Viaje a la Estrella Cap. 01

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"Bueno, bueno. Dime cuándo y dónde quieres que la conozca" Dijo finalmente Trevize, viendo lo compungido que estaba su amigo.

"¿Podrás reunirte con nosotros mañana en la tarde? Te enviaré un taxi-robot para que te pase a buscar. ¿Te parece? Yo me mudo esta misma tarde a vivir en su casa, que queda en las afueras de la ciudad."

"Veo que te tienen de material. Cuídate. En una de esas te encuentras en una encerrona sin que te des cuenta. Una funcionaria de la policía que conocí hace algunos días atrás, me comentó que aún ocurren incidentes en que varias mujeres se ponen de acuerdo para raptar a un hombre durante varios días, y claro lo hacen siempre con alguien conocido para no ser acusadas judicialmente después. Por si acaso, déjame la dirección de la casa de tu amiguita." Le dijo Trevize, palmoteándole la espalda.

****

5. El encuentro

Al otro día, Trevize recibió una llamada desde la conserjería del edificio, para anunciarle que un taxi-robot lo esperaba. Bajó y después de unos minutos de viaje, estaba en el restaurant al que Pelorat le había citado esa tarde. El lugar quedaba en el centro de la enorme ciudad y cuando Trevize entró al lugar, vio que en la recepción, estaba Pelorat y sentada frente a él una esbelta mujer de pelo negro.

Pelorat cuando lo vio acercarse, se levantó lo mismo que la mujer. Cuando Trevize se detuvo frente a ellos, tuvo que hacer gala de todo su control mental para no tartamudear cuando la saludó. Había quedado totalmente confundido, ya que cuando la mujer se giró hacia él, esperaba encontrarse con una mujer más bien adulta y lo que tenía frente a él era una muchacha que no tendría más de 20 años, pero además, de una belleza que lo había dejado impactado, no sólo por sus ojos levemente rasgados, de pómulos prominentes y labios regordetes, sino por su tez muy morena, casi mulata, de pelo largo negrísimo que llegaba a dar visos azulados. Era espectacular, calculó que mediría casi 1,80 de estatura bastante más alta que Pelorat quién, con su 1,60 de estatura apenas le llegaba al hombro; pero, lo que más llamó la atención de Trevize, fue la complexión de gimnasta de la muchacha, que hacía que el drapeado de su túnica, marcara perfectamente las líneas de su cuerpo ceñido, especialmente sus rotundas caderas y pechos enhiestos. Y quedó más impresionado cuando minutos después, tuvo la oportunidad de verla caminar al dirigirse a la mesa que la maitre les había asignado, con un movimiento de sus piernas que parecía nacer desde su cadera que se mecían sinuosas, haciendo que los pliegues de la túnica se movieran etéreas marcando claramente la sombra de la línea de separación de los globos de sus nalgas. Ese espectáculo tuvo una inmediata reacción en su entrepierna que por fortuna para él, o al menos así lo creyó, pudo ocultar cuando se sentó. Entonces comprendió de inmediato la atracción que esa muchacha había ejercido en Pelorat.

En esa ocasión, él se preguntó, mientras la observaba conversar, en qué momento y de qué modo Pelorat había conquistado a esa muchacha. Él ya había tenido experiencias con las mujeres en Gaia en las múltiples reuniones a las que le había tocado asistir, y ellas mostraban ser muy directas en su manera de enfrentar a los hombres y parecían tomar siempre la iniciativa en todo orden de cosas; pero, por cierto, al observar la evidente juventud de Bliss, no tenía claridad de cuáles podrían haber sido sus motivaciones de ella al momento de elegir a Pelorat.

Presumía que le había llamado la atención el que fuera un catedrático de renombre y que venía de otro planeta, y todo eso hubiera picado su curiosidad. No obstante, pronto desechó seguir con el análisis sobre el enamoramiento de su amigo, ya que decidió que eso no era de su incumbencia. Además, su misión aquí, era otra y no tenía curiosidad en indagar más respecto de la sexualidad de las mujeres en Gaia, y menos en la de Bliss. Es por ello que en esa ocasión, después de unos minutos de conversación de sobremesa, se excusó y se marchó de vuelta al hotel.

Lo que no supo Trevize era, que con su aire displicente y casi ausente, había exacerbado aún más la atracción inmediata que él también había creado en Bliss; más allá de lo que ella misma estaba dispuesta a aceptar. Los hombres en Gaia eran escasos, y la competencia por ellos, dura, por lo que cuando Pelorat se lo presentó y se encontró a boca de jarro con un hombre alto, atlético, vestido con ese traje de corte militar que marcaba la fortaleza de sus muslos, se dio cuenta que se encontraba con un ejemplar masculino desconocido para ella.

Bliss se sintió empequeñecida ante ese enorme ejemplar masculino al que tenía que mirar hacia arriba. Se había quedado pegada a sus ojos brillantes, intensos de un color indefinido y en su boca que denotaba sensualidad y cuando lo recorrió con una mirada periférica que parecía no fijarse en nada definido, se dio cuenta del enorme bulto que mostraba en su entrepierna; eso simplemente hizo que la recorriera un calor que se centró en su vientre bajando profundo en su cuerpo, haciéndola derretirse y que sus piernas se aflojaran.

'¿Qué tenían estos hombres de Trancton que la afectaban así?' Y peor aún, se daba cuenta además que la reacción que había tenido frente a Pelorat, no era ni la mitad de la que sentía ahora frente a Trevize. Ella nunca había reaccionado así frente a un hombre, ya que siempre dominó esos encuentros, especialmente porque hacía uso de su capacidad extra sensorial en esas ocasiones; esa ventaja imposible de empatar o superar por otras mujeres, ya que al entrar en la mente de cualquier hombre y saber lo que pensaba y desarmaba cualquier reticencia en segundos.

Conseguir hombres para ella era un juego. Pero, estaba consciente que esa arma también le jugaba en contra. Sabía que en todas las relaciones interpersonales, el hecho de ser ella la persona que manejara los tiempos y los ritmos que se dan en ellas habitualmente, hacía que se perdiera toda esa magia de lo inesperado y esa interacción tanto emocional como física que pudiera crearse, se esfumara para ella irremediablemente. Los hombres por esa razón no le duraban, porque pronto perdía el interés en ellos. Por ello tenía cuidado en no utilizar demasiado esa facultad. Por lo menos con sus congéneres no lo hacía, sino en contadas ocasiones, especialmente con Gratell.

Pero, ahora frente a este hombre, se sentía inerme. En los primeros momentos frente a él estuvo sin control, especialmente cuando trató de leer su mente y se encontró con barreras infranqueables, dejándola tan confundida, que en ciertos momentos perdió el hilo de la conversación, respondiendo tanto a Pelorat como a Trevize con monosílabos. Después cuando estuvo sola, se indignó consigo misma. No entendía cómo ese hombre la había dejado loca con esa indiferencia que había mostrado con ella. Ya más controlada, comenzó a analizar con más frialdad la situación. Ella ahora formaba parte de la vida de Pelorat y éste de la vida de ese hombre. No tenía que preocuparse de cómo llegar a Trevize. Estaba segura que lo conseguiría, tarde o temprano.

Eso era algunas de las cosas que tendría que comentarle a Gratell esa tarde, quien estaría esperando ansiosa en su casa para que le relatara ese encuentro, tal como habían acordado el día anterior. Además tendría que decirle que tendrían que organizarse ambas en sus encuentros futuros, ya que había invitado a Pelorat a que se viniera a vivir con ella. No estaba segura de cómo lo tomaría.

*****

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