La MILF más Deseada 09

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Para Diana el efecto fue el contrario, a ella no se le fue la calentura. Se tendió en su cama, con las piernas bien abiertas y el consolador en mano. Se penetró con él tan fuerte como pudo, quería sentir algo duro dentro de la concha. Soltó un fuerte gemido de placer, como si su amante estuviera allí con ella. La reacción de su hijo la había tomado por sorpresa, y la asustó; pero el miedo no fue debido a la actitud de Julián, sino a la de ella misma. Se había frotado contra la verga de su hijo como si fuera una puta en celo. Una puta que no era capaz de diferenciar la verga de otro hombre de la de su propio hijo. Estaba desesperada por coger con alguien, y que la penetraran bien fuerte. Usando el consolador, se hizo una paja muy vigorosa, se sacudió en la cama y gimió todo el tiempo, mientras el pene plástico le exploraba cada centímetro del interior de su concha. Empezó a susurrar palabras como: "Sí, metémela toda". "Sí, soy muy puta... me encanta la verga". Palabras que no repetía desde la vez que le contó a su hijo la anécdota de su amante. Quería sentirse una puta, al menos una vez más, lo necesitaba. Llevaba muchos meses sin ser penetrada por una buena verga, y el tener tan cerca la verga de Julián le estaba haciendo perder la cabeza.

Cuando acabó se tranquilizó un poco, e hizo un gran esfuerzo por apartar todo pensamiento sexual de su cabeza. Decidió que ocuparía el resto de su día en alguna actividad que no estuviera relacionada con el sexo. Aunque sabía que eso le duraría poco.

—2—

—Hola, mamá, —saludó Julián.

Diana se sobresaltó. Estaba en la cama, completamente desnuda, haciéndose una magnífica paja con el consolador.

—Perdón por interrumpir, —se apresuró a decir Julián—. Pero la puerta estaba abierta...

—Está bien, Julián... ya no me interrumpís, no voy a dejar de pajearme porque vos aparezcas... al menos esta vez avisaste.

El chico se quedó mirando cómo su mamá se metía el consolador con total naturalidad, como si él no estuviera allí. La verga se le puso dura al instante, los ojos de Diana se clavaron en el bulto de ese pantalón.

—Quería decirte que estoy organizando algo, para una futura sesión de fotos.

—¿De qué se trata? —La rubia tenía las piernas bien abiertas y la concha toda mojada, el consolador entraba y salía, como si estuviera teniendo sexo con su amante.

—Bueno, tus fotos con la verga en la boca gustaron mucho. Incluso ya nos están pagando más. Dicen que ahora sos una modelo con más "categoría", así que todas tus fotos valen más... incluso aquellas en las que tenés la lencería puesta.

—¡Qué bueno! Eso me alegra mucho... ¡uffff!! —Ella gimió mientras se penetraba hasta el fondo con el dildo.

—Sí, pero también me comentaron que si querés subir de "categoría" deberías sacarte fotos con una verga penetrándote en la concha. —Diana se detuvo en seco, y se quedó mirando a su hijo—. Esperá... antes de que digas algo te aviso que no pretendo que te dejes penetrar por mí... sino por otro hombre.

—¿Y por quién? ¿Alguno de tus amigos?

—No, antes de eso prefiero morirme de hambre. Me refiero a un modelo.

—Pero vos dijiste que no nos conviene contratar un modelo.

—Eso es cierto, de entrada no nos conviene... pero haría que vos subieras de categoría... y nos pagarían más en el resto de las fotos. Así que, haciendo cálculos, a la larga sí nos conviene.

—Creo que ya voy entendiendo. Perderíamos algo de dinero en ese pack, pero luego ganaríamos más.

—Exacto...

—Entonces sí nos conviene. ¿Pero de dónde pensás sacar un modelo?

—Eso es lo más fácil. La misma organización de la web tiene una plantilla de modelos. Estuve viendo y hay algunos que viven en esta misma ciudad. Es sólo cuestión de contratarlos y organizar para que vengan algún día.

—Pero... no sé... no me hace sentir cómoda meter a un desconocido en esto. ¿Qué va a pasar si a él no le agrada saber que mi propio hijo me saca fotos eróticas?

—Es que no tiene por qué enterarse de eso. Le podemos decir que soy un amigo tuyo... o lo que sea. Él sólo vendría a sacarse fotos y listo.

—Pero Julián... no sé cómo me sentiría yo, al modelar con alguien que no conozco. Me daría mucha vergüenza. —Diana no fue honesta con su hijo, su principal miedo no era inhibirse ante un desconocido, temía que le ocurriera todo lo contrario. La fantasía de tener sexo con un completo desconocido siempre la había excitado.

—Sí, lo sé... y no te voy a obligar a hacerlo. Vos sos la que decide.

—Es que... si nos van a pagar más, a la larga... no tengo otra opción. Tengo que hacerlo. Sé que este trabajo no va a ser eterno, por eso tengo que esforzarme lo más posible ahora...

—Entonce... ¿organizo la cita con el modelo?

—Emm... supongo que sí... si yo no me animo a hacer nada, entonces le pediré disculpas. Pero prefiero decidirlo cuando el tipo esté acá.

—Me parece perfecto.

Los ojos de Julián estaban fijos en la sonrosada concha de la rubia, que ya volvía a retomar el ritmo de su masturbación. Tener un espectador hizo que Diana se excitara aún más, ya de por sí era bueno masturbarse con el consolador, y mucho mejor era si lo hacía en presencia de alguien. Que ese alguien fuera su propio hijo le causaba un morbo extra que no podía comprender del todo. Aunque suponía que se debía a que era una práctica prohibida, ninguna madre en su sano juicio debería masturbarse frente a su hijo; pero ella ya tenía un vínculo diferente con Julián. Un vínculo que se basaba en una creciente confianza.

La rubia levantó las piernas, y flexionó las rodilla hasta que estuvieron cerca de su cabeza, como si estuviera esperando a que un amante se le echara encima y la cogiera, quitó el consolador y se abrió la concha con los dedos, mostrándole todo el húmedo interior a Julián.

A él se le puso dura la verga e instintivamente comenzó a masajearla por encima del pantalón. Admiró la forma en la que su madre se brindaba placer, y entendió que él estaba invitado a participar, aunque fuera como un mero espectador. Liberó su miembro viril y comenzó a pajearse, imitando el ritmo con el que la rubia se metía el consolador.

Diana dio dos golpecitos en el colchón, indicándole a su hijo que se acercara más. Así lo hizo Julián, que quedó de rodillas en la cama, junto a ella. A la rubia le bastó con estirar un poco su brazo derecho para poder alcanzar la verga de su hijo. Sin pensárselo dos veces, comenzó a acariciarla.

Julián, instintivamente, se acercó más a su madre. Cuando vio que el consolador abandonaba esa jugosa vagina, acercó su propia mano y acarició el clítoris de su madre. Diana cerró los ojos y se mordió el labio inferior, mientras suspiraba de placer. Sus dedos se cerraron con más fuerza alrededor de la verga de su hijo, y en cuestión de segundos allí estaban los dos, masturbándose mutuamente. Julián no se limitó a frotar el clítoris, sino que además se dio el gusto de meter los dedos dentro de la concha de la rubia. La pajeó de la misma forma que lo hubiera hecho con alguna amante, y ella no se resistió ni un poco. Él no entendía qué podía tener que ver esto con las sesiones de fotos, pero tampoco pensaba preguntarlo en voz alta.

Las manos de ambos se movían con cada vez más rapidez y soltura, como si ya hubiera quedado establecido que debían brindarse el máximo placer el uno al otro. Diana se tomó la libertad de gemir, como si la estuvieran cogiendo con fuerza, mientras los dedos de su hijo le dilataban la concha.

De a poco Julián se fue acercando más y más a su madre, hasta que su verga quedó a pocos centímetros de la cara de la rubia.

—¿Te la vas a meter en la boca?

—Mmm... sólo si sirve para las fotos —dijo ella, en un pequeño arrebato de cordura.

Julián no quería interrumpir el asunto para ir en busca de su cámara, estaba tan caliente que no podía esperar ni un segundo más, el deseo de tener su verga dentro de la boca de su madre lo volvía loco.

—Pasame tu celular —le dijo, por fin.

—¿Vas a sacar fotos con eso?

—Sí... no quedan tan mal. Tu celu tiene una buena cámara —sospechó que esa excusa no sería suficiente, por lo que agregó:— Estuve pensando en sacarte algunas fotos con celulares, porque hacen que se vean un poquito más "amateur"... más naturales. Eso también le gusta mucho a la gente...

—Puede ser... vos sos el que sabe de esas cosas. —Diana estiró la mano hasta su mesita de luz y tomó el celular, luego se lo alcanzó a su hijo—. Confío en que vas a sacar fotos que podamos vender.

—Quedate tranquila, tengo talento como fotógrafo.

Pensó que tal vez tenía más talento como manipulador, pero en ese momento ya nada le importaba. Con el celular en mano se dispuso para el gran momento.

Diana abrió grande su boca, y sin ningún tipo de preámbulo, se tragó la mitad de la verga. Con los labios apretados miró a su hijo a los ojos, de inmediato el celular se interpuso entre ellos y las fotos comenzaron.

Julián pudo sentir cómo la lengua de su madre se movía para todos lados. Él no sabía si ésto se debía a que ella sólo intentaba acomodar la verga dentro de su boca o si en realidad su intención era brindarle placer. Por el motivo que fuera, su pija palpitaba de emoción. Para colmo la rubia fue buscando nuevas posiciones para su cabeza, lo que la obligaba a chupar la verga, como si realmente la estuviera mamando.

—Me está gustando mucho tu cambio de actitud.

—Te dije que la iba a cambiar —dijo ella, sacando la verga de su boca—. No íbamos a poder seguir con este proyecto si a mí me aterraba cada vez que me metía tu pija en la boca. No es que me agrade demasiado que tengamos que emplear este método, pero de momento es el mejor que tenemos. ¿Ya tenés suficientes fotos?

Diana se apartó, quedando sentada en la cama, aún estaba caliente y quería que los toqueteos siguieran, pero no podía olvidar que ese hombre era su hijo...

—Yo creo que podemos sacar algunas fotos más —dijo Julián—. Es más, digo que vos misma te las podrías sacar.

—¿Yo? ¿Ahora tengo que hacer yo solita todo el trabajo? —Una sonrisa burlona se apoderó del rostro de la rubia.

—No todo... pero estas fotos más al estilo "amateur" podrían sernos muy útiles. Pero lo importante es que vos aprendas a sacarlas bien. Como mínimo que estén más o menos bien encuadradas, y que no se vean borrosas. Ah... y no uses la cámara delantera del celu... suelen ser de menor calidad que las cámaras traseras. Al menos en tu modelo es así.

—Pero yo no soy como esas pendejas que están re entrenadas para sacarse fotos solitas... si yo no me veo en la pantalla, puedo sacar cualquier cosa.

—Por eso yo te voy a ayudar. Vení... parate acá...

Diana obedeció, su hijo le indicó que se pusiera de pie justo frente al gran espejo que ella tenía en su habitación. Julián se paró detrás de ella, tan cerca que su pecho quedó contra la espalda de la rubia.

—Bueno —dijo el chico—, agarrá el celu, ya tiene la cámara prendida. Ayudate con el reflejo del espejo, eso es lo que hacen la mayoría de las personas que se sacan selfies.

Diana consiguió sacar una foto de ella, con su hijo detrás.

—No es tan difícil... —dijo la rubia con una sonrisa.

—No, ¿pero qué tal si a la próxima foto le ponés un poquito de onda? Porque se nota demasiado que estás mirando el reflejo para encuadrar la foto.

—Pero vos me dijiste que mire...

—Sí, pero con onda... con sensualidad... como si estuvieras por mandarle la foto a un amante. Un amante que te va a pagar si la foto es buena.

—Me lo ponés más difícil.

Diana sonrió en cuanto su hijo la rodeó con los brazos, tomándola de la cintura. Él se pegó un poco más al cuerpo de la rubia y ella ya podía sentir esa dura verga posándose en sus labios vaginales. Ésto, en lugar de incomodarla, le brindó una descarga de placer. No había penetración, pero el pene estaba allí, jugueteando con su húmeda cueva, como si pretendiera abrirla del todo e introducirse hasta el fondo. Con esta estimulación a Diana le costó mucho menos lograr una expresión sensual, surgió naturalmente. Sacó dos o tres fotos, mientras las manos de su hijo fueron deslizándose sobre su vientre, hasta llegar a sus grandes tetas. Cuando Julián las estrujó con sus dedos, Diana suspiró de placer y volvió a tomar otra fotografía. Instintivamente comenzó a menear su cadera, provocando que la cabeza de la verga se frotara por toda su concha. Su hijo le pellizcó los pezones con la intensidad justa y necesaria, y a ella le produjo tanto goce, que sin pensarlo dijo:

—Mmmm.... haceme eso en la concha y me mojo toda.

Julián no esperó a una confirmación. Bajó una de sus manos hasta encontrarse con el clítroris de su madre, y lo pellizcó suavemente. Éste provocó un espasmo en la rubia, ella retrocedió un poco y fue allí cuando sintió que la cabeza de la verga le dilataba el agujero de la concha. No entró mucho, tan sólo la puntita, pero fue suficiente para que ella gimiera de gusto.

—Uf... esa pija es peligrosa... lo peor de todo es que ando muy cachonda, y hace rato que tengo ganas de una buena verga.

—Entonces podríamos aprovechar un poco esas ganas...

—¿Qué tenés en mente? Y cuidadito con lo que vas a decir...

—Sólo sacar algunas fotos, desde mi perspectiva... pasame el celu....

—Mmm... bueno, está bien.

Cuando Julián tuvo el celular en su mano, presionó la espalda de la rubia, para que ella se inclinara un poco hacia adelante. Así él pudo ver cómo parte de su verga se perdía entre esas grandes nalgas. Sacó varias fotos, aunque sabía que la iluminación no era muy buena; pero de todas maneras quería tener imágenes de ese momento.

—Abrí la cola, y levantala más —le pidió a su madre.

Ella obedeció, al abrir su cola le dio una perspectiva muy buena a Julián, que ya podía ver la concha de su madre, y la verga que amenazaba con entrar en cualquier momento. Su glande estaba encajado a la perfección en ese orificio, no perdió la oportunidad de fotografiarlo.

—¿Puedo ir un poco más adentro? —Preguntó el chico.

—¿Qué tan adentro? —Que ella no se hubiera negado rotundamente le dio esperanzas a Julián.

—Solamente un poquito... es para las fotos, te aseguro que van a quedar muy bien.

—No sé... no me animo.

—Sólo un poquito, ni lo vas a sentir...

—Con lo grande que tenés la verga, sí que lo voy a sentir.

—¿Entonces no lo hago?

—Sólo un poquito, nada más... y mientras lo hagas, no te olvides de que soy tu madre.

—Perdé cuidado, no me voy a olvidar.

Con la cámara del celular apuntando directamente hacia abajo, Julián comenzó la quirúrgica tarea de introducir su verga en la concha de Diana, sabía que debía ser muy cuidadoso, porque ante la menor amenaza, su madre se apartaría. Presionó suavemente, y de a poco el glande se fue perdiendo en el interior, la humedad de esa vagina lo provocaba mucho, pero se contuvo.

Diana se preguntó qué tan lejos pretendía llegar su hijo con todo este asunto, pero al verse en el espejo, inclinada hacia adelante, con sus grandes tetas colgando, y un hombre arrimándola por detrás, se le vino a la mente el recuerdo del Tano. Él se la había cogido varias veces en esa misma posición, justo delante del espejo. El Tano aseguraba que así ella podía ver cuánta cara de puta tenía cuando alguien le metía una buena verga.

Fue ella misma la que retrocedió otro poco más, el glande consiguió entrar completo, y no sintió ninguna diferencia a cuando el Tano la penetraba de esa manera. Podía ser la verga de su hijo, pero se sentía de maravilla.

Aprovechando la actitud de su madre, Julián hizo el intento de avanzar un poquito más, sin dejar de tomar fotografías. Aún quedaba la mayor parte de su verga por fuera, pero ya podía disfrutar de la agradable presión que ejercía la concha de Diana sobre su glande. Introdujo un poco más. El pecho empezó a palpitarle tanto como la verga, sabía que esa situación le iba a gener mucho estrés sexual, pero no se imaginó que fuera tanto. Al ver cómo iba ganando terreno dentro de la concha de su propia madre, Julián no pudo aguantar la tensión y pasó aquello que no quería que pasara.

Cuando Diana sintió la primera descarga de semen dentro de su concha, su primer impulso fue apartarse, sin embargo la tibieza del líquido, y el recuerdo de las tardes de sexo con el Tano, la hicieron mantenerse en el mismo lugar. Agradeció que su hijo no intentara penetrarla más, pero más agradeció que él no se apartara, y que su verga siguiera escupiendo chorros de semen como si no tuviera fin.

Diana no se quedó quieta al recibir tan potentes eyaculaciones en el interior de su concha, sino que empezó a frotarse el clítoris tan rápido como pudo, mientras soltaba gemidos de placer.

—¡Uf... me estás llenando la concha de leche!

Julián no supo qué responder, imaginó que a su madre no le molestaba tanto la situación, porque no había hecho ningún intento por apartarse, y se estaba haciendo tremenda paja. Cuando su verga dejó de escupir semen, el chico dijo:

—Lo lindo va a ser ver cómo te chorrea la concha... cuando saque la verga.

—¡Ay, sí... yo quiero ver eso! Sacá muchas fotos...

—Mejor aún... lo voy a grabar.

—Mmm, qué rico... yo quiero verlo... sacala despacito.

Diana se sentía como una puta barata mentalmente desequilibrada, pero amaba y odiaba esa sensación por partes iguales.

Julián retrocedió lentamente, hasta que toda su verga abandonó ese orificio. Casi al instante la leche emergió, espesa y blanca, chorreando copiosamente de la concha dilatada de la rubia. Diana mantenía sus nalgas bien abiertas, para que el espectáculo se pudiera disfrutar plenamente. No había sentido su concha tan llena de leche desde que el Tano dejó de cogerla. No podía creer que hubiera sido su propio hijo quien replicara para ella esa gratificante sensación.

El semen dibujaba largas líneas blancas que partían del orificio de la concha, y que se desprendían a mitad de camino hacia el suelo, para caer formando un pequeño charco. Diana no aguantó más, tuvo que moverse, se trasladó a la cama, donde se acostó bocabajo, con las piernas bien abiertas. Se metió los dedos en la concha, y éstos quedaron llenos de semen al instante. Comenzó una vez más el acto de masturbación, provocando que más leche saliera de su agujero, mientras Julián grababa toda la escena. Diana usaba ese néctar blanco para lubricar sus dedos y así frotar más su clítoris. La concha escupió las últimas gotas de semen cuando ella llegó a un potente orgasmo. Se sacudió en la cama, y movió la cadera como si se la estuvieran cogiendo. Cuando el último espasmo hubo terminado, quedó rendida de agotamiento.

Julián filmó durante unos pocos segundos más, y luego dio por concluída la improvisada sesión. Se sentó junto a su madre y le dio un poco de tiempo para que se repusiera.

Cuando ella por fin giró la cabeza para mirarlo, él dijo:

—Perdón, fue sin querer...

—Está bien, me di cuenta de que había sido sin querer. Por eso no me enojé.

—¿De verdad no estás enojada?

—Y... ya tuve tu semen en la cara, hasta dentro de la boca... como que no le veo mucho sentido a enojarme por tenerlo dentro de la concha. Me gustó esa idea de sacarme fotos yo misma... pero me vas a tener que enseñar a hacerlo, y va a ser mejor que vos estés presente, para ayudarme a acomodar el celu.

—Genial —dijo Julián, con una gran sonrisa—. Me alegra que te haya gustado, porque de verdad creo que podemos vender estas fotos... y el video también. El video quedó genial... es muy...

—¿Porno?

—Sí, podría decirse que sí.

—Qué bien... y lo bueno es que lo tengo en mi celular, para poder mirarlo cuando quiera.

—¿Te gusta mirar porno?

—Antes te hubiera dicho que no... pero ahora, siendo honesta, te digo que sí me gusta... aunque no soy buena buscando porno de calidad.

—En eso te puedo ayudar yo...

—Ya me imagino que vos debés ser un pajero experto...

—Mirá quién habla de pajera... hasta tengo la prueba en video.

Diana se rió a carcajadas.

—Es cierto, soy muy pajera, y a mucha honra. Después buscame algunos videos porno que estén buenos...