OVNI

BETA PÚBLICA

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- Mejor será morirnos de hambre encerrados aquí que salir afuera. Aquellos pendejos aún deben estarse matando sin razón.

Pero la nave misma trataba de decirnos algo. Hasta llegó a presentar una pantalla con el significado de todos los botones en mi idioma, y cuando Marjena los miró, se redibujaron según el dialecto de su pueblo natal. Entonces, ocurrió algo más increíble aún: empezamos a oír voces y tener visiones en nuestras mentes. Creí que la nave nos estaba enloqueciendo con alucinaciones, y luego nos obligó a entender que nos hablaba telepáticamente. Hasta vimos la historia de su origen: ésta era un pequeño crucero para combate en el espacio, muy automatizada. Pero un error de programación, tal vez un virus de computadoras o un mandato malintencionado lo hizo volverse contra sus creadores. Su flota espacial se movilizó y repelió los ataques de esta nave y ésta huyó, aprovechando una deformidad en el espacio y el tiempo, hasta llegar a nuestro sistema estelar. Aquí continuó su guerra privada, hasta las consecuencias que hemos podido observar. Entonces me puse de acuerdo con mi amada y reenfocamos nuestras mentes hasta averiguar cómo expurgar las claves maliciosas de la memoria de la nave. Pasamos así varios días, pensando, soñando, delirando, mientras la directriz asaltó nuestras mentes, tomando la forma de todos aquellos a quienes temíamos y odiábamos, pero nos fuimos reforzando mutuamente con nuestro amor para espantar las imágenes de la guerra que el programa nos lanzaba. Incluso usó las imágenes de los fabricantes. Al no ser humanos como nosotros, éstas fueron más aterradoras y nos dio más trabajo concentrarnos. De un modo casi milagroso, logramos nosotros una imagen que a ese ente le resultó más perturbadora: la sensación de ser traicionada, como la nave traicionó a quienes la construyeron. Antes de que arrastráramos el virus hacia un icono de basurero que lo borraría para siempre, retumbaron en nuestras mentes las siguiente palabras:

- Todos me quieren para lo mismo: para destruir a sus enemigos. ¡Todos son iguales: Asesinos!

Quedamos exhaustos e inmóviles por muchas horas, física y mentalmente agotados. Despertamos con pereza tras más de un día de nuestra última contienda y nos desnudamos para el aseo intangible que la nave nos podía dar. Nos habríamos quedado dormidos nuevamente, pero Marjena me llamó la atención, diciéndome telepáticamente:

- ¿Por qué no usamos a la nave para terminar con esta maldita guerra?

Yo le respondí, también usando mi mente y no mi voz:

- Porque esta nave está inservible. Ha quedado como nuestro escondite, o como tú ya has dicho, nuestra tumba. Yo ya no temo a la muerte, porque me dejará unido a ti por la eternidad.

- ¡Ya basta de palabrería romántica! Pregúntale a esta nave qué más se necesita para arreglarla.

Yo me concentré y la nave me reveló la localización de un camión con daños leves cerca del río, y hasta me dijo qué hacer para repararlo. Aún fuera de la nave, me informaba de cómo debía quedar tal o cual pieza y con qué herramienta hacer la labor. Al encenderla, Marjena se montó conmigo y juntos recorrimos el lugar de los estrellamientos en busca de piezas grandes del avión y hasta componentes electrónicos, aunque estuviesen demasiado rotos. Al llevar las piezas menores adentro, las metimos en una cámara especial que las reconstruía, a veces como algo muy diferente de lo que eran anteriormente, y así se incorporaban a la dotación física de la computadora de a bordo. Algunos componentes, tales como radios y computadoras de mano, se reconstruían y hasta se mejoraban sus capacidades para nuestro propio uso como medios de comunicación dentro y fuera de la nave. Las alas y demás piezas de fuselajes, y hasta partes de camiones y vehículos blindados se fusionaban al casco de la nave.

Lo más difícil fue la energía para la nave. Aunque ésta podía asimilar diversos combustibles y hasta explosivos, el rendimiento de éstos era mínimo para lo peligroso que era el procedimiento de alimentación. De pronto, la nave hizo un esfuerzo supremo y remontó el vuelo, y hasta salió de la atmósfera. Se dirigió primero a la luna, para alimentarse con cierta radiación, y luego, por efecto de honda, fue saltando de planeta en planeta en busca de su "alimento", para finalmente, enfilar hacia el sol y eso nos dio mucho miedo, pero mi aliada y yo nos juramos aceptar la muerte en paz. Pero ahora, era la nave quien nos pedía ayuda para que la estabilizáramos mientras ésta se reabastecía con una llamarada solar. Muy cerca, nos incineraría, y muy lejos, se agotaría el combustible y nos precipitaríamos al interior de la estrella que nos comprimiría hasta aplastarnos a todos, y también, nos achicharraríamos antes de estrellarnos. Le dábamos a todos los botones que se nos ocurrían, y de pronto, mi adiestramiento como piloto entró en acción. Entre órdenes verbales y telepáticas, utilicé a Marjena como mi co-piloto, algo a lo que no estoy acostumbrado. Aunque yo tengo pericia en maniobras a alta velocidad, mi compañera resultó ser mejor que yo en mantener la nave estática ante las fuerzas antagónicas que el sol ejerció sobre nuestra nave, demostrando gran paciencia. La nave misma se configuró para que yo hiciera ademanes como si manejara una palanca imaginaria para timonear al vehículo; y así, juntos los tres, alineamos la nave para que el generador de campos magnéticos del motor de la nave capturara ciertas partículas emitidas por el astro rey, así veíamos cómo los indicadores de combustible nuclear marcaban "lleno." Aún el peligro no había pasado, así que nos alejamos a toda prisa, hasta orbitar nuestro planeta de origen. Allí nos dio tiempo de reponernos de tanto esfuerzo, y nos maravillamos de no sentirnos tan exhaustos como cuando luchamos contra la directriz perversa de la nave. Así le pusimos por nombre "Directriz", porque la que nos proponíamos implantar sería una directriz para la paz y no para la destrucción.

Una de las labores que efectuamos alrededor del planeta fue la conformación de la nueva frontera entre nuestros países, proyectando poblaciones, disponibilidad de recursos naturales e infraestructura óptimos para cada nación. También observamos movimientos de tropas y líneas de aprovisionamiento, para interrumpirlos lo menos cruentamente posible. Hasta investigamos, enlazándonos a las redes cibernéticas de ambos países en conflicto y otros estados neutrales, para ver las causas de esta crisis. Por lo que pudimos investigar, descubrimos un plan para desarrollar terrenos en ambos lados de la frontera, y nos dimos cuenta de que alguien especulaba con los precios de dichas tierras, como si apostara vidas humanas al éxito de sus empresas. La indignación que ambos sentimos fue tal que decidimos entrar en acción inmediatamente, ya que cada minuto que esperáramos sin hacer nada moría un combatiente o hasta un civil inocente.

Patrullamos la frontera según nos indicaban los mapas que trazamos desde el espacio, y comenzamos atacando escuadrones de cazas y bombarderos. Reconocí cómo la nave usó solamente un rayo tractor en lugar de láser o pulsos de energía destructiva, y así forzamos a muchos aviones a aterrizar. Al principio, la ventaja con la cual contábamos fue, no solamente nuestro poder, sino que la mera presencia de nuestra nave en el espacio aéreo incapacitaba a todo aparato volador, terrestre o marítimo que se nos acercara, e incluso, el efecto sobre el sistema nervioso de los tripulantes nos facilitaba un poco las manipulaciones. Pero ahí el don de mi amada Marjena para equilibrar con delicadeza las fuerzas destructivas, de las cuales "Directriz" era capaz, fue la verdadera carta de triunfo. Luego, paralizamos otros vehículos en tierra y bloqueamos ofensivas y escaramuzas entre soldados a pie, con la ayuda de emisores portátiles de ondas cerebrales. Aunque ya nosotros nos acostumbramos a la energía psíquica a bordo de la nave, teníamos que usar artefactos que nos proveyó la tecnología extraterrestre para no quedar afectados ni perder el control de la situación. En pocos días, logramos imponer una tregua, y aunque las hostilidades se suscitaran en extremos opuestos de la zona en disputa, la nave se desplazaba ágilmente para cubrir cada contingencia.

Las autoridades de ambos gobiernos quedaron perplejas, no sólo por lo fulminante de nuestra capacidad para desmovilizar sus fuerzas, sino porque de un tiempo para acá, la nave ya no destruía ni mataba desenfrenadamente, sino que ahora, paralizaba tropas y vehículos y perturbaba comunicaciones, respetando las vidas de los seres humanos que se veían envueltos. Era obvio para todos que todo lo que ellos planearan, nosotros lo averiguaríamos en cuestión de segundos. Al principio, nos hicieron un llamado para parlamentar, y lo contestamos en la afirmativa, confiados en la sinceridad de los líderes. Aún así, disfrazamos nuestras identidades proyectando imágenes de los constructores alienígenas, no solamente disimulando quiénes éramos, sino cuántos éramos.

Las charlas iban bastante bien, así que decidimos revelarnos a nosotros mismos, pero no como los cabecillas, sino como delegados humanos de parte de los extraterrestres. No sé si fue por escepticismo entre los funcionarios de gobierno o por una conspiración instigada por los especuladores, pero sufrimos un atentado: un francotirador nos acechaba al salir de una de las reuniones. Aunque nuestros sentidos, más agudos que lo normal, nos advirtieron acerca del peligro, no supimos reaccionar a tiempo y yo fui alcanzado en un hombro, quedando mi pulmón perforado. Sí estuve en peligro de muerte, porque me empecé a ahogar en mi propia sangre y demás fluidos corporales. Marjena no permitió que las personas se acercaran a mí, para que no se pudieran aprovechar fingiendo ayudarnos para rematarme o atacarla a ella también. Llamó desesperadamente a "Directriz" tratando de no llorar ni ponerse histérica, aunque el miedo y la frustración casi la hacen perder el control. La nave se abrió paso y hasta proyectó un rayo magnético para hacernos entrar a tiempo a su interior. Una vez adentro, la nave misma le indicó que me metiera en la cámara donde ella realizó las modificaciones a los aparatos electrónicos que le suministramos. Ella protestó:

- "Directriz," esto es sólo para máquinas, no para seres vivos. ¡Lo matarás!

Pero sin palabras, la nave y yo la convencimos de que me ayudara a entrar; después de todo, no le quedaba más remedio y ya me quedaba poco tiempo para que se tomara acción conmigo.

Cuando quedé en la cámara, la nave manipuló la presión atmosférica, primero creando casi un vacío por breves instantes, para sacarme todos los fluidos, incluso el aire, de mis pulmones. Luego, aumentó la presión y el contenido de oxígeno mientras bisturíes hechos de rayos láser suturaban la herida y otras áreas por donde la bala pasó antes de salir de mi cuerpo. Mi novia rogaba:

- ¡D'Jeng, Diján, no te mueras! Sé que la bala que recibiste iba dirigida hacia mí. No debiste haberme salvado. ¡Sálvate tú! Directriz, no lo dejes que muera. Si algo le pasa a mi hombre...

- Estaré bien.

Interrumpí su monólogo, para asegurarle que yo ya estaba fuera de peligro. Solamente me quedó la conmoción de tanto dolor y debilidad súbitos. En el momento del disparo, no me quedó más remedio que interponer mi clavícula en el camino de la bala que iba hacia el cráneo de mi cómplice, dada mi estatura un poco mayor que la de ella.

Marjena decidió continuar con las pláticas, pero recurrió a enviar proyecciones holográficas nuestras y de "los monstruos del espacio." Las pocas veces que descendíamos, lo hacíamos encubiertos para auscultar mentes e identificar a los instigadores del atentado. La conspiración fue demasiado profunda, y tenía mucho que ver con las verdaderas causas del conflicto, así que tuvimos que prolongar las conversaciones mucho más tiempo del deseado, dando oportunidad para escaramuzas esporádicas pero encarnizadas. A veces, sólo podíamos protestar en vez de impedirlas, porque nos fuimos dando cuenta de que a través de estas confrontaciones, se movían los causantes de tanto sufrimiento, y así se confiarían más, cometerían alguna equivocación y los podríamos sorprender para neutralizarlos de una vez y para siempre. El compás de espera que vino resultó en los mejores intereses de todos los que de un modo u otro estuvimos envueltos en el proceso de paz. Se organizaron grupos populares en protesta contra la guerra, no solamente en nuestros países, sino en todo el mundo, y ese apoyo ponía nerviosos a los guerreristas, y ese sería el empujón que se necesitaría para desenmascararlos y destruirlos, si no físicamente, acabar con todo el apoyo que pudiesen lograr de los gobiernos y de los círculos de poder económico.

Atando cabos, dedujimos que una guerra entre dos países solamente podría beneficiar a un tercero, porque una merma en población e infraestructura nos dejaría vulnerables a invasión militar o económica. Así que comenzamos a investigar vínculos con los intereses en Betalia y su posible relación con los gobiernos y corporaciones que operan en Gorania y Kishavia. Logramos identificar a un alto ejecutivo que logró amasar una gran fortuna en muy poco tiempo, así que se hizo imprescindible averiguar cómo adquirió tanta influencia. Se nos ocurrió correlacionar informes policíacos y determinamos, que durante el período durante el cual este personaje entró en escena, la criminalidad en los tres países se disparó a más del triple que en años anteriores. ¡Este señor era todo un mafioso! Ahora teníamos que patrullar escuelas y clubes nocturnos para investigar crímenes que la policía no se molestó en resolver. Usando los poderes de proyección holográfica, hasta logramos prevenir un asalto en un banco. Así descubrimos que el móvil no era robarse el dinero, sino ganar acceso a documentos secretos que guardaban en la bóveda de seguridad y otros archivos confidenciales en oficinas de altos ejecutivos.

Con toda la evidencia recopilada, comparecimos a un gran estadio deportivo que fue reacondicionado especialmente para conducirse allí la conferencia final para establecer el tratado de paz definitivo entre los tres países, porque el país observador se iba a comprometer en un pacto de alianza tripartita. Hubo representación de los gobiernos, los industriales, activistas anti-guerra, incluso veteranos arrepentidos de la matanza. La seguridad que "Directriz" implantó en el lugar al meramente flotar sobre el terreno de juego superó por mucho el operativo que los gobiernos eran capaces de desplegar. Hasta invité a algunos funcionarios al interior de la nave, por primera vez en todo el proceso, para que observaran y colaboraran desde adentro. También invitamos al señor Harkan, nuestro principal sospechoso, y sus compinches, para acusarlos en su debido momento, mientras ellos no sospecharan lo que les venía. Pero sí se esperaban alguna acción en su contra, o sencillamente, era tal su saña, que iniciaron un ataque terrorista. Ni siquiera disimularon detrás de unos esbirros, sino que el propio Harkan empuñó un arma de asalto y amenazó con masacrar a los principales dignatarios con sus propias manos. Era nuestra mejor oportunidad para triunfar, pero el peligro era enorme para nosotros y todo el esfuerzo de paz. Con cautela, me aproximé para negociar con él y hacerlo entrar en razón. Con una serenidad recién descubierta, a pesar de todo lo que yo sufrí en tiempos recientes, le dije:

- Señor Harkan, por favor, desista. Será más ventajoso para sus propios intereses si depone su actitud. Sus empresas aún pueden prosperar en un futuro pacífico. Todavía usted no ha matado a persona alguna, al menos, no aquí. Lo podemos ayudar, pero primero, suelte esa arma y haga que su gente también...

Enloquecido y desesperado, disparó contra mí, pero uno de los aparatos provenientes de Directriz me proveyó de un escudo electromagnético impenetrable por breves instantes que me salvo de morir acribillado; este mismo campo detuvo las balas y no rebotaron para alcanzar a alguien más. Harkan me lanzó su fusil, ya sin balas, y la sorpresa me hizo soltar mi comunicador especial. El individuo lo agarró y se puso a huir, pero sus cómplices no lograron moverse, porque los soldados de la nueva alianza ya los tenían rodeados, y sólo les quedaba rendirse. Yo traté de perseguir a Harkan, pero noté un comportamiento anormal de Directriz. Se alejó, y es que uno de los agentes a bordo respondía a las órdenes de Harkan, supongo que mediante una recompensa que el ejecutivo codicioso lo ofreció como soborno.

Manipuló la nave inexpertamente, ya que la computadora de a bordo rechazó sus órdenes, pero Harkan le fue proveyendo de mis códigos mediante el comunicador que me robó y logró dar un buen susto a la tripulación. Al final, tomó a Marjena como rehén, poniendo una pistola contra su sien, pero los demás aprovecharon un descuido causado por su nerviosismo y se la quitaron antes de que la pudiera lastimar. En realidad, la nave asaltó su mente, reconociendo su mala intención como el virus que la atormentaba antes de encontrarnos a Marjena y a mí para sanarla. Todos regresaron al estadio para entregar al prisionero a las autoridades. Pero aún quedaba el problema de Harkan, aún fugitivo. Pero el comunicador que llevaba lo delató pronto, y cuando lo pudimos rodear con un contingente de seguridad, el aparato mismo se quemó en sus manos, y el fogonazo lo deslumbró para que no pudiera percatarse de cuando los hombres le echaron el guante. Tan pronto Harkan cayó, todos nos calmamos y proseguimos la conferencia de paz.

El nuevo mapa con una frontera más equitativa complació a todos los presentes y el tratado se ratificó con muy poco debate. El esfuerzo de reconstrucción envolvió hasta a los traidores, quienes hacían trabajos forzados bajo estricta vigilancia por parte de Directriz y los guardias terrícolas. Hasta usamos la tecnología para sanar a víctimas de graves lesiones y enfermedades, con sólo una breve visita a la cámara de regeneración.

El juicio subsiguiente destapó a muchos culpables, y hasta exoneró a muchos acusados injustamente por delitos que se relacionaban con la gran conspiración. No nos atrevimos a imponerles sentencias de muerte, sino que los confinamos a prisión. Pero Directriz hizo algo inesperado. Expulsó a todos los tripulantes, incluso a nosotros, tras habernos obligado a recoger todos los instrumentos que ella produjo para guardarlos en su interior, y luego, se movió de una cárcel a otra, y aparentemente, ayudó a escapar a todos los guerreristas. Ahora temimos lo peor: todos esos criminales, en posesión de un arma tan poderosa, sembrarían el terror en toda la región sin que podamos hacer algo para detenerlos. Pero al recoger al último de ellos, la nave saltó fuera de nuestra atmósfera, y nadie supo más de ellos. Excepto Marjena y yo. Directriz se comunicó con nosotros telepáticamente por última vez, diciendo:

- Lo tuve que hacer. También arrastro culpas por lo que hice a los que me construyeron. Destruiré a todos estos que tantas vidas troncharon junto conmigo. Me estrellaré contra su sol...

Marjena se puso tan histérica como yo. Gritamos desesperadamente:

- ¡No, no lo hagas! ¡No tienes que hacerlo! ¡Tú eres buena, Directriz!

Directriz insistió:

- Soy muy peligrosa en las manos equivocadas. Debo quedar destruida para siempre.

Aunque nos resistimos a creer eso, sabíamos que tenía razón. No le protestamos más y nos despedimos de ella como se dice adiós a un amigo que muere de una enfermedad incurable: con mucho llanto, pero con la alegría de haber conocido a un ser noble, aunque por poco tiempo. Las autoridades nos reclamaron que les prometimos respetar las vidas de los conspiradores, pero reconocieron que cuando tan portentosa nave se proponía algo, no había quién la pudiese disuadir. Hubo más resentimiento por parte de los familiares y amigos de los que murieron dentro de la nave, pero se resignaron a reconocer que aquellos eligieron tan horrible destino para sí y para todos nosotros.