Vegetariana

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Llevé una mano hacía atrás, me senté por completo sobre el pepino y pude sentir como chocaba en los más profundo de mi interior. Movía la pelvis torpemente, me apretaba los senos y me acariciaba en círculos el asterisco.

- Ay dios ¿por qué me gusta tanto esto?

Me tapaba la boca tratando de no gemir, pero no era capaz.

- Mételo, mételo

Empuje un poco el dedo, ni siquiera lo había metido y ya las piernas me estaban temblando. Cada que metía y sacaba el dedo me daban escalofríos por todo el cuerpo. Imaginaba a Mateo respirandome en el cuello, metiendo su miembro por detrás mientras me agarraba los senos y automáticamente me venía. Aún no era suficiente.

- Que lo metas te dije

Empuje el dedo hasta el fondo y me toco quedarme quieta un momento. Hasta los dientes me castañeaban y las fuerzas se me iban. El corazón a mil, la garganta seca y mis pezones duros casi a punto de explotar.

- Ohhhh siiii, así así mi amor

Sacaba y metía ese dedo, no podía dejar de mirar por la ventana y pensar en él. Estar en su cuarto entregándole la última parte virgen que me quedaba. Lo odiaba, pero no podía negar que él sabía cómo, dónde y cuándo tocarme para volverme loca.

No estaba pensando muy bien las cosas que digamos, solo me estaba dejando llevar por la calentura. Cerré los ojos y un segundo dedo empezó a abrirse cabida por detrás, no me importaba cuánto dolía solo me importaba imaginar que era el miembro de Mateo. Hurgaba en mi trasero sin compasión, pellizcaba mis pezones dándoles vuelta y brincaba sobre el colchón cabalgando el pepino como una loca.

- ¡ASI AMORRR! ¡ASI! ¡AAAAAASSSSIIII! ¡ASI! AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH

Caí con la cara entre las almohadas, muerta de risa y dichosa al fin me había venido de una forma tan intensa que estaba segura que no me iba a tocar más en todo el resto del día. Todo el cuerpo me temblaba.

- Eres un idiota Mateo, eres el idiota más grande del mundo. Me estarías culeando en vez de estar jugando al novio y la novia. ¡Maldita Manuelita!

Me sacudí de la mente a Mateo y me metí al baño a quitarme el sudor y lavar muy bien a mi nuevo novio vegetal, tenía que regresar de vuelta para que mi mamá no fuera a sospechar nada. Porque sería demasiado obvio que solo un pepino se desapareciera de la nevera mientras solo estaba yo en la casa.

---

Sabía que no era normal lo que había hecho y me cuestioné demasiado, sobre todo por haber vuelto ser tan débil para revivir a Mateo en mi mente y que me dominara tan fácil. Me prometí cancelarlo definitivamente y enterrarlo en las profundidades de mis recuerdos.

Lo del pepino ya había sido otro nivel. Si me daba vergüenza decirle a Mateo cuando éramos novios que quería experimentar por detrás, no se imaginan como guarde esta locura en secreto. No me atrevía a contárselo ni a mi mejor amiga.

Cada que me masturbaba pensaba en ir a asaltar la nevera y luego me regañaba tratando de alejar esos pensamientos. De verdad que no era nada normal y en algún punto llegué a pensar que me estaba enloqueciendo por falta de sexo.

Intenté quitarme las ganas con un man de la universidad que me parecía bonito, alto, con ojos verdes y cejas gruesas que me encantaba. Estuvimos como dos semanas hablando y ya me tocó ser un poco más obvia porque él man era un pelín lento. Al fin casi que lo obligué a invitarme a rumbear. Cuando estábamos más tomados al fin se atrevió a darme unos cuantos besitos. Fui directa y le dije que nos fuéramos para un lugar más privado solo los dos.

Maldita sea sí que la pasé mal, apenas y nos habíamos terminado de desvestir, le estaba colando el condón para darle una mamada y se vino, se vino el muy precoz. Otro motivo más para extrañar al imbécil de Mateo.

Igual trate de ser comprensiva y tenerle paciencia. Nos acostamos un rato a beber a ver si el man reaccionaba, pero nunca más se le volvió a parar. Él solo se excusaba diciendo que era la primera vez que le pasaba, pero era obvio que lo que necesitaba era una buena terapia de educación sexual y dejar de tirar tanta paja.

Frustrada por la experiencia, llegué a casa como una estufa a fuego máximo con la garganta seca y la calentura peor que antes. Abrí la nevera para servirme un poco de agua fría y mi sexo maniática vegetariana interior escaneo el interior en busca de mi viejo amigo Don pepino, pero no había ni uno solo. Me hice de cuclillas, abrí la gaveta inferior y vi un par de zanahorias con forma y tamaño interesante.

- No Ágata, no lo hagas --me regañe en voz alta y cerré la nevera--

Me serví un par de vasos de agua y los bogué para refrescarme. Abrí la nevera para guardar la jarra de agua y me quedé ahí parada pensando de nuevo en cómo darme placer. No me aguanté y no me iba a quedar así.

Hasta me di el espacio y tiempo para escoger con calma las que más me gustaban: una gruesa y grande de buen tamaño, y otra más pequeña y delgada más puntiaguda que se volvía más gruesa hacia la base.

Cerré la nevera y debido a que la zanahoria tiene más texturas y ranuras me tomé más tiempo lavándolas con mucho cuidado de dejarlas extremadamente limpias. Subí las escaleras cuidando que mis papás que estaban en la sala viendo TV no las vieran.

Cerré la puerta de mi habitación, me apoyé de espaldas a ella y levanté mis manos para ver a mis nuevos acompañantes.

- Oh lalala lalala oh lalala amiguitos ¿nos vamos a portar mal cierto?

Me reía sola como una pendeja, pero la verdad estaba emocionada, al parecer un par de vegetales me podían hacer más feliz que un humano, o bueno, al menos no se iban a venir de una y dejarme empezada.

Quité el edredón de la cama, levanté las cobijas y los acomodé en el medio. Me quedé mirándolos y empecé a imaginarme dos hombres del estilo que me gustan, flacos, altos, callados, pero con pensamientos morbosos. Baile sensualmente para "ellos" y me desnude lo más sexy posible mientras me miraba en el espejo.

- Que linda estas mamacita --me dije admirando mis nuevas curvas, acariciando mis senos que ya habían crecido un poco y mi trasero redondito que me encanta ver en tangas--

Me senté en medio de "ellos" cerrando los ojos, tocando mi cuerpo e imaginando que eran ellos los que lo hacían. Volteaba a un lado y al otro para besarlos y masturbaba sus duros miembros naranja al tiempo. Me calentó tanto pensar en esa idea de tener dos hombres para mí, que hasta podía ver el cambio de color en mi ropa interior por la humedad.

Ya había tenido suficiente preámbulo, lo único que quería era que me quitaran estas ganas tan tremendas de follar y la horripilante decepción que horas antes había sufrido. Me acosté en la cama, simulando tenerlos uno al lado del otro, chupando sus dulces miembros. Me fascina cruzarlos como si jugaran espaditas entre ellos y meterlos a la boca al tiempo.

El más grueso y grande fue el primero en entrar a mi vagina, se sentía diferente, era un poco más tosco al entrar y salir que el pepino que es liso, por se agradecen las texturas, cambios de tamaño irregular y surcos. Provocaba una excitación menos plana y divertida.

Con el más corto y puntiagudo, me lo pasaba entre la boca llenándolo de saliva, acariciándome el clítoris o intercambiándolo breves momentos, pero la verdad me gustaba más el otro. Me di la vuelta y me coloqué en cuatro imaginando a uno adelante y a otro atrás.

Me acariciaba con la puntica de la zanahoria mi culito y me recorría un escalofrío por todo el cuerpo, mi trasero se abría y cerraba de la emoción queriendo tragar los que le colocaran ahí.

Empecé a empujar la zanahoria por detrás y se sentía demasiado bien, la figura que había escogido para esa labor era perfecta, me ayudaba a dilatar sin sentir dolor. La empujaba lentamente sin hacer fuerza y luego mi culito apretaba y me encantaba sentir al salir. De vuelta empujar y apretar, empujar y apretar, empujar y estar en la maldita gloria.

Dejé de pensar en los dos hombres, me concentré en mirarme, en sentir, en disfrutar de mi propio cuerpo, de mi propia sexualidad y me encantaba. Metía la cabeza entre las almohadas para poder morder y ahogar mis gemidos. La zanahoria pequeña se metió dentro de mi completamente y solo quedaba un largo tallo verde y sus hojas.

Moviendo mi pelvis me concentré en la parte delantera, metiendo y sacando con fuerza y rapidez, acariciando mi clítoris, apretando mis senos. Hasta explotar.

El orgasmo fue delicioso y me hizo apretar tanto mi sexo que primero salió despedida la zanahoria más grande y luego la zanahoria de atrás. La verdad cuando sale es un poco parecido a cuando entras al baño a hacer del dos, pero también es demasiado placentero como se siente eso justo cuando te estás viniendo.

Estaba tan exhausta y ebria que ni me di cuenta cuando me quedé dormida. Al otro día cuando desperté con mis dos nuevos amigos tallándome la espalda recordé lo que había hecho y me volví a avergonzar, pensaba que era una cosa de borrachera y busqué cómo tirar las evidencias antes de que mi mamá subiera y las fuera a encontrar.

Me castigué feo por lo que había hecho esa noche y estuve luchando casi un año contra esos pensamientos.

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De eso, ya han pasado más de 20 años. Descubrí que era un tipo de vegetariana, pero vegetariana sexual. Me tomó mucho tiempo entender que lo que hacía no se trataba de una aberración, de un pecado que tenía que evitar y esconder.

Aprendí a dejar de negar que era una mujer que podía tener orgasmos muchísimo más fácil por vía anal que vaginal. Sé que no soy una mujer común, y esa fue la parte más difícil de aceptar y entender.

Solo estaba aprendiendo a conocerme. No tenía por qué avergonzarme por masturbarme, por buscar mi propio placer y por tener como fetiche experimentar con todo tipo de verduras.

Debo confesarles que experimenté con muchas cosas como: rábanos, zanahorias, pepinos, berenjenas, calabacín para introducir; ají largo, jengibre, fresas para frotar; rábanos como bolas chinas; puerro y cilantro para dar azotes.

Mis favoritos son: la mazorca o maíz por la textura que dan los granos que dan una sensación indescriptible al entrar y salir; y algo rarísimo como dejar las zanahorias que se envejezcan y pierdan la rigidez, luego las metes al congelador y las usas, es una delicia sentirla fría y dura y luego más cálida y maleable.

Lo único malo de todo esto es que para esa época no teníamos casi acceso a internet, ni mucho menos cargar en el bolsillo un dispositivo con la información del universo al alcance y poder investigar más del tema. Tuve varias visitas al médico a causa de infecciones vaginales y cistitis, debido a que estas prácticas pueden provocar que bacterias y hongos de las frutas y verduras pueden trasladarse a tus genitales, se pueden hacer heridas e irritaciones por abrasiones o quemaduras, puede cambiar el PH y ecosistema vaginal. Así que, aunque tenía mucho cuidado de lavarlos muy bien, lo más recomendable habría sido usar preservativos y un buen lubricante a base de agua. Además, ahora sé que se tiene un nombre: dendrofilia que es considerado una parafilia sexual o algunos otros lo llaman petting.

Para mi sigue siendo un tema muy privado que muy muy muy muy pocas personas conocen de mí y escribir esta historia me dio un poco de alivio porque me pude desahogar. No crean que lo único que hago en mi vida es asaltar la nevera para buscar con que complacerme.

A lo largo de mi vida estuve con varios hombres con los cuales también disfruté mucho, pero lo gracioso es que ninguno de ellos me insinuó algo sobre el sexo anal y yo por vergüenza tampoco fui capaz de pedirlo.

La forma en que conocí a Axel mi esposo, no fue nada normal por decirlo así, había bebido mucho y era la primera vez que probaba la marihuana. Esa noche su novia me ofreció hacer un trío, pero yo le dije que no era lesbiana, entonces me dijo que tuviera sexo con él mientras ella veía. Estaba tan volada que terminé aceptando y hasta yo misma, encima de él fui la que le cogí su miembro y me lo metí por detrás, me excité tanto que terminamos los tres en la cama sin importarme nada.

En una sola noche me drogué, tuve sexo anal y estuve con una mujer por primera vez en mi vida. Otra locura más con la cual lidiar, ¿ahora aparte de ser una amante de las verduras me gustaban las mujeres y compartía un hombre?

Resultó ser que sí, que si me gustaba el sexo anal, que si me gustaban las mujeres, que me gusta el porno y que aun después de casados me gustaba compartirlo con otras mujeres siempre y cuando lo hiciéramos juntos.

Ellos dos me ayudaron a abrirme un poco más y dejar tantos perjuicios. Ahora aparte de los juguetes que usamos, soy capaz de disfrutar que ellos me vean mientras tengo sexo con mis amadas frutas y verduras sin sentirme culpable. Inclusive ahora con mi esposo hemos llegado a experimentar comiendo esas cosas que me introduzco.

Así que mis queridas vegetarianas sexuales, déjenme decirles que no son las únicas y que no están locas, solo que debemos aprender que la sexualidad no es una guía de pautas a seguir, a veces hay que dejarse llevar y disfrutar de la manera que más te complazca.

¡Besos y que disfruten de su ensalada!

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Escrito: Agata

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