Me Hicieron Un Folleteo Terapéutico

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No podía imaginarme lo que iba a pasar esa mañana.
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Me mantengo en forma haciendo gimnasia sueca en un gimnasio de barrio y corriendo 1 h. Cada mañana antes de ir al trabajo.

Un sábado mientras trotaba por un frondoso parque que hay a dos calles de mi casa, tropecé con una piedra, me torcí el tobillo y caí rodando por el suelo. Afortunadamente, un par de jóvenes que presenciaron el accidente se apresuraron a socorrerme.

Me subieron al coche y me acompañaron a casa. Querían llamar al médico de urgencias, pero yo les comenté que no hacía falta que con un poco de alimento, hielo y reposo, estaría como nueva. Uno de aquellos dos socorristas a Ricardo, tenía algunas nociones de primeros auxilios. Me quitó la zapatilla deportiva, el calcetín y puso su mano sobre el pie para proporcionarme un masaje muy satisfactorio. Aquella mano no se conformó con el pie.

Subió por mi pantorrilla y se detuvo en el muslo. Para ser un perfecto desconocido, se tomaba muchas confianzas. Tomás, su amigo tampoco se quedaba corto. Y al ver a Ricardo tan seguro de sí mismo, se puso detrás de mí para apoyar sus pulgares sobre mis vértebras de la zona del cuello. Aquel tipo también daba buenos masajes y entre ambos me pusieron a tono.

Estos mirones sabían dónde tocar para que una pierda los papeles. Me puse tan cachonda que separé las piernas por si querían subir un poquito más hacia arriba. Ricardo se percató de lo excitada que ya estaba y empezó palpar a la pierna hasta llegar a la costura de mis pantalones cortos. Luego introdujo la mano y llegó hasta las bragas y una vez allí, siguió hasta dar con mi sexo. Los tres teníamos ganas de pasarlo bien, por lo que no tardamos demasiado en desnu darnos por completo los penes de estos dos tipos.

Estaban en pie de guerra, dispuestos a llegar a donde hiciese falta yo. Ella tenía ganas de saborearlos, los agarré con la mano y los acerqué a la boca para tragármelos por tiempos hasta la base empacar la de Ricardo, que sin duda era la más larga y gruesa. Luego seguí con la de tomar de poco a poco. Se puso tan dura que parecía que iba a estallar. Cuando volví a por la de Ricardo, Tomás no quiso esperar su turno y me la clavó en plena diana.

Lo hizo muy lentamente, poco a poco, como si esperara que dijera que no. En principio, no me parecía bien que me penetrara sin consultarme. Pero dado lo mojada que ya estaba, no me negué a ello. Y puesto que el chico se la había enfundado en un condón, no le impedí que siguiera. Me encantaba tenerla allí dentro entrando y saliendo mientras la punta rozaba las paredes de la vagina.

Ambos tipos eran lo suficientemente atractivos como para rendirse a sus encantos y dejarles hacer. A todas nos gusta follar aunque nos hagamos de rogar. Los compañeros de trabajo son bastante sosos. Los del gimnasio que están macizos ya tienen pareja. Lo de las citas a ciegas no va conmigo.

Y aunque mis amigas insisten en presentarle sus amigos, lo cierto es que si ellas no les lanzaron el anzuelo, es porque son sosos y algo feos. Yo, por el contrario, soy bastante atractiva. Pero mi timidez y las pocas ganas que tengo siempre de salir por la noche para conocer solteros, pueden con mi apetito sexual. Quizá el destino quiso que tropezar aquella mañana delante de aquellos dos fulanos. De todos modos, Ricardo y Tomás se las ingeniarán muy bien para llevarme al huerto.

La pareja de sementales se compenetrada incluso durante el coito, pues cuando uno de ellos se cansaba y su pene perdía rigidez por el continuo mete y saca, el otro ya estaba a punto con el miembro bien tieso e impaciente por entrar de nuevo en la guarida para sustituir a su amigo. Supongo que aquellos tipos sabían lo que se hacían. Lo digo porque no tengo demasiada experiencia en lo concerniente al sexo. Aunque esa mañana me hubiera dejado llevar. No soy del tipo de mujeres que van con el primero que conocen.

Ricardo y Tomás eran bastante educados y no quisieron llevar a cabo ninguna práctica sexual que se saliera de lo corriente, como el coito anal o una penetración doble. Ellos no se atrevieron a pedírmelo. De haberlo hecho, yo no me hubiera podido negar. De todos modos, apenas nos conocíamos. Y puede que nos faltara ese poco de confianza que se da entre las personas que realizan dichos actos.

Siguieron tornándose en el coito primero uno y luego el otro. Como si se pasaran el testigo en una carrera de relevos. Yo tampoco les daba cuartel y que no estaba encima de mí. Se ponía a mi lado para recobrar la erección con mis caricias bucales. Yo paro un miembro mientras tienes el otro en la vagina.

Es una experiencia deliciosa que recomiendo a toda mujer, al igual que se pusieron de acuerdo para penetrarme alternativamente. También lo hicieron para correrse ambos a la vez. Cada uno se puso cerca de mis pechos y se masturbaron un poco hasta conseguir pringarmeos. Me dejaron los senos completamente mojados y luego me dieron un beso de tornillo en la boca. Finalizada la sesión.

Prosiguieron con los masajes en el pie, aplicando unos trozos de hielo y un poco más tarde, de momento me dije que llamara a un médico si al mediodía no se me había bajado la hinchazón. Les pregunté si ellos conocían a un buen masajista. Y ambos me dieron su tarjeta. Y luego se marcharon por donde habían venido. Y a mí me dejaron tirada sobre el sofá con una gran sonrisa en los labios.

@BellaPerrix

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