Sometida por la Prehistoria

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Alessia descubre que los Neanderthales son lo suyo.
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El borde de su ropa es empujado hacia arriba por su enorme erección hasta que logro verlo todo. A pesar de que su atuendo está hecho improvisadamente de pieles de animales, lo que revela conforme se eleva es tan asombroso que bien podría ser el telón de una ópera.

Su pene es grueso y sólido, tan solo un poco más pequeño que mi antebrazo, y su base está protegida por un grupo de vello púbico enmarañado y escabroso. Pero en lugar de sentir asco, percibo cómo mi vagina se humedece casi en contra de mi voluntad, mientras una pequeña descarga de electricidad corre por mi clítoris. Como si la situación no fuese ya lo suficientemente extraña, me doy cuenta de que es la primera vez que veo a un hombre no rasurado, haciendo que todos los otros con los que he estado parezcan delicados o aniñados, como si la ascensión de la civilización hubiera delegado a los penes a pequeños órganos vestigiales, y que lo que estoy viendo aquí es la forma varonil humana en su estado puro e incorrupto.

Tan absorta estoy ante su pene, que noto cómo se balancea de lado a lado, lenta y pesadamente como el péndulo del Big Ben, mucho antes de darme cuenta de que se debe a que el hombre de las cavernas se encuentra corriendo hacia mí. Una repentina ola de adrenalina me impacta haciéndome girar sobre mi propio eje y empezar a correr en la dirección opuesta. Ya puedo sentir su respiración en la parte trasera de mi cuello. Viene demasiado rápido, pero seguro que no es por usar esteroides. Esa velocidad solo puede estar motivada en su deseo por tenerme.

Cinco minutos antes

Realmente no debería estar aquí, pero, maldita sea, esto es demasiado genial. Sabía que esos nerds estaban trabajando en algo loco, pero ni siquiera puedo imaginarme para qué será la mitad de estas cosas. No hay duda de que son unos genios, pero eso solo hace más extraño el hecho de que hayan dejado sin seguro la puerta de su hiperavanzado laboratorio.

Tal vez simplemente confían demasiado en los demás estudiantes de la universidad. Eso solo me hace sentir algo mal por aprovecharme de esta situación. Después de todo, no creo que alguien debería brincarse una docena de letreros que decían, "Solo Personal Autorizado", ni mucho menos abrir la puerta de un laboratorio de investigación del que ni siquiera se tiene conocimiento público. Tampoco deberían hacer todo lo anterior caminando de puntillas, y definitivamente no deberían de estar jugueteando con los geniales artilugios que hay adentro, como esta barra de metal pegada a esta manguera de caucho sobre la que estoy deslizando mis dedos. ¿Qué rayos es esto? ¿Un sable de luz? Lo tomo, dándome cuenta de que sus dimensiones y peso son idénticos al vibrador que guardo en el cajón de mis calcetines. Eso desencadena mi profundamente arraigada memoria muscular y, sin darme cuenta, mis dedos presionan el botón en la base del dispositivo, que hace un ruido gracioso y suelta una ráfaga afilada de fuego.

Los mismos dedos que hace unos momentos me traicionaron, se encuentran sobre el dispositivo otra vez. Al ver la flama, se sacuden espasmódicamente y sueltan lo que ahora me doy cuenta, es un simple mechero bunsen. Lamentablemente, también noto que mi ropa se encuentra en llamas. Ese es mi último recuerdo lúcido antes de que todas las funciones de mi cerebro se enfoquen en hacerme gritar.

A través de la, metafóricamente hablando, niebla de pánico y del, literalmente hablando, humo saliendo de mi blusa, tengo una escena retrospectiva de una clase de seguridad que tuve durante química en preparatoria. Entonces corro a lo que parece ser una ducha de emergencia.

Presiono un montón de botones al azar, y la extraña alcachofa dispara hacia mí un cono de energía. Funciona como una perfecta aspiradora, dejando al fuego sin oxígeno que quemar, lo que hace que se extinga. ¡Wuhú! Entonces, unos segundos después, yo también me extingo. O al menos eso creo. Lo último que percibo es un zumbido y una intensa expulsión de luz.

Me despierto despatarrada en el suelo. De alguna forma terminé debajo de un árbol muy alto, cuyas hojas veo desaparecer en el cielo al mirar hacia arriba. Pero nunca he visto árboles así de grandes, ni un follaje tan grueso. ¿Dónde rayos estoy? Pero más importante, ¿cómo diablos llegué aquí?

Mi mente busca explicaciones, tratando de rebobinar mis recuerdos, hasta que, ¡bam! Tuve un accidente en aquel laboratorio. Parece que no era una ducha de emergencia después de todo. Por supuesto, no pudo haber sido una máquina de teletransportación o algo así de loco porque esto es la vida real, no una historia de ciencia ficción. Pero tal vez era una especie de dispositivo para tomografías por resonancia magnética que frió mi cerebro, por lo que ahora me encuentro deambulando por ahí casi en estado vegetativo. No, no hay ningún bosque cerca de la universidad.

Dios mío, ¿cómo voy a hacer para volver a mi casa? Escalo un poco el árbol, mirando alrededor, esperando encontrar alguna pista. Pero solo encuentro más árboles hasta lo más lejos que mis ojos alcanzan a ver. Estoy empezando a temblar, y mi pierna izquierda está saltando sola como uno de los conejos de Bambi. Okey, este es el plan. Necesito mantenerme en movimiento. No puedo entrar en un ataque de histeria. Necesito ir al norte hasta que encuentre algún camino, un teléfono o cualquier cosa.

¿Cómo sé cuál es el norte? ¿Acaso no tiene algo que ver con la posición del Sol? Pero ¿sale por el norte, o se pone por ahí? ¿o eso era por el este? ¡Maldita sea! Lo único que puedo recordar sobre geografía es que ese volcán de nombre gracioso, el Popocatepetl, se encuentra en.... mmm... no, nada.

Indefensa, doy vueltas por los alrededores, hasta que finalmente elijo una dirección al azar en la cual empezar a caminar. Estaba caminando por la universidad de noche, pero ahora es de día. La situación es, por un lado, perturbadora al no saber qué fue lo que pasó en todo ese tiempo, pero también reconfortante ya que tengo al menos un rato antes de que anochezca. Con suerte, bastará para que alcance a encontrar ayuda.

El clima es bueno y apacible, pero de vez en cuando una fría briza sacude los árboles y me hace temblar. El fuego ha quemado partes de mi ropa, dejando gran parte de mis extremidades expuestas. Por suerte, no alcanzó a herirme mucho; el único daño que noto es cierto enrojecimiento en mis piernas que más bien parece un bronceado, y que me provoca un poco de comezón cuando las frondas y los arbustos me rozan en el camino.

He estado caminando por alrededor de una hora hasta que por fin me encuentro con otra persona. Está agachado en el suelo frente a un arbusto, arrancando bayas con una mano para después meterlas rápidamente hasta su garganta con la otra. Su cabello es desaliñado y cuelga más allá de sus hombros, y parece estar vestido con harapos.

En la situación en la que me encuentro ahora, no debería juzgar a nadie por cómo viste, sobre todo porque mi ropa interior prácticamente se asoma por las quemaduras que el fuego le ha provocado a mi falda. Pero ese sujeto se ve como un vagabundo loco. Normalmente, no me le acercaría, pero ahora no tengo de otra. "¿Hola? Perdón que lo interrumpa, pero ¿sabe dónde puedo encontrar un teléfono público o una parada de camión?

El hombre se pone rígido por un segundo, salta y mira en mi dirección. "¿Ehh oooga?"

¿Qué? Tal vez es extranjero. Intento hablar muy lentamente, usando mis manos para explicarle mejor. "Perdón por asustarlo." Le apunto cautelosamente y le sonrío de la forma más cálida posible. "¿Puede entenderme?"

Se agacha, recoge un palo del golf, y avanza hacia mí. Justo cuando se encuentra a solo unos metros de mí, me doy cuenta de que en realidad es una lanza. ¿Quién rayos carga consigo una maldita lanza? Empiezo a dar un paso atrás por cada uno que él da hacia adelante. Pero el continúa siguiéndome, determinado. Empiezo a asustarme de verdad, pero no puedo hacer otra cosa más que notar que, a pesar de su inmundicia, es increíblemente ágil; incluso parece haber algo de danzado en la forma en la que se mueve.

Sé que no es muy inteligente quitar mi vista de ese hombre extraño, pero un fuerte ruido de aleteo me distrae. Miro al cielo y veo un pequeño avión vagando en lo alto. Un segundo más tarde, me dan ganas de desmayarme; ese no es un avión. ¿No se supone que los dinosaurios se extienguieron mucho tiempo antes de que la humanidad apareciera?

Entonces noto que el hombre frente a mí sigue mi mirada hasta las copas de los árboles. Al ver al pterodáctilo volando, murmura algo. Para cuando el dinosaurio volador ha desaparecido en el horizonte, el Neandertal me está agarrando. Su piel es cálida, y sorpresivamente huele bien, casi como... huelo con mayor profundidad, sí, como un bosque húmedo en la noche. No hay perfume barato detrás; este suave olor amaderado es real.

¿De verdad podrá tratarse de un viaje en el tiempo? Lo cierto es que, entre más miro a mi alrededor, más obvio parece. Digo, está claro que estos brazos peludos y musculosos que rodean mi cuerpo son de otra era; una era antes de que existiera la depilación o la manicura y los trabajos de oficina. Y este hombre, este es un cazador que vive de la grasa de la tierra.

Es alto, de al menos 1.80 m, pero aún así se ve algo rechoncho por lo musculoso que es. Sus ojos son de un azul muy pálido, casi blancos. Tiene una barba densa y gruesa. Sus rasgos faciales son algo extraños; tiene una mandíbula grande y sobresaliente, y una frente demasiado definida. Sin embargo, no da una impresión de fealdad, sino de una pronunciada masculinidad; un rostro esculpido del mármol con unas manos inexpertas pero poderosas.

La fascinación parece ser mutua; ha estado viéndome con la misma intensidad que yo, y una de sus enormes manos está acariciando las vetas de mi cabello cautelosamente. Tengo que estirar mi cuello para poder mirar su rostro. "Son falsos, solo es tinte." Sé que no entiende lo que digo, pero me siento con ganas de decirlo de todas formas. Apunto con una mano a mi pecho y digo: "Me llamo Alessia. A-le-ssia." Ahora apunto al de él, "¿Cómo te llamas tú?"

Quita su mano de mi cabello y agarra mis senos con algo de fuerza. "¿Amanda?" pregunta.

"Hey, ¿qué crees que haces?" Tomo su muñeca y trato de jalarla, pero no logro moverla ni un poco. Es hasta que nota mi expresión que me suelta. Por un segundo, se ve algo confundido, y luego me doy cuenta de que lo ha entendido, porque gesticula un poco y dice "Grog" antes de darme una palmada en la cabeza diciendo, "Aleia."

Bueno, no exactamente, pero, aun así, es progreso y solo puedo aplaudirle emocionada. Suelta un breve grito que bien podría ser una risa, y me sonríe. Es una sonrisa honesta, tanto, que arruga su cara y enseña todos sus dientes. Parece que las sonrisas falsas que ponemos en las reuniones familiares no han sido inventadas todavía.

Interpretando nuestro pequeño momento como un permiso, se pone a examinarme de nuevo. Agarra partes de mí; recorre sus ásperas manos por mi cuerpo, y masajea mis senos. Es ligeramente doloroso, pero no creo que lo haga con malicia. Simplemente es demasiado grande, y no se da cuenta de lo delicada que soy yo en comparación. Pero yo también lo estoy explorando; admirando los duros músculos de sus brazos, los cuadrados bultos en su vientre, y su poderosa barba. Por la ciencia, claro. Interés puramente objetivo y científico de mi parte. Después de todo, si nos comunicamos, solo será en el más amplio de los sentidos. Las palabras no funcionan, así que tendremos que limitarnos al lenguaje de nuestros cuerpos. Realmente no tengo un plan a largo plazo; simplemente estoy sola, y él, a pesar de ser algo rudo, parece en esencia amable.

Nos manoseamos el uno al otro incómodamente durante unos minutos más, hasta que él comienza a rasgar mi ropa que de por sí ya estaba bastante rota. Lo empujo bruscamente tratando de quitármelo de encima. "Okey, grandote, es suficiente por ahora. ¡Auch, auch! ¡Aarg! ¡Hey, Grog, detente! ¡Ya no más! ¡Aaah!" Lo que quedaba de mi ropa se cae lentamente al suelo, y ahora me encuentro en medio de no sé dónde, con nada más que mis zapatos. Logro zafarme de él y alcanzo a correr unos cuantos metros.

Ambos estamos jadeando con mucha fuerza, pero él ya no me persigue. Parece que mientras mantenga contacto visual, se mantiene en su sitio. Estoy tan invadida por la adrenalina que podría estar paralizada durante años. Pero poco a poco mi concentración comienza a oscilar. Un delicioso, grueso y jugoso burrito aparece ante mis ojos y la tentación por comérmelo con ellos empieza a ser demasiado fuerte. En tan solo unos segundos, mi fuerza de voluntad se rompe como una ramita seca, y luego me encuentro corriendo tan rápido como puedo.

Entonces, me doy cuenta de que mis pies ya no están tocando el suelo, y siento el calor de Grog detrás de mí. Lo pateo y grito con fuerza, pero él ignora mis acciones, y, en su lugar, frota sus manos de arriba abajo sobre mis pechos desnudos. Sigo moviendo mis piernas un rato más, pero al no poder hacerle nada, y por la forma tan gentil en la que me carga, comienzo a sentirme tonta. Suspiro y simplemente me acuesto. El me jala hasta tomarme de los tobillos y ponerme de cabeza. No parece representar mucho esfuerzo para él el levantarme y moverme a su antojo, lo que me causa risa, al darme cuenta de lo inútil que es oponer resistencia ante una fuerza tan abrumadora.

Mi sonrisa es interrumpida por los choques de su enorme pene contra mi cara, lo que me hace sentirme más mojada que nunca antes en mi vida. El líquido de mi vagina recorre mis piernas en forma de gotas, pasando por mi vientre, entre mis senos y cayendo sobre mi cara, como lágrimas en reversa.

Incluso el pene de Grog se ve húmedo. No está circuncidado, pero su prepucio se ha retraído hasta revelar su perfectamente lisa y rosada cabeza, misma a la que el líquido preseminal le ha dado un hermoso brillo. Eso es lo último que veo antes de abrir mi boca. Mis labios son estirados hasta su límite, y el largo órgano se encuentra tocando el fondo de mi garganta antes de que pueda aspirar profundamente. Desatento a mis gruñidos ahogados, impulsa su pene dentro y fuera hasta que lo único que puedo saborear es la salinidad del agua traslúcida que paulatinamente emerge de su meato. Cada dos embestidas lo empuja tan profundamente como puede, haciendo que mi nariz choque contra su vello púbico, y que los espasmos en mi garganta le den un placentero masaje. Eso le gusta, así que empieza a dejar su pene en mi tráquea por periodos cada vez más largos, lo que hace que cada vez que lo saque, yo jadee con todas mis fuerzas en busca de oxígeno.

Con miedo de soltarme de sus brazos, me he mantenido abrazándolo mientras martilleaba mi garganta, pero ahora lo libero para poder retirar mi cabeza de su pene. Respiro más profundamente que nunca, pero él sigue empujándose así mismo contra mi cara. Comienzo a sentirme fastidiada. Usando mis manos, que ahora están libres, empiezo a jugar con sus testículos y a acariciar su perineo. Entonces, justo cuando menos se lo espera, los aprieto con fuerza.

Golpeo el suelo al caer, y estoy tan falta de aliento, que lo único que puedo hacer es quedarme acostada e indefensa en el suelo, mientras Grog se quita las pieles que llevaba encima y las tira. Aterrizan junto a mi cabeza y parecen un animal muerto. Respirando profundamente, giro mi cuello y lo miro por encima de mi hombro. Sin su vestimenta se ve aún más grande y tonificado que antes.

Se pone detrás de mí, y sabiendo lo que está a punto de hacer, siento cómo mi cuerpo tiembla, y elevo mis caderas a modo de ofrecimiento. Me siento tan ansiosa que ante la brisa más ligera contra mis partes íntimas me estremezco de placer. Se agacha, toma mis piernas de la parte donde estuvo el fuego, y las separa. Es un alivio cuando las suelta y se pone encima de mí, sujetándome de tal forma que lo único que puedo mover es mi cadera.

Sorprendentemente, en lugar de ir directamente al meollo del asunto -literalmente-, su inmenso miembro se encuentra simplemente frotando mi clítoris finamente. Con cada pequeño contacto, una ola de placer invade mi cuerpo, haciendo vibrar a mis piernas involuntariamente. La sensación es tan intensa que, si no me hubiera inmovilizado, mis piernas habrían dejado surcos sobre el lodo.

Huele mi cabello, aparentemente desorientado e impresionado por el olor de Head and Shoulders. Finalmente, me penetra. Considerando su inconmensurable grosor, estaba esperando un dolor inaguantable, pero, en su lugar, se desliza dentro de mí con apenas una pisca de resistencia. Grog está tan pesado, que me estoy hundiendo en el lodo un poco, y es tan alto que su pecho está sobre mi cabeza, y con cada embestida, la empuja contra el suelo. Con intenciones de no torcerme el cuello, me relajo y descanso mi cara sobre la tierra húmeda, cerrando mis ojos, haciendo que lo único que mis sentidos perciban sea el olor del Neanderthal, los ruidosos choques de su pelvis contra mis glúteos, y las explosiones de éxtasis que se esparcen desde mi entrepierna hasta la parte inferior de mi vientre, y luego hacia mis extremidades.

Me vengo con tanta fuerza que un montón de estrellas explotan en mi visión periférica y mi cuerpo entero se sacuden con la más increíble ráfaga de placer que jamás haya sentido. Me siento como si pudiera quedarme flotando en esta nube de éxtasis por siempre, pero soy traída de vuelta a la realidad por un sonido crujiente. El orgasmo hizo que los dedos de mis pies se enroscaran con tanta fuerza que sus articulaciones estallaron como fuegos artificiales.

Empujo a Grog lejos de mí con mis piernas porque mi vagina ahora está tan sensible que la línea entre el placer y el dolor se ha desvanecido. Él sabe lo que acaba de hacer y me sonríe con perversidad.

El solo verlo así desencadena dentro de mí otra ola de electricidad, y la parte de mi mente que se aferraba al siglo XXI desaparece. Me doy cuenta de lo mucho que necesito tener su pene dentro de mí otra vez. Me pongo de pie, pero mis piernas están aún tan temblorosas por el orgasmo que me balanceo de un lado a otro como si estuviera borracha de amor, hasta que salto sobre Grog. Mi peso es probablemente un tercio del suyo, pero al tomarlo por sorpresa, cae sobre su espalda.

Me convierto en una fiera que se abalanza sobre su presa con una ferocidad bestial al visualizar su jugosa garganta. Beso su cuello una y otra vez, deslizando mi lengua de arriba abajo sobre su manzana de Adán y el inicio de su barba. Acaricio su pecho con mis manos, a veces con suavidad, y a veces rasguñándolo con una pasión primitiva. Puedo sentir las suyas agarrando mi trasero y guiándome hacia atrás y adelante mientras yo sobo mi vagina contra su pene que se siente duro como una piedra, y lo lubrico con mi propia humedad. Había estado tratando de provocarlo, pero el deseo se ha vuelto demasiado intenso para mí, que me elevo un poco para luego empalarme a mí misma en su erección con un ligero gemido.

Él me mueve de arriba abajo mientras todo el largo de su pene entra en mí de manera que parece imposible. Todos los hombres con los que había estado antes que él, habían sido silenciosos en la cama, haciéndome el amor robóticamente. Pero parece que aquella noción tóxica de masculinidad que hizo que los hombres modernos cojan como un Toyota Prius no ha infectado el mundo de Grog aún. Cada vez que su pene se hunde en mi vagina, él gime conmigo. Llora de placer tan profunda y sensualmente, que puedo sentir debajo de mí las vibraciones de su diafragma.

Como si estuviéramos sincronizados, yo también tiemblo y me sacudo sobre él, y entonces me inclino hacia adelante, tomando su rostro medio jadeante, y lo beso. Por un segundo, sus movimientos se suspenden al haberlo tomado por sorpresa, y luego los reanuda. Pero se vuelve a detener treinta segundos después cuando deslizo mi lengua entre sus labios en lo que se convierte en un beso francés. Entonces se me ocurre que esta sea tal vez el primer beso de la historia, y eso me hace continuar besándolo con mayor entusiasmo.

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