Kinktober 2021 Día 01: Shibari

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Su novia la ata y le hace correrse.
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Las cuerdas hacían presión sobre su piel, especialmente sobre sus muslos y la parte de arriba de los brazos. Esperaba paciente a que su novia atara cuidadosamente alrededor de su cuerpo. Sentía un hormigueo entre las piernas con cada tirón, excitándose más y más con cada minuto que pasaba.

Su novia terminó de atar un nudo en su espalda, asegurando la presión que apretaba sus pechos y le hacía un poco más difícil llenar sus pulmones de aire; solo lo justo para que fuera placentero. Estaba sentada sobre sus rodillas, con las piernas ligeramente separadas. Sus brazos y piernas estaban flexionados y atados de forma que los talones se les estaban clavando en las nalgas podía mover las manos lo suficiente para que no tocasen sus hombros.

La otra chica estaba de pie detrás de ella. No podía oírla, y eso la ponía nerviosa. No sabía lo que estaba haciendo. Ni lo que planeaba hacer. Tan solo quería que se diera prisa e hiciera algo. Necesitaba descargar. Mucho. Y ya. Pero todo lo que podía sentir, aparte de su urgente necesidad, era la mirada de la chica, probablemente tomándose su tiempo para admirar su propio trabajo y lo hermosa que su compañera lucía como resultado. Impotente. Necesitada. Era un poco embarazoso, pero eso solo sumaba a su excitación.

No sabía si la otra chica había podido sentir el estado en el que estaba (¿a quién iba a engañar? Probablemente sí, era así de obvio), pero no le hizo esperar mucho más, y la sintió buscar algo a sus espaldar y, pronto, otro trozo de cuerda, áspera al tacto, y con un nudo grande, apareció delante de su cara. Conforme el nudo se acercaba a su boca, ella la abrió dándole la bienvenida. Fue introducido y se fijó contra su lengua. Antes incluso de que pudiera acostumbrarse a él, su novia tiró con fuerza de ambos extremos, presionándolos contra sus carrillos y atándolos en su nuca. Con este último toque, la sensación en su entrepierna se hizo insoportable.

Una vez todas las cuerdas estaban en su sitio, sintió a su compañera coger los extremos de los dos arneses que envolvían su pecho y sus piernas. Los elevó al techo y los pasó por una pieza de metal fijada en él. Usándola como una polea, tiró elevando a su novia confinada del suelo.

La chica que colgaba casi horizontal de las cuerdas sintió el efecto de la gravedad al aumentar la presión de sus ataduras. No podía esperar más; podía sentir un rastro de líquido saliendo de su sexo desnudo y recorriéndole la pierna atada. Mientras estaba demasiado extasiada para darse cuenta de algo fuera de su propia excitación y vertiginosa necesidad, la otra chica se fue de su lado para buscar algo. Entonces, una sensación repentina la sacó de su trance: el tacto frío de un objeto metálico en su abdomen hizo que un escalofrío le recorriera la espalda. Miró hacia abajo como pudo contra las cuerdas y vio a su compañera sosteniendo un juguete de acero con extremos en forma de bola. Había aguantado pacientemente el suave roce de su novia mientras colocaba precisa y delicadamente cada una de las cuerdas que ahora rodeaban su cuerpo. Ahora solo quería que se dejase de gilipolleces y le metiera esa cosa en el coño.

Sus ojos se encontraron a la vez que un poco de baba caía de su boca y formaba un hilo grueso y un pequeño charco al llegar al suelo. Su compañera se apiadó de la expresión de súplica en su cara y deslizó el consolador alrededor de su ombligo y todo el camino hacia su raja. Aún no se había recuperado de la sensación del frío objeto siendo arrastrado sobre su clítoris cuando lo sintió atravesar sus labios y entrar lentamente en su vagina. Entonces su novia se movió rápido: comenzó a mover el juguete curvo entro de ella, frotándolo contra su punto g, y adelantó su cabeza en un presto movimiento, tomando la parte inferior de su pubis en la boca. La yuxtaposición del juguete frío dentro y la lengua caliente de su compañera sobre su clítoris fue abrumadora.

Sus piernas empezaron a temblar y sus ojos se pusieron en blanco mientras su novia no dejaba de atacar su punto g ni su clítoris. No pudo evitar que más baba cayera desde su boca (aunque no es estuviera pensando en ello en este momento) sobre el charquito del suelo mientras sus gritos de placer eran ligeramente silenciados por la mordaza en su boca. La otra chica no se ralentizó hasta que sintió que su compañera atada estaba casi inconsciente, o al menos lo suficientemente cansada para no poder moverse.

Entonces se puso en pie y se limpió el exceso de saliva y flujos vaginales de la boca con la manga y cogió una cámara de una mesa cercana. Tomó un momento para admirar su trabajo y, finalmente, hizo una foto de la hermosa figura delante de ella.

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