La fuerza de la ley

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Una detención policial con consecuencias
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Una detención policial con consecuencias

Aminoró la velocidad de su KIA Rio año 2014, mientras se acercaba a la esquina. Observó que enfrentaba un letrero CEDA EL PASO, y recordó lo que decía un amigo: 'ese letrero significa que se da el paso, así es que hay que continuar'. Sonrió y observó que no venía nada por la derecha y cuando procedía a doblar hacia la izquierda vio de pronto por ese mismo costado, a una policía de tránsito que se acercaba.

La policía le indicó con un gesto que se estacionará hacia la vereda derecha de la calle a la cual estaba accediendo. Lo hizo, mosqueado, ya que no entendía qué era lo que había hecho mal para que fuera obligado a detenerse. Estacionó y miró hacia su izquierda y esta vez observó con detención a la policía de tránsito. Era una muchacha que no tendría más de 24 años, cuyo uniforme se ceñía a sus caderas y muslos más de lo que probablemente el reglamento institucional permitía, pero lo más impresionante era su rostro. Con su pelo sujeto hacia arriba por la gorra, dejaba su cuello largo al descubierto lo que hacía que el óvalo de su cara destacara por la leve sonrisa que iluminaba sus facciones; cuando se acercó más a su vehículo, se fijó también en sus ojos enormes de rizadas pestañas. Se regodeó mirándola fijamente mientras se acercaba con una sinuosidad que pocas veces le había tocado observar en las mujeres que resguardan el tránsito. Generalmente les ponía poca atención, ya que la mayoría se ven poco agraciadas en sus uniformes de tela rígida. Bajó la ventanilla que mantenía cerrada, ya que esa tarde estaba calurosa y manejaba con aire acondicionado y además, porque ya la agente de tránsito se había parado al lado de su vehículo.

"Sus documentos, por favor" dijo.

"De qué se trata, oficial", le dijo mientras rápidamente hurgaba en la guantera y retiraba los documentos y procedía a entregárselos.

"Debía detenerse frente al letrero CEDA EL PASO. Su carnet de conducir" Agregó con una cara que trataba de ser seria, pero claramente su juventud y belleza se lo impedía.

"Perdón, oficial, pero no venía ningún vehículo para detenerme y usted lo sabe"

Vi que enarcaba sus cejas mientras miraba el carnet y dirigía sus ojos hacia él. En ese breve momento, la vio mejor. Sus enormes ojos negros brillantes eran una piscina en la que uno quisiera nadar y sus labios regordetes, cuyas comisuras marcaban esa leve y misteriosa sonrisa, eran de comérselos a besos.

No era muy alta, por lo que pude observarla de arriba abajo De pronto levantó su muñeca izquierda y miró su reloj. Eran casi las 5 de la tarde; él lo sabía ya que segundos antes había mirado la hora, pensando en que debía regresar a casa temprano, ya que tenía que trabajar aún en unos planos para un proyecto que había tomado precisamente esa mañana.

Vio que procedía a entregarle los documentos y suspiró aliviado, la miró nuevamente y decidió tirarme un carril. Total, si no funcionaba se olvidaría en dos cuadras más, pero si...

"Oficial, me permitiría adelantarla a su comisaría" Le dijo mientras tomaba los documentos.

"Humm, Ehh, ¿hacia dónde se dirige?" Esta vez, sus ojos sus labios descubrieron la sonrisa que sabía que existía en su hermoso rostro.

"Tengo que inspeccionar una obra por esta misma avenida y la puedo pasar a dejar"

"Pero, ¿no lo desviaré?"

"No demasiado y además, debemos cooperar con la ley" Le iba a decir 'suba', pero usó su táctica máxima de macho Alfa: se bajó y rodeando el auto, pasé por detrás y fue a abrirle la puerta del lado del pasajero.

Parado junto a la puerta esperó y pudo observar que ella se había quedado mirándolo con sus ojos negros muy abiertos, sorprendida. Después de un par de segundos, que a él le parecieron siglos, se decidió a dar la vuelta para dirigirse hacia la puerta que él mantenía abierta para ella.

"Y que hace ¿es constructor?", preguntó mientras ponía en marcha el automóvil.

"No, soy arquitecto y debo inspeccionar que todo esté de acuerdo al diseño y a las especificaciones", contestó, mientras su mente corría a mil por hora.

Decidió echar andar un carril: "¿Le gustaría ver una obra en proceso?", le preguntó mirándola y sorprendiéndose verla que ella le examinaba de arriba abajo en ese preciso momento.

Ella titubeó por unos breves segundos. "Bueno, ¿no queda lejos?"

"Si nos demoramos mucho, me comprometo a dejarla donde usted desee, ¿le parece?"

Ella asintió.

"A propósito, me llamo Eduardo", dijo soltando la mano derecha del volante para saludarla.

"Cuidado, mantenga ambas manos al volante, o lo puedo multar ahora mismo", dijo con esa sonrisa que lo mataba. "Me llamo Jeannette", estrechándole brevemente la mano.

"Oopps, señorita policía, le juro que no me di cuenta", le dijo, encogiéndose de hombros como un niño pillado robándose las galletas de la alacena.

Ella se rió, con una risa fresca de adolescente "Mantenga sus manos en el volante, ahora"

"¿No acostumbran a decir: 'mantenga sus manos donde las pueda ver'?"

"Eso sólo lo dicen en las películas", dijo ella, mientras se relajaba más en su asiento y colocaba su pequeña radio y un Tablet sobre su falda.

"¿Así es que me multaría si suelto una mano del volante?"

"Absolutamente"

"Dígame a cuanto me arriesgo si lo hago", le preguntó mientras giraba su cara para mirarla. Estaba fascinado con su rostro y se hubiera detenido sólo para observarla. Nuevamente se encontró con esos ojos brillantes que casi por un segundo, le distrajeron del manejo.

Esta vez ella entró en el juego. "A mucho, dependiendo de su próximo movimiento", le dijo sin dejar de sonreír.

"¿Anda con sus esposas, Jeannette?" le pregunté, mientras comenzaba a subir por la empinada calle hacia la que se dirigía.

"Las reglamentarias. ¿A tanto pretende arriesgarse, Eduardo?"

"A más de lo que te puedes imaginar, Jeannette", le dijo mientras enfilaba por la primera calle lateral de la avenida por la que habían ingresado.

Se detuvo frente a una casa que lucía un alto muro de piedra pizarra de hermosa textura y apretó un botón en su llavero, y el pesado portón de madera comenzó a deslizarse suavemente hacia la izquierda; ingreso hacia un estacionamiento bajo unos pilares que sostenían una enorme loza de cemento de la casa, se detuvo y rápidamente bajó para a abrir la puerta del lado de Jeannette. Le tomó la mano y la ayudó a salir, mientras la muchacha observaba todo con detención.

Le tomó la mano sin que ella la retirara y la condujo hacia la escalera que conducía a la amplia terraza que constituía la loza del estacionamiento.

Al llegar arriba ella contempló la ciudad en toda su magnitud, ya que el día estaba asoleado y sin smog. Jeannette le comentó después de unos segundos "¡La vista desde aquí es increíble! ¿Me mostrarás el resto?"

"Todo", le dijo y tomando su mano nuevamente la condujo por un costado, rodeando unos grandes ventanales por los que podía verse la sala de estar, hacia el fondo de la construcción en donde comenzaban a verse el hermoso jardín de la casa y una piscina de dimensión poco usual. Jeannette complacida, miró todo, inclinándose a veces a oler las flores que comenzaban a brotar en algunas zonas. Terminado el tour del fondo de la casa, entraron por un costado hacia la sala de estar, con escasos muebles, muy minimalista, que hacía que destacara el aspecto imponente del lugar, al tener unos enormes ventanales de más de cuatro metros de alto, con acceso a las terrazas por la que habían ingresado inicialmente.

"¿Por qué no te sacas ese pesado cinturón y dejas todo sobre el sillón?", le dijo conduciéndola hacia un enorme sofá blanco en ele, adornado con cojines de diferentes colores.

Ella sin chistar, se desabrochó el cinturón y dejó toda su parafernalia, incluyendo su gorra y el Tablet, pero manteniendo su radio. Ahora su cuello se destacaba al mantener su peinado alto. A ella se la veía muy impresionada por el lugar.

Cuando le tomó la mano para conducirla hacia una ancha escala de grueso paneles de vidrio y barandas de acero que conducían al piso superior, la sintió cálida y un poco húmeda.

"¿Y todo esto es obra tuya?" le dijo, sin soltar su mano. Cuando la miró para contestarle, la vio cohibida al darse cuenta de lo tonta de su pregunta.

"¿Quieres que te muestre mi obra?"

Ella asintió. Cuando llegaron arriba, un corto pasillo los llevó a una puerta de madera de cedro muy trabajada y la abrió para dejarla pasar al dormitorio principal. Ella instintivamente le apretó la mano, cuando vio en donde habían ingresado. Observó con detención la enorme cama bastante alta, el respaldo acolchado y la alfombra de alto pelo que cubría toda la habitación y la gran luminosidad que entregaban los grandes ventanales. Él se agachó y se quitó el calzado y desde esa posición la miró hacia arriba mientras tocaba su pie. Ella le miró azorada, pero accedió a que tomara su pie y la descalzara mientras ella se apoyaba en él. Los dedos de ella se contrajeron contra su hombro, cuando él masajeó su planta y apretó sus diminutos dedos; sintió que ella daba un breve suspiro. Le tomó el otro pie e hizo lo mismo, esta vez manteniendo su mano en su tobillo.

"¿No sabes que está contra la ley, acosar a un oficial?", le dijo ella. El juego estaba desatado y era ella la que lo manejaba.

"¿Me esposará por ello, oficial, o pedirá refuerzos?" le dijo mirándola hacia arriba.

"Creo que puedo contigo, por ahora", respondió mientras caminaba de puntillas por la mullida alfombra hacia la puerta que daba a la terraza de la habitación. A pesar de su uniforme, pudo observar la redondez de sus caderas y la flexibilidad con que caminaba, casi felínamente.

Esta terraza, rodeada de árboles, permitía una privacidad total, excepto si hubiera drones sobre sus cabezas. Los altos muros de cristal que rodeaban toda la terraza, permitía aprovechar el calor del sol sin la fuerza del viento que mecía las ramas de los árboles circundantes.

Él había quedado detrás de Jeannette, a escasos centímetros mientras ella contemplaba el hermoso escenario circundante y el impresionante silencio del lugar, interrumpido sólo por el trinar de los pájaros entre las ramas de los árboles. Estaba fascinada contemplando la abundante vegetación del entorno. No podía creer que existiera algo así y tan cerca de la zona en que quedaba el cuartel de policía a la que había sido adscrita recientemente.

De pronto se sintió un fuerte graznido, casi un trompeteo a través de los árboles. Estremecida, Jeannette se echó hacia atrás en donde él la sostuvo de los hombros.

Ella se giró hacia manteniéndose pegada a él y preguntó un tanto asustada "¿Qué fue eso?"

"Son unos gallinazos, una especie de pavos reales que hay en la casa que está al lado de esta. A veces los utilizan como alarmas ya que graznan así cuando alguien irrumpe en su habitat". La apretó suavemente contra su pecho y ella se estremeció. La cercanía de ese hombre alto, bien parecido que la sostenía, el lugar, todo el entorno y el silencio que los rodeaba a ambos, generaba una atmósfera de tal intimidad, que la había comenzado a excitar de una manera que no podía controlar; sentía estremecerse su vientre y un calor había comenzado a generarse en su entrepierna que sabía que la estaba humedeciendo.

Él la superaba en más de treinta centímetros por lo que tuvo que levantar su mirada hacia él. "¿Sabes que tendré que deberé informar de este acoso? Esta es una falta grave." Dijo mientras levantaba su radio.

"Este tipo de delito puede traerte serias consecuencias", y colocando su dedo índice sobre el pecho de él lo empujó. El retrocedió y ella continuó empujándolo diciéndole:

"Además, mentirle a un oficial en un operativo es otra falta grave", y siguió empujándolo y el retrocediendo hacia el dormitorio.

"¿Pero por qué dices que te he mentido?", dijo deteniéndose un instante.

"Porque esta es tu casa, y no es una obra en curso como dijiste", y lo volvió a empujar más al interior.

"Pero... ¿cómo lo sabes?", dijo retrocediendo ante su dedo firme sobre su pecho.

"Porque observé que hay cosas personales regadas por todas partes" y siguió punzando su dedo de forma inexorable.

"Pero..." Lo tenía asombrado su poder de observación.

"Además no hay materiales que se acostumbran a encontrar en una obra en construcción" Y lo volvió a empujar y el a retroceder.

"No hay arena" Y volvió a empujarlo

"No hay escombros" Y volvió a empujarlo

"Todo el lugar está impecable" Y volvió a empujarlo

"Además que estés tan interiorizado de los animales que tiene tu vecino, indica que no puedes venir sólo a inspeccionar. Tú vives aquí" y lo empujó nuevamente. En ese instante se dio cuenta que sus piernas estaban apoyadas contra el borde de la cama. Se sentó y tomó una de sus manos.

"Soy culpable oficial y tendrá que aplicar toda la fuerza de la ley"

"No te quepa duda.", dijo mientras comenzaba a desabrocharse la chaqueta botón a botón, de manera exasperante. Yo quería ver cuanto antes ese cuerpo que estaba seguro era increíble.

"Estás..." Y se desabrochó un botón

"Detenido..." Y se desabrocho otro botón

"...hasta nuevo aviso", dijo desabrochando el último botón.

Él la miraba casi con la boca abierta, cuando la chaqueta se abrió dejando que sus pechos saltaran de su confinamiento, cubiertos por un pequeño sujetador de encaje, que apenas cubría sus pezones duros como lápices.

"Por de pronto tendrás que desnudarte", dijo en el momento en que descartaba su chaqueta sobre la alfombra.

"Debo inspeccionar que no tengas ninguna arma escondida" Al escucharla, me saqué rápidamente la camisa sin dejar de observarla.

"Puede que la inspección sea dolorosa", dijo bajándose sus pantalones y él los suyos, descartándolos ambos hacia un costado. Él se quedó esperando su próximo movimiento.

"Todo dependerá de tu cooperación." Dijo mientras miraba hacia abajo donde mi bóxer ostentaba una carpa impresionante. Nunca había tenido tal excitación. El juego que había pretendido manejar, estaba siendo controlado por esta increíble muchacha. Ella por su parte sintió que su calzón se había humedecido irremediablemente.

Jeannette con su sujetador y sus breves pantaletas celestes con encajes, haciendo juego, se quedó allí de pie con su mano sosteniendo en alto la radio.

"Dije que debías cooperar" Dijo, girando la muñeca de la mano que sostenía la radio. De inmediato él llevó sus manos a la espalda de ella y desabrochó su bretel que cayó a la alfombra dejando sus pechos frente su cara. Él se la quedó contemplando arrobado; ella era como la había imaginado: de pechos grandes sin ser desproporcionados, cintura estrecha que cabían en sus manos y unas caderas y muslos que clamaban por ser acariciados. A continuación llevó sus dedos a los elásticos de sus pantaletas y las bajó por sus muslos acariciando la redondez de sus nalgas, mientras hundía su cara en medio de sus pechos.

"Tenías un arma. Boxers fuera" Le ordenó ella. Sus ojos se abrieron y se achicaron cuando los bajé cuando mi miembro golpeó duro como palo contra mi vientre.

De pronto la radio chicharreo y se escuchó una voz femenina "Jeannette, ¿estás bien? Cambio"

"Muy bien María Teresa, estoy en medio de un procedimiento. Cambio"

"¿Necesitas apoyo? Cambio"

"No por ahora, lo manejaré sin problemas, creo. Cambio"

"¿Es muy largo el procedimiento que tienes por delante? Cambio"

"Bastante largo y grande. Creo que será duro de manejar. Cambio"

"Avísame si requieres apoyo. Cambio"

"No lo dudes. Cambio y fuera"

Apagó la radio y la tiró sobre la cama mientras lo miraba sonriente.

"¿Pedirás refuerzo?" Le dijo, señalándole la radio.

"No seas pretensioso. Por ahora, yo sola puedo con eso, tal vez en otra ocasión llame a mi colega"

Ella se encaramó sobre sus piernas empujándolo sobre la cama. A horcajadas apretó su entrepierna contra la de él y comenzó con un nuevo juego que lo obligó a realizar todo el control que pudo, para evitar acabar en un minuto.

"¿Cuántos años llevas en tu profesión...uno?" Le preguntó mientras deslizaba hacia arriba los labios de su vulva que tenía posados a lo largo de su erección, para bajar y preguntar nuevamente "...dos?" Moviendo sus caderas e Iniciando su recorrido nuevamente. "...tres?" Ante su negativa, retomaba su pesada caricia con su cada vez más mojada vulva. "...cuatro?" "...Cinco?" Y él asintió.

Con una mirada insidiosa y sin dejar de sonreír le dijo: "Veo que tienes una muy buena experiencia. ¿No quieres que te interrogue sobre tu edad?".

"¡No, no creo que soporte tú interrogatorio!" le dijo con voz ronca e irguiéndose la abrazó y se giró con ella dejándola de espaldas sobre la cama y comenzó a besarla. Sus bocas se buscaron ansiosas, ella dejándolo que insertara su lengua dentro de la suya, la succionó, chupo sus labios y durante varios minutos sus bocas tuvieron un duelo de espadachines, mientras él repetía el mismo juego de ella, deslizando su verga por toda la hendidura de su vulva, pasando a llevar el botón de su clítoris con su glande una y otra vez, mientras Jeannette gemía contra su boca. Apoyado en sus antebrazos y sus rodillas, él continuó con su caricia durante largo rato. Las piernas de Jeannette abiertas inicialmente, se elevaron y se apoyaron en sus muslos, y sus brazos acariciaron su espalda y bajaron hacia su trasero para apretarlo.

Él se dio cuenta que esta muchacha era ardiente y podía dejarla a medio camino si continuaba con ese juego; estaba demasiado caliente y sabía que si la penetraba en este instante, acabaría como un adolescente. Dejó su boca y comenzó a bajar su cara para apoderarse de sus pezones, en donde apretó, lamió y chupó largos minutos, mientras ella metía sus dedos entre su cabello acariciando su cabeza, estremecida. Sentía cómo la muchacha ondulaba sus caderas mientras él seguía bajando por su ombligo hasta encontrarse con su clítoris que atacó sin misericordia. Jeannette retorcía sus caderas contra su boca, gimiendo, respirando pesadamente, mientras que sus manos tironeaban su cabello, y empujando su rostro contra su vulva empapada.

"¡No, no puedes portarte así con un oficial de la ley!" Le gritaba ella, mientras se agitaba sobre la cama.

"¡¡Soy yo la que debe aplicar el procedimiento!!" y apretaba su cabeza con ambas manos, desesperada.

"¡Te aplicaré... todo... el rigor... de la ley, si no te...detienes...Aaaahhh!!" Y Jeannette tuvo el orgasmo de su vida, mientras sus muslos se apretaban contra la cabeza de Eduardo y se retorcía sobre la cama.

No supo cuánto duró su orgasmo, pero lo único que recordó de ese instante fue que finalmente, sus muslos cayeron pesadamente sobre la cama y sus dedos quedaron posados sobre la cabeza de él, acariciándolo suavemente.

Eduardo sostuvo sus pechos, siempre acariciando sus pezones, mientras levantaba su cara toda mojada por los jugos de Jeannette y su propia saliva. La miró complacida con la satisfacción de un macho Alfa. Había cumplido la primera parte de su tarea.

La sintió musitar: "Creo que tendré que pedir refuerzos"

*****

"¡No te puedo creer!" le dijo María Teresa, acomodándose sobre la cama, y llevándose asombrada una mano a su boca, cuando Jeannette, haciendo el gesto típico de los pescadores complacidos que abren en forma horizontal sus manos, para indicar el tamaño del enorme del pescado conseguido.

"¡Y te lo metió todo!" preguntó María Teresa, regodeándose con la descripción de las manos abiertas de Jeannette, mordiéndose el labio excitada al imaginarse el tamaño de la verga de la reciente conquista de su amiga y colega.

Ambas compartían un departamento en el centro de la ciudad, ya que habiendo salido ambas graduadas recientemente, habían decidido vivir juntas en esa zona que les permitía gran movilidad hacia cualquier punto de la ciudad. Además habían tenido la suerte de ser designadas a la misma unidad policial.

María Teresa, una rubia de piernas largas y bonito cuerpo, era también la favorita de la unidad policial, pero al igual que Jeannette, había decidido no involucrarse con ningún colega. Y al igual que su amiga, quería un civil, como ellos llamaban a los que no fueran policías.

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