Pasando Las Leyes

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Y prorrumpió en llanto. Entonces entendí algo de lo que estaba pasando: Ramón había sido homosexual "de clóset", y al perder su capacidad para la erección, la mejor manera de alcanzar el clímax fue directamente por el punto G masculino: su próstata. Y este "gay" le estaba dando ese placer, el cual yo misma recuerdo haber disfrutado, y hasta me dieron ganas de pedírselo allí mismo. Pero teníamos un serio problema qué resolver: Ramón acababa de morir, del corazón o de un derrame, durante el acto mismo. Le calmé, diciendo:

- Soy abogada, resolveré esto. Nadie se va a inmiscuir en nuestra pena.

Llamé, a través de mi celular, a un policía que había sido amigo de mi padre y de Ramón en su juventud, el mismo que nos daba las claves para triangular teléfonos celulares, y hasta consulté a Carlos, porque en casos tan delicados, es mejor recurrir a asesoría externa, que no esté involucrada emocionalmente en la situación.

Se levantó el cadáver a media mañana, después de que todos los vecinos se fueron a sus respectivos trabajos y escuelas, para no atraer a los curiosos. Al compañero de Ramón sólo se le pudo tomar declaración después de que se logró calmar. Dijo que ya llevaba con él algunos días, e insistió en que lo amaba y que no le hacía daño alguno. Bastó un examen de sangre para corroborar que fue muerte natural, y que incluso disfrutó de un tenue orgasmo mientras fallecía, aunque no se encontró su semen en sus sábanas, porque su constitución física era ya muy frágil.

Lo lloramos todos los que trabajamos con él en algún momento, incluso Carlos y su esposa, y hasta otros colegas, contra quienes habíamos litigado en el pasado, vinieron a presentarle sus respetos. Su compañero prefirió ver la despedida de duelo desde la distancia, la que yo misma di, mientras el llanto y el nudo en la garganta me lo permitieron. Hice arreglos para que él fuese enterrado junto a las tumbas de mi familia, porque era allí donde él pertenecía.

Como lo amamos y extrañamos mucho, nosotros mismos le añadimos su apellido al bufete, y con tantos buenos nombres, atrajimos mucha más y mejor clientela, entre ricos y pobres, culpables e inocentes. Hasta tramitar alguna notaría sencilla con nosotros adquiría cierta categoría si llevaba el sello de nuestra pequeña firma, porque ello significaba mucho amor.

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