Tata Manuel

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Relatos de un viejo cachondo.
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El tata Manuel es un viejo de esos que no se les puede medir la edad a simple vista, por fuera parece higo pasado de tan arrugada que tiene la cara, sus manos nudosas y llenas de callos por las intensas labores del campo, pero se advierte que tiene mucha fuerza todavía.

Se dice que pasa de los setenta, aunque yo no podría asegurarlo, quizás porque he notado en sus ojos un brillo que sólo se ve en los más jóvenes. Sin embargo me queda la duda cuando le escucho hablar.

Hundido en su sarape y su sombrero, es toda una figura , no sé, me da la impresión de que se ha quedado afuera de uno de aquellos libros que huelen a polvo de años, pero que la polilla los ha respetado y aun tienen los cantos dorados.

Así es el Tata Manuel, como un libro viejo y a uno le dan ganas de hojearlo porque todo es frescura en sus páginas, además de que es un tremendo pícaro que me relata sus aventuras con una naturalidad que las despoja de toda malicia.

Hace unos días me llegué hasta su casa con la sana intención de hojear en su vida, entre el humo que sale por debajo de una olla de café que no se le mira ya el color de tan tiznada .

_¿Qué haciendo Tata?

_ Pos aquí rejuntando los sueños con este cafecito, pase y acompáñeme, le sirvo el café en este jarrito.

Gracias Tata a ver si también puedo rejuntar mis sueños.

_Para eso hay que estar algo viejo Luisito, porque eso es lo único que hacemos los antiguos, andar rumiando la historia de uno, y con eso tal vez volver a sentir que algún día se vieron las cosas con ilusión, con curiosidad y con alegría, porque mira , el día que pierdas la curiosidad y la ilusión pues quiere decir que se te acabó la alegría.

Tata Manuel tiene la palabra fácil sobre todo cuando tiene en las manos su jarro de café al que le va dando pequeños y sonoros sorbos para enfriarlo. El café es sólo el pretexto para revivir su historia.

Me cuenta: Perdí a mis padres cuando tenía entre año y medio y dos, a mi padre lo mataron en la guerra de los Cristeros y a mi madre se la llevó la tifoidea poco después, así que no los conocí, vamos ni en retrato, porque la única foto que existe, se las tomaron en un paseo que hicieron a las cascadas del río gordo, cerca del pueblo, la foto está tomada de lejos y las figuras se ven pequeñitas y medio borrosas.

Mis padrinos fueron los que me criaron, Don Ciri, el carnicero y Tonchita su mujer.

Tendría yo diez años cuando me enteré del verdadero nombre de mi padrino, Ciriaco, eso me cayó de peso y nunca me atreví a llamarle así, me parecía más insulto que nombre de persona.

Desde muy pequeño me dijeron que eran mis padrinos ya que mis padres estaban con Dios en los cielos.

Yo recuerdo que de niño siempre me llamaron la atención las niñas, sentía mucha curiosidad por verles la diferencia. Tenía una vecinita que tampoco tenía Papá, su Mamá trabajaba en el Taller de deshilados del pueblo y la abuela la cuidaba, así que jugábamos a la casita en el corral de su casa que era bastante grande, ahí con palos y cartones hacíamos la casita. Una vez dentro de aquella casita yo le decía "enséñame lo tuyo y yo te enseño lo mío, ¿cómo orinas? Y sin malicia de mi parte, porque era pura curiosidad, y sin pena de parte de ella nos toqueteábamos nuestras cositas.

Ya de adolescente a los 13 o 14 años jugaba más en serio con aquellas cositas de las muchachas, pero sin llegar a perjudicarlas, tu sabes, besitos, chupaditas y lamidas inocentes en aquellos conejitos que olían a durazno, ciruela y mango, pero tenían un sabor como de pollo frito medio saladito.

Un día jugando futbol con los amigos me dieron un balonazo en los güevos que me hizo ver al diablo sin calzones.

La señora Justina miraba el juego sentada en una mecedora cerca de la puerta de su casa y les dijo a mis amigos: Traigan a ese muchacho para acá, aquí le doy un te de hierbas para que se alivie pronto. Adentro de su casa me pusieron en un sofá yo encogido de dolor no hallaba que hacer.

Los muchachos siguieron jugando y Doña Justina me bajo los pantalones y el calzón para examinar con mucho cuidado mi mercancía y me dijo: ¡Ay! Chamaco, ¿ se te hinchó o ya lo tenías de ese tamaño?

-No así es, lo que pasa es que me duele.

-Aguanta un poco mientras te traigo un buena pomada con la que se les desinflaman las ubres a las vacas, que para el caso es lo mismo. Me empezó a poner la pomada y el dolor fue cediendo pero de tanto sobar se me enderezó la vergüenza ,( así le decía Tonchita cuando de niño me bañaba en una tina de lámina) Doña Justina pelaba unos ojos en los que se leía el deseo de chuparme el dolor con todo y lo que saliera.

Doña Justina tenía dos hijas ya casadas y con niños, su marido se había ido de bracero a los Estados Unidos y no tenía para cuando regresar.

Me dijo: tienes que venir mañana en la noche para que te ponga unos fomentos medicinales que te van a dejar como nuevo. Así que al día siguiente me presenté como a eso de las 8 de la noche y primero me invitó la cena. Luego me llevó a su recámara me sentó en su cama y me dijo;

A ver enséñame cómo está tu juguete.

Yo ya sabía lo que ella quería desde el principio, me hice el inocente porque me convenía.

Me bajé los pantalones y mi calzón, me empezó a dar un masaje que más bien pareció cachondeo

Y se me enderezó la verga como si hubiera tenido un resorte por dentro. Me dijo: a este también hay que darle masaje y sin más se subió la falda, se puso encima de mi, con una mano cogió mi verga y se la fue metiendo en esa cueva peluda, empezó a mover el culo para atrás y para adelante y me decía: ¿Te gusta el masaje mi rey?

• No, pus si.

• Pues sóbame las tetas. No así no, cabroncito, nomás los pezones. ¡Ay! Esta si es verga y no la chingaderita de mi marido. ¿Te gusta mi rey?

• Si, pero ¿Qué tal si le hago un hijo?

• No, no te preocupes, tu préstamela seguido y veras que no te salen granos en la cara, ¿Verdad que ya no te duelen los güevos cabroncito?

• No pero me gustaría darle por atrás para verle bien el culo.

• Me gusta que me lo pidas.

No me lo vas a creer Luisito, pero esa mujer fue la que me inició en este deleite que es el premio que da la naturaleza por la reproducción sin ese premio no habría gente ni animales ni nada, bueno, puras plantas.

Tuve algunas novias pero nomas me mamaban la verga y yo su conejito, pero no faltan las chismosas y de vez en cuando se hacían problemas, como en pueblo chico todo se sabe, no faltó la casada que quisiera aprovechar la oferta, y más aun aquellas que tenían al marido trabajando en los Estados Unidos. Eso me acarreó un buen problema, pues cuando llegó uno de ellos no faltó quien le fuera con el chisme y se armó la branca en serio. Tuve que salir huyendo a Guadalajara, al principio me fue muy mal, dormía en los parques o en algún rincón de las calles. Me acerqué a un billar y ahí el dueño me dio trabajo, tenía que hacer el aseo de todo el local y con el tiempo llegué a ser el encargado.

Sin embargo no todo iba a salir como lo había planeado, un día el dueño del billar hizo una fiesta en su casa y me llevó para ayudar a atender a sus invitados, todo iba muy bien hasta que su señora me dijo: Cuando veas que mi marido esté muy borracho lo llevas a mi recámara y lo acuestas, les ayudas a las muchachas a recoger, pero un poco y les dices que ya te vas, pero sin que te vean te subes al cuarto de la azotea y me esperas, porque te voy a dar tu premio.

Lo hice tal cual, me subí a al cuarto aquel donde había muebles, baules llenos de ropa vieja y trebejos, un pequeño sofá de quién sabe qué color por lo viejo, una bicicleta de gimnasio y un escritorio polvoriento. Por la ventana entraba la luz del farol de la calle, pensé esto no me gusta,

Porqué no me dio el premio allá abajo frente a todos y me manda calladito a este cuarto, no vaya a querer que le jale las orejas a su conejo y en qué bronca me mete.

Pasaron unos veinte minutos y la verdad ya me estaba desesperando cuando se apareció en bata de baño, cerró la puerta y me dijo: no hagas ruido, aquí está tu premio, se abrió la bata y vi las tetitas de pezón oscuro y más abajo una mata de pelo negro que parecía alfombra. Todo fue mirar aquello y la verga se me puso como macana de policía.

La señora no era bonita de cara, tenía la nariz ganchuda los ojos pequeños y las cejas muy pobladas, aunque sus labios eran carnosos y muy agradables, era mucho más alta que yo y que su esposo, bueno, cualquiera era más alta que yo con mi 1.65m .

Sé que en tu pueblo eres famoso, que tienes una verga muy bailadora y quiero ver si me aguantas el paso, bueno para no hacerla muy larga, no se la metí por las orejas porque no le cupo, pero todo lo que tenía hoyo fue visitado.

A los dos días de aquella fiesta llegó la policía al billar y me metieron a la correccional para menores, no sé si fue venganza del dueño del billar o la policía cayó de sorpresa o alguien denunció, el caso fue que me encerraron y como no tenía familiares en Guadalajara me iba a quedar un buen rato ahí.

Las condiciones en la Correccional no eran de lo mejor, era una cárcel para menores y como toda cárcel tiene las personas más locas y violentas, la privación de la libertad convierte a muchos en bestias, les quita lo poco de humanos que puedan haber tenido. Yo no pensaba en otra cosa que en fugarme a como diera lugar.

Al entrar lo pelan a uno a rape, es decir pelón, cosa que me molestó bastante, la comida era infame y escasa, no faltaba el bravucón que te quitara el pan o la fruta, en fin, puedo decir que estuve en el infierno o en las puertas del infierno.

A los tres días me pude escapar, logré subir a la azotea del primer piso y de ahí salté a un poste de teléfonos y como pude bajé con todos los brazos raspados y un tallón en el pecho que me dolía bastante. No me quedó otra que regresar al pueblo . Pelón , con la ropa hecha trizas, mugroso y temeroso hasta de mi sombra. Mi padrino me puso de mil colores, pero en el fondo yo sentía que se dolía de mi y de mi suerte. Mi madrina lloraba cuando me vio, me compró ropa y zapatos. Noté que se habían vuelto más cariñosos conmigo y me hablaban para darme consejos, que tuviera cuidado con las mujeres, que no anduviera buscando que alguno me fuera a matar por celos o por haber desflorado alguna jovencita, que no estaba en edad de andar con esas aventuras y que buscara aprender un oficio que me gustara porque estaba visto que en la carnicería de mi padrino era peligroso estar atendiendo a las clientas dada mi reputación.

Juanita era hermana de mi madrina, era la más chica de la familia pero en ese entonces tendría unos 34 o 36 años. De más joven tuvo novio pero se murió ahogado en la laguna de Chapala. Primero le guardo luto dos años y cuando se quitó el luto se volvió muy religiosa, recatada, y poco sociable, siempre con sus vestidos largos que no enseñaba nada, bueno, las manos y la cara con sus lentes de fondo de botella, no le favorecían nada. Vivía con la otra hermana de mi madrina, se llamaba Catalina, esta mujer tenía algunas vacas, le iba más o menos bien con la venta de leche, quesos, crema y mantequilla, el vaquero era un viejo más arrugado que yo.

Un buen día que me mandaron a traer unos quesos y mantequilla me atendió Chuy el vaquero, le pregunté por la tía Catalina y me dijo que había ido a otro pueblo a dejar mercancía, pero que la "niña" Juanita si estaba en la casa. Entré para saludarla, fui recorriendo las habitaciones y encontré la puerta de su recámara cerrada, levanté la mano para tocar cuando escuché unos gemidos muy reconocibles y me dije, a que le ayudo a pujar, pero no en seco.

Me meti a su recámara despacio y en silencio, ella estaba acostada con las piernas abiertas y le estaba dando masaje a su conejito, que por cierto, era lo más hermoso que había visto hasta ese momento, su vello púbico era la más hermosa cobijita entre peliroja y rubia , se veía tersa, suave y acogedora; sus muslos blancos, firmes y bien torneados se agitaban de un lado al otro, como queriendo atrapar al invisible amante.

De pronto, abrió los ojos (no tenía puestos los lentes), me miró y se congeló y se fue aflojando todo su cuerpo, como si se hubiera desmayado. Me acerque y le toque el muslo izquierdo y no reaccionó, pensé o la hago de Doctor, o le cumplo su fantasía o me voy sin hacer ruido, pero de todas esas posibilidades la que más me gustó fue la de cumplirle su fantasía, así que sin más trámite empecé a lamerle el bizcochito y le metía la lengua desde debajo de la rayita hasta la ciruelita, pronto empezó a reaccionar y fingió seguir desmayada; pero ya sus muslos me tenían aprisionada la cabeza, como diciendo: ¿a dónde crees que vas?, luego no pudo más y con sus manos me acariciaba la cabeza.

¡Así, Así , Oh mi Dios, ¿Qué es esto? No pares, no pares por favor, qué divino siento.

Yo me esmeraba en atender la ciruelita, la tenía aprisionada con mis labios y con la lengua le daba masajito.

El olor de ese conejito hermoso era como de musgo fresco, no sé si se lo perfumaba o era el olor de pantaletas guardadas en algún baúl de Olinalá, lo cierto es que siempre he guardado en mi memoria ese magnifico olor de mujer . Tenía la verga tan endurecida que casi me dolía, me la saqué y cuando ella la vio me dijo que me vas a hacer Manuel, me vas a matar con eso,- no tengas miedo, te voy a hacer la mujer más feliz del mundo. Le empecé a pasear la verga por toda la raya, de arriba abajo hasta el ojete del culo, así le di como seis pasadas y ella me tenía agarrados los brazos con desesperación. Le metí la punta y me esperé a ver su reacción, cerró los ojos muy fuerte como esperando algún dolor, avancé un poco más y luego otro poco más y ella exclamó ¡Ahh, siiiii. Seguí avanzando , pero estaba muy apretado y comencé a darle masaje a los lados del biscocho para que aflojara un poco, pero ella me dijo : No pares húndemelo más, así, así.

Llegué hasta el fondo y empecé a moverme lento, me rodeó el cuello con sus brazos y me empezó a besar con besos muy tronadores, le miré los ojos llenos de lágrimas y le dije te lastimé, _No, no me hagas caso, no te detengas.

_ Le empecé a lamer la boca y nuestras lenguas empezaron una danza frenética, yo le chupaba la lengua y luego ella me la chupaba, qué sensación tan maravillosa, nos aceptábamos ya sin restricciones de ninguna clase. Me seguía moviendo, con movimientos cortos, luego me detenía en el fondo y hacia como cuando uno quiere detener la orina, la verga se movía sola y ella lo gozaba como loca me decía eres mi rey, eso me gusta mucho , dime qué debo hacer, qué quieres que te haga, enséñame todo lo que quieras.

Qué lindas son las mujeres que hablan cuando cogen, porque comparten con uno lo que están sintiendo y lo que quieren en el momento. No podía aguantar más y aceleré el ritmo, esperaba que ella se viniera conmigo. Le di fuerte y el sonido de nuestros cuerpos era como si aplaudiéramos clap, clap, clap, clap.... Saque la verga y me vine en su vientre ella lo esparció por todos lados de su vientre. Me recosté a su lado, cubierto de sudor. Me miró con la ternura infinita de sus hermosos ojos,

_ No te vayas a enojar, pero todo lo planee para que fuera así. Ayer fui a casa de Toncha y le dije que si quería algo de mantequilla y queso que te mandara hoy después de las 10 de la mañana. Sabía que Cata iba a salir temprano y que volvería en el camión de las ocho de la noche. Siempre me haz gustado pero soy mayor que tú y eso me detuvo mucho tiempo, ahora, lo que más quiero es salvarte de que vayas a caer con alguna muchachita tonta y que te vayas a meter en algún lio con una casado o que tenga novio o que abusen de ti las viejas lagartonas de este pueblo.

Bueno, te gusté o no, dime la verdad.

Nunca creí que dentro de esos horribles vestidos hubiera un cuerpo tan hermoso como el tuyo, no solo me gustas, te voy a enseñar todo lo que sé de este asunto y tú me enseñarás también, porque esto de coger es cosa de dos.

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