Una buena maestra

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Educación muy completa.
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Hace 21 años yo era la hija que todo padre podría desear. Acababa de finalizar mis estudios de COU como una de las mejores de la clase y me habían aceptado en una de las mejores universidades privadas del país. Además seguía siendo virgen a los 18 años. Y creo que lo era más por falta de oportunidad que por elección. Ya entonces, la mayoría de la gente pensaba que tenía menos de 18 años por mi pequeña estatura y aún tengo exactamente las misma medidas que entonces. 1,50 cms de estatura, 39 kgs de peso, pelo rubio, ojos azules, 83-55-83. Todavía tengo las pecas que hicieron que la gente me tratase como a una niña.

Lo que más me llamó la atención cuando llegué a la universidad fue que en el campus abundaban toda clase de ideas radicales. La regla básica parecía ser rechazar cualquier valor propio del sistema establecido. Resumiendo, cualquier cosa que gustase a nuestros padres y profesores había que rechazarla, cualquier cosa que les disgustase había que adoptarla. Mi primer gran descubrimiento fue el rock and roll. Mis padres odiaban al Elvis y a los Beatles y a cualquier compositor que no hubiese estado muerto al menos medio siglo. Aunque encontraba relajante la música clásica, me cambié al rock porque cuando lo escuchaba sentía oleadas de electricidad por todo mi cuerpo, y quizás también porque quería encajar con el resto de la gente. Siempre había estado protegida por mis padres y había ido toda la vida a un colegio solo para chicas, así que decidí que lo mejor sería compensar la balanza un poco. Por eso me hice amiga de Susana, una de las chicas más guapas y atractivas de mi clase que, por lo que parecía, tenía mucho mundo y de la que pensaba podría aprender bastante del mundo real.

Al principio, Susana receló un poco de mí. Estoy segura de que se preguntaba por qué la 'chica remilgada' quería salir con ella. Pero insistí y por fin un día decidió dejar las cosas claras conmigo.

- Vamos a ver -empezó a decir- ¿Qué es lo que quieres de mí? - ¿Sin mentiras? -le pregunté. - Por supuesto -respondió- Quiero saber qué es lo que quiere una chica como tú juntándose con alguien como yo. - Está bien -dije y respiré hondo- Me avergüenzo de ser... virgen todavía y he pensado que tú podrías ayudarme a poner remedio a eso. - Pero... -empezó a decir. - No, por favor, déjame acabar -la atajé- Odio admitirlo pero no tengo ni idea de cómo hacer que un chico sepa que estoy caliente y tengo ganas de acostarme con él. Nada más llegar aquí supe que la universidad proporcionaba la píldora a todas las estudiantes que la pidiesen. Así lo hice y llevo tomándola desde entonces. Es irónico pensar que estoy preparada para hacerlo pero... no sé cómo hacerlo. Y eso es todo lo que quería decir... - ¿Me estás pidiendo ayuda para follarte a un tío? -me preguntó incrédula y yo asentí lentamente con la cabeza- No sé quién te has creído que soy, pero no creo que yo sea la persona más apropiada para... - Vamos, no intentes engañarme -la corté- He oído lo que dicen de ti las demás y, si es verdad la mitad de las cosas que dicen de ti, creo que eres la más apropiada para ayudarme. - No deberías creerte todo lo que oyes -me dijo- Pero, de todas formas, creo que voy a ayudarte.

Durante los días siguientes, Susana me explicó las bases del juego previo, la relación sexual en sí y el sexo oral. Memoricé y asimilé toda aquella información que me había sido negada hasta ese momento y, por fin, decidí que era el momento de poner en práctica todo aquello que había aprendido y que con tantas ganas deseaba hacer.

- Susana, quiero que me ayudes a encontrar a alguien con quien acostarme -le dije una tarde después de clase. - No, no -se negó- Ya te he enseñado todo lo que necesitas saber, ahora dependes de ti misma. - Pero es que no sé quién puede ser mejor para la primera vez -le respondí. - Pues ese es tu problema -me dijo algo molesta- Tienes miles en este campus para elegir. Y no creo que haya muchos que te digan que no. - Venga, por favor, por favor, por favor, por favor, por favor... -repetí sin cesar, hasta que por fin se dio por vencida. - Está bien, pesada, no me des más la lata -se rindió- El próximo fin de semana hay una fiesta en casa de una amiga. Ven porque te aseguro que si no consigues follar en esa fiesta entonces morirás solterona...

Llegó la noche del sábado y me preparé para la fiesta poniéndome un vestido, unas medias y unos zapatos de tacón. Cuando Susana me vio creí que se iba a morir de la risa. Me cogió de la mano y me llevó a mi cuarto.

- Quítate esa ropa tan horrible que te has puesto y ponte unos vaqueros y una camiseta ajustada que lleve algún dibujo o frase interesante -me dijo- Ah, y quítate el sujetador. - ¿El sujetador? -pregunté sorprendida- Es que me sentiré incómoda si no llevo relleno en las tetas. Son tan pequeñas. - ¿Y qué? Eso no importa -me respondió- A los tíos les gustan las chicas liberadas. - Espero que también les gusten las chicas más planas que una tabla de planchar -bromeé quitándome por fin el sujetador.

Caminamos las diez manzanas que nos separaban del piso donde se celebraba la fiesta y al llegar nos recibió la pareja que vivía allí. Había unas 18 personas en total, todas ellas vestidas a la moda universitaria de la época, camisetas y pantalones ajustados, algunos incluso con campana, colores vistosos y llamativos, pelos largos... Alguien me pasó una cerveza y empecé a beber de ella, siempre al lado de Susana mientras ella recorría la habitación discutiendo sobre política nacional. Aquello empezaba a gustarme. De pronto, vi que nuestra anfitriona se ponía a mi lado.

- Me alegra mucho que hayas venido a nuestra pequeña fiesta -me dijo- Cualquier amiga de Susana es amiga mía también. - Yo también... -empecé a decir.

No sé si acabé la frase o me paré en seco. Lo que sí recuerdo es a aquella pareja atravesando la habitación y empezarse a dar el lote en un oscuro rincón. Se besaban apasionadamente y las manos del chico recorrían ansiosamente las tetas de ella. Antes de que pudiera siquiera darme cuenta de lo que estaba pasando, la chica se quitó la camiseta, se bajó los pantalones, se puso de rodillas y empezó a chuparle la polla al chico. Me giré rápidamente hacia donde había visto por última vez a Susana y me sorprendí al ver que se estaba desnudando en medio de dos chicos.

- ¿Por qué no nos unimos a ellos? -me dijo la anfitriona, a quien ya había olvidado por completo- No quiero perderme mi propia fiesta.

Me cogió de la mano y me llevó al centro de la habitación donde ella y otras cinco personas más, chicos y chicas, me desnudaron, me acariciaron y chuparon y lamieron cada centímetro de mi cuerpo. Me corrí más veces de las que pude contar antes de que dejasen de chupar y lamer todo mi cuerpo. La anfitriona me ayudó a levantarme y me llevó hasta mi primera polla. Un pequeño grupo se acercó para ver cómo me penetraba aquella enorme verga, dura y caliente. Mientras cabalgaba encima de aquel semental, el resto de la gente se puso en fila delante de mí para que les chupase las pollas y los coños por turnos. Todos los chicos me follaron al menos una vez, mientras yo chupaba y lamía todo lo que quedaba al alcance de mi boca.

Cuando volví a mi piso ya no era virgen ni mucho menos. Me habían follado tantos tíos que no podía recordar el número de veces que se habían corrido en mi coño, mi culo, mi boca, mi cara, mis tetas... A partir de aquel día no volví a perderme una sola de las fiestas de la amiga de Susana.

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