La MILF más Deseada 01

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Nokomi
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—Em... tenemos que esperar a que se calienten. Tardan unos segundos. Lo hubiera hecho antes, pero no quería gastar luz...

—Está bien.

Julián levantó la mirada y se encontró con el voluptuoso cuerpo de su madre apenas envuelto en un conjunto negro que incluía corpiño, tanga de encaje, medias y un portaligas, con sus correspondientes ligas. Si bien él no era virgen, nunca en su vida había estado en presencia de una mujer que irradiara tanta sensualidad... y sexualidad. Se sintió extraño, como si dudara de que esa mujer fuera realmente su madre. Una vez él fue a un bar desnudista con sus amigos, lo hizo más porque ellos le insitieron que por voluntad propia. En aquella ocasión quedó impactado ante el cuerpo semidesnudo de las mujeres que trabajaban allí, no estaba acostumbrado a ver semejantes bellezas sin ropa, en vivo y en directo. Ver a su madre vistiendo ese conjunto negro le causó el mismo impacto.

Diana permaneció estática, con las piernas muy juntas, intentando esquivar la mirada de su hijo, pasados unos segundos se dijo a sí misma que ignorar el tema era ridículo, y que sería peor para ambos. La única forma de superarlo era hablando de ello.

—¿Qué tal me queda? —preguntó.

—Muy bien —aseguró su hijo—, no tenés nada que envidiarle a una modelo profesional... al contrario, creo que muchas de ellas deberían envidiarte a vos.

—Gracias —dijo con una gran sonrisa—, pero tampoco exageres.

—No exagero, mamá. Es la verdad. Las luces ya están listas. Si querés puedo empezar a sacarte fotos.

—Dale... ¿y yo qué hago?

—No sé, lo que se te ocurra. Te podés sentar en ese banquito —señaló un pequeño taburete negro—. O bien te podés sentar en el suelo, por algo puse un acolchado. Vos hacé cualquier cosa que te nazca e intentá sonreír de forma natural. Ah... intentá no mirar a la cámara, a menos que yo te pida que lo hagas.

—Ok, veremos qué tal sale todo esto.

Diana hizo lo que su hijo le sugirió, se sentó en el taburete y fue cambiando de posición a medida que él capturaba todo con la cámara. Luego pasó a sentarse en el piso, sobre el acolchado. Procuró no abrir mucho las piernas y no exponer demasiado su cola. Estuvo posando durante unos treinta minutos, hasta que Julián dio la sesión por concluída.

—¿Ahora sólo resta mandarle las fotos? —le preguntó su madre.

—No, ahora tengo que editarlas, corregirles el color, la saturación, etcétera. Todo lo que sea necesario. Después sí se las mando.

—¿Eso cuánto tiempo te va a llevar?

—Lo puedo tener listo para hoy.

—Ah, perfecto. ¿Y cuándo sabremos si aceptan las fotos o no?

—No lo sé, tal vez un par de días.

—Ok. Ah, ¿qué tengo que hacer con la ropa interior? ¿Hay que devolverla?

—No, todos los productos que manden, te quedan para vos; así que ya ganaste algo, al menos tenés un conjunto nuevo de ropa interior.

—Uno que no voy a usar nunca, porque me queda chico y es demasiado... demasiado.

—¿Demasiado qué? ¿Revelador?

—No, demasiado de... ¿cómo decilro?... emmm ¿puta?

—¿Te parece?

—Julián, es la primera vez en mi vida que me pongo un conjunto como este. Esto te lo digo para que entiendas que estoy tan comprometida como vos en esta nueva propuesta de trabajo... porque las cosas no están yendo bien. Lo peor de todo es que ni siquiera sé cuánto tiempo más van a poder seguir pagándome en el negocio de cosméticos; porque las ventas están decayendo. Me aterra la idea de quedarme sin trabajo, así que espero que esto funcione y que, aunque sea, nos den cincuenta euros por todas las fotos. Con eso me conformo.

-5-

Cuatro días después de haber mandado las fotografías, Julián recibió una respuesta, en inglés, del sitio web alemán. Leyó todo cuidadosamente y luego fue en busca de su madre, que estaba preparando la cena para esa noche; la cuál consistía más que nada en arroz, y esto era un claro indicativo de que la economía familiar iba muy mal, ya que a Diana ni siquiera le gustaba el arroz.

—Tenemos noticias sobre las fotos —le dijo.

Ella apartó del fuego la olla y miró a su hijo.

—¿Son buenas noticias? —Diana no había dejado de pensar ni un solo día en ese asunto. Su jefa le había dado malas noticias y, aparentemente, sólo podría seguir trabajando en la venta de cosméticos durante un par de meses más, luego debería buscar un nuevo empleo. Ella era una siempre encaraba la vida de forma positiva, pero ya estaba llegando a un límite.

—No exactamente. Bueno, en parte sí, y en parte no.

—Explicame mejor, Julián, porque así me estás poniendo más nerviosa de lo que ya estoy.

—La buena noticia es que les encantaste como modelo. Tu apariencia física está a la altura de la clase de modelos que ellos contratan —a Diana se le dibujó una sonrisa en el rostro—. Pero no nos van a pagar por estas fotos —la sonrisa se le borró.

—¿Por qué no? ¿Tan mal lo hice?

—No, la culpa no es tuya, sino mía.

—Eso no me lo creo, vos tenés mucho talento sacando fotos...

—No, eso no es lo que está mal. La calidad de las imágenes es muy buena, eso me lo dejaron bien en claro, pero tendríamos que sacar más fotos... para que nos paguen.

—¡Ah! Entonces no es tan malo. Eso se puede solucionar. Si querés, después de comer sacamos más fotos. ¿Te parece bien?

—Me parece perfecto —dijo Julián, con una forzada sonrisa.

Esa misma noche, aproximadamente una hora después de cenar, Diana ya estaba preparada para la nueva sesión de fotos, ingresó al estudio improvisado cubierta en su bata blanca, las luces ya estaban encendidas. Ella miró el reloj de pared que marcaba las 11.47.

—¿Te molesta que sea tan tarde? —preguntó Julián.

—No, para nada. Mañana es domingo, no tengo que trabajar. No me importa irme a dormir tarde, así que tomate el tiempo que sea necesario para sacar buenas fotos. ¿Cómo empezamos? ¿Me siento en el banquito?

—Bueno, sobre eso quería hablarte.

—Cada vez que usás ese tono me da la sensación de que voy a terminar enojándome con vos. ¿Qué pasa, Julián?

—Tenés razón, te vas a enojar. No te conté todo acerca de este sitio web. Tal vez vos tenés la idea de que es una página que vende ropa interior...

—¿Y no lo es?

—Sí, en parte sí... pero ese no es el único negocio. A ver cómo te lo explico de la mejor manera posible, para evitar que me asesines —una dura mirada apareció en los ojos de su madre—. Yo les envié ese primer pack de fotos para que pudieran conocerte y así estar seguro de que nos iban a pagar... pero yo sabía de antemano que no nos pagarían por esas fotos; por eso no saqué muchas. Además mi intención era que te metieras paso a paso en todo esto, si te hubiera dicho cómo son las cosas desde el principio, te hubieras negado. Ahora al menos podés decir que aceptaste a sacarte fotos en ropa interior, lo cual es un gran avance. Sin embargo lo que ellos quieren son fotos con contenido... un poquito más erótico.

Los ojos azules de Diana se inyectaron de una ira asesina.

—¡¿Qué?! ¿Vos me estás cargando, Julián?

—No, para nada, es la verdad. Perdón que no te lo haya dicho antes, es que...

—¡Es que nada! ¿Cómo me hacés una cosa así? ¿No te das una idea de lo difícil que es para mí estar sacándome estas fotos?

—Me dijiste que te lo tomabas con naturalidad...

—No, te dije que iba a intentar hacerlo, no que lo haya logrado. Ahora me salís con que todo el esfuerzo no sirvió de nada.

—Sí que sirvió, ya te dije, cuando los administradores de esta web vieron tus fotos, te aceptaron como modelo. Te van a pagar, mamá... no es en vano.

Diana se sentó en el taburete negro y con una mano se frotó los párpados.

—No sé cómo asimilar esto, Julián. ¿De verdad vos estabas dispuesto, desde el principio, a sacarme fotos eróticas?

—Para mí también es difícil. No disfruto con este trabajo, pero sacar fotos es lo único que sé hacer bien... y vos sos la modelo perfecta. Se presentó la oportunidad y la tomé. Si no estuviéramos tan mal económicamente, ni siquiera se me hubiera cruzado por la cabeza.

De pronto Diana recordó las palabras de su jefa. Su empleo tenía fecha de caducidad y las deudas seguían acumulándose. Ningún banco estaba dispuesto a otorgarle un préstamo y eso ni siquiera era una solución; porque luego no tendría dinero para devolver lo prestado.

—Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas —dijo la rubia—. ¿No es cierto?

—Sí. De esa forma lo vi yo. ¿Vos te creés que a mí me agrada saber que pueda haber fotos eróticas tuyas en una página web? Aunque ésta sea de un país al otro lado del océano... y en un idioma que no voy a hablar nunca en la puta vida. La sola idea de saber que va a haber gente mirándote y fantaseando cosas raras, me incomoda... entiendo que para vos tiene que ser incluso más difícil.

—No sé si más difícil. Intento verlo desde tu punto de vista, y a mí tampoco me agradaría que mi madre estuviera en una página web erótica. Así como a mí tampoco me agrada estarlo. ¿Qué tan "eróticas" deberían ser las fotos?

—Solo un poco... ni siquiera hace falta que te quites la ropa... bueno, la poca ropa que tenés.

—Ah, eso cambia un poco las cosas, por un momento creí que debería desnudarme. Decime una cosa, Julián. Si yo hago estas fotos, ¿definitivamente nos pagan? Es decir, sin más vueltas... ¿nos pagan directamente?

—Sí, definitivamente. Se comprometieron a hacerlo. Mando las fotos y ellos nos envían el dinero... siempre y cuando las fotos sean de su agrado; pero como ya te dije, les encantaste como modelo, y yo como fotógrafo. Sólo tenemos que cambiar ligeramente el contenido de las imágenes.

—¿Vas a poder manejar la situación? Es decir... ¿vas a tolerar que yo salga en fotos de ese estilo... y encima que vos las tengas que sacar?

—Sí. Ya estoy lo suficientemente grande como para comprender cómo funciona la sexualidad y el erotismo. Además comprendo que vos sos una mujer muy atractiva y que, por esa razón, muchas personas pueden excitarse al verte.

—Está bien, sabiendo eso, lo voy a hacer. Aunque eso de que la gente se excite al verme, me deja un poco intranquila.

—¿En serio aceptás hacerlo?

—Sí. Necesitamos la plata, con urgencia. Después tendré tiempo para arrepentirme y lamentarme, pero ahora hay que actuar. Necesitamos dinero, urgente. ¿Qué tengo que hacer, exactamente?

—Em... no lo sé, sinceramente no creí que fueras a aceptar.

—Te entiendo, yo también estoy sorprendida. Bueno, será mejor que pensemos en algo.

—¡Ya sé! Quedate sentada así como estás.

Diana tenía ambas manos a los lados de su cuerpo, apoyadas en el taburete y estaba sentada de forma muy erguida. Julián se acercó con la cámara en mano y fotografió sus pechos en un plano picado.

—Los de la web dijeron que tus tetas son muy hermosas.

—Decile a los de web que son unos degenerados... pero gracias —Julián tomó dos fotos más, iguales a la primera, sólo por si acaso—. ¿Y ahora?

—Ahora parate... y date la vuelta.

Diana obedeció. Julián se agachó justo detrás de su madre y tomó algunas fotos de su cola, la cual estaba muy tensa y apretada. Se dio cuenta de que era la primera vez que estaba tan cerca del culo de su madre, estando ella en ropa interior. No le extrañaba que los hombres le gritaran barbaridades por la calle, tenía una retaguardia monumental.

—¿Podrías agacharte un poco?

Su madre se inclinó hacia adelante hasta que pudo apoyar las manos en el taburete. Su culo pareció ganar tamaño y justo debajo de la línea que lo dividía en dos, apareció un pequeño rombo negro. Julián tragó saliva porque sabía que eso no era otra cosa que la vulva de su madre escondiéndose detrás de una fina capa de ropa interior.

—¿Puedo sugerir algo? —preguntó Julián.

—Sí. ¿Qué se te ocurre?

—¿Podés separar un poco las piernas?

Ella no respondió verbalmente, sin embargo separó lentamente las piernas, enseñando aún más su vulva. Su hijo se apresuró a capturar las imágenes en un plano contrapicado. De pronto Diana dio media vuelta y se sentó en el taburete.

—¿Qué pasó?

—Perdoname Julián, no sé si voy a poder. Esto me parece una cosa de locos. De por sí no suelo ser muy dada a este tipo de prácticas eróticas, o a vestir ropa interior como esta; pero saber que vos me estás viendo, empeora mucho las cosas. Sé que tengo que hacer estas cosas con el fin de excitar a alguien, y tengo la horrible sensación de que estoy intentando excitarte a vos... con mi cuerpo.

—No es a mí a quien tenés que excitar...

—Sí, lo sé; pero el que me está mirando sos vos.

—Yo intento hacerme la idea de que estoy trabajando. Me ayuda mucho prestar atención a detalles como la luz, la sombra, la apertura de la lente, etcétera. Vos podrías hacer algo parecido.

—No veo cómo.

—Podrías concentrarte en que tenés que excitar al consumidor final de las fotos, y no a mí. Ya te dije, yo puedo comprender que vos tengas un lado erótico y que éste atraiga a otras personas. No veo nada de malo en eso. Al contrario, en este caso es un punto que nos juega a favor. Si vos no fueras capaz de irradiar ese encanto sexual, no nos pagarían... así que cuanto más te esmeres, más nos van a pagar.

—Si lo ponés en palabras tan bonitas no parece algo tan malo —ella esbozó una tímida sonrisa—. Bueno, vamos de nuevo... intentaré dar lo mejor de mí, y espero que a los de la web se les suba la temperatura al verme... así nos pagan.

—Así se habla. Yo sé que vos podés. Dejá salir la mujer fogosa que hay en vos.

—¿Y quién te dijo que hay una?

—Si no la hay... estamos jodidos, así que espero que la encuentres en algún lado —Diana se rio.

—Me voy a esforzar por encontrarla; porque tal vez la haya, pero hace mucho que no tiene motivo para asomarse.

—Acordate, hacé cualquier cosa que te pueda parecer sensual... o sexual; y no te avergüences, porque yo voy a estar más concentrado en que la foto salga bien, que en cualquier otra cosa.

—Ok —dijo Diana asintiendo con la cabeza, esforzándose por mostrar seguridad en sí misma.

Acto seguido, sin abandonar el taburete, acarició su vientre con ambas manos y subió hasta aferrarse los pechos. Mantuvo los ojos cerrados, para no tener que ver a su hijo fotografiándola. Luego deslizó las manos hacia abajo, hasta que llegaron a sus rodillas. Tomó una buena cantidad de aire y lo exhalo. Se dispuso a dar un importante paso e intentó activar dentro de su cabeza algún chip que dijera: "profesionalismo". Separó las piernas, enseñándole a la cámara su sexo malamente protegido por una tanga de encaje que le quedaba algo chica. Esta vez sí miró a su hijo, y se tranquilizó al encontrarlo ensimismado en la tarea de tomar fotografías. No dejaba de moverse para todos lados, parándose y agachándose, con el afán de capturar la imagen desde todos los ángulos posibles.

Diana se puso de pie y adoptó la pose con las manos apoyadas en el taburete, dándole la espalda a su hijo. Esta vez, al inclinarse, separó un poco más las piernas, pudo sentir la tensión de la tanga en sus partes íntimas. Se mordió el labio pensando que tal vez estuviera revelando más de lo que pretendía.

Julián se quedó pasmado, viendo cómo esa delgada tela fracasaba al intentar cubrirlo todo. Una franja de piel se divisaba a cada lado de la tanga negra y el muchacho supo que eso ya era parte de la vagina de su madre. Cuando su cerebro por fin pudo reaccionar, tomó algunas fotos, desde lejos, capturando todas las piernas y la cola de la rubia; y desde más cerca en lo que era prácticamente un primer plano de la vulva.

Al ver que su madre separaba más las piernas notó que la ropa interior se deslizaba hacia el centro. Se puso de pie de un salto y apartó la mirada.

—Em... bueno, ya está.

—¿Ya está?

—Sí, por ahora no necesitamos más fotos.

—Pero no pasaron ni cinco minutos... —Diana estaba confundida, pero de todas maneras juntó su bata del suelo y se tapó con ella.

—Sí, pero tenés que tener en cuenta que ya habíamos sacado varias fotos, sólo faltaba el ingrediente "erótico". No les quiero dar demasiado a la primera, prefiero que nos paguen por este pack de imágenes, y luego haremos otro.

—Ah, bien pensado —ella le sonrió mientras se sentaba en el taburete—. ¿Cuántas fotos forman un "pack"?

—Ellos piden al menos quince fotos, para poder considerarlas como un pack. A partir de ahí, pagan un poco más por cada foto extra. Eso sí, las fotos deben ser diferentes entre sí, al menos deben estar tomadas desde otro ángulo. Teniendo en cuenta las que te saqué la vez pasada, más que saqué ahora; creo que puedo armar un pack de unas diecisiete o dieciocho fotos.

—¡Qué bueno! Y sólo por unos minutos de trabajo... bueno, para mí; porque vos tenés que ponerte a editarlas.

—Sí, pero eso me lleva poco tiempo, porque a la iluminación la elegí yo, hablando de eso, tengo que ir apagando las luces; porque si no nos va a venir una factura altísima. Consumen bastante electricidad.

—Qué bueno que no te demores tanto con la edición, me apena un poco saber que trabajás más que yo.

—Mamá, la que tiene que hacer la parte más difícil sos vos. Vos sos la que pone la imagen a presentar, sin eso no haríamos nada. Además, si no tengo que pasar muchas horas editando es porque vos no necesitás retoques con photoshop. Tenés un cuerpo privilegiado, considerando la edad que tenés.

—¿Me estás diciendo vieja?

—¿Por qué las mujeres siempre ven la peor parte en todo? ¡Incluso cuando alguien les hace un halago!

—Sí, tenés mucha razón en eso. Gracias por el halago... pero más gracias te voy a dar cuando recibamos el primer pago. Sinceramente eso me tiene preocupada, tengo tanta mala suerte que no me sorprendería que, por alguna razón, no nos paguen nada. ¿Vos estás seguro de que esta gente no es un grupo de estafadores?

—No, no estoy seguro... por eso es que les quiero mandar lo justo y necesario para el primer pack.

—Entonces no deberías mandar más de quince fotos.

—Sí, puede que tengas razón.

—Si nos pagan, entonces probemos mandando más.

—Tenés razón, voy a hacer eso. Les mando quince justas. Hacemos buen equipo —dijo Julián esbozando una sonrisa y Diana le respondió de la misma manera.

-6-

El lunes siguiente Diana regresó a su casa del trabajo y se encontró a Julián sentado en el comedor, con una expresión de alegría que no le cabía en la cara.

—¡Ay! Decime que tenés buenas noticias —se apresuró a decir ella.

—¡Sí, más que buenas!

—¿Aceptaron las fotos?

—No sólo eso... ¡ya nos pagaron!

—¿Ya? —el corazón de Diana se aceleró.

—Sí... hoy mismo. Comprobé el depósito. Nos dieron ciento cincuenta euros.

—¡Wow! ¡Eso es mucho más de lo que me imaginaba! —Diana estaba a punto de llorar de alegría.

—Sí, lo que pasa es que quieren quedar bien con vos, porque les encantaron tus fotos. Además usaste la ropa interior que ellos mandaron, lo cual les sirve para publicitar esa marca.

Diana tiró su bolso sobre una de las sillas y dio un fuerte abrazo a su hijo. Tuvo que hacer un considerable esfuerzo por no llorar.

—No sabés lo contenta que me pone esto. Sinceramente ya me estaba preguntando de dónde mierda íbamos a sacar plata para la comida de la semana.

—Al menos esta semana no tenés por qué preocuparte por eso.

—Sos un genio, Julián. Sinceramente jamás me imaginé que se pudiera ganar plata de esta forma.

—Acá todo es gracias a vos, si no fueras tan hermosa, no nos pagarían nada.

—¡Ay, no digas boludeces! —Exclamó, apartándose de su hijo—. ¿Cuándo podemos mandar más fotos?

—Cuando nosotros queramos. Ah, por cierto, ya encargué otro conjunto de ropa interior; debería estar llegando dentro de uno o dos días.

—¿Al menos lo pediste un talle más grande?

—Sí, todo viene con un talle más grande.

—Genial, porque me daba la impresión de que no me tapaba nada. Entonces cuando llegue el nuevo conjunto, hacemos otra sesión de fotos. Esta vez sí podemos probar mandar un poco más de quince.

-7-

El miércoles de esa semana, al regresar del trabajo, Diana encontró un paquetito negro en la mesa del comedor, de inmediato supo que se trataba del nuevo conjunto de ropa interior. Se puso ansiosa ya que eso, además de ser una herramienta de trabajo, era un regalo para ella. Le agradaba poder quedarse con esos productos ya que, de poder utilizarlos, se ahorraba algo de dinero. Si bien el conjunto anterior no había sido del todo de su agrado, siempre cabía la posibilidad de recibir algo que sí lo fuera.

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