de esta noche. — Vamos, que hay que poner las nalgotas a trabajar.

... ... ...

Mi nombre es Frabrizio, pero esta noche, como todas las noches de jueves, seré Fabiana. O Felicia. La verdad no importa, en el calor del momento a mis patrocinadores no les importa. No me gusta llamarles clientes, me parece algo tosco. Si bien pagan por mi servicio, prefiero pensar que están patrocinando a mi otra identidad: el joven palidejo y flacucho que vive y respira arte de día, y que ocupa un empujoncito económico de vez en cuando.

—Hola, ricura, ¿cuánto por una chupadita?—

Llevó apenas diez minutos en mi esquina habitual, y ya tengo a mi primer amable patrocinador. Es un hombre gordo, de más de cuarenta, con pelo negro alborotado y bigote de policía de los 80. Lleva traje de camisa de rayas, manga corta, y pantalón de vestir azul. El tipico maduro desesperado por una cogida.

Le digo el precio al que acostumbro, algo más elevado que el de la mayoría pero hay que hay que tener algo de amor propio. —Pero— añado, posando una mano en su cadera --, Le hago precio si me la quiere meter por atrás. Con condón, claro está.

Sus ojos brillan de contento, y se lame los labios con lujuria, aunque trata de mostrarse algo tímido. Todos tiene sus reservas al principio, pero no me buscarían a mí si no anhelaran darle una probadita de algo más intenso.

—Nunca he culiado a un hombre—. Admite.

—No soy hombre— le respondo, fingiéndome enojada --, soy una chiquilla traviesa.

Lo de chiquilla me lo pueden creer, aunque ya voy por más de mis veinte. Mi cara angular, delicada, y mi cuerpo delgado han confudido a más de uno en la calle y las discotecas.

Él se vuelve a relamer los labios, una sonrisita pícara en ellos.

No hay más que decir, el precio acordado, lo guió al callejón donde manejo mi negocio, me doy media vuelta, subo mis vestido y lo dejo que se dé gusto.

—Ay, cosita rica, que buena que estás— me dice entre jadeos, metiéndola y sacándola sin ritmo, —que rica, mi amor...

Entre estas y otras frases similares, termina regandose. Su miembro permanece dentro de mí por unos instantes después del climax, disfrutando de la sensación. Yo he hecho mi parte, jadeando, gimiendo y apretando las nalgas para darle más placer. Yo también siento rico, pero no es para tanto.

Son negocios, cariño, los sentimientos se dejan de lado.

Se marcha, sin siquiera voltear a mirarme. No me ofende, la mayoría de mis patrocinadores son así[ mete-saca y adiós. Si quisieran quedarse abrazaditos les costaría extra.

—Como te fue, bella?

Sebas viene a recogerme en su volkswagen negro, justo cuando está despuntado la madrugada. Su peluca está desaliñada, tiene el maquillaje corrido y el labial despintado. A juzgar por las apariencias, a él le ha ido de maravilla.

—Un par de heteros maduros calientes — le comento— ,no me fue muy bien. Pero, sí puedo pagar el alquiler este me. — Me apresuro a decir.

Sebas se echa una risita amigable.

—Eso es lo de menos. Yo sé que eres cumplida. Pero nena, me doy cuenta que tienes pegue con ese tipo de clientes...

—Patrocinadores—. Le corrijo.

—Lo que sea. Tal vez deberíamos enfocarnos en darte publicidad entre ellos, ¿no crees? Subirte un poco el negocio.

—No sé si me interesa. Tampoco quiero llamar mucho la atención. Tú sabes, mis padres...

Un silencio sepulcral llena el auto. Sebas me entiende, estamos en esto juntos por las mismas razones.

—Nadie les va a llegar a decir. El tipo de personas que nos buscan no son el tipo de andar hablando.

—Ya sé, es que...

—Tranquila, nena — me toma de la mano, manteniendo la otra en el volante --. Todo va a estar bien. Recuerda que lo hacemos por diversión, puedes parar cuando quieras.

... ... ...

—¿Cuando es jueves otra vez?

Estamos en el apartamento que alquilamos juntos, y le muestro a Sebas un anuncio en el periódico sobre un seminario de arte al que me encantaría ir, si pudiera pagar el costo de las inscripción. De día, entre la universidad y nuestros empleos a medio tiempo la llevamos bien, algo apretados ecómicamente pero sin mayores problemas.

—Falta bastante. Pero no tienes que esperar.

—Quedamos en hacerlo solo una vez por semana.

—Sí, por seguridad y para que no se nos haga hábito pero mira quienes van a venir— me arrebata el periódico, ojeando con ojos brillantes de emoción la lista de conferencistas invitados -- .Simplemente, no puedes faltar.

Nos volvemos a ver, como esperando que uno le dé permiso al otro.

—Solo por esta vez— le digo —, y ya no más.

... ... ...

Mis amigos de la disco, los pocos que saben a qué me dedico de tanto en tanto, me preguntan si es difícil hacerlo. Yo usualmente respondo que no, que todas las pollas se sienten parecidas, que estando de espaldas ni me acuerdo de la cara del que me esta dando, y que al final, el sexo es rico y que le paguen a uno por ello, pues, que te diré, suena a una situación donde todos salen ganando.

—Aparte— añado—, He llegado a darme cuenta que estos maduros reprimidos, entre más feitos, mejores pollas tienen y más rico cojen.

Es verdad, y solo alguién que esté en el negocio puede dar fe que lo digo es cierto. Hay algo tan salvaje, primitivo, en la manera en la que un hombre que no ha tenido acción por algún tiempo coge, que me hace temblar de exitación cuando me la están dando.

Esta noche espero en mi esquina habitual. Sebas prometió dar algunas referencias aquí y allá, con la fe que algún patrocinador aparezca. Miró mi reloj, son casi las 2 am y no ha pasado nadie. Estoy a punto de marcarle a Sebas, cuando una ronca y tímida voz me llama la atención.

—¿Disculpe...errm...señorita?

Me volteo para ver a mi interlocutor. En la obscuridad de la noche, en especial en mi esquina, discernir un rostro de otro es algo complicado, aunque útil para este tipo de transactiones, de manera que el hombre frente a mí, de apariencia mayor y algo rellenito no me hes más parecido que cualquier otro.

Lleva el cabello peinado de lado, algunas canas grises ya evidentes en los costados. Viste de forma casual: una camiseta tipo polo negra, jeans, tennis de marca. Un buen reloj en la muñeca izquierda, y huele a recién bañado. No me parece particularmente atractivo, más bien todo lo opuesto, pero algo en su gesto, la manera en que balance el peso de su cuerpo de un pie al otro, como sus hombros tensos se inclinan hacía adelante, y la manera curiosa como arrastra las palabras al hablar, se me hacen extrañamente familiares.

—¿Dime, mi vida?

Pongo mi mejor voz, contoneandome sensualmente al acercarme.

—Yo...estem...

—Quieres pasarla bien? — le pregunto, atreviendome a ponerle una mano su pecho. Él se sobresalta, pero no parece querer alejarse —. Puedo darte un mejor rato que cualquier otra. Puedo chupartela hasta que salga la lechita. Me la puedes meter por atrás también, con condón. O si lo que quieres es ser pasivo...— me acercó un poco más, apretando mi cuerpo con el suyo — podemos arreglarlo. Depende de lo que quieras pagar.

Él aparta la mirada, puedo sentir los latidos de su corazón acelerandose. Es adorable, en cierta forma, ver a un hetero romperse así, dudar de todo por un momento de placer.

A lo lejos, un carro pasa iluminando mi momento privado con las luces de en frente. El reflejo no durá más que un instante, pero es suficiente para apreciar los rasgos de mi prospecto.

Doy un paso atraz, casi resbalandone me mis tacones.

Es Luca, mi hermano mayor.

... ... ...

—¿Podemos hablarlo en mi auto?

No me ha reconocido. Es verdad que llevamos mucho de no vernos, y mi transformación me hace ver como una persona completamente diferente, pero yo no podría olvidarle.

—Es un poco tarde— le digo, recobrando la compostura—, tal vez deberiamos dejarlo para otra ocación.

—No quise asustarla invitandola a mi carro— responde— ,es solo qué...no sé como manejar este tipo de situaciones. Pensé que en un lugar más privado, pues...

—Mis precios son elevados.

—El dinero no es problema.

No puedo evitar reír. Aquí estoy, vestida de mujer, en las calles oscuras de la ciudad, negociando el precio de mi cuerpo con mi propio hermano. La vida dá muchas vueltas. Él tiene todas las señales de hombre desesperado por una cogida, y nada de lo que le digo parace desanimarlo. Me le acerco de nuevo, para que pueda verme bien. Sus ojos se clavan en los míos.

—Bueno. Hagásmolo— le digo.— aquí, en lo oscurito. ¿Me las quieres meter, verdad, me quieres dar por el culito? Es rico, pero...no tienes experiencia—. le tomó la mano izquierda, donde un circulo menos bronceado que el resto de su piel denota la ausencia de un anillo de bodas -- Es tu primera vez con alguien como yo.

—Nunca había pagado por esto, honestamente.

— Yo no juzgo, solo cobro— le paso un mano detraz del cuello, apegandome de nuevo a el, nótame idiota, que no vez que soy tu hermano, quisiera gritarle —. Cobro caro, pero vale la pena.

Da una risita nerviosa, atreviéndose a colocar sus manos en mi cintura.

—Dime el precio— sus ojos cambian en un instante, y se llenan de lujuria anticipada. —ya quiero ponerla en tu boca.

.... .... ...

Son negocios, cariño, nada más que negocios.

Honestamente, este hombren no es más que in extraño para mí. El deseo en sus ojos me exita, me empodera. Que aquellos que me rechazaron vengan a mí rogándome por sexo me parece un sentimiento delicioso. Yo ya no tengo nada que perder. Lo dejare que me coja—pienso— y luego le dire quien soy, quiero ver su expression, de pena, asco, lo que sea, para reírme en su cara.

—Ven, mi amor, sacala para chuparte.

Lo arrastro al rincón más oscuro de mi callejón, un espacio especial que mantengo lo suficientemente limpio y despejado para llevar a cabo mis negocios. Lento, me pongo de rodillas frente a él, lamiendo mis labios en anticipación. Hay un truco del negocio para determinar que tan limpio es el patrocinador, y una por supuesto, puede negarse, pero por si las dudas alisto un condón ultradelgado, sin sabor, para ponerselo. Él se baja el zipper del pantalón, y saca su polla ya erecta, listo para la acción.

Es la polla más bella que he visto en años. Es gruesa, desde la base hasta el final, sin piel en la punta, esa parte lisa que me gusta llamer el honguito, grande y jugosa. Está perfecctamente rasurado, y cuando me acerco un poco más, huele a jabón de baño perfumado.

—Que rica ...— es todo lo que puedo decir. La tomó con una mano, masturbándolo para ponerlo más duro. Mi propia polla se está poniendo dura, prensada entre mis panties de encaje. No todos los días se encuentra algo así.

—Por favor...— me ruega. Algo de semen ya sale por la punta. Seguro ya esté en su límite.

Y es mi propio hermano— me digo a mpi misma— pero una polla asi, sea de quien sea, no la puedo dejar pasar. Tengo que probarlar— . Dejo el condón de lado, salivando en anticipación.

Abro la boca grande, y me trago todo su miembro, tan grade como es, hasta el fondo. Sus gemidos me exitan más, y me enfoco en hacerlo tan rico como sé hacerlo. Con mi lengua, recorro desde la base hasta la punta, lento, lo suficiente como para mantenerlo al límite pero sin que se riegue. Luego chupo solo la punta, haciendo que el honguito me pegue en el cielo de la boca. Un par de vences, de la emoción me la mete hasta el fondo de la gargante, haciendome toser, y tengo que poner una mano en su cadera para deternerlo.

—Tranquilo, mi amor.

—Perdón... es que se siente tan bien.

El sabor de su pre-semen es dulce y agradable; no me sorprendería que se hubiera preparado de antemano comiendo piña. Siempre fue el tipo de calcularlo todo. Con moviemientos ritmicos, subo y bajo, contraigo mis mejillas para hacer más succión, chupo sus testículos, juego con ellos con una mano, mientras lo masturbo con la otra, para volverlo a lamer. Él se la está pasando genial, sus ojos cerrados con la cabeza echada hacia atráz, los dientes apretados, jadeando con dificultad. Su polla esta pulsando, sé que no va aguantar más. Por más delicioso que sea, no me puedo permitir tragarme su leche, son ciertas reglas del oficio que hay que tener.

—¿Te quieres regar, mi amor?

Con mi mano, empiezo a frotarlo, haciendo un movimiento firme, rotativo, de arriba a abajo, dandole pequeñas lamidas de tanto en tanto.

—Ah... ya no aguanto...

Se aparta de mí, agarrandose la polla con una mano, mientas su semen sale disparado al suelo, dejando un charquito blanco y espeso. Yo me limpio la saliva del rostro, decepcionada de dejar semajante descarga desperdiciada. Apuesto que sabía muy bien.

La mayoría con esto quedan listos, especialmente a esa edad, y toma bastante tiempo que se recuperen, por eso normalmente los dejo pasar a la fase dos antes que se rieguen. Pero Luca está listo para seguir al instante, duro como una piedra, su pene erecto casi llegandole al ombligo. No puedo dejar de verlo, y siento mi culito pulsar exitado.

—Met+emela — le digo—, ya quiero que me la metas toda.

Da una pequeña risa, frotándose la frente.

—Eres increíble— me dice— ,claro, ya quiero hacerlo, dejame y me pongo el condón.

Me levanto del suelo y me le acerco, agarrándolo firmemente de la base.

—Estoy limpia. Y tú tambien— ,le miró a los ojos, aún sorprendida de que sea mi propio hermano él que me tiene tan exitada, y más de darme cuenta que soy yo quien le está rogando a un patrocinador— Metémela así. Quiero sentirte por completo.

De un tirón me hala del brazony alzándome, me prensa contra la pared. Yo enlazo mis brazos alreador de su cuello y mis piernas en su espalda, jadeando exitada. Su polla encuentra sin problemas la entrada de mi culito, preparado de antemano con mucho lubricante, y logra mover a un lado la tela de mi ropa interior para follarme.

—¿En verdad puedo?— Me pregunta, dudoso

—Metémela ya. Toda. Puedo aguantarte.

De un solo movimiento, impulsando sus caderas, todo su mienbro entra en mi, rozando cada parte, llenándome por completo. Un gemido lujurioso y femenino escapa de mis labios.

—Es tan grande...—digo entres suspirors --, por Dios, me vas a partir a la mitad.

Él está perdido en el momento, metiéndola y sacándola con un ritmo lento, apasionado. He tenido clientes grandes, pero esto es otro nivel. Mi culito, ya bien abierto de tanto uso, se está estirando más y más con cada metida, y el honguito jugoso de su miembro me golpea adentro la próstata, haciéndome ver estrellitas de tanto placer.

—¡Más...más... dame más mi amor, rómpeme!

Mi voz descontrolada retumba en el eco del callejón, solo superada por sus gruñidos de placer a como aumenta la velocidad, y se vuelve más brusco con cada estocada. Lo siento pulsando dentro de mí, y lo envuelvo más con mis piernas, para no permitir que escape.

—Me voy a regar...

—Riégate adentro, lléname con tu crema.

—No debería...

—Hazlo. Déjate llevar, gozame....

No tengo que rogar mucho, un chorro calientito sale disparado, casi tanto o más que el anterior. Mi propia polla llega a su límite y estalla, ensuciando mis delicados panties.

Ambos quedamos jadeando, sin aliento, su cabeza reposando en mi hombro.

—Eso fue genial— me dice entre suspiros—. Me encantó.

Sin previo aviso, busca mis labios con los suyos y me da un peso profundo apasionado. Pobre novato, ¿No sabe que las que son como yo no besan? Pero no logro apartarlo, en cambio, mi lengua encuentra la suya, y la envuelve en dulces movimientos, sus labios contra los míos son una fantasía que anhele por tanto tiempo y jamás pensé volver realidad.

El beso termina, así como esta noche ya está a punto de terminar. Mi celular suena en mi bolso, el cual mantengo asegurado detras de unos tablones. Debe ser Sebas.

—Me llaman. Creo que ya deberíamos terminar...

—Claro, lo siento.

Me deposita en el suelo, y ni cuerpo extraña su calor de una vez. Me arreglo un poco la ropa, pero noto que él esta duro de nuevo.

—No puede ser...tú...

—Perdón. No le hecho en mucho tiempo.

—Eso no es normal.

—Mi esposa decía lo mismo. Creo que fue lo que la espantó.

La soledad reflejada en su mirada me parte el corazón. Yo también sé de soledad y de rechazo. Me apresuro a contestarle a Sebas por mensaje de texto que me dé un poco más de tiempo.

—No sé como decir esto sin sonar irrespetuoso— dice Luca—, pero me gustaría pagar por tu tiempo. Mi casa queda cerca; tengo vino y quesos. Me gustaría que me acompañaras. No pienses mal, solo soy un hombre normal buscando compañía.

—No sabes nada de mí— le digo, volteando el rostro. — .Tal vez no sea lo que quieres.

—Eres hermosa e inteligente. Seguro escuchas esto todo el tiempo, pero en verdad lo creo. Como dije, si es por el dinero...

—No, no es eso, es que...bueno, sabes lo que soy, ¿verdad? Solo quiero asegurarme. Más de una vez ha pasado que el hombre cambia de opinion con una de nosotras al vernos bien.

—Sé lo que eres, una persona maravillosa que se merece que alguien le trate con cariño, aunque sea por un par de horas, no es lo que todos queremos? — me extiende su mano viril, donde antes llevaba su anillo —. Esta noche, quiero ser tu caballero.

Como puedo negarme a eso. Tomo mi celular, y le envío otro texto Sebas:

Creo que esta noche no llegaré a casa. He re encontrado a alguien que pensé que había olvidado. Luego te escribo.

... ... ...

Su casa no estaba tan cerca como me dió a entender, pero disfrut[e el trayecto de todas maneras, chupándolo y tragándome su dulce semen (sabor a piña, lo sabía), y jugando con sus testículos.

—Tienes mucha energía— le digo al sostener su miembro en mi mano, cubierto en mi saliva y su semen, poniendose duro de nuevo— ,todo un semental.

Se echa una risita picarona. Aunque no tiene la cara más agraciada de este mundo (la nariz un poco más grande, las cejas espesas, los labios finos y la quijada delineada que compartimos) en ese momento me pareció el hombre más bello sobre la tierra. Es raro como funcionan estás cosas, y que nazcas relacionado al hombre que te hizo anhelar ser mujer.

—Dejemos este para luego— me dice, sacandome su miembro de la boca— ,yo también quiero hacerte sentir bien.

La casa es moderna y elegante, con grandes ventanales en lugar de paredes, y con una decoración sobria y minimalista. Al entrar al recibidor, somos recibidos con fotos de su familia cuelgan en las paredes, personas a quienes no conocí sonrién desde los marcos: dos niños y una niña idénticos pero de diferented tamaños, todos de piel oscura y ojos más oscuros, como su madre, nos juzgan al pasar.

Luca arruga la cara al verlos, especialmente a su esposa.

—Son muy guapos, tus niños.— mis sobrinos, pienso.

—Ya no viven conmigo. En fin, no hablemos de eso.

Pasamos a la sala, donde un gran fuego en la chimenea se enciende con solo apretar un botón en el control remoto. No tenía idea que a mi hermano le había ido tan bien. Es 15 años mayor que yo, y se fue a estudiar al extranjero cuando yo tenía 3, de modo que solo lo veía una vez al año en Navidad o Año Nuevo. Para cuando volvió al país, ya mis padres me había corrido de la casa y nunca pensé en buscarlo.

—¿Quieres algo de beber? Vino, cerveza, tengo mi propio mini 'ar— me dice señalando la cocina—, lo que quieras, te lo puedo preparar.

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