Relato de Dominacion femenina

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Después de todo eso, estaba completamente nervioso, e intenté hablar con ella los días siguientes, pero me insistió en ya me había dicho que cuando quisiera decirme algo ya me lo diría. Fue inútil, no quería hablar del tema. Hasta el fin de semana siguiente: la noche del viernes no salió, me metió en su cuarto y me excitó dos o tres veces, como hacía en otras ocasiones, pero no me dejó tocarla. Entonces me dijo que Andrés le gustaba, que quería un hombre joven. Muy nervioso, y sin saber cómo hacerlo, le dije que me había dicho que no me dejaría y que no quería ninguna relación que no fuera de dominación femenina. Tardó un momento en contestarme (que se me hizo largísimo), y me dijo que era verdad que me había dicho eso, pero que estaría de acuerdo en que era mi ama, y que un ama tenía todo el derecho a cambiar de opinión cuando quisiera. Me quedé helado, y no era capaz de contestarla. Insistió con autoridad en preguntarme si era verdad lo que decía o no. Yo le contesté que creía que sí, que era verdad. Estaba aterrorizado.

Me dijo que me tranquilizara, que aunque tuviera todo el derecho a cambiar de opinión, no lo había hecho, que seguía pensando las dos cosas: que no me quería dejar y que sólo tendría relaciones de dominación con los hombres. Que la cosa no era esa, sino que estaba pensando que quería tener otro esclavo. Hubo un silencio de muerte durante un rato. Después me dijo que Andrés iba a ser su otro esclavo, que viviría con nosotros, en la cuarta habitación. Yo me armé de valor y le dije que me parecía una locura y que acabaría mal. Me contestó que yo no podía oponerme a esa decisión, que ya había tomado, y que si me oponía lo único que podía hacer era marcharme. Le dije que no se trataba de eso, que por supuesto que no quería marcharme, sino de pensar un poco más en los problemas que podía tener que Andrés viviera con nosotros. Me contestó que era ella la que tomaba las decisiones, y que por supuesto ya había pensado en los inconvenientes, pero que la decisión ya estaba tomada, y ya había hablado con Andrés, que se iba a trasladar a la casa en poco tiempo, y que yo era libre para aceptarlo y quedarme o para negarme y marcharme.

Le dije que estaba muy asustado, pero que de ningún modo quería marcharme, que estaba enamorado de ella y no quería perderla. Me cortó, y me dijo, que entonces ya sabía lo que tenía que hacer. No podía hacer otra cosa, y lo acepté. Me abrazó y me dijo que estaba orgullosa de mí. Aunque parezca mentira, pese a todo mi miedo me sentí reconfortado por esas palabras. Me besó y me abrazó. Me dijo que todo iba a salir bien, que estuviera tranquilo, que era ella la que sabía lo que nos convenía a los dos, y que yo siempre sería su marido además de su esclavo. Me dijo que entendía que me pusiera celoso, pero que mi vida no iba a cambiar mucho, que me quería y que seguiría siendo su preferido. Pero después de que me hubo calmado un poco, volvió a dejarme de piedra cuando me dijo que si había una cosa que me iba a costar, que le gustaba que Andrés la penetrara de vez en cuando. Me dijo que tenía que entenderlo, que prefiriese para eso a un hombre joven, que no era lo mismo el pene de uno de 52 años que el de uno de 29, pero que eso era tan sólo una parte del sexo. Además, aunque Andrés hiciera el amor así alguna vez, también él estaría sometido al mismo régimen de abstinencia que yo, porque eso era lo que nos convenía a los dos, la única diferencia sería que algunas de las eyaculaciones de Andrés serían dentro de ella, pero nada más. A mí me pareció que era bastante más, pero como siempre no me quedó más remedio que someterme a ella.

Un mes después, Andrés se vino a vivir a la casa. Al principio me resultó violento, pero uno se va acostumbrando a todo (qué remedio me quedaba). Hubo tensiones, pero Delia no dejó que la influyeran mucho. Nos trataba a los dos como sus esclavos, los dos nos íbamos a trabajar por las mañanas y volvíamos avanzada la tarde. Ella preparaba la cena, pero a partir de un día nos dijo que la mesa y la cocina tendríamos que recogerla una noche cada uno. Cada uno teníamos nuestro cuarto, y era ella la que llamaba a uno o a otro a su cuarto cuando le apetecía. Nunca nos mezclaba en el sexo, elegía a uno o al otro. Dejó de salir los sábados por la noche, aunque seguía haciéndolo los viernes (si en esos días tenía relaciones con algún otro hombre nunca lo he sabido). Salía con Rosa, nosotros dos nos quedábamos en la casa.

Rosa estaba encantada de poder utilizar y humillar a dos hombres en vez de a uno sólo. Andrés y yo nos fuimos conociendo y la relación entre nosotros se fue normalizando. Ha pasado un año y medio, y me he acabado acostumbrando. Aunque hay tensiones y problemas, puedo decir que me he acostumbrado, que he aceptado que mi ama tiene derecho a hacer lo que hace y que yo tengo que aceptarlo. Sigo teniendo mis miedos, pero se han convertido en normales. Trato de servir a mi ama lo mejor que puedo, ahora más porque intento que no prefiera a Andrés a mí, intento que esté contenta conmigo. Aunque disfruta de los dos, si es cierto que de alguna manera noto que, como me dijo, yo soy su marido además de su esclavo. Pero algo me duele (aunque ya no tanto) saber que Andrés puede llegar dentro de ella de vez en cuando (aunque yo no sé con qué frecuencia ocurre eso) y yo no he disfrutado de ese privilegio desde que él vive con nosotros. Alguna vez le he preguntado si algún día me concederá ese premio, y ella me ha contestado que ya veremos, que es ella la que toma esas decisiones y que la obligación de sus esclavos es pensar en su satisfacción, no en la nuestra. En resumidas cuentas, que lo importante es que yo disfrute complaciéndola, y que no piense que es ella la que tiene que complacerme a mí. Cuando me lo dice, me doy cuenta de que tiene razón, pero eso no significa que no sueñe con que un día me permita llegar dentro de ella.

Hace seis o siete meses cambió la norma. Una noche después de cenar nos llamó a los dos: hizo que Andrés la acariciara y la besara el cuerpo y que yo la chupara para que llegara. Poco después volvió a llamarnos a los dos, primero puso a Andrés a chuparla y a mí a observarles, y después llegó otra vez intercambiando los papeles. A veces nos llama a los dos sólo para que la acariciemos mientras ella se pone boca abajo y se duerme. Cuando lo hace tenemos que irnos silenciosamente los dos y cerrarle la puerta. Los dos estamos siempre deseando que nos llame. Aunque preferiría que me llamara a mí sólo, es verdad que me alegra también cuando somos los dos. Siempre estoy deseando que me llame, como sea y cuando sea.

Desde que Andrés vive con nosotros, Delia se ha comprado más ropa provocativa (aunque no muy exagerada). Pese a que Rosa volvió a sacar el tema alguna vez, nunca nos castiga físicamente. El peor castigo es cuando nos dice a alguno que nuestro comportamiento no ha sido lo suficientemente bueno como para merecernos que nos llame. En ese caso, sabemos que por unos días sólo llamará al otro, y se pasa fatal. Bueno el peor castigo no sería ese, sino uno que nunca se ha producido: continúa la amenaza de que el que se masturbe a sus espaldas dejará de ser su esclavo y tendrá que marcharse. El masaje a las dos continua siendo frecuente. El trabajo de la casa, la mayoría lo hace ella, aunque en los últimos tiempos nos ha hecho hacer alguno más, sobre todo los fines de semana. Desde hace aproximadamente un año, sus amigas cubanas vienen alguna vez a casa, nos hace servirlas lo que tomen, y deja claro que hacemos lo que ella quiere, pero no pasa de ahí. Por lo que yo ahora sé, nuestra relación es de dominación femenina, y muy estricta, pero no hay cosas raras: ni sesiones, ni azotes, ni ataduras, ni nada parecido (puede ser que la costumbre de besarles los pies y darles las gracias sea lo más parecido a eso entre nosotros). Pero Delia nos lleva bien derechos y no nos pasa una (y por si fuera poco, Rosa la ayuda todo lo que puede).

Tengo que terminar diciendo que no hubiera podido imaginar que tendría un matrimonio con Delia tan exitoso, que después de once años de conocerla estaría tan enamorado y tan obsesionado con ella. La adoro y haría cualquier cosa por ella. No es que no haya momentos más bajos, pero no me cambiaría por nadie. Lo único que me sigue dando algo de miedo es que un día pueda abandonarme. Creo que vida sin ella sería un desastre, porque con ella es maravillosa. Cuando hablo con ella y le pregunto, también me dice que es feliz, que nunca podría haberse imaginado viviendo así, pero que le encanta y se siente una privilegiada. Ninguno de los dos soñábamos con una relación de dominación femenina, pero la verdad es que ha sido una bendición. A veces rezo para que no se acabe.

Me despido de ustedes y deseo que su web siga publicándose, porque es fantástica. Delia me dice que es importante, porque nunca ha conocido una parecida en castellano, y para los que no sabemos inglés, y no conocíamos a Elise Sutton o Ms Rika, su página es estupenda. Les deseamos lo mejor y les agradecemos el trabajo que hacen.

DominacionFemenina.net (Ana Serantes):

¡Bueno, bueno! ¡Vaya historia! La verdad es que poco se puede añadir, que no sea alabar la sabiduría y el buen hacer de Delia... y la suerte que tiene usted por estar en las manos de una mujer increíble. No es frecuente, desde luego, que un agarrón y una bofetada contribuyan tan decisivamente a transformar a una mujer. Pero Delia se dio cuenta de cómo surgió su sumisión al enfrentarse al miedo de que le dejara. Y esa explicitación de la sumisión provocó la liberación de su carácter dominante. Es realmente encomiable cómo fue dominándole poco a poco, pero sin pausa, durante los primeros años. Y cómo después, ya sabiendo lo que hacía, terminó por hacer de usted un auténtico sumiso. Es decir, aquel que suspira por complacer y obedecer a la mujer a la que se somete.

Nunca se ponderará lo suficiente la importancia que ha tenido Internet para la expansión de la dominación femenina. Fundamentalmente, porque ha permitido dos cosas: la expansión de la información y el anonimato. Está claro que esta fue la herramienta que le permitió a Delia dar el paso de la dominación intuitiva a la dominación consciente.

La historia nos encanta, además, por su origen. Es cierto que, en los últimos tiempos, se han extendido los matrimonios entre hombres acomodados del mundo rico y mujeres necesitadas (y muchas veces más jóvenes) del Tercer Mundo, en relaciones que se han concretado en otros países o con las mujeres que han inmigrado a lugares como España. Esos matrimonios suelen ser un ejemplo de la desigualdad, y los hombres disponen de un poder económico que somete a las mujeres. Por eso, repetimos, nos encanta su historia, por cómo Delia dio la vuelta a la inicial subordinación a la que estaba sometida para transformarla en auténtica dominación.

La procedencia de un país pobre explica la natural preocupación de Delia por la seguridad económica. Y nos parece que ha hecho bien, y que lo ha hecho con justicia: se ha asegurado su bienestar. Pero lo ha hecho incluso con generosidad, porque podía haberle desposeído también de la propiedad de su negocio. Sin embargo, parece haberse limitado a dejar las cosas como le parecieron justas: velando por la seguridad de todos los que la rodean: ella misma, su hermana, usted y sus familiares en Cuba.

Julián, es normal que tenga miedo a ser abandonado. Y que ese miedo se agrave tanto por la diferencia de edad como por la seguridad económica de la que disfruta ahora su mujer. Sin embargo, ese miedo no hace más que poner de relieve lo increíblemente afortunado que es. Por eso tiene miedo a que se pueda terminar su dicha. Aunque, la verdad, y sin mucho conocimiento, Delia parece una mujer fiel a sus creencias (y es más que probable que entre ellas se encuentre el agradecimiento por todo lo recibido) y, además, responsable.

Claro que esa fidelidad no excluye a otros hombres, ni a haberse hecho con otro sumiso para que la atienda también. Aquí influye, como usted escribe, la diferencia de edad; pero también, que esa diferencia de edad se ha sumado a un fantástico florecimiento de la personalidad dominante de Delia, tan notable que parece necesitar a más de un hombre para realizarse como dominante. Nos parece bien, sobre todo porque, por lo contado, lo lleva bien y se preocupa por nutrir las necesidades de sus dos sumisos.

Julián, es usted un hombre más que afortunado. Es difícil que el miedo del que nos habla le abandone del todo, pero procure que no le impida disfrutar de los privilegios de su situación. Y lo mejor, como le dice Delia, es que se esfuerce todo lo que pueda en complacerla y atenderla, que se haga valer como sumiso, para que a su ama no se le ocurra nunca abandonarle. Nuestros saludos para los dos, pero especialmente nuestras felicitaciones para Delia por el maravilloso trabajo que ha hecho. Ha sido un placer leer su experiencia.

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