Más Que Amigas

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Una mujer casada descubre que las esposas...
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Kira
Kira
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¿Dónde se habían metido las chicas? Allí estaba mi marido con sus amigos, hablando de sus cosas y sin hacerme ni caso, como siempre. Pero no se veía a ninguna de las mujeres de sus amigos. Me levanté y empecé a buscarlas. No estaban en la cocina, así que empecé a recorrer las habitaciones de aquella gran casa. Casi al final del largo pasillo, tras una puerta cerrada, encontré algo que nunca hubiera imaginado, y que después de abrirla cambió mi vida para siempre, en un sentido muy placentero. Allí era donde estaban las mujeres de los amigos de mi marido.

Alicia estaba desnuda y tumbada en la cama, a la parte de abajo, de forma que los pies le colgaban hasta el suelo. Natalia, desnuda también, estaba sentada en la cama y besando a Alicia en la boca. Olivia, de rodillas a los pies de la cama, en bragas y sujetador, tenía la cara metida entre las piernas abiertas de Alicia. Me quedé un segundo paralizada, mientras las tres se giraban al oir la puerta, y sólo acerté a decir "perdón". Ya me estaba dando la vuelta para salir, cuando las tres se levantaron y me sujetaron. "No te preocupes, esto lo hacemos siempre que los chicos se reunen, para no aburrirnos. Precisamente estábamos buscando la forma de decírtelo suavemente para que no te escandalizaras, porque no sabíamos cómo te lo ibas a tomar. Bien, ahora ya nos has visto. Ya sabes lo que hacemos. Ahora nos gustaría que te unieras a nosotras."

Con la boca abierta por la sorpresa, sólo acerté a decir que sí con la cabeza. ¡Qué buenas estaban! Nunca había podido verlas desnudas, aunque me las había imaginado bastante acertadamente. Más de una vez me había masturbado por las noches pensando en ellas. Ahora las tenía delante de mí y me las iba a follar. Alicia y Natalia empezaron a desnudarme, y yo las ayudé torpemente, todavía aturdida por la sorpresa. Olivia había aprovechado para quitarse el sujetador, enseñándome unos pechos bastante más grandes y sobre todo redondos que los que yo le suponía, y estaba ahora bajándose las bragas. En ese momento se abrió la puerta y entró María José. "Kira, ¿estás aquí? ¡Qué bien!" Empezó a desnudarse, diciendo que había estado buscando la ocasión de entrarle a Begoña, pero no había encontrado el momento. Así que Begoña tampoco estaba en el ajo... Vaya, con lo buena que está, tan jovencita, con esos enormes pechos, ese culo tan estupendo y esos labios que dan ganas de comérselos... ¿Y Esther e Inma, también serían tan putitas como estas?

Cómo si hubieran escuchado mi pregunta, ambas entraron en el cuarto, ya desnudas y un poco sudorosas. "Estábamos en la habitación de al lado y nos ha parecido oir ruido. ¿Qué pasa aquí?" "Que Kira se ha unido a nosotras." "Pues vamos a follárnosla", dijo Inma, y se agachó para bajarme las bragas, que era lo único que me quedaba puesto. Desde abajo, mientras yo levantaba los pies para que ella sacara la braguita, que se llevó inmediatamente a la nariz, me dirigió una mirada que no dejaba lugar a dudas. Inma, como yo suponía, tenía que ser una caña.

Allí estaba yo, de pie, desnuda y rodeada por las seis mujeres de los amigos de mi marido, también desnudas y desde luego calientes. Entre todas me tumbaron en el suelo, que era de parqué, y acto seguido se abalanzaron sobre mí. La primera que se sentó sobre mi cara fue Esther. Su coño, ya chorreando, se apretó contra mi boca. Sin dudarlo un momento, le metí la lengua todo lo que pude. ¡Estaba tan jugoso! Al mismo tiempo, noté que ella se inclinaba sobre mi coño, apoyando sus enormes pechos contra mi vientre, y empezaba a lamer mi clítoris. Me abría los labios con las manos y me sacudía el clítoris con fuertes lenguetazos. Desde luego, su lengua estaba entrenada; se ve que comía coños con mucha frecuencia. Seguramente, los coños de las demás amigas ¿Serían todas igual de zorras? Yo me iba acercando al orgasmo, así que le seguí comiendo el coño cada vez con más ganas, pasándole la lengua por el filo de los labios y titilando su pequeño clítoris. A Esther también le gustaba lo que yo le hacía, pues de vez en cuando dejaba de lamerme para soltar unos gemidos de lo más escandaloso.

Vi que Inma acercaba su cara a la mía. ¿Qué quería? Inmediatamente lo entendí, en cuanto Inma puso su barbilla casi sobre mi nariz y le metió la lengua a Esther por el agujerito del culo. Esther reaccionó cerrando su coño contra mi lengua y lanzando un gritito de placer. Yo ya estaba a punto de correrme, cuando vi que, por detrás de Inma, Olivia se ponía también a cuatro patas y empezaba a pasarle la lengua por la raja del coño, de abajo a arriba. ¡Cómo me puso aquello! Estaba viendo, boca abajo, los pechitos de Inma colgando, la barbilla brillante de Olivia un poco más atrás, tras la fina matita de pelos del coño de Inma, y, al fondo, los grandes y redondos pechos de Olivia colgando y bamboleándose. Sentí que Esther me metía un dedo en el coño, a la vez que la lengua, y luego lo sacaba mientras me seguía chupando y lamiendo, cada vez más excitada por lo que Inma le estaba haciendo a su culito. Y entonces, sin avisar, Esther me metió el dedo en el culo.

¡Ufffff! Como no me lo había ensalivado, me hizo un poco de daño; por suerte, el dedo estaba bien lubricado por el líquido vaginal y lo pudo meter sin problemas. Metió solamente la puntita, solamente hasta la segunda falange, pero fue suficiente. El orgasmo que se había estado construyendo en mi coño durante tanto rato explotó finalmente, convulsionando todo mi cuerpo. Quise gritar de placer, hacerle saber a Esther lo que había conseguido hacer conmigo. No me fue posible porque Esther, en ese mismo instante, espachurró su coño contra mi boca al tiempo que aullaba como una perra. Su corrida, espesa y sabrosa, me llenó la boca y me cubrió desde la nariz hasta la barbilla conforme ella se iba agitando en las sucesivas oleadas de placer.

Inma no había sacado la lengua del culo de Esther mientras esta se corría, pero tuvo que hacerlo cuando fue ella misma la que se corrió por efecto de la comida de coño que le estaba haciendo Olivia. Sin embargo, no gritó, sólo soltó unos gemidos apagados como los de un gatito y se dejó caer de lado, rodando por la habitación. Entonces me di cuenta de que Esther ya se había levantado, y la vi ir hacia la cama a reunirse con Alicia y Natalia, que estaban continuando lo que probablemente iban a hacer cuando las interrumpí al entrar. Natalia se estaba dando la vuelta para acomodar sus piernas alrededor de la cara de Alicia, y Esther hizo lo propio con su prima, al tiempo que Olivia recuperaba su posición en el coño de Alicia y le ofrecía el suyo a Esther. Seguro que iba a disfrutar, porque Esther era una comedora de coños de primera.

No pude ver lo que pasó porque una mano me giró la cara y orientó mi boca hacia el coño, bastante peludo, que bajaba hacia mí. Era Maria José. Como se había sentado de cara, podía ver sus pechos, no muy grandes pero sí bien formados. Su coño también estaba muy jugoso, con un sabor fuerte y delicioso. Me entregué de lleno a la tarea de hacerla gozar, primero pasándole la lengua con suavidad a lo largo de los labios, punteando con más fuerza en la comisura inferior y alrededor del clítoris, que era más grandecito que el de Esther, y luego, a medida que ella se iba abandonando en mi boca, chupándole el clitóris con los labios y metiéndole por último la lengua hasta el fondo. Mis esfuerzos no fueron vanos. La morenita empezó a gemir como si le doliera, sobre todo cuando le succionaba el clítoris. Un jugo cada vez más abundante me iba llenando la boca, y de vez en cuando notaba que su cuerpo se estremecía levemente. Tuve que hacer un esfuerzo para levantar sus nalgas con mis manos y poderle preguntar "¿te gusta?" "Síiiiiii", me dijo, "síiiiiiiii, no pares, sigue, sigue, así, así, más..." y luego "por favor, Kira, por favor, pellízcame los pezones, por favor". Así lo hice, y casi al instante María José se estremeció un poquito más fuerte. Y yo seguí y seguí, y ella siguió con aquella serie aparentemente infinita de orgasmos, sin apenas reducir su nivel de excitación, sin agotarse jamás, con aquel estremecemiento que denotaba el enorme placer que sentía su pequeño cuerpecito. ¡Y yo que me creía multiorgásmica! Esto sí que era durar. Al principio intenté llevar la cuenta, pero en el úndecimo orgasmo de María José me desconté. Y aún estuvimos así mucho más rato, y aún se corrió muchas más veces. Yo ya casi había perdido la noción del tiempo, abandonada como estaba a la tarea de dar placer a mi amiga, cuando sentí de pronto que me metían algo duro por el culo.

¡Mi madre! Y no era un dedo, ya lo creo que no. Era más duro y mucho más gordo. Estaba frío y, afortunadamente, bien lubricado. ¡Inma, claro! Se había recuperado de su intensísima corrida y había ido a la otra habitación a buscar un juguetito. Lo metía con mucha suavidad, y no tardó en vencer la resistencia inicial que oponía mi esfinter. Una vez metida la punta, ya no tuvo mayor dificultad para meterlo todo. Era tan largo como el pene de mi marido, aunque un poco menos grueso. Sin embargo, el pensar que era Inma, precisamente Inma, la que me lo estaba metiendo, hizo que casi me volviera loca de gusto. Ella debió de notar algo, porque emitió un gruñido de aprobación y se puso a meterlo y a sacarlo, despacito al principio, y luego más rápido, cada vez más rápido. El coño me ardía y deseaba que me lo comiera o que me metiera también algo; pero no tenía otra forma de decírselo que abrir escándalosamente mis piernas. Mi lengua estaba en el coño de María José, mis dedos en sus pezones, y no me parecía bien quitarlos de allí hasta que la chica acabara de correrse, si es que acababa alguna vez.

Las que sí parecían querer un descanso eran las de la cama, que ahora estaban alrededor nuestro mirando con interés lo que Inma me hacía. Alicia se sentó en el suelo junto a ella y le metió la mano en la entrepierna. Esther y Olivia me cogieron cada una de una pierna y me las abrieron todo lo posible, hasta llegar a un punto en que me dolía. Natalia debía de estar ya disponiéndose a comerme el coño, que era lo que yo más deseaba en ese momento, cuando oí la voz de Inma que decía "espera un poco, Natalia, quiero que se corra solamente por el culo", a la vez que aceleraba el ritmo de su follada. "Inma, tu sabes que eso lleva un buen rato, y aquí todas queremos tirarnos a Kira." "Pero bien que os gustó a todas cuando os lo hice. Acordaos de María José, que fue la última, acordaos de cómo disfrutó, la muy puta." Entonces, quizá al oir esas palabras y recordar lo que evocaban, María José se estremeció más fuerte y más largamente sobre mi boca, y un chorro delicioso y abundante (y verdaderamente increible teniendo en cuenta todo lo que ya había fluido de su coño en tantísimo rato) inundó mi boca. Esto acabó de obrar el milagro. El consolador de Inma pareció de repente cobrar vida y un calor intenso y muy placentero se fue generando en mi culo, primero en el esfínter y luego irradiándose hacia dentro del ano y extendiéndose hacia mi coño y hacia todo mi cuerpo, que se movía por dentro y por fuera al ritmo que me marcaba aquella pequeña obsesa anal. Ya no había marcha atrás. La sensación fue creciendo poco a poco, hundiéndome cada vez más en mi placer y levantándome cada vez más sobre el borde del orgasmo más increible que había tenido en mi vida y que finalmente estalló delante de mis seis atónitas amigas.

Recuerdo que fue la lengua de Natalia, tan experta como cabía esperar de ella, la que me devolvío a la noción de la realidad. Mi corrida había sido tan brutal que durante unos momentos me quedé inconsciente. El despertar no podía haber sido más placentero, con Natalia comiéndose mi coño y mi abierto culito y Olivia y Esther chupándome los pezones. "Mira, ya se despierta", oí decir a María José con una voz que también parecía volver de muy lejos. En la cama se veía a Inma espatarrada y a Alicia metiéndole la mano, no se si toda, en el coño. El chapoteo llenaba la habitación, más fuerte inclusos que los apagados quejidos de Inma.

Tras haber conseguido reanimarme, Natalia levantó su cara de mi coño. "¿Qué prefieres, que te meta un consolador o que hagamos una tortilla?" "¿El mismo consolador que me ha metido Inma?" "Tenemos otro un poco más corto, pero bastante más gordo. A lo mejor para el coño prefieres ese." "Prefiero la tortilla". "Yo también", dijo Natalia, y se sentó en el suelo enfrente de mí, pasando una pierna por debajo de una de las mias y la otra por encíma de la otra mía. Cada una nos ladeamos en un sentido, de forma que nuestros coños quedaron bien encarados, y nos aproximamos hasta que los labios se besaron. Despacito, muy despacito, empezamos a restregarnos, separándonos levemente y volviéndonos a unir, frotándonos arriba y abajo, deslizándo nuestros coños sobre el líquido que ya empezaba a gotear de nuestras entrepiernas. La sensación era incomparable, lo más excitante, delicioso, placentero y rico que se pueda imaginar. Natalia gemía cada vez más fuerte, hasta el punto de que el gusto que mi coño le proporcionaba le impidió seguir apoyándose en los codos para mirarme a los ojos (que era lo que más cachonda me ponía, pues veía como se iban cerrando conforme aumentaba su placer) y tuvo que tumbarse sobre su espalda. No pudo gemir más porque su prima Esther aprovechó la ocasión y se sentó sobre su cara, exáctamente igual que había hecho antes conmigo. Ahora era Esther la que me miraba, ahora ella era la que escudriñaba la alteración que el incipiente orgasmo provocaba en mis facciones. "Natalia fue la primera chica que me follé, cuando todavía eramos casi unas niñas. Y luego fuimos nosotras la que introdujimos estos jueguecitos en la pandilla, aunque Alicia también se había follado ya a Olivia, pero lo mantenían en secreto." "Qué tontas", dije yo, "mira que no compartirlo, con lo bueno que es estoooo..." No pude acabar la frase porque me corrí. El coño de Natalia acababa de reventar entre mis piernas, y esto bastó para provocar mi propia corrida, que añadió aún más líquido al charco que ya se había formado.

Sin darme tiempo a reaccionar, Olivia me cogió de las piernas, que apenas estaban separándose de las de Natalia, y me giró, haciendo deslizar mi culo sobre el suelo mojado. Cuando me tuvo encarada, se sentó en el suelo y entrecruzó sus piernas con las mías. "Con que tonta, eh. Ahora verás lo que es follar." Olivia empezó a moverse con más fuerza y rapidez que Natalia, lo que no fue problema para mi lubricadísimo coño. Me sorprendió que fuera tan salvaje, porque me la imaginaba más modosita, pero no puedo negar que me gustó descubrir su faceta más lujuriosa. A medida que se iba excitando, no sólo aumentaba la velocidad del frotamiento sino también la intensidad de los gritos, hasta el punto de que temí que los chicos nos oyeran. "Pero no", pensé, "están al otro extremo de la casa y muy ocupados con sus tonterías." Olivia le pidió a Esther y a Natalia, llamándolas putas y no sé cuantas cosas más, que le chuparan los pezones, increiblemente tiesos. Aquellas no se hicieron de rogar, y Olivia se lo agradeció gritando aún más fuerte y diciendo cosas aún más sucias.

Si el coño de Natalia chorreaba, el de Olivia no se quedaba atrás. El líquido goteaba directamente al suelo o se nos deslizaba por las entrepiernas y hacia el agujero del culo. A María José, aquello debió parecerle un desperdicio, porque se las arregló para meter su lengua por debajo de nuestra tortilla y fue dando besos a los labios de nuestros coños, que a su vez se besaban cada vez más estrechamente, y lenguetazos a nuestros culitos, que los acogían con una contracción deliciosa. Entre el movimiento salvaje que el coño de Olivia le imprimía al mío y la comida de culo que alternativamente nos propinaba María José, las dos pudimos ver en los ojos de la otra que el final estaba cerca. Como puestas de acuerdo, aceleramos aún más el ritmo, y Olivia empezó a decir cosas que ya no tenían ni sentido. Entonces cada uno de mis pezones fue succionado por una boca, llevándome ya sin remisión a un orgasmo aún más brutal si cabe que los anteriores. Inma y Alicia, que ya habían terminado su juego hacía rato, decidieron que Olivia tenía ventaja sobre mí porque sus pezones estaban siendo chupados por dos zorritas expertas y que había que nivelar la balanza para que yo no me retrasara. Y tenían razón, pues Olivia también se corrió casi a la vez que yo, gritando ahora ya a pleno pulmón. María José tuvo muchísimo trabajo para recoger todo el jugo que chorreaba de nuestros palpitantes coños.

Sin tiempo de darme cuenta, me encontré a Inma entre las piernas dispuesta a hacer otra tortilla. "Vamos allá", me dije a mí misma sin querer pensar en nada más. Inma empezó a moverse de forma distinta a las demás, intentando hacer como una especie de ventosa con nuestros coños y buscando sobre todo el frotamiento de un clítoris contra el otro. Sus labios eran más gruesos de lo normal, por lo que hacer una tortilla con ella resultaba especialmente agradable. Yo ya estaba cansada, por lo que no pude aguantarme sobre los codos, aunque ver su lúbrica mirada fija en la mía me excitaba muchísimo, y me dejé caer sobre la espalda. Antes de que el coño de Natalia me tapara la visión, pude ver que Inma también se tendía y que Olivia también se sentaba en su cara.

El coño de Natalia era muy grande, de forma que me cabía toda la boca. Si hubiéramos estado en otra postura, me hubiera gustado meterle los dedos. Estaba casi segura de que le cabría toda la mano, y quién sabe si hasta el puño. Pero tuve que limitarme a chupar su enorme clítoris y a meterle la lengua lo más hondo que pude. Tampoco tuve tiempo de mucho más. El movimiento de Inma surtió efecto, y noté que el orgasmo era inminente. Intenté agarrarme a los pequeños, casi inexistente pechos de Natalia, y lo único que encontré fueron unos pezones muy salidos y muy duros. Los pellizqué con todas mis fuerzas a la vez que me corría contra el coño de Inma, que se agitaba como una posesa. Natalia se corrió en mi boca unos segundos después, tras emitir un sonido ronco, profundo, muy prolongado.

Yo ya estaba al borde de la extenuación. Cuando Natalia se levantó de mi cara, iba a pedir que me dejaran descansar; pero lo que vi me hizo callar. En el puesto de Inma se había puesto ahora Alicia. ¡Alicia! Con sus grandes pechos, absolutamente perfectos, y con su culo tan lleno y tan deseable. ¡Cuántas veces me había situado detrás de ella para subir una escalera y me había contenido para no alargar las manos y coger aquellas soberbias nalgas! Ahora la tenía ahí, abierta de piernas frente a mí y con su coño sonrosado a punto de chocar contra el mío. No me pude aguantar. Mientras nuestros coños empezaban a besarse, a frotarse, a restregarse, a espachurrarse, llevándonos a las dos a un lugar apartado, ajenas a las otras cinco hembras que nos estaban tocando o lamiendo, o tocándose y lamiéndose entre sí, tuve que decírselo. "Alicia, tú eres la que más me gusta. Todas me gustan, todas; pero tú eres la que más." "Ay, Kira, tú también me has gustado desde el primer momento en que te vi, y no veía el momento de contarte nuestro secreto. Si yo hubiera sabido que tú querías follarme a mí tanto como yo quería follarte a ti..." "Fóllame, Alicia, fóllame, quiero ser tu puta, quiero ser sólo tuya..."

Nunca creí que tuviera tanto aguante. Después de hacer tres tortillas, los músculos de la pelvis debieran haber estado totalmente agotados. Y, sin embargo, la cuarta resultó ser la mejor, la más salvaje, la más bestial, la más dulce, la más gloriosa. No sé cuánto tardamos en corrernos. Sólo sé que nos corrimos a la vez, y que desde ese momento hay entre Alicia y yo una relación tan estrecha como el abrazo que se dieron nuestros dos coños hambrientos y humedísimos.

Lo que pasó después lo recuerdo como en sueños. Me comí muchos coños muy jugosos, y muchas bocas jugosas se comieron mi coño. Recuerdo, eso sí, que en un momento dado encontré un consolador. No era el que me había metido Inma, que era más fino. Este era el otro, el más grueso, casi tanto como el pene de mi marido, aunque un poco menos largo. Lo olí. Olía sólo a coño, no a culo. Lo chupé. Entonces levanté la mirada y vi que Alicia se estaba arrodillando de espaldas a mí y que metía la cara entre las piernas de no sé quién. Allí estaba, ofreciéndome su coño, de un brillante color rosa, de un aroma exquisito que percibí apenas me acerque a ella para besarlo, para lamerlo, para chuparlo, para morderlo, para comérmelo entero.

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