La Pianista Cap. 02

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Choque cultural de un trío de personas.
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Parte 1 de la serie de 4 partes

Actualizado 06/08/2023
Creado 01/17/2017
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LA PIANISTA. Cap. 2

Choque cultural de un trío de personas.

****

1

Ese mañana de lunes, Carol despertó cansada, no había podido dormir bien. Había llegado con Yuca al mediodía del domingo, y aún no lograba acostumbrarse a las 10 horas de diferencia que tenía esta ciudad respecto de Sidney. Miró la hora, eran las 8 de la mañana, en Sydney serían las 10 de la noche del día anterior. Decidió bañarse, tomar desayuno y vestirse para asistir a la reunión en el municipio de la ciudad, precisamente programada para las 11 de la mañana. En todo caso, haría la llamada de rigor, para asegurarse del lugar y hora de la reunión. Tenía que afinar todos los detalles de los ensayos con la orquesta sinfónica a los que debería concurrir Yuca durante la semana, ya que el concierto que daría ella, estaba programado para el día sábado en la noche. También tendría que requerir mayor información respecto de la recepción que se haría en la noche para agasajar a Yuca por su llegada al país.

Terminó de vestirse y de desayunar y se dirigió a la suite de Yuca. Con la segunda tarjeta de acceso entró y vio que estaba en la terraza. Se la quedó mirando un instante, recordando la despedida que le habían hecho en Sidney la noche del sábado antes de emprender el vuelo a este nuevo destino. Fue una noche desatada. Yuca le había pedido que invitara a su suite, a dos funcionarios de la embajada americana que Carol conocía, y una vez más, Yuca mostró las garras.

Carol, con el que le había tocado como pareja, acababa de terminar exhausta en el sofá del living del departamento de Yuca. El tipo se había portado a la altura, manteniendo una larga performance y se sentía satisfecha. Permaneció sentada en un costado del sofá, mientras él la contemplaba encantado en el lado opuesto. De pronto irrumpió Yuca en la habitación.

"Mi partner dejó de funcionar" Dijo, dirigiéndose a Carol con el cuerpo brillante de transpiración. Estaba claro lo que ello significaba y el acompañante de Carol las miraba a ambas sin entender nada.

Carol lo miró y le dijo palmoteándole la pierna: "Tú déjate querer" Se levantó y tomando un estuche que había dejado sobre la mesa de centro junto con topa su ropa, se fue así, desnuda a la terraza y se puso a fumar, mientras observaba la bahía iluminada por los edificios que la circundaban, despreocupada de lo que había comenzado en el sofá.

A veces escuchaba los gemidos de Yuca y los chasquidos de los cuerpos desnudos. Pero, pronto pasaron a segundo plano de su atención. En ese instante estaba pensando en el viaje que emprenderían la mañana siguiente a ese lejano país latinoamericano y que nuevos desafíos enfrentaría.

Por ello, al mirar ahora, la delicadeza del rostro de Yuca mientras ojeaba unas revistas, no entendía cómo ese ser, podía descontrolarse teniendo sexo de la manera en que ella muchas veces la vio, y al mismo tiempo ser capaz de mostrar ese éxtasis casi místico, en el momento en que entregaba su arte en sus presentaciones en público. Era como observar a Mr. Jekyll y Mr. Hyde en su versión femenina. ¿Ambos estados emocionales tendrían el mismo origen? ¿El proceso mental que desarrollaba Yuca, al excitarse sexualmente, era el mismo que la gobernaba mientras ejecutaba a Brahms o a Beethoven? De una cosa sí estaba segura, porque lo había estudiado: los patrones acústicos afectan nuestros estados emocionales, como afectan a todos los animales. Y Carol estaba convencida que también existían patrones que se generan en todo el proceso de la interacción sexual. Y en ambos casos... ¡Bah!! Tendría que analizarlo en otra ocasión.

Yuca de pronto giró la vista hacia el interior de la habitación al sentir la callada presencia de Carol.

"¡Carol, que haces allí! Ven que quiero hablar contigo."

Carol se acercó y le dio un beso en ambas mejillas que Yuca respondió de igual manera. Entre ellas durante todos estos años, se había generado una relación que iba más allá de la relación jefa empleada. Yuca consideraba a Carol como su hermana, más que su asistente o secretaria. Relación que posteriormente había desembocado en nuevos cauces, generados a partir del momento en que Yuca la había hecho que participara de muchos de sus encuentros sexuales. Carol los calificaba así, ya que eran simplemente eventos que duraban una sesión o una noche. Se daba cuenta que era la manera en que Yuca soltaba todo su sensualidad oculta; pero, que no trascendían más allá de la necesidad de liberación, para la decepción de todos los hombres que caían en su juego, ya que esperaban poderla ver nuevamente. En las ocasiones en las que había participado con ella, se dio cuenta que nunca besó a sus parejas ocasionales. Al preguntarle en una ocasión respecto de esa actitud, ella le respondió:

"¡Ese es un gesto de intimidad que sólo podría entregárselo a alguien por quien sintiera real atracción!"

"¿Y qué te atrae de todos estos hombres?"

"Carol, Carol. Tú sabes que lo necesito. Si no lo hago, explotaría y necesito estar relajada cuando estoy frente al piano. He encontrado que es la mejor manera para mí. De otro modo estaría tomando pastillas, como le ocurre a otras pianistas que he conocido".

En este momento en que Carol se sentó a lado de Yuca, ésta le mostró una foto del periódico que tenía frente a ella en la mesa.

"Mira este tipo. ¡No te parece increíble!" Le dijo señalando la foto con su índice.

Carol se inclinó y observó la foto en que se le estaba haciendo una entrevista al director de la Corporación Municipal, precisamente con quien debía entrevistarse unas horas más. Efectivamente, era un tipo buen mozo, que parecía tener unos treinta años, alto, de buen físico y que lucía una sonrisa arrebatadora.

"Sí. Me parece atractivo." Fue su comentario, sin decirle que lo conocería en persona un rato más.

"Con mayor razón iremos. Prepárame ese vestido con las transparencias de encaje en los costados. Ese tipo será nuestro, como que me llamo Yuca Kimara."

"¿Nuestro?" Pregunto Carol mirándola a los ojos.

Yuca le devolvió la mirada y con voz que pareció nacer de su vientre, le afirmó "¡Nuestro. Quiero que te vistas para matar! Quiero compartir a ese hombre contigo. ¡Me parece alguien digno de nosotras!" Y levantándose del sillón se dirigió al piano.

***

2

Me sentía un tanto ansioso. En mi calidad de director de la Corporación Cultural Municipal, había organizado un cocktail de bienvenida para recibir oficialmente en nuestro país, a la famosa pianista vietnamita Yuca Kimara. Sería mi primer encuentro personal con ella, después de que el Consejo del Municipio la había contratado para abrir el ciclo de conciertos con que se inauguraría la temporada de eventos que había organizado para el presente año.

Había tomado la decisión de sugerir que se contratara a esta pianista, que en los últimos tres años había adquirido gran notoriedad, especialmente por su reciente presentación en al Carniege Hall de Nueva York, en el que había interpretado magistralmente el concierto para piano N° 2 de Liszt, tal como lo indicaban las críticas. Al Consejo que tenía que tomar la decisión, no les había dejado opción, ya que a mi juicio no la había. Para elegir a esta pianista de 25 años, había estudiado toda su carrera. Desde muy temprana edad había destacado por su gran sensibilidad artística y fuerza interpretativa. Y fue así que con tan sólo 15 años, había recibido una beca para estudiar en Alemania por sus especiales dotes. A partir de los 18 años, Yuca Kimara se había convertido en un éxito en todos los lugares en que se había presentado. Los videos de sus presentaciones, se habían viralizado en YouTube, por la forma en que interactuaba con la orquesta y en la manera en que se vestía, que mostraban claramente la belleza que poseía.

Ahora, sentado en mi escritorio, miraba los catálogos en los que aparecía su foto, y observé su rostro por varios minutos. Había algo en su expresión, que en esta foto de gran formato aparecía sonriente, que me llamó particularmente la atención. Al principio no pude determinar qué era. Aunque se veía muy juvenil, la forma de sus labios le daba una expresión de una gran sensualidad, que la hacía ver de más edad, especialmente cuando observé más de cerca sus ojos provocativos que parecían mirar con una intensidad poco habitual para una persona que esperaría fuera más espiritual que mundana. En ese momento entró a mi oficina, Ester mi asistente.

"Pablo. Acabo de confirmar que el alcalde vendrá a la recepción. Se había excusado anteriormente, ya que estaba fuera de la ciudad." Dijo mientras se sentaba frente a mí, cruzando exageradamente sus hermosas piernas, sabiendo que se las miraría, entregándome esa sonrisa con la que trataba de impresionarme cada mañana. Es cierto que habíamos tenido un encuentro sexual en mi oficina, pero yo había sido enfático después; apoyándome en que teníamos una relación laboral, le dije que esto no podría ocurrir nuevamente. Ella lo entendió así, sabiendo que nunca llegaríamos a tener algo más que una relación de amistad, aunque tratara de buscar un mayor acercamiento, que había sido notorio especialmente después que murió mi mujer trágicamente en un accidente aéreo. Pero, al parecer, lo seguía intentando, aunque yo la tratara con cierta distancia.

"¿Y qué hay del director de la sinfónica?" Le pregunté.

"Confirmó su presencia, lo mismo que el primer violinista, el que en principio me había dicho que no vendría por un catarro que lo estaba afectando".

"Bien. Encárgate de que las flores las envíen a última hora, no me gustaría que estén mustias en mi brazo cuando se las entregue a Yuca esta tarde. Ahora me voy, porque el maldito sastre se atrasó con el arreglo de las mangas. No quiero dar la mano dando la impresión que tengo los brazos cortos". Mido 1, 88 y me habría visto ridículo con un traje cuyas mangas me taparan los nudillos, pensé.

"¿Yuca? Desde cuándo eres amiga de esa pianista?" Preguntó Ester, levantando las cejas con una mirada llena de sorna.

"Desde que vi su foto en este catálogo" Le contesté sonriendo a mi vez, mientras me levantaba para salir de la oficina, ignorando la mirada lánguida que me dirigió Ester.

Ya salía de la oficina, cuando Ester tomándome del brazo me detuvo.

"La prueba con tu sastre tendrá que esperar, ya que tienes cita hoy a las 11 con la secretaria de ´Yuca', como dices tú." Nuevamente había un dejo de ironía en su voz.

"Avísame cuando llegue, la secretaria de 'Yuca'." Le grité mientras ella salía ella de la oficina y yo volvía a mi escritorio.

Mientras revisaba el plan de trabajo que había confeccionado en formato CPM, para poder visualizar bien todos los eventos, participantes y horarios, sonó el intercomunicador.

"Ya llegó" Me dijo Ester.

Unos minutos después apareció Ester y junto a ella, la visión de la mujer más hermosa que me había tocado conocer en el último tiempo después de mi esposa. Calculé que no tendría más de 23 años; de cabello largo y rubio, caía lacio sobre sus hombros, enmarcando su rostro angelical. Vestía sobriamente, no obstante que su traje dejaba entrever un cuerpo espectacular; la falda que le llegaba un poco más arriba de las rodillas, dejaban ver sus largas y hermosas piernas. Por unos segundos quedé sin habla, impresionado por su belleza. Ester, que siempre está auscultando mi rostro, debe de haberse dado cuenta de mi confusión, por lo que vino en mi ayuda. Dirigiéndose a Carol le dijo:

"Miss Carol Beninguer, this is Mr. Pablo Gutierrez, Cultural Director of the Town Council Corporation."

Le estreché la mano diciéndole "Glad to meet you (encantado de conocerla)" mientras miraba su rostro sonriente que parecía llenar toda la habitación. Sentí su mano un tanto húmeda, mientras la retenía más de lo conveniente.

Habiendo hecha la presentación, Ester se retiró de la habitación. Sentí su larga mirada mientras lo hacía.

La conduje hacia un largo sofá que tengo en mi oficina y me senté frente a ella. Después de algunos titubeos, ella me comenzó a interrogar respecto del programa de ensayos de Yuca, ya que sería su principal preocupación a partir de ese momento. Yo no despegaba los ojos de su rostro, casi sin escucharla. Estaba arrobado de su belleza, y todo lo que me decía casi pasaba a segundo plano, tanto así, que en algunos momentos tuve que pedirle que me repitiera lo que decía. Y claro, me excusaba por mi pobre inglés, a lo que ella respondía que a ella le parecía excelente, incluso me preguntó en dónde lo había estudiado, ya que me encontraba que hablaba con cierto acento neoyorkino.

De pronto miré la hora, había pasado más de media hora conversando con ella, le dije qué le parecería que la invitara a almorzar, y de paso le mostraría un poco la ciudad para continuar después, revisando el programa de la semana. A lo cual ella aceptó de inmediato. Ester apenas levantó la vista cuando le dije que salía para tener una reunión-almuerzo con Carol.

Utilicé el Mercedez de la Corporación que tenía chofer y me senté con ella, después de darle instrucciones que nos condujera hacia la zona alta de la ciudad.

Carol estaba encantada cuando le mostré la zona cordillera, comentándome que la ciudad le recordaba a Denver. En un momento, mientras caminábamos hacia un mirador, ella trastrabilló y yo logré tomarla desde atrás evitando que cayera. Con mis manos en sus caderas, sentí que Carol apoyaba su espalda en mi pecho y se quedaba unos segundos presionada a mí. Fue una sensación increíble sentir su tibieza. En ese instante ella giró su rostro hacia mí y vi sus grandes ojos azules que brillaban.

"¡The place is incredible! (es un lugar increíble)"

Ella se quedó en esa postura, y dejó que mis manos rodearan aún más su cintura. Nos quedamos en silencio contemplando los macizos nevados de la cordillera. Ella había definitivamente apoyado su cabeza en mi hombro y yo tenía ahora mis manos casi en su vientre. Presioné un poco mis manos y la sentí estremecerse.

Como en un susurro Carol giró su rostro hacia mí diciendo: " I love this place (Amo este lugar)".

Su boca estaba ahora a unos centímetros de la mía, y sus ojos parecían brillar más que antes. No pude resistirme y la envolví aún más entre mis brazos y la besé. Carol me devolvió un beso húmedo. Sus labios estaban entreabiertos cuando la besé nuevamente. Esta vez ella se giró completamente entre mis brazos y rodeó con los suyos mi cuello y me besó, y lo hizo con tal pasión, que mi mente se pobló de recuerdos de otros tiempos.

Perdidos, sin sentido del tiempo, sólo sintiéndonos conscientes del paraje que nos rodeaba, continuamos besándonos con más ansiedad, como queriendo grabar así ese instante único de cercanía. Tenía un brazo rodeando su espalda y la otra vagaba lentamente más abajo de su cintura, apreciando la firmeza de sus caderas, de sus nalgas. Mi erección inevitable presionaba su vientre y ella suavemente había comenzado a ondular y presionar su pubis hacia mí. Había en ese instante una aceptación tácita de nuestra excitación mutua.

Después de largos minutos que parecieron eternos, ella levantó sus ojos hacia mí y vi claramente el clamor de su deseo. Sin decir palabra ella me tomó de la mano y me instó a volver hacia el automóvil que nos esperaba varios metros en el camino, lejos de nosotros. Cuando nos sentamos y le ordené al chofer que nos condujera a mi departamento, ella se apretó hacia mí y llevó sus labios a mi cuello. Fue electrizante sentir sus labios vagar por mi cuello, subir y mordisquear mi oreja. Mis manos ahora habían subido hacia su pecho y sobre la tela de su blusa, los amasaba, apretando sus pezones entre el dedo índice y el pulgar. Ella, por su parte, con su mano derecha acariciaba el centro de monadi pantalón, apreciando con sus dedos y su palma, la fuerza de mi erección. El vidrio empavonado que separaba el asiento de los pasajeros con el del conductor, había sido deslizado convenientemente por el chofer. Hice cuenta mental de felicitarlo por su gesto. Eso nos dio la privacidad que necesitábamos. En algún momento sentí los gemidos de Carol ahogados por mi boca, cuando apreté más de la cuenta sus pezones erguidos, que después de un rato, habían aparecido desnudos mágicamente entre mis dedos.

Para ambos, este preámbulo amoroso pareció alargarse más de lo que ambos deseábamos. El viaje hacia la cordillera, había sido largo. De pronto escuche al chofer llamar diciendo que habíamos llegado. Carol se soltó de mis brazos y rápidamente ordenó su ropa y yo tuve que hacer lo mismo con mi pantalón, que también estaba casi abierto. En algún momento sentí la mano de Carol apretando mi erección, esta vez sobre la tela del bóxer.

La ayude a bajar y nos dirigimos al edificio en donde tenía mi departamento, en el que vivía solo, hacía ya año y medio.

En el ascensor Carol pegada a mí, me miraba y mientras subíamos acaricié su rostro. Sentía una cercanía con ella que me asombraba. Pero no quise pensar. Quería que ese momento siguiera deslizándose como había ocurrido hasta ese momento. Ella, pareciendo tener el mismo pensamiento, apoyó su cara contra mi pecho, mientras sus manos se metían entre mi chaqueta y apretaban mi espalda. Estábamos conscientes de que algo se había generado entre ambos, algo indefinible que nos guiaba hacia lo inevitable.

***

3

Carol, tan pronto abrió la puerta del departamento de Yuca, escuchó los últimos sonidos del concierto para piano de Brahms.

Cuando entró al salón, Yuca vestida sólo en ropa interior, con esa mirada que a Carol la estremecía tanto como su interpretación, con su rostro hacia el cielo y con la mano en alto dio término a los últimos acordes.

Carol se acercó y Yuca la abrazó diciéndole. "¡En este momento me culearía a tu director!"

"¿A cuál. El de la sinfónica?" Le preguntó Carol, levantándole el mentón hacia ella.

"No. El que fuiste a ver hoy"

"¿A Pablo?" Preguntó Carol.

Yuca como despertando después de un trance, con sus ojos chispeantes la miró y le preguntó, mientras dirigía una intensa mirada a Carol.

"¿Pablo. Ya le dices Pablo? Dime de inmediato qué pasó. Conozco esa mirada. ¡Algo importante acaba de pasar en esa reunión tuya!". Y levantándose la llevó a la terraza, mientras se colocaba la bata que yacía al lado del piano.

Carol se sentó frente a Yuca, no sabiendo cómo empezar, y ésta conociendo ese titubeo confirmó sus sospechas de que algo más que una simple reunión, se había producido en ese encuentro con ese hombre tan guapo.

"Te lo voy a poner fácil. ¿Cómo es en persona?" Le dijo Yuca muerta de la risa. Lo hizo blufeando y cuando Carol respondió se dio cuenta de que había acertado.

"Casi me derretí cuando me tomó la mano para saludarme"

"¿Tanto así?"

"¡Sííí! Te juro que sentí que me humedecía. No supe qué hablé durante los primeros minutos con él. Después, me invitó a una reunión almuerzo" Comenzó tentativamente Carol.

"¿Y...?"

"Quería explicarme cuándo comenzaría tus ensayos"

"Vamos Carol. Que no es eso lo que me importa. Desembucha" Le instó Yuca.

"Me llevó a conocer la ciudad... Nos detuvimos en mirador ubicado en una zona cordillerana. Y allí, no supe en qué momento me besó"

"¡Ah, maldita! Ya lo sabía. Esa cara de contenta con que llegaste, no era por nada. Sigue. Sigue. Quiero todos los detalles... Me imagino que lo besaste de vuelta, ¿verdad?" Le dijo Yuca, mientras le tomaba ambas manos y la miraba intensamente, como queriendo meterse en la mente de Carol y auscultar los detalles que esperaba escuchar.

"Sí. ¿Te digo la verdad? Es fascinante. Me sentí como una colegiala entre sus brazos. Fue maravilloso. Estar allí frente a esa cordillera mientras nos besábamos. Poco a poco las caricias y los besos fueron siendo más atrevidos. Estaba tan apretada a él, que comencé a sentir su erección contra mi vientre. Y yo comencé a moverme girando mis caderas para sentirla más, mientras Pablo me apretaba el trasero. Terminamos en su departamento"

"¡¡Queee!! Nunca pensé que llegarías tan lejos y tan rápido con él."

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