La Primera vez. Santa Leche

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La primera vez de mi experiencia cuckold.
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Medio a oscuras, solo con la luz que entraba de la calle, vi un tremenda pija babeante: ancha y carnosa, larga y dura; a punto de penetrar en la concha de mi esposa.

La escena me calentó tanto, que como pude me acerqué para ver eso. Esta era la primera vez que veía la vagina de mi esposa tan abierta y dilatada esperando ser poseída.

No sé de dónde había venido pero, la idea de ver a mi mujer cogiendo con otros, es algo que me enloquecía. Cada vez que lo pensaba terminaba haciéndome una paja tan intensa como los orgasmo que sentía.

Mi esposa era tan morbosa como yo, hacía ya casi diez años de casados, cuando una noche, mientras cogíamos, se me escapó y le dije, "Quiero que cojas con otros tipos..."

Mi propuesta no la incomodo en absoluto, sino, todo lo contrario. Ni bien me escuchó, se aceleró más y mientras acababa me decía, "Sí, sí..., quiero muchas pijas. Soy muy puta".

A partir de esa noche, vino todo lo demás.

Disfruto tanto ver a mi esposa con otros hombres, como ella disfruta saber que estoy ahí viéndola. Aunque hay otros involucrados esta es una situación muy íntima, algo que nos une por encima de todo y nos permite experimentar la sexualidad de esta manera maravillosa.

Después de recibir otras vergas y quedar abierta y muy excitada, mi esposa se entrega a mí y puedo jurar que es un momento de lo más supremo.

Cuando la penetro, siento como esa vagina ha sido abierta por otro, siento olor a semen de un extraño y cuando beso a mi esposa ella me devuelve el aliento del otro.

Mi esposa toda usada y cogida me envuelve en su cuerpo y puedo acabar con el orgasmo más fuerte que jamás hubiera imaginado.

Aquella primera vez, estábamos con un desconocido que habíamos contactado por Internet. Los tres estábamos desnudos en la misma cama, yo a un costado y ellos dos besándose y manoseándose a un costado.

Por primera vez, sentía la respiración agitada de mi esposa implorando por más, se entregaba de una manera tan caliente que casi no la reconocía.

Sus movimientos eran tan morbosos que no podía sino, calentarme cada vez más con eso que presenciaba en la misma cama.

Este tipo, advertido por los gusto de mi mujer, en un momento comenzó a chuparle los pies, práctica que enloquece a mi esposa, a tal punto que eso hizo que se abriera de piernas y gimiera como si ya la estuvieran penetrando.

El desconocido, experimentado en este fetiche, le pasaba de manera suave la lengua por las plantas de los pies y después abría la boca para chuparle cada una de las patas.

Mi esposa, alcanzaba una excitación tan alta que cuando me vio a un costado, me tomó por la cabeza y nos empezamos a besar, mientras el otro le lamía y chupaba los pies.

Mi pija estaba tan parada que casi explotaba, el desconocido se detuvo y mi mujer me soltó y se dio vuelta quedando en cuatro ofreciéndose al desconocido.

Fue en ese momento cuando vi, esa enorme verga que asomaba a centímetro de la concha de mi esposa. Una pija gorda y larga, de unos 23 o 24 centímetros, a punto de insertarse en la vagina mi mi mujer.

El tipo, se tomó el pene con sus manos, me miró y me dijo "¿Te gusta, cornudo? Vas a ver como entra.

Esta fue la primera vez que me decían "cornudo" y eso me calentó más, por lo que contesté sin inhibiciones: "Sí..., ¡dale! Emparchala ¡por favor!

Mi súplica fue aceptada y el extraño, poniéndose de rodillas atrás de mi esposa la tomó por las caderas y hundió la verga hasta el final.

Mi esposa gritó entre gemidos y después soltó: "¡Ay, pordios! ¿Qúé es esto? Me encanta, me está rompiendo la concha... ¡qué hermosa pija!

Así, el desconocido, comenzaba a bombear a mi esposa. Lento primero, un poco más fuerte después y hundiéndose hasta el fondo cada tanto.

Yo a un costado, observaba la cogida, viendo como la concha de mi mujer se abría cada vez más, dejando caer algunos flujos que saltaban por los bordes de la verga que la penetraban.

Agitada y a punto del primer orgasmo mi esposa se detuvo, se destrabo de la verga y se dio vuelta quedando boca arriba en la cama.

Después de tomar un poco de energía me pidió que les diera espacio. Me levanté de la cama y me acomodé en un sillón al costado.

Mi esposa se abrió de piernas invitando a su cogedor a que volviera a la carga. El tipo le hizo caso y se tiró sobre ella, metiendo ese tremendo falo en la concha abierta y mojada de la puta de mi mujer.

Ella lo rodeó con las piernas mientras el besa su boca, mientras se movían lento. Mi esposa lo abrazó mientras cogían se susurraban cosas como estás:

"Qué hermosa pija que tenés mi amor..." - Decía mi esposa.

" ¿Te gusta? - Él le respondía.

"Claro, bebe, me siento tan llena que no puedo parar de acabar"

"Estás acabando"

"Sí, hermoso, tengo un orgasmo permanente con vos"

"¡Ay! Me gusta que seas tan puta"

"Soy tu puta, toda tuya"

"Me vas hacer acabar"

"Llename de leche, mi amor..."

Cuando escuché esto último, algo confundido me hizo pensar. Me frené y recordé que casi nunca yo acaba adentro de mi esposa y ahora, la puta, dejaba y pedía que un extraño lo hiciera.

¿No sería mucho para la primera vez?

Y cuando estaba medio confundido con eso, sentí como el tipo gritaba un orgasmo. Le había acabado adentro.

Cuando el desconocido se despegó de mi esposa, sin decir palabra se fue al baño. Vi a mi mujer adormecida en la cama, me acerqué y le pregunté algo extrañado "¿Qué hiciste" a lo que ella me contestó: "Fue mi bautismo de puta. Dale, terminá con el rito"

Se abrió de piernas y de entre medio de la vagina le chorreaba la leche del desconocido. Me hizo seña y me indicó que se la chupara y la limpiara.

Accedí y en un acto casi instintivo chupé y me tragué todo el semen que un extraño le había dejado adentro a mi mujer.

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