Rosario

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Historia de dos personas que viven un momento de pasion.
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Salí del elevador rumbo a mi casa, todo mi día había sido un asco, tan concentrado en mis problemas que cuando una mano toco mi hombro, casi brinco del susto, rápidamente me di la vuelta, una cara familiar fue lo que encontré, Su nombre, Rosario.

Cuando la conocí, teníamos 18 años y fuimos pareja por un par de años más, yo sentía que era mi persona ideal y un día le propuse matrimonio, Rosario, no contesto, en ese momento solo pude ver su espalda, salió de mi vida y nunca nos dijimos adiós, solamente dejamos de vernos, quizá no estábamos preparados.

Ahora que la veo nuevamente, Rosario, lucia esplendida, radiante, de su cuello colgaba un crucifijo, mostraba una sonrisa enorme que hace que los malos ratos se te olviden en un segundo, después de verla por unos segundos a los ojos, desvié por brevísimos instantes mi vista, para posarla en el crucifijo, yo se lo había regalado.

La invite a un lugar que conocía, un bar de esos que tienen las sillas en la acera, la plática era animada, en sus ojos vi alegría, felicidad y deseo. Al darme cuenta, detuve mi charla, la mire fijamente, solo para encontrarme con esa mirada que me perturbaba, que hacía que mis pensamientos fueran tan sucios como me eran posibles y ahora, aquí, 10 años después, no era la excepción...

Recorte la distancia entre los dos, hasta tocar nuestros hombros, mi mano busco sus muslos, Rosario jadeo al sentir mi mano en su piel, bastaron un par de segundo más para empezar a besarnos, sentía su respiración en mi piel, tome su mano y salimos a la calle a buscar un lugar más adecuado.

Al cerrar la puerta Rosario me abraso por la espalda, susurrando a mi oído me dijo --quita tu ropa, recuéstate en la cama, relájate, y espero que disfrutes tanto como yo de este momento.

Deje mi cuerpo sin ropa alguna, con mis pies, tire las almohadas al piso y acomode mi cabeza a los pies de la cama, mi vista se perdía en los ojos de Rosario.

Le tomo unos segundos a Rosario moverse, su figura permanecía en el umbral de la puerta, como esperando el momento adecuado, lentamente, sus pies se movieron, y las ropas fueron cayendo, hasta llegar desnuda a mí.

La cruz en medio de sus pechos, se balanceaba hipnotizando.

Rosario llego a los pies de la cama, despacio coloco sus manos sobre mi cara y se agacho en búsqueda de mi, las lenguas se buscaron, el sonido de sus labios y su húmeda boca me excitaron, mientras buscaba llegar más profundo con mi lengua entre sus labios, Rosario coloco sus manos sobre la cama, sus labios buscaron mi barbilla, mi cuello, Rosario bajaba.

Al sentir sus pechos colgando sobre mi cara, la tome de la cintura moviendo su cuerpo, haciendo que ambas tetas rocen sobre mi rostro, balanceando sus tetas, haciendo que sus pezones rocen mi boca, hasta tenerlos entre mis labios para chuparlos y jalarlos. Rosario bajaba, a mis oídos llego una sinfonía de gemidos.

Puse mis pies sobre la cama, levantando mi pelvis, invitándola, Rosario acerco sus labios a mi pene, la punta de su lengua, comenzó a rozar el glande, en círculos, ocasionalmente con la punta de su lengua lamia la abertura, mientras su respiración, se aceleraba, recostado pude ver como la punta de mi pene se perdía entre sus labios, mi pelvis subía despacio para encontrarse con los labios de Rosario.

Rosario apretaban sus labios sobre la cabeza de mi verga, mi pelvis subía y bajaba, buscando entrar más entre esos labios, Rosario balanceaba su cuerpo como un columpio, empujando su cuerpo, buscando llegar más profundo, gemí al ver como mi pene se perdía entre sus labios, mientras escuchaba sus gemidos tome su nuca con ambas manos, llevándola al encuentro con mi verga, los gemidos fueron reemplazados por ese "sonido" sentí sus labios como se deslizaban llegando a la base y mis bolas pegando en la cara de Rosario.

Nuestros cuerpos comenzaron a columpiarse, los golpes de sus labios eran más frecuentes. Comencé a jadear, sentía el sudor de su cuerpo, acelere la frecuencia hasta el límite, El cuerpo de Rosario se puso tenso, el temblor de sus piernas confirmo mis sospechas, el primer orgasmo.

Sin darle tregua a Rosario, acomode mi cuerpo, al tiempo que la espalda de Rosario quedaba sobre la cama, Rosario abrió sus piernas de par en par, mis manos se aferraron a sus muslos, presionando mis dedos ferozmente, jalándola a mí, sentí como se deslizaba mi pene en su estrecha vagina completamente lubricada, entre despacio y profundo, el sonido de los cuerpos chocando, sus gemidos y mi respiración acelerada, nos llevaron al siguiente nivel.

Mis manos levantaron sus piernas, dejando apoyada sobre la cama solamente su nuca y sus hombros, deje caer mi cuerpo sobre el de Rosario, entrado violentamente, rápido, sin piedad, no solo sus pechos se movían al caer mi cuerpo, cada vez más violento, con la idea de dejar una marca no en su cuerpo, si no en su mente.

Gotas de mi sudor caían sobre su piel, ya no eran gemidos, eran gritos de placer, cada vez más intensos, cargados de placer, pero nada comparado cuando alcanzamos ese cielo tan buscado por las parejas.

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