Ladrón de Sexo

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Si tenemos en cuenta que para asistir a clases vestía falda y chaqueta podríamos decir que sus códigos de vestimenta eran conservadores, pero lo que no resultaba conservador era la forma en que esas prendas se ajustaban a su cuerpo.

A la mujer provocativa que cohabitaba con la normalmente reservada Lila le fascinaba provocar, y aunque a veces lo hiciera en forma inconsciente, generalmente sabía muy bien el efecto que podía causar un oportuno cruce de piernas y/o una también oportuna inclinación cuando había más de tres botones sueltos en el frente de su blusa color champagne.

En ésa, su primera experiencia docente con chicos en la última etapa de la adolescencia se sentía bastante cómoda -sobre todo con el introvertido chico de quinto año del turno tarde que la miraba como si estuviera enamorándose de ella- pero era consciente de que detrás de esas miradas se escondían pensamientos tan oscuros como su renegrido y abundante vello púbico.

El chico Villalobos le parecía muy aplomado por sus diecisiete años, tanto como para llegar a dejarse tentar de correr el riesgo de involucrarse con él, aunque fuera solo un poco, porque en la errática vida amorosa de Lila Gutiérrez siempre parecía haber lugar para una aventura más.

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Los pensamientos que poblaban la mente de Germán eran bastante similares a los de su profesora de idiomas, pero diferían en cuanto a los fines que ambos perseguían, porque mientras los de Lila tenían que ver con lo carnal, los de Germán tenían que ver con lo psíquico.

Analizándolos a los dos en general y a cada uno en particular resultaban ser como el día y la noche, la llanura y la montaña, en definitiva, el deseo de ser poseído y el deseo de poseer. Sólo que ella todavía no sabía que formaba parte de los planes de posesión de Germán.

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Comportándose en forma casi obsesiva, conocer todo lo posible sobre esa mujer que no podía apartar de sus pensamientos le demandó a Germán un período de diez días de intenso trabajo. En el día once descansó repasando los datos por enésima vez. Todo le decía que ella era la candidata ideal para comenzar su tan particular «carrera delictiva» y no había nada ni nadie que pudiera quitárselo de la cabeza.

Ajustar los detalles de la operación planeada para apoderarse de ella le demandó casi dos semanas más de un tiempo que sentía que se le agotaba sin obtener resultados, pero decidido como era su costumbre a tomarse las cosas muy en serio, recién para principios del mes siguiente pudo asegurarse de que podía llevar adelante su plan con una efectividad de por lo menos el 98%.

La fecha elegida fue el viernes anterior al feriado largo del día de la independencia y como para ese día necesitaba contar con absoluta libertad de movimientos preparó una nota supuestamente rubricada por su padre donde éste le solicitaba al jefe de preceptores que le permitiera retirarse más temprano para poder acudir a su cita con el dentista.

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El amanecer del día tan anhelado lo encontró almacenando en su mochila todo lo que consideraba necesario para las cuarenta y ocho que pensaba pasar fuera de su casa. Incluso llevaba las anotaciones con los horarios en que debía comunicarse telefónicamente con sus padres para hacerles saber que pasaría el feriado en casa de un amigo. Al llegar a la escuela trató de actuar con normalidad y después de presentar la nota en la sala de preceptores aguardó al último recreo para despedirse de sus compañeros hasta el siguiente martes. Una vez en el patio se confundió con la multitud, y en lugar de enfilar hacia la salida lo hizo en dirección al cuarto donde se guardaban los materiales de limpieza.

Con tiempo suficiente por delante repasó una vez más cada detalle de su plan.

Estaba seguro de que no muchos de sus compañeros estaban interesados en saber que Miss Lila era una de las últimas personas en abandonar la escuela, y que antes de hacerlo pasaba por la biblioteca -hasta tenía una llave de la misma- para dejar el material audiovisual que volvería a utilizar para dictar sus clases. Todo un logro para un aprendiz de detective ¿o de ladrón?, en cualquier caso el resultado iba a ser el mismo.

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Cuarenta minutos más tarde el leve bip de la alarma del reloj pulsera alertó a Germán, quien luego de realizar algunos ejercicios para desentumecer los músculos de brazos cuello y piernas se ajustó la máscara que lo mantendría en el anonimato y comenzó a prepararse mentalmente para entrar en acción en menos de diez minutos, con seguridad los más largos de su vida.

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Tal como lo tenía planeado, Germán Villalobos capturó a Lila Gutiérrez a mitad de camino entre la biblioteca y la por entonces desierta sala de profesores, y el ataque resultó tan sorpresivamente exitoso que antes de que ella pudiera reaccionar, ya estaba atada, amordazada y con una venda cubriéndole los ojos. Aunque anacrónicamente intentó resistirse mientras era conducida a su lugar de cautiverio el golpe que le aplicó su captor a un costado de la cabeza no sólo la disuadió sino que le hizo comprender que todavía no estaban dadas las condiciones para enfrentársele, si es que alguna vez lo estarían.

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Después de mucho evaluarlo, Germán había decidido que la biblioteca era el lugar adecuado para pasar los siguientes dos días junto a la mujer de sus sueños, y que la dependencia contara con su baño propio había resultado el factor decisivo para elegirla.

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Superada la parálisis inicial provocada por el pánico Lila comenzó a analizar su situación en busca de una forma de escape. El que se encontrara en territorio conocido podría llegar a facilitarle las cosas, siempre y cuando consiguiera hacerse con el control de las cosas, pero los nerviosos pasos que sonaban como los de una fiera enjaulada le hicieron saber que debía continuar esperando.

Estaba segura que si pudiera conseguir que el nerviosismo de su captor se volviera en su contra entonces ella...

-¡NO ME TOQUES! --gritó en forma destemplada al sentir el roce de una mano sobre la mejilla.

Una carcajada ronca y profunda fue la respuesta a su descontrol. Algo en contra.

-¿QUÉ DIABLOS QUIERES DE MÍ? --preguntó con toda la potencia que le pudo dar a su voz estrangulada por ese pánico que había regresado imprevistamente en oleadas muy intensas.

En lugar de responderle con palabras, Germán la sujetó de los cabellos y mantuvo su boca apretada sobre la de ella hasta que la sintió ahogarse por falta de oxígeno.

-¿Esto responde a tu pregunta? --dijo con un murmullo ronco.

-¡Hijo de puta! --bramó Lila al oírlo alejarse.

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Sabiendo que el tiempo era su mejor aliado Germán se retiró hasta el otro extremo del cuarto donde descansó por una hora, luego regresó junto a Miss Lila, porque estaba seguro de que para ese entonces ella se habría serenado lo suficiente como para tratar de hacerla entrar en razones.

SUS RAZONES, POR SUPUESTO.

-¿Por qué me haces esto? --preguntó ella al oírlo acercarse.

Germán estuvo a punto de responderle, pero no estaba seguro de que pudiera llegar a comprenderlo, por lo menos no todavía.

-Si lo que quieres es dinero toma mi cartera y...

El golpe no le dolió tanto como el hecho de que él la hubiera castigado como si pudiera hacerlo cuando se le diera la gana.

Enfurecida una vez más comenzó a insultarlo a viva voz hasta que lo oyó alejarse. Creyéndose la vencedora de tan singular contienda se echó a reír, aunque sus carcajadas tuvieron el tinte de la desesperación.

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Germán regresó a su rincón. El que todo estuviera saliendo de acuerdo a lo planeado le daba una sensación de intensa seguridad, aunque todavía tuviera que encontrar la manera de controlar la arrogancia natural de Miss Lila, algo que sin duda ocurriría cuando ella tuviera la irreprimible necesidad de utilizar el toilette.

Hasta en esos detalles Germán se había informado con excesiva exactitud y sabía -de acuerdo a los datos que había recolectado- que el promedio de tolerancia era de tres horas, y que transcurrido ese lapso, eran muy pocos los seres humanos capaces de soportar la creciente presión en la vejiga.

Ya habían transcurrido casi cuarenta minutos desde el momento de la captura y quien sabe cuántos más desde que ella había evacuado su vejiga y/o su vientre por última vez.

Todo era cuestión de tiempo y él contaba con el suficiente como para quebrar la voluntad de por lo menos una docena de mujeres como Lila Gutiérrez.

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-No quise insultarte, lo lamento.

Germán fingió no haberla oído mientras continuaba ojeando un libro sobre paleontología que había tomado del estante más cercano

-Te lo digo de verdad --insistió Lila.

-¿Qué quieres? --le preguntó finalmente Germán.

-Necesito ir al baño --respondió ella.

-¿Qué me darás a cambio?

-Te pagaré.

-No me interesa tu dinero.

-Entonces no iré al baño --dijo Lila tratando de mostrarse firme.

-Como quieras --respondió Germán volviendo a concentrarse en el libro que continuaba sosteniendo entre sus manos.

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-Si no me llevas al baño me voy a hacer pis encima --insistió ella.

Germán sonrió. No necesitaba consultar su reloj para saber que no habían transcurrido más de cinco minutos desde que le había dado a entender que NO iba a negociar.

Las cosas estaban funcionando tal y como lo esperaba.

-Lo lamento por ti --fue la lacónica respuesta que recibió la profesora de inglés.

-Está bien ¿qué es lo que quieres?

-Todo depende de lo que estés dispuesta a dar.

-¿A ti?, absolutamente nada --dijo con desprecio.

-Bien, entonces no tenemos más que hablar.

-¡Espera!

La voz de Lila comenzaba a mostrar urgencia.

-¿Qué? --preguntó Germán con su ronco murmullo.

-Una paja --susurró Lila juntando las piernas para tratar de controlar esa presión que comenzaba a resultar intolerable.

-No te entiendo --dijo Germán sabiendo que la presa estaba muy cerca de meter la cabeza en la trampera.

-Que si me dejas ir al baño te hago una paja --le dijo ella tratando de imaginarse que le estaba haciendo el ofrecimiento a Germán Villalobos.

-No gracias, seguramente no tienes tantas ganas de hacer pis como crees, porque si así fuera supongo que tratarías de demostrarme tu agradecimiento de una forma mucho más....

-¡Muérete! --rugió Lila interrumpiéndolo.

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Germán estaba muy entretenido en su libro cuando Lila volvió a hablarle algunos minutos después.

-Si me permites ir al baño te chupo el pito --le ofreció con la mente puesta nuevamente en Germán Villalobos.

-Creo que nos vamos entendiendo --respondió el Germán real.

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Tras soltarle las manos y las piernas la acompañó hasta el minúsculo cuarto y cuando ella estuvo lista para salir le hizo entreabrir la puerta y sacar las manos para volver a amarrárselas, porque Germán no había llegado hasta allí para correr riesgos innecesarios.

Ella refunfuñó su disconformidad pero no le quedó otra opción que obedecer sus indicaciones hasta que volvió a ocupar el lugar que había abandonado por unos pocos minutos en los que apenas si se había desentumecido.

-¿Cómo quieres que me coloque? --le preguntó Germán una vez que se hubo asegurado que no podía escapar ni causarle daño.

-¿Para que? --le preguntó ella con una indisimulable sonrisa de autosuficiencia en su hermoso rostro.

-¿Para qué va a ser?, para que cumplas con tu parte del trato.

-Yo no puedo hacer tratos con un vulgar secuestrador y si creíste que accedería a tocar siquiera un maldito pelo de tu maldito cuerpo estás malditamente equivocado.

A Germán le costó refrenar el golpe que amenazaba con surgir de sus manos como una llamarada, pero consiguió asimilar esa derrota parcial porque todavía controlaba la situación, y mientras ello sucediera Lila Gutiérrez tendría que aceptar lo que su amo le ordenara.

Le gustó como sonaba la palabra amo y la repitió mentalmente para sí por lo menos una docena de veces antes de regresar a su rincón.

-Está bien, este round es tuyo --susurró más para sí que para ella.

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Lila no demoró mucho en volver a dar muestras de vida.

-Tengo sed, dame de beber --pareció ordenarle un rato después.

-Se acabó el agua --le respondió Germán en forma cortante.

-Busca más --replicó ella recuperando algo de esa arrogancia de la que tenía que curarla.

-No, lo único que me queda es leche.

-Bueno entonces dame lech... ¡perverso hijo de puta! --rugió cuando se dio cuenta del engaño.

Ese pequeño triunfo le devolvió a Germán las ganas de continuar con lo que por momentos parecía desatinado.

La arrogante Lila había caído en su propia trampa y no había nada que le diera más placer que pagarle con su propia moneda pensó Germán mientras reía hasta que se le saltaron las lágrimas.

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-No aguanto más, voy a morir de sed --dijo Lila un rato más tarde.

-Ya sabes que lo único que tengo es leche.

-¡Muérete perverso hijo de puta! --respondió ella tirando de las ligaduras como si con eso pudiera librarse de ellas.

Las estruendosas carcajadas de Germán terminaron haciéndole más daño que si la hubiera golpeado.

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Lila Gutiérrez terminó de quebrarse el sábado a las 2.48 de la madrugada.

-¿Y ahora qué quieres? --le preguntó Germán con evidente mal humor cuando ella comenzó a gritar despertándolo de su inquieto sueño.

-Tengo hambre y sed --respondió Lila en un tono de voz que trataba de parecer ¿humilde?- ¿que quieres que haga?

-Ya me engañaste una vez así que si quieres algo vas a tener que pagarlo primero.

Lila lo miró con odio y por un momento pareció que intentaba asesinarlo con el frío gris de sus pupilas.

-Está bien acércate.

Germán verificó que su máscara estuviera correctamente colocada antes de quitarse los pantalones y los calzoncillos.

-¿Qué haces? --le preguntó Lila.

-Me quito la ropa ¿o acaso me vas a chupar la pija con los pantalones puestos?

-No necesitas ser grosero.

-No soy grosero, soy realista.

Ella dejó escapar un suspiro.

-¿Cuándo me vas a dar de beber?

-Después de que termines conmigo --le respondió Germán deteniéndose frente a ella.

Lila clavó la mirada en la verga que se balanceaba frente a sus ojos. Los peludos huevos parecían dos pelotas de golf henchidas de semen.

-Debo advertirte que no trago.

-Debo advertirte que sí lo harás --respondió Germán acercando el glande a los labios de su cautiva.

-Si no me das al menos un poco de agua no voy a poder...

-¿No vas a poder qué?

-No voy a poder chuparte la... pija --susurró ella moviendo la piernas en la forma inquieta que delata a las mujeres cuando se calientan.

-Voy a darte de beber, pero si después pretendes engañarme te aseguro que lo vas a pasar muy mal .

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La idea de volver a rechazar los avances de su captor una vez que hubiera conseguido lo que quería pasó por la cabeza de Lila, pero tras analizarlo detenidamente llegó a la conclusión de que no valía la pena correr riesgos innecesarios.

-Los huevos, comienza chupándome los huevos --susurró Germán acercándose a ella. Lila obedeció y continuó haciéndolo hasta que fue liberada el domingo por la noche.

5

Veintidós años más tarde mientras recorría los pasillos de su antigua secundaria Germán volvía a revivir con mucha claridad los hechos que habían marcado definitivamente su vida sexual.

Tal como lo había supuesto -¿casualidad o suerte de principiante?- Lila Gutiérrez había resultado ser todo lo que él esperaba y por unas horas se había convertido en la más puta de las putas para poder satisfacer los deseos de su maquiavélico y juvenil amante, y aunque era algo de un pasado bastante lejano, todavía le parecía que podía oírla pidiéndole que le hiciera cosas que él ni siquiera había imaginado posibles.

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El encuentro lo tomó por sorpresa y sin poder evitarlo se quedó como paralizado por lo que confundió con una visión del pasado.

-¿Miss Lila? --preguntó con incredulidad.

-¿Quién lo pregunta? -respondió la atractiva joven deteniéndose para observarlo por encima de sus lentes.

-Germán Villalobos --dijo él acercándose.

-Ud. me confunde con mi madre --dijo ella con una sonrisa que le iluminó los ojos- si quiere verla puede encontrarla en la rectoría --agregó señalando en dirección al despacho al final del pasillo.

-¿Y tú eres?

-Lara Rosales --respondió ella tendiéndole su delicada mano.

Germán sintió que el tiempo no había pasado y que volvía a ser aquel adolescente «enamorado» de su profesora de inglés a la que había raptado para poder llevar a cabo sus más secretas fantasías.

Lara continuó sonriéndole mientras lo acompañaba a la rectoría sin saber que acababa de convertirse en la siguiente víctima del ladrón de sexo.

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La madurez le había sentado muy bien a Lila Gutiérrez, y a pesar de que sus formas eran más rotundas que en su primera juventud se la veía en muy buena forma.

El sonido de pasos sobre el entarugado piso de su despacho le hizo levantar la mirada para encontrarse con alguien a quien no había visto en muchos años y al que todavía recordaba, sobre todo en ciertos momentos muy especiales.

¿Se entiende?

Después de observarlo durante unos instantes abandonó su sillón para saludarlo.

-No puedo creerlo --dijo con esa voz nasal que tanto le gustaba a Germán.

Esa frase tenía un significado especial para ambos, pero sobre todo para ella, porque dos años después de que Germán se graduara de la secundaria se habían encontrado por casualidad --según ella-, por causalidad --según él- en una discoteca y durantes las seis semanas siguientes habían vivido una más que intensa relación amorosa.

Lo que podría considerarse como una especie de romance no duró demasiado, pero ambos los disfrutaron, aunque él mucho más que ella porque sabía exactamente cuales eran los «botones» que tenía que oprimir para que Miss Lila se convirtiera en la refinada putita dispuesta a satisfacer todos sus deseos sin importarle el lugar donde se encontraran.

6

Germán trató de mantenerse impasible mientras Lila le comentaba con orgullo que su hija también era profesora de idiomas, sólo que de francés, algo en lo que había tenido mucho que ver la procedencia de su abuela materna.

La charla se prolongó durante dos cafés y luego, tras una promesa de un próximo encuentro, la antigua víctima y el antiguo victimario se despidieron.

Aprovechando que tenía la tarde libre Germán regresó a su departamento para cambiarse de ropa, y al rato, cuando salió vestido con un equipo deportivo daba toda la apariencia de un hombre de mediana edad que salía a correr para hacer ejercicio.

Eran cuatro las manzanas que lo separaban de la vieja casona que había comprado tiempo atrás y que utilizaba como depósito de sus «herramientas de trabajo»: un auto viejo y anónimo, una motocicleta discreta y ropa y disfraces varios que utilizaba para sus «robos de sexo».

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Al término de sus clases del día Lara decidió hacer unas compras y mientras recorría el concurrido centro comercial no notó que era seguida por un hombre que por su aspecto anodino no recibiría jamás una segunda mirada por parte de la misma persona.

Los seguimientos de Germán se prolongaron durante tres semanas, al cabo de los cuales había conseguido recabar una importante cantidad de datos sobre Lara, pero aunque todos resultaban significativos, los que a él más le interesaban eran aquellos relacionados con sus hábitos. Lara llevaba una vida bastante normal para una chica de su edad y eran muy raras las oportunidades en que salía de noche durante la semana, pero los viernes y los sábados concurría con sus amigas a un lugar que se había puesto de moda a nivel mundial poco tiempo antes.

El sitio en cuestión era una especie de discoteca donde se formaban parejas temporales en busca de un poco de divertimento sexual sin ningún tipo de compromiso sentimental. ¡Algo realmente ideal!

Los posibles candidatos a formar parejas se fijaban un límite de algunos pocos minutos para conocerse y buscar coincidencias con el otro.