Sr. Aguilera

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¿Fantaseas con tu profesor?
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Sr. Aguilera

Capítulo 1

Estaba sentada en clase de matemáticas como era usual los lunes, martes y jueves. El Sr. Aguilera nos estaba enseñando sobre derivadas. Estaba sentada en la segunda fila más cercana a la pizarra; mi amiga Miriam a mi lado, con su pelo corto y anaranjado y jeans ajustados. Yo llevaba un vestido azul con bolsillos, casi hasta la rodilla, calzas negras, y zapatos blancos.

Era inicios de verano, así que el calor comenzaba a sentirse.

Las clases eran largas y agotadoras; el tema era complicado y tedioso. Era difícil concentrarse pues no podía dejar de mirarlo; su hermoso rostro, ojos perfectos, buen cuerpo y esa voz profunda. Los pocos cabellos de plata que tenía le sentaban muy bien. Cuando lo vi por primera vez no me llamó mucho la atención. No fue hasta después de algunas cátedras que empecé a notar su sensualidad y virilidad.

Nunca quería que sus clases terminasen. Podía mirarlo constantemente, tratando de atrapar su mirada y gritarle con mis ojos lo mucho que me gustaba. En más de una ocasión el me pilló mirándolo y curiosamente me devolvía la mirada. Estaba casi segura que él también pensaba en mí. Varios días fueron pasando y mi desesperación crecía. Pensaba en él día y noche, fantaseaba, deseaba, y quería que fuese mío. Era muy, muy atractivo en todos los sentidos.

Eventualmente, en una cálida mañana de octubre, noté algo diferente en él. Durante la clase sus ojos no se alejaban de mí, ni por un segundo. Parecía como si estuviese impartiendo la clase para mí solamente. Yo por supuesto me hacía la inocente, actuando como si no me diese cuenta. Tomaba notas sobre lo que él explicaba, levantando mi cabeza de vez en cuando y toparme con su mirada nuevamente. Que desesperación... Más días pasaron y el cruce de miradas continuaba.

Miriam y yo teníamos tarea que hacer, pero no pudimos encontrar la manera de representar gráficamente la desviación estándar.

"Pidámosle ayuda a Aaron," sugerí.

Aaron era el nombre del Sr. Aguilera.

"¡Gran idea! Vamos, realmente necesitamos ayuda."

Todas las chicas en el campus gustaban del Sr. Aguilera. Era un hombre ideal: relativamente alto, varonil, inteligente y encantador; muy coqueto. Parecía estar al tanto de que era el centro de atención de las estudiantes.

Caminamos juntas hacia el edificio de oficinas, tomamos el ascensor hasta el cuarto piso, entramos a la oficina de matemáticas y caminamos por un largo pasillo con paredes forradas en madera. Íbamos leyendo las etiquetas con nombres en las distintas puertas. Finalmente encontramos la etiqueta que decía "Aaron Aguilera".

"Toca," le dije a Miriam, y lo hizo.

Una voz profunda desde el interior de la oficina respondió, "¿Sí?" y entramos. Miriam entró primero y yo la seguí.

"Hola profesor, necesitamos ayuda con un tema de gráficos. ¿Está ocupado?" Pregunté amablemente.

"No, pasen. Tomen asiento."

Sólo había dos sillas en su oficina. Aquella en la que él se sentaba, y otra justo frente a su escritorio. Miriam y yo nos sentamos juntas en la misma silla, compartiendo el espacio. Ella le pasó su computadora para que pudiese revisar el gráfico. Mientras descifraba en qué nos habíamos equivocado, nos hacía preguntas tales como: "¿Han tenido muchas clases hoy?" o "¿Tienen más clases?" o "¿Cómo les fue en la prueba que aún no corrijo?" Siempre levantando su mirada de vez en cuando para mirarnos mientras respondíamos.

Me encantaba mirarlo, su hermosa sonrisa que simplemente me enloquecía. Él respondía mi mirada cuando tenía la oportunidad.

"Profesor, ¿cuántos años tiene usted?" Miriam preguntó repentinamente.

La miré sorprendida pensando '¿Qué grosera!'

"Jaja, no debieses preguntar eso, pero tengo 44 años."

Yo tenía 23, pero no podría haberme importado menos.

No dije nada y Miriam tampoco, solo sonrió. El Sr. Aguilera terminó de ayudarnos y nos fuimos, sonriéndole y diciendo adiós.

Más días pasaron y mi deseo solamente crecía. Ya estaba fantaseando, pensando en el mientras me tocaba.

'Quiero que se fije en mí ...' Me dije a mí misma.

Luego de unas cuantas semanas empecé a notar detalles. Por ejemplo, cuando iba a clase con el cabello recogido no me miraba con tanta frecuencia; pero cuando iba con el cabello suelto me miraba durante toda la cátedra. Lo mismo ocurría con la ropa. Al parecer le gustaba el azul. Empecé a usar el cabello suelto, a vestirme bien pero no muy provocativa y a utilizar varias tonalidades de azul. Estaba desesperada por su atención y juraba que mis intentos de conseguirla estaban funcionando.

Cada vez que me veía sonría y me saludaba con entusiasmo. Lo que era curioso para mí es que nunca se refería a mí por mi nombre. Se dirigía a mí como "usted" o "tu" solamente. Pensé que tal vez no recordaba mi nombre, teniendo en cuenta que veía a muchos estudiantes por día era comprensible. Eso me entristecía un poco. También pensé que evitar decir mi nombre podía quitarle peso a nuestra relación, tal vez para evitar algo que fuese más allá. ¿Acaso estaba tratando de suprimir algún deseo pícaro que tenía?

Pasó un mes aproximadamente y yo ya estaba harta. Tenía que hacer algo, no podía soportarlo más. El deseo que tenía por el ardía. Estaba casi segura de que él tenía un interés en mí también, así que decidí hacer algo al respecto. Iba a buscar una manera de pasar más tiempo con él y de hacer mi interés más evidente.

Mi profesor trabajaba en un proyecto específico en un laboratorio de la universidad. Era común para los estudiantes acercarse a los profesores y pedir trabajar con ellos en una pasantía. Esto ayudaba al aprendizaje de los estudiantes y por supuesto, a pasar más tiempo con ese profesor en específico. Sí ... eso es exactamente lo que quería hacer.

Le escribí un correo electrónico, releyéndolo varias veces para asegurarme que estuviese bien redactado y perfecto. En el e-mail indiqué mi interés sobre realizar una pasantía con él pues me interesaba su trabajo en el laboratorio, y preguntándole si estaría bien que fuese a su oficina para discutir el tema personalmente. Hice clic en enviar el martes por la noche.

El miércoles en la noche no había recibido respuesta aún, pero como no lo vi en el campus ese día supuse que quizás estaba enfermo o algo por el estilo. Llegó la mañana del jueves y aún no tenía respuesta.

'Bueno, tal vez lo discutirá conmigo después de la clase,' pensé.

Me senté donde siempre, esperando ansiosamente el final de la cátedra, moviendo mis dedos nerviosamente mientras él hablaba. No me miró durante toda la clase. Cuando terminó la cátedra simplemente se fue. Me sentía ignorada y molesta.

'¿Me está evitando?' me pregunté a mi misma.

Llegó el viernes y aún no había respuesta.

Suficiente. Necesitaba una respuesta, no solo porque estaba interesada en él, sino porque consideraba grosero el que no respondiese del todo.

A las 11:30am fui rápidamente a su oficina, entrando al edificio, subiendo al cuarto piso, caminando por el largo corredor y llegando a la puerta con su nombre. Toqué la puerta.

"Adelante."

Abrí la puerta, "Disculpe profesor, ¿está ocupado?"

Se encontraba agachado ordenando unos papeles en el cajón del escritorio. Cuando se levantó y se dio cuenta de que era yo, la estudiante que lo mira con ojos seductores, se levantó y dijo, "Oh, hola. ¿Cómo estás?"

"¿Bien gracias y usted?"

"Estoy bien, gracias," respondió sonriendo y mirándome.

"Vine a preguntar acerca del mail que le envié hace un par de días, nunca me respondió."

"Oh sí lo leí, está justo aquí," respondió mientras lo buscaba en su computador nerviosamente, pero no pudo encontrarlo.

"Bueno, estaba aquí en alguna parte."

Sonreí, "Sólo quería saber si es posible o no."

Quedó mirándome fijamente y preguntó: "¿Si es posible que cosa?"

Me reí un poco, "Jaja, la pasantía profesor."

"¡Oh sí! Lo siento, sí, sí, hablemos sobre eso."

Se sentó en su silla mientras apuntaba a la otra, indicando que me sentase.

"Entonces, estás interesada en hacer una pasantía conmigo."

"Sí, exactamente."

Procedió a explicarme un poco sobre su trabajo en el laboratorio, de qué se trata, cómo lo hace, por qué lo hace, etc. Honestamente no le prestaba mucha atención a sus palabras. Lo miraba hipnotizada por su sonrisa, su voz y su encanto.

"¿Estás bien?" Me preguntó de repente y volví a la realidad.

"S-si profesor, lo siento."

Hubo un silencio.

"¿Puedo preguntar por qué siempre me miras así?"

Me sonrojé un poco, pero mantuve la calma, aunque estaba algo sorprendida por la repentina pregunta. "No estoy segura a que se refiere profesor."

"Te he visto mirándome demasiado desde que empezamos el semestre."

"Lamento si lo he incomodado profesor, no fue intencional." Hice una pausa. "Pero me he dado cuenta de que usted también me mira demasiado."

Parecía ansioso y se quedó en silencio durante un par de segundos. "Bueno, es solo natural girar la cabeza cuando presientes que alguien te mira."

No contesté y el procedió, "¿Hay algo más que necesitas de mí?"

Pensé si decirle o no. "Y-yo..."

Mi fuerte personalidad comenzó a desmoronarse. No podía pensar con claridad mientras él me miraba esperando una respuesta. Ya no me encontraba en una posición donde me sentía capaz de controlar la situación. Eso me ponía nerviosa.

Finalmente dije: "De hecho no estoy segura."

"¿Segura de qué?"

"N-no estoy segura de lo que usted está pensando o de lo que debo decir."

Respiré profundo tratando de relajar mi tenso cuerpo.

Sonriéndome y mirándome contestó, "Para hacerte sentir mejor te diré lo que pienso."

Lo miré con una sonrisa en mi rostro, esperando con ansias y nerviosismo su respuesta.

"Estoy pensando en ti."

Mi expresión cambió de feliz a perpleja, "¿Qué quiere decir con eso profesor?"

Con una sonrisa perversa respondió: "En tener sexo contigo. Es todo lo que pienso cuando te veo."

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