Historia de Una Mujer Fácil (01)

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Clara se emputece poco a poco por sus deseos de vida lujosa.
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Parte 1 de la serie de 6 partes

Actualizado 05/21/2024
Creado 05/07/2024
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CLARA

Hola, mi nombre es Clara. Trabajo en una multinacional de éxito y soy la prometida de uno de sus ejecutivos. Aunque tengo fama de ser la putilla de la empresa, debo admitir que soy la única culpable de ello.

Antes de entrar en el despacho de arquitectura, yo era una chica normal, incluso más tímida y apocada que la media. Provengo de una familia muy humilde y tuve que esforzarme trabajando y estudiando simultáneamente para lograr abrirme camino en mi profesión. Nadie me había ayudado a llegar a donde estaba, y me enorgullecía por ello.

En cuanto al sexo, no me consideraba una mojigata, eso no, pero sí alguien del montón. Había tenido dos novios que me habían durado unos meses cada uno, y solo con ellos había hecho el amor. Y el sexo corriente que me habían proporcionado me había bastado siempre.

Pero luego algo cambió en mi vida. Mi cuerpo se transformó y de ser una chica sosa y gordita, me transformé en una mujer atractiva y de éxito profesional. Creí que podía aspirar a más y al final me pasé de la raya.

Estas aspiraciones, normales al principio, se convirtieron en ambición sin medida y deseé conseguir todo lo que nunca había tenido. Pero, claro, para obtenerlo necesitaba mucho dinero. Y yo no lo tenía.

Cegada por esa ambición, elegí el novio equivocado: Carlos, director financiero y futuro heredero de una saneada fortuna. O eso decía él. Cuantas sorpresas me esperaban a este respecto.

Un buen día, como le puede ocurrir a una chica joven y bonita, descubrí el sexo sucio y obsceno, aunque al mismo tiempo excitante. Me crucé con los dos hombres maduros más lujuriosos del mundo y estos me transformaron por completo.

Debo decir que, aunque los odié por aprovecharse de la niña inocente que era, al mismo tiempo los gocé y aprendí de ellos que mi cuerpo era un volcán a la espera de que alguien lo encendiera. Y tuve que sentir en mi interior sus maduras pollas para comprender que las adoraba, que eran una fuente de placer digno y deseable. A pesar de la degradación a la que me sometieron.

Solo encontrar a Rafa, un becario jovencito que marcaba el contrapunto con aquellos viejos verdes, evitó que me dejara llevar al extremo por unos tipos que solo me veían como un simple objeto al que envilecer.

Con el tiempo, navegando en esta marabunta de sensaciones positivas y negativas, comprendí que poseía un arma insuperable con la cual colmar mis ambiciones: mi propio cuerpo.

A partir de ese momento mi vida dio un giro de ciento ochenta grados.

En la actualidad, no sabría decir si me arrepiento del camino que tomé. Pero sí puedo afirmar que, en las mismas condiciones, volvería a repetir todas las decisiones que tomé, con mis errores y mis aciertos.

Porque cuando siento un miembro viril adentrarse en mis entrañas, deseo gritarle al mundo que me está matando de gusto.

PAULA

Hola, me llamo Paula y conozco a Clara desde hace cinco años. Soy algo mayor que ella y trabajo como secretaria de dirección en el mismo despacho de arquitectura que mi (mejor) amiga.

Debo confesar que era feliz antes de que se montara todo el follón.

En primer lugar, era feliz con mi trabajo. En segundo, con mi novio Rodrigo, con quien en cuestiones de sexo me las solía apañar aceptablemente. No es que éste fuera para tirar cohetes, pero el amor lo compensaba todo.

De pronto, llegó Ramiro, el viejo verde más odiado de la empresa, y me trastornó. Reconozco que con ese cerdo, subdirector general de la compañía, aprendí a disfrutar de una buena polla si, además, su dueño sabe cómo usarla. No me gustaba ni un pelo, sin embargo, la manía de pringarme la cara con su leche que tenía el muy cochino.

Él solo fue el principio, porque a raíz de probar su poderoso falo, comprendí que necesitaba probar muchos más. Y en esas andaba, algo perdida, a la búsqueda de pollas con dueño sugerente cuando se destapó lo de Clara. Por todo ello, caer en las redes de mi amiga parecía ser mi destino.

Y vaya cambio se produjo en mi vida.

Me dejé llevar por los consejos de Clara y, yo que odiaba el semen, llegué a probar el sabor de todos los espermas del mundo. De jóvenes y viejos, de altos y bajos, de gordos, flacos, calvos y melenudos. Y debo admitir que todos me supieron a gloria.

Aunque, puesta a elegir, me quedo con la lefa de mi novio, que sabe riquísima cuando me dice que me quiere mientras me llena la boca.

Hoy en día, Clara y yo hemos hecho piña. Y las dos, cada una con su chico, manejamos nuestras vidas de una forma más, digamos... liberal.

(No se lo digáis a nadie, pero puedo pasaros mi número si queréis que pruebe vuestra leche y os diga si está en su punto. Sssshh).

RAFA

Soy Rafa, amigo de Clara y Paula. Al lado de las chicas soy un simple parbulito, pero uno no siempre elije a sus amigas. Mi única aspiración al entrar en el despacho de arquitectura era conseguir los créditos que necesitaba para completar mi último año de carrera.

Yo era un chico más bien tímido, e iba dispuesto a cumplir mi beca sin meterme en muchos líos. El «hombre transparente» quería que me apodaran.

Entonces conocí a Clara, mi jefa, y a Paula, una secretaria que está de muy buen ver a pesar de que ya pasa de los treinta. Y comenzaron los líos.

Quien me iba a decir que acabaría siendo seducido por las dos... y ambas a la vez. Parecía que se me disputaban. Y, a pesar de que me resistí, al final tuve que rendirme ante ellas y dejarme engatusar. Os aseguro que me las follé a las dos, vaya si me las follé. ¿O fueron ellas las que me follaron a mí? Menos mal que antes de entrar en la empresa ya había roto con mi ex, porque si no vaya follón se hubiera armado si se entera de mis asuntos con las zorritas de la oficina, con lo celosa que era la pobre.

En fin, que en cuanto entré a formar parte del grupo de mis nuevas amigas, comprendí que allí no era oro todo lo que relucía. Y tuve que emplearme a fondo para ayudarlas a luchar contra el ogro de la oficina.

La cosa no iba mal... hasta que me enamoré de una de las chicas. Joder, quién me mandaría a mí...

Pero, en fin, pasados los malos tragos, al final la sangre no llegó al río.

Hoy en día sigo trabajando con ellas, aunque nuestro trabajo es... algo diferente. Y no me quejo, no vayáis a pensar mal.

CARLOS

Mi nombre es Carlos y soy el novio —es decir, exnovio— de la zorra de Clara. No sé si quiero hablaros de mi relación con ella, solo de pensar en la muy golfa me pongo de los nervios.

Yo nunca hubiera reparado en Clara si ella no me hubiera buscado con la intención de seducirme. Su humilde origen y su escasa belleza me la hacían transparente. Hasta que resurgió como una mariposa de su capullo y la luz de sus ojos me eclipsó. ¡Vaya cambio había dado la chica de la noche a la mañana!

Cuando se acercó a mí, parecía una mosquita muerta. Divorciado como me hallaba, y sin grandes esperanzas de mantener sexo que no fuera pagando, le abrí los brazos y la dejé entrar en mi familia y en mi clase social. Craso error. Lo que la traidora pretendía era aprovecharse de mi dinero y de mi estatus.

Pero, cuando descubrió que las cosas no eran lo que parecían, ya no le interesó mi persona y solo se mantuvo a mi lado para tapar sus sucias correrías. Y yo, infeliz de mí, no me di cuenta de ello hasta que los cuernos me impedían pasar por debajo de las puertas.

Ella aducía que fueron hombres de mi familia quienes la pervirtieron, pero era una vulgar excusa. No sé si se acostó con uno, con dos o con todos ellos. Me importa un bledo. Porque ella llevaba el furor uterino en sus genes desde el día en que nació. Ya lo dijo un hombre sabio: la que nace puta, puta se muere.

Por mi se pueden ir ella y sus dos amigos, Paula y Rafa, al infierno y quedarse allí para toda la eternidad. Por su culpa, he sido el hazmerreír de toda la empresa y no creo que pueda levantar cabeza. No volveré a ser quien fui, un hombre orgulloso y respetado.

¿Quién dijo que Clara era una mujer fácil? ¡Y una mierda fácil...! ¡Maldita golfa...! ¡Ojalá nunca la hubiera conocido!

Continuará...

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