Una pareja mu pervertida

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Provando el intercambio de parejas.
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Leyendo algunos de los relatos publicados en internet me sorprendió ver la cantidad de maridos que disfrutan observando a sus mujeres follar con otros hombres, especialmente si estos hombres tienen la polla más grande que la suya. Parece que cuanto mayor es la polla del amante, mayor es la excitación que les causa al marido y, obviamente, a la mujer. También me asombró el número de mujeres que se arriesgan a que su amante las deje embarazadas. Otra cosa de la que me di cuenta es lo común que resulta que los maridos disfruten comiéndoles el coño a sus mujeres después de que sus amantes los hayan llenado con su esperma. Esto no es nuevo para mí pues John, mi marido, ha estado proporcionándome este servicio con su lengua durante los últimos 18 años, y disfruta de cada instante. Por cierto, tengo 36 años y siempre recordaré la primera vez que me ocurrió.

Tenía 18 años por aquel entonces. Técnicamente no era virgen, pero nunca me habían follado de verdad. John era mi novio, tenía 19 años. Habíamos estado muchas veces a punto de follar, pero nunca había llegado a penetrarme. Solo frotaba su pequeña polla de 13 cms de arriba abajo por mi raja y luego se corría encima de mi estómago o sobre mis muslos. Como aquella era la primera polla que yo había visto en mi vida, creía que era normal, sin embargo, pronto me di cuenta de lo realmente 'pequeña' que era. Algunas veces a John le gustaba comerme el coño mientras se hacía una paja. En aquellos días yo tenía un cuerpo envidiable, con unas medidas de 89-56-86, y unas largas y bien torneadas piernas. Podía elegir al chico que quisiese, todos iban detrás de mí. Ahora mis piernas siguen siendo bonitas, pero tiene algún que otro centímetro más aquí y allá. Mis medidas son 94-66-91 y todavía puedo poner cachondo a un hombre con solo verme.

Aquel verano pasamos un fin de semana en un camping con un grupo de amigos. Brian, un amigo de John, se vino con nosotros. Tenía 20 años y estaba bastante bueno. A mí no me gustaba porque había dejado embarazada a una de las chicas y luego no había querido volver a tener nada que ver con ella. Pero aquel iba a ser el hombre con el que perdiese mi virginidad y con el que iniciase una vida sexual que John y yo hemos disfrutado desde entonces. En aquella época no tomaba la píldora, así que si me acostaba con alguien tenía que ser con goma, que yo confiaba que mi amante de turno usase.

La primera noche me puse bastante borracha y de vuelta a mi cabaña Brian me metió mano de forma bastante descarada. Debo admitir que le provoqué y que coqueteé con él para intentar poner celoso a John, y también que tuve algún que otro pensamiento sobre el pene de Brian, supuestamente de 24 cms -- pensamientos muy obscenos.

En cuanto entramos en la cabaña, John se fue a mear. Brian me hizo sentarme encima de él y al retorcerme para que me soltase noté cómo su polla se endurecía. La sentía presionando con fuerza contra mi muslo. Brian metió la mano por debajo de mi falda, entre mis piernas, y recorrió con sus dedos mis duros muslos. Entonces acarició la parte delantera de mis braguitas. Separé las piernas y sentí sus dedos entrar en mi prenda íntima y luego deslizarse hasta lo más profundo de mi húmeda raja. Me acarició entre los labios de mi coño y subiendo hasta el clítoris. No pude evitar empezar a jadear y gemir cuando comenzó a frotarlo con fuerza. En ese momento volvió John.

- ¿Qué coño está pasando aquí? -dijo.

En respuesta, Brian me levantó la falda hasta la cintura, exponiendo todo a la mirada de John. Puso los ojos como platos y se quedó con la boca abierta, mirando cómo los dedos de su amigo entraban y salían de mi coño, que estaba lubricando con total libertad. Me corrí con un escalofrío y un profundo gemido. Aquella 'virgen' de 18 años tenía ganas de polla y no me importaba lo más mínimo de quién fuese. Observé a John arrodillarse delante de mí y empezó a masturbarse.

- John, quítale las bragas -dijo Brain.

Levanté el culo en el aire para permitir que John me las bajase. Mi coño quedó completamente desnudo. Separé aún más las piernas para permitir que los dedos de Brian me penetrasen más profundamente. Se detuvo y empezó a pelearse torpemente con sus pantalones, me levantó y se puso de pie para intentar bajárselos.

- Date prisa John, bájame los pantalones -le pidió, cosa que hizo obedientemente.

Bajé la vista hacia la polla de Brian, ya libre de cualquier contención, y la vi elevándose hacia el techo de la cabaña, larga y dura. Los rumores sobre su tamaño eran definitivamente ciertos. Dejaba diminutos los 13 cms de John. En ese momento me di cuenta de que aquella polla me iba a follar hasta dejarme satisfecha. También me di cuenta de que la deseaba más que cualquier otra cosa en el mundo.

Llevé allí mi mano para acariciar aquella enorme erección. No estaba circuncidado. Le bajé la piel para sacar a la luz aquella roja y brillante cabezota, y luego empecé a masturbarle. Pero eso no era lo que él quería. Me hizo subirme encima de él y condujo su deliciosa polla hasta los separados labios de mi coño. Me estremecí al sentir cómo empujaba para entrar en mi sexo. Me hizo descender unos centímetros, su polla hundiéndose cada vez más en mi hambriento coño. Recuerdo que gritaba de placer cada vez que él empujaba para meterme un centímetro más. De pronto, noté que no me entraría ni un milímetro más y si me entraba, estaba segura de que reventaría. Me sentía en el paraíso, aquella gruesa polla llenándome por completo. Empujó de nuevo para penetrarme más, haciéndome jadear. Me quedé quieta, apoyando mis manos en sus muslos para sujetarme, y miré hacia abajo. Me quedé asombrada: todavía quedaban unos 8 cms por entrar. Me lamí los labios sabiendo que de un modo u otro acabaría por metérmela del todo.

Mis brazos perdieron su fuerza y me dejé caer. Sentí una especie de resistencia pero de pronto desapareció y me deslicé hacia abajo hasta acabar completamente empalada por aquella enorme polla. Era delicioso sentir cómo mi amante se mecía arriba y abajo con la punta de su miembro agitándose dentro de mí. Empecé a moverme al ritmo que sus embestidas me marcaban y de pronto sentí que una debilidad se apoderaba de mí; me había corrido. Mis orgasmos eran tan potentes que me parecían de otro mundo. Quería más movimiento así que empecé a subir y bajar con velocidad, sujetándome todavía en sus muslos, pero la posición era algo complicada. Necesitaba algo que estuviese más cerca y que fuese más sencillo de agarrar... y lo encontré justo frente a mí. John se había acercado a mí, su cabeza estaba a tan solo unos centímetros de la polla de Brian que seguía entrando y saliendo de mi recién estrenado sexo. Observaba atentamente la polla de su mejor amigo follando con ganas el hambriento coño de su novia. Estiré los brazos y agarré su cabeza para levantarme. Al tirar de él, su cabeza se acercó a mí y su cara se enterró en mi entrepierna. Volví a descender sintiendo la lengua de John jugueteando con mi clítoris. Me sentía en la gloria viéndome doblemente excitada por aquellos dos hombres. Aquello me hizo estremecerme de placer al tiempo que un nuevo y maravilloso orgasmo me embargaba.

Empujé la cara de John más fuerte contra mi entrepierna al tiempo que cabalgaba la polla de Brian de una forma cada vez más rápida y salvaje. Acercándome poco a poco hacia mi orgasmo definitivo, me mordí el labio inferior a causa del placer que sentía. Brian jadeaba y respiraba pesadamente, penetrándome con todas sus fuerzas a pesar de su postura. De pronto, sentí que su miembro se hinchaba y empecé a experimentar un intenso placer. Se estaba corriendo. Sentía potentes chorros de esperma estrellándose con fuerza contra las paredes de mi vagina. Recuerdo vagamente haber gritado y chillado en medio del orgasmo más maravilloso de mi vida. Volví mi cabeza hacia Brian y nos besamos con pasión, enlazando nuestras lenguas. Todo este tiempo, John había estado lamiendo mi coño de forma frenética. Suspiré con fuerza al experimentar un nuevo orgasmo y pensé para mí: "Bueno chica, esta vez lo has hecho. Ya no eres virgen. Y además probablemente te quedarás embarazada."

Sentí la polla de Brian ablandándose dentro de mí. Me alzó unos centímetros con sus brazos y dejó que su flojo miembro se deslizase fuera de mi ya vacío coño. Tiré de la cabeza de John, acercándola de nuevo a mi rezumante raja y la apreté contra ella, al tiempo que empezaba a subir y bajar mis caderas con sensualidad. Bajé la mirada hacia él a tiempo de ver cómo acababa de hacerse una paja y descargaba todo su semen sobre su mano. Cuando por fin le solté, se quedó arrodillado entre mis muslos, jadeando y con la cara llena del esperma de su amigo.

De pronto, la cabeza de John empezó a deslizarse hacia abajo entre mis piernas hasta que cayó inerte sobre el muslo de Brian. No podía ver lo que pasaba allí abajo, pero tenía una ligera idea. Brian gruñió de placer. Giré la cara hacia la de mi amante y nos besamos de nuevo, larga y apasionadamente, su lengua explorando hasta el último rincón de mi boca. Alargó un brazo y separándome con suavidad los labios del coño empezó a masturbarme con un dedo. Bajé la vista y mis sospechas se vieron confirmadas al ver la cabeza de John subiendo y bajando entre las piernas de Brian. Le aparté de allí y me quedé mirando aquella erección, aquella polla roja, reluciente y húmeda. Alargué una mano y bajé la piel protectora lentamente, dejando que acariciase el enorme capullo que tanta felicidad me había proporcionado minutos antes. Seguí bajando la piel hasta que el pequeño ojo de la punta se abrió de par en par. Unas pocas gotas de leche salieron lentamente de él. Guié a Brian de nuevo hacia mi húmedo y deseoso coño que estaba rezumando jugos por él. Me lo abrió y lo mantuvo así hasta que me senté sobre él, empalándome de nuevo con su miembro. Era tan maravilloso sentirme llena de su carne una vez más.

Brian la sacó con cuidado y tumbándome sobre la cama, me separó las piernas por completo. Se metió entre mis muslos y condujo su preciosa y enorme polla hasta mi interior. Empecé a agitarme y a moverme sin control al tiempo que él comenzaba a taladrarme. Se puso mis piernas sobre los hombros y comenzó a bombear todavía con más fuerza. Estaba como aturdida, había perdido la noción del tiempo y me pasé todo el rato lloriqueando y jadeando. Al rato, Brian volvió a correrse y sentí su cálido esperma salir disparado al interior de mi receptivo coño. Mi sexo palpitaba y latía alrededor de su polla mientras se corría. Cuando se apartó de encima de mí, John ocupó su lugar, metiendo su cabeza entre mis empapados muslos y lamiendo mi entrepierna con la lengua.

Bueno, afortunadamente no me quedé embarazada, algo increíble si tenéis en cuenta la cantidad de semen que tuve en mi coño aquella noche. Quizás John ayudó algo al chupar toda aquella leche de mi interior. Poco tiempo después, John me rogó que me casase con él. Acepté, principalmente porque, aunque me sería bastante fácil encontrar alguien para follar, no me sería tan sencillo dar con alguien que quisiese comerme el coño después. Y como a John no le importaba que tuviese amantes, ¿qué podía perder? Por supuesto, he tenido muchos amantes a lo largo de todos estos años y John siempre disfruta chupándome el coño después de que alguien se haya corrido en él. Nuenca he llevado la cuenta, pero si me paro a pensarlo debo haberme follado a más de 200 hombres distintos -- blancos, negros y mulatos -- y a muchos de ellos más de una vez. He follado con pollas de muy diferentes tamaños. Las más pequeñas de solo 12 cms y nunca he tardado mucho en acabar con ellas. La más larga pertenecía a un inmigrante africano y medía casi 35 cms. Creía que se me iba a salir por la garganta. Sin embargo la mayoría de mis amantes tenían pollas de tamaño normal, de entre 17 y 20 cms, lo que ya era bastante más que la de John.

Cuando tienes 36 años, sienta bien saber que todavía eres capaz de encontrar fácilmente algún joven semental para follar. Encuentran mi figura muy atrayente -- mi pechos son grandes y firmes y mi cuerpo mantiene todavía la mayoría de sus curvas. Mis jóvenes conquistas dicen que follar conmigo es mucho mejor que hacerlo con sus propias novias ya que soy mucho más sensible y participativa que ellas. Además, dicen que es como si mi coño absorbiese la leche de dentro de sus pollas y eso les encanta. Me encanta follar con ellos porque pueden correrse una y otra vez sin parar y nunca se les queda blanda. Y a ellos les encanta el hecho de que puedan follarme todas las veces que quieran, porque al parecer sus novias siempre quieren parar después de la primera vez. También encuentran divertido ver cómo John se mete entre mis piernas y entierra su cara en mi recién follado coño, lleno hasta arriba de semen caliente. Estoy segura de que cuando se van ya están pensando en cuando volverán a verme de nuevo.

La mayoría de mis amantes son de aproximadamente la misma edad que John y yo, pero también he follado con muchos hombres mayores que yo. Algunos pueden llegar a satisfacerme bastante, ya que a menudo aguantan mucho más sin correrse que los jóvenes. Y ver la expresión de asombro que se les queda en las caras cuando la ávida lengua de mi marido toma el puesto de sus flácidas pollas me pone muy cachonda. A veces me corro apretando su cabeza con fuerza entre mis muslos y mirando la expresión de sus caras.

A todos mis amantes les encanta ver a mi marido comiéndome el coño y chupando el semen que sale de mi cálida gruta. Les proporciona una sensación de superioridad observar a mi marido limpiando el desastre que ellos mismos acaban de montar. Y todavía se sienten más superiores cuando les chupa las pollas hasta dejarlas limpias, poniéndoselas tan duras que enseguida vuelven a follarme. Lamentablemente, eso es para lo único que me sirve, ya que desde hace bastante tiempo soy completamente incapaz de sentir su pequeña polla en mi coño. Y siempre me aseguro de que mis amantes sepan esto, porque me encanta la actitud tan arrogante que esto les hace adoptar.

Así que, cómo podéis ver, tengo una vida sexual muy completa y activa, y me siento más joven y cachonda que cuando tenía veinte años. Debe ser a causa de tanto sexo extramatrimonial...

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