La Musa de los Muchachos: Sábanas

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Pepe quiere aguantarse, pero las sábanas no lo dejan.
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A sus 21 años, Pepe llevaba un buen rato sin novia. Recientemente había decidido dejar de masturbarse seguidamente, para concentrarse en buscar de nuevo a una mujer con la que pudiera estar. Sentía que llegó a un punto en su vida en que estaba cómodo satisfaciéndose con su mano cuando lo necesitara, pero recientemente volvió a sentir la necesidad de buscar algo más. Él era de naturaleza tímida, por lo que le costaba mucho acercarse a las mujeres. Por ejemplo, su novia anterior lo había buscado a él. Por lo tanto, se le ocurrió que si se aguantaba las ganas de satisfacerse ese impulso naturalmente lo llevaría a estar más presto a buscar una mujer.

Pepe llevaba ya casi 4 semanas sin eyacular. Le había costado mucho aguantarse hasta ese momento, pero comenzaba a notar que el impulso funcionaba y se acercaba más a las chicas. Había ya un par en su mira, que no sabía si sería exitoso con ellas, pero la tensión sexual de su cuerpo jugaba a su favor para aunque sea intentarlo.

Era viernes, él regresaba de una fiesta de la universidad donde habían estado estas niñas. Había hablado con una y se habían quedado a solas por momentos. Él había tratado de besarla pero ella lo empujó suavemente, sin cortarle las esperanzas. De cualquier forma, regresaba a su cuarto caliente y con unas ganas tremendas de jalársela pensando en ella.

Se desvistió en su cuarto, admirando su cuerpo en el espejo completo que tenía. Era de buen ver, con una musculatura definida, una cara promedio, de pelo castaño y ojos negros. Su pene se había desarrollado muy bien estos últimos años y había alcanzado los 17 cm, era una lástima que no tuviera más que a su mano para atenderlo. A las chicas les hubiera gustado mucho. Su mirada se quedó en sus genitales precisamente. De entre su vello púbico natural emergía su pene colgando junto con un par de huevos que se le hacía que parecían estar un poco más hinchados de lo natural, a lo mejor por aguantarse todas estas semanas. Sabía que le urgía ya sacar la carga que traía en esos huevos colgantes y cubiertos de vello, pero aún no llegaba a eso con las chicas por lo que prefería esperar.

Habiendo tomado esta resolución se puso unos boxers holgados y se metió a su cama. Se quedó dormido boca arriba, tras desechar la idea de que su mano se metiera dentro de sus boxers para acariciase, como tantas veces lo había hecho ya.

De pronto despertó sintiendo una presión en su entrepierna. Al parecer había estado moviéndose mucho dormido y las sábanas se le habían enredado en las piernas y boxers, apretando su pene y generándole una erección. Maldiciendo su calentura, trató de moverse para zafar sus piernas y genitales, pero se dio cuenta de que sus brazos y torso también habían acabado muy enredados y le costaba moverlos también. Como pudo bajó su brazo derecho y trató de zafar la pierna. Sin embargo, cada movimiento que hacía sólo provocaba que las sábanas se deslizaran por su cuerpo, y su suave seda estimulara su piel. Si intentaba jalar la sábana para liberar su pene entonces ésta se apretaba en sus nalgas y sus huevos, como si quisiera acariciarlo y no dejarlo ir. Si intentaba liberar un hombro y un brazo entonces la sábana se deslizaba por el pectoral y tetilla opuesta, estimulándolo y mandando una sensación de fuego directo a su entrepierna.

Pepe no sabía qué estaba pasando, era como si su cama estuviera dispuesta a arrancarle un orgasmo a como diera lugar. Algo que anteriormente hubiera sido muy sensual, masturbarse sintiendo el suave roce de las sábanas en todo su cuerpo desnudo, ahora lo estaba poniendo muy ansioso, y en tensión, debido a su resolución de no tocarse más.

Pepe comenzó a jadear un poco mientras pensaba qué hacer para zafarse y evitar seguir siendo estimulado por sus sábanas de esa manera. Mientras estaba quieto pensando, de pronto sintió la sábana moverse, como con vida propia. Se asustó y reaccionó, su propio movimiento causando mayor roce y estimulación en su pecho, abdomen y sus genitales, a través de sus boxers. Gimió de desesperación mientras su verga hinchada daba otra pulsada, reclamando atención. Sin embargo, se quedó quieto de nuevo.

Entonces lo sintió, una esquina de la sábana se deslizaba por sí sola hacia dentro de una de las aperturas de pierna de sus boxers. Su respiración se aceleró mientras la seda subía por su muslo, rozaba los vellos debajo de sus testículos y subía por ellos acariciándolos. Intentó bajar su mano para apartar ese invasor de su intimidad pero no pudo, estaba ya totalmente enrollada en las sábanas, intentó la otra pero tampoco lo logró. Mientras tanto la sábana había llegado a la base de su pene y comenzaba a subir.

Pepe soltó un gruñido gutural, fruto de la tensión sexual que tenía y de la batalla con su deseo. Consiguió sacar suficiente energía para voltearse y ponerse boca abajo en la cama, consiguiendo que la sábana se saliera de sus boxers. Sin embargo, sus brazos y piernas quedaron todavía más enredados y ahora sí completamente inmovilizados.

Ahora Pepe sentía como su abdomen presionaba su erección contra el colchón, y notaba como su pene pulsaba de deseo, completamente sensible al roce debajo de él. Sus huevos hinchados también se revelaban contra él y reclamaban atención para apagar el fuego que hervía dentro de ellos. Él seguía jadeando, no sabía cuanto más podría aguantar su fuerza de voluntad antes de perder la batalla. Pero de momento la sábana furtiva no había regresado al ataque.

Después de un momento en el que parecía que se podría calmar sintió de pronto como si el colchón se levantara en su entrepierna, masajeando su erección. Pepe lanzó un gemido de placer al tiempo que fruncía el seño. Era como si alguien hubiera metido la mano debajo del colchón para intentar agarrarle la verga. Al cabo de un rato lo volvió a sentir, el colchón empujaba con fuerza hacía arriba, aprisionando su miembro excitado contra su abdomen y dándole placer. Al mismo tiempo la sábana volvía a entrar en sus boxers, esta vez abriéndose camino por su muslo hasta sus nalgas, acariciándolas con su seda y metiéndose en su hendidura hasta rozar su perineo y su ano.

Pepe ya no podía más, era demasiada estimulación, su carga de semen de 4 semanas hervía en sus huevos, la sábana se acercaba a acariciarlos por detrás, su verga pulsaba contra el colchón que buscaba magrearla. Las caderas de Pepe comenzaron a moverse, apretando sus nalgas para empujar su entrepierna contra el colchón y así corresponder a los movimientos de éste. Pepe jadeaba y sus ojos se llenaban de lágrimas, de deseo y de frustración. Ahora su batalla no era sólo contra su cama, sino contra su cuerpo también, que se rebelaba contra él y parecía actuar de forma independiente a lo que su cabeza dictaba.

Pepe bombeó su cama un par de veces más, antes de reunir suficiente fuerza para con un grito gutural de nuevo buscar girarse para quedar boca arriba. Jadeaba de cansancio y esfuerzo físico. No podía creer lo que ocurría. Pepe se quedó quieto viendo al techo, esperando descubrir al intruso que lo tenía en esta situación, sin embargo, no escuchó nada y no vio nada moverse en la oscuridad de su cuarto. A pesar de esto, sí tenía la sensación de sentirse observado, como si alguien estuviera disfrutando de su predicamento.

El pene de Pepe ahora salía por una de las aperturas de las piernas de sus boxers, todavía aprisionado por la tela de estos y las sábanas enredadas en sus piernas. Una perla de pre se asomaba en la punta, la excitación ya lo había llevado a empezar a escurrir y la energía sexual que llevaba almacenada 4 semanas empezaba a encontrar fisuras por dónde escaparse. Sus huevos rojos e hinchados se movían dentro de su bolsa, esperando el momento para liberar su carga.

Pepe estaba exhausto, había usado lo último de su energía para voltearse. Pero la sábana no tuvo piedad. Mientras Pepe seguía pensando en encontrar a la fuente de su problema, la sábana comenzó a escurrirse por su pierna, subiendo por su muslo, y esta vez yendo directamente por la cabeza de la verga que asomaba entre los boxers. Pepe gimió de placer al sentir el roce de la seda que cubría y envolvía su erección, mientras que otra porción de la sábana continuaba hacia adentro de los boxers para estimular sus huevos de nuevo.

Con un grito mezcla de placer extremo y frustración Pepe entendió que había perdido. Se dejó llevar y comenzó a bombear con sus caderas el aire mientras la sábana lo masturbaba deliciosamente. Sus piernas y brazos se movían entre las sábanas, disfrutando de la seda deslizándose por ellos. Las tetillas de su pecho se erizaban con el roce y su abdomen se aceleraba con su respiración a medida que se acercaba su orgasmo. La cama entera parecía cobrar vida para acariciar con sus sábanas todo el cuerpo de Pepe. Parecía que le habían prendido fuego a cada terminación nerviosa de su piel. Pepe jadeaba y gemía de placer mientras se aproximaba cada vez más al que sería uno de los orgasmos más sobrecogedores de toda su vida. Su pene escupía un hilillo de pre, no pudiendo contenerse ya, mientras sus testículos se retraían a la base de su verga listos para exprimir su esencia hacia afuera.

De pronto la sábana se enroscó y apretó la verga completa de Pepe, sacándole un grito ronco de placer del fondo de su pecho al tiempo que su orgasmo comenzaba. Pepe jadeaba y jadeaba al tiempo que su cuerpo entero se movía y contorsionaba con las olas de placer que lo atravesaban de punta a punta. Su verga eyaculaba trallazo tras trallazo de su leche en toda la pierna de Pepe, en las sábanas que la enredaban, en sus boxers, en el colchón que estaba debajo, etc. Parecía que el orgasmo no tendría fin, mientras se liberaba toda la energía sexual que Pepe había guardado dentro por 4 semanas.

Fue entonces que en medio de su orgasmo despertó.

Efectivamente su erección había salido por una de las aperturas de pierna de sus boxers y se encontraba atrapada entre ellos y la sábana, hecha bolas completamente de tantos giros y movimientos que había hecho en sus sueños. Todavía le toco experimentar conscientemente 4 o 5 olas más de su orgasmo mientras su pene vacíaba el contenido de sus huevos en su pierna, sus boxers y la cama.

Cuando todo acabó, Pepe quedó inmóvil por un rato. Todavía no sabía si lo que acababa de pasar fue un sueño húmedo o si realmente le pasó. Esperó a ver si las sábanas se movían por su cuenta pero no pasó nada, sin embargo sí había un pedazo de sábana metido debajo de sus boxers, por lo que no se explicaba cómo llegó a ahí. Pepe se incorporó y prendió la luz de noche a lado de su cama. Vio que había hecho un desastre en las sábanas con su semen y lanzó un gemido de hueva al pensar en lo que tendría que limpiar. Evidentemente la carga de 4 semanas que aventaron sus huevos fue muy grande y manchaba ya sus sábanas y colchón. Sin embargo, Pepe estaba tan exhausto que apagó la luz y cayó de nuevo en su cama, sólo se desenredó de las sábanas, se quitó los boxers empapados de semen y se quedó dormido. Toda energía había salido de su cuerpo.

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