Vidas Entrelazadas

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Ella nos sirvió muy atentamente y comimos casi en silencio. Le ayudamos a recoger un poco y yo me bañé otra vez para ponerme mi ropa y regresar a mi apartamento. Ahora sí me sentí preparado para involucrarme en otra relación.
Epílogo:

Alberto y Amelia se fueron compenetrando mucho más, y de vez en cuando, nos reuníamos para hablar acerca de temas muy íntimos; así me enteré de su primera noche juntos. Ellos asistieron a mis reuniones muy esporádicamente, como brindándome un poco de apoyo moral. Pero como el grupo era para labor cívica y no un club para hacer citas, yo seguía solo. Conseguí un mejor trabajo, como corrector en una agencia de publicidad, y dejé el hospital, ya que me quedaba menos tiempo para mi voluntariado.

Una tarde, ellos me llamaron para que pasara otro fin de semana con ellos, y yo me excusé, diciéndoles:

- No puedo, tengo muchas campañas por revisar...

- ¿Y si te trajeras tu trabajo para hacerlo en la nuestra?

- No debo hacer eso. Otra vez será.

- Al menos, pasa más tarde para cenar con nosotros.

Colgué el teléfono y me puse a trabajar. En realidad, yo no quería verlos teniendo sexo, porque me daba mucha envidia por ellos, especialmente por él... Es mejor no pensar más en ese asunto. Leí, revisé, corregí faltas de ortografía y errores de estilo, y aunque yo no era muy experto en el lenguaje de la publicidad, era obvio cuando algo está mal expresado. Hasta ignoré mi hambre por demasiado tiempo, y ya mi estómago me ardía, y hasta mi vista se puso borrosa. Entonces, me llamaron otra vez:

- Héctor, tuvimos que venir al hospital, pero nos iremos pronto. Espéranos.

Apagué la computadora y me lavé la cara un poco mientras esperaba por ellos, y cuando llamaron por el intercom, bajé a recibirlos. Me monté en su asiento trasero y Alberto condujo a su casa. Allí ellos recalentaron lo que íbamos a comer; parecía que estaban cocinando cuando los llamaron del hospital. Pasamos al comedor, y mientras cenábamos, les pregunté:

- ¿Era algo serio, para hacer que dejaran la cena a mitad?

- No, solamente era papeleo, pero uno siempre se encuentra pacientes que hay que atender.

No inquirí más, porque ya yo había dejado ese ambiente, y era obvio que estaban cansados. Nos sentamos a hablar de trivialidades y ellos se disculparon para asearse e irse a la cama y me dejaron en un cuarto para huéspedes, diciendo:

- Estamos demasiado cansados para conducir esta noche, y de todos modos, ¿qué trabajo podrías hacer en lo que queda de noche?

- Tienen razón. Buenas noches.

- Buenas noches.

Y me aseé después de ellos y me acosté a dormir. No oí ruidos de pasión desde su habitación, ya sea porque ellos estaban demasiado cansados para hacerlos, o yo estaba demasiado dormido para darme cuenta.

Al despertar, les dije que me quería ir, y ellos dispararon la trampa, diciendo:

- Quédate un poco más, porque te queremos pedir un favor especial. ¿Recuerdas que hace tiempo mencionamos lo de hacer un trío...?

- ¿Sí?

Oh, oh.

- Hagamos una doble penetración. Amelia está de acuerdo.

Ella enfatizó:

- Tras haberlos tenido al mismo tiempo aquella tarde, tengo curiosidad por llenar mis dos orificios. ¡Anda, será divertido!

Sentí mi pene hincharse y admití mi derrota.

- Está bien. ¿Ahora, qué hago?

Ahora Alberto dictaba las jugadas:

- Mamémosle las tetas, tú la derecha, y yo la izquierda.

- ¡Qué listo, así sentirás sus latidos tú solo!

- Privilegios del señor.

Acepté, y juntos le quitamos su camisón, dejándola totalmente desnuda. Comencé a besar su pezón con timidez, el primero desde que fui destetado, si es que mi madre me amamantó alguna vez. Alberto, a mi lado, le saboreaba el suyo de arriba a abajo, y no solamente chupaba el pezón, sino bordeaba la areola, y amasaba lujuriosamente su carne, la cual fácilmente llenaba una copa C. Decidí imitarlo lo mejor que pude, y ella aprobó mi esfuerzo dando gemidos incitantes. Eso me dio ideas para hacerlo con un transexual algún día.

Seguimos acariciándola entre ambos, pero notaba que Alberto trataba de guardar distancia de mí. Cuando le lamió la vulva, me dijo:

- Anda, trata tú.

Le porfié sorprendido:

- ¿Yo?

- ¡Avanza y hazlo, para que no se nos enfríe!

Me acerqué a su vulva con un poco de repugnancia, y ellos me reprocharon:

- ¿Dónde está ese activista "Gay" que no le teme a los "fluidos corporales"?

Seré afeminado, pero no cobarde. Me pegué con un poco de rabia y le chupé su clítoris, pero ella chilló:

- ¡Ay no, así no!

Alberto me corrigió:

- Pásale la lengua con suavidad, como tú mismo le dijiste que nos mamara.

Y le empecé a juguetear con los labios vulvares y así me pude acercar al clítoris, dándole placer en vez de irritación. Mi amigo me interrumpió, diciéndome:

- Pásate hacia atrás para dilatarle el ano, ya que tú eres la máxima autoridad en eso.

Y mientras yo hice lo que él me pidió, él siguió estimulándola por el frente. Yo ya estaba en la "onda" de mamar, y le di muchos lengüetazos por el ano, y lo comparé con el delineo que le hizo a las areolas anteriormente. La chupé y la besé por atrás a ver si se abría, y al ver que sí respondía un poco, fui introduciendo mi dedo del corazón, porque estaba ansioso por que estuviera mi pene allí adentro. Ella ya sabía cómo respirar para relajarse, y luego aceptó más dedos sin chistar.

Alberto decidió que ya estaba lista y me dio mi condón, y me hizo sentar en el piso. Ella se acuclilló y se alineó para quedar sentada sobre mi regazo con mi pene dentro de su recto. Luego, se reclinó contra mi pecho hasta que la presión se le aliviara, y hasta atrajo mis manos para que sostuviera sus mamas y le sobara los pezones con mis dedos. Alberto me apartó una mano con delicadeza y se puso a chupar un pezón, y tras soltarlo, se colocó frente a ella y se fue metiendo por su vagina resbalosa. A veces, él marcaba el ritmo, y otras, dejaba que yo lo hiciera. Yo cerraba los ojos, embelesado por tan placentero contacto. Amelia misma se escurría entre ambos para moverse contra nuestros penes dentro de ella y hallar su propio orgasmo, y finalmente, se zafó de nosotros, sentó al doctor a mi lado y nos arrancó los condones con un poco de brusquedad. Pero luego nos los alivió con delicadas mamadas alternadas. Yo no vi quién de los dos eyaculó primero en su boca, pero tras sorber el semen de ambos, lo mezcló en su propia boca y finalmente, me avisó:

- ¡Abre la boca y toma tu regalo!

¡Y me besó para entregarme todo el semen! Yo lo bebí ávidamente; casi había olvidado a lo que sabe. Le metí mi lengua en su boca, tratando de sacarle todo lo que se le hubiese quedado adentro, y ella se despegó suavemente, para decirme:

- Lo siento, ya no queda más. ¿Te gustó?

- ¿Que si me gustó? ¡Me encantó! ¡Te amo, los amo a ambos!

Dijeron casi a coro:

- Nos alegramos de que te haya gustado, y te amamos también.

- Es divertido cuando jugamos así, aunque a veces, el preámbulo puede ser una tortura. ¿Cuándo volveremos a hacer esto?

- Lo sentimos. Será la última vez. Es que ya nos vamos a casar. Queremos que seas nuestro padrino, madrina o lo que quieras. Hemos decidido sentar cabeza. Tal vez, hasta renuncie al hospital para abrir mi práctica privada, y Amelia trabajaría hasta que nazcan nuestros hijos o mientras ella quiera. Por cierto, ¿cuándo te casarás tú?

- No sé, todavía no tengo novio.

Amelia me miró con dulzura, como una madre o hermana mayor, y me dijo:

- Entiendo que amaste mucho a tu compañero, y que lo extrañas, pero la vida continúa. Busca pronto con quién ser feliz. Tal vez en tu grupo, o por ahí, debe haber alguien...

- Lo pensaré.

Decidieron callar. Nos lavamos el sudor y almorzamos para que ellos me dejaran en mi apartamento, allí me esperaba bastante trabajo. Ya más animado, terminé a tiempo para salir a comer un emparedado y regresar a dormir más plácidamente, y al reaparecer Luis en mis sueños, no fue una pesadilla, sino todo un sueño erótico con orgasmo nocturno.

Aunque estuve tentado a disfrazarme de dama de honor en la boda, fui como padrino, y también evité la indiscreción de besar al novio en vez de a la novia, pero lo abracé efusivamente, porque los hombres de pelo en pecho sí se abrazan. Hasta les tuve que ayudar a bailar el vals, aunque lo ensayamos mucho, se pusieron nerviosos ante tanto público; vi la ironía de que estos jóvenes enfrentaban la muerte en la sala de emergencias, pero en eventos sociales, eran muy tímidos. Tal vez por eso se casaron tan pronto, para vivir su amor mutuo sin temor al "qué dirán".

Yo logré mi conquista, pero fue mucho después, un ejecutivo muy creativo, quien atravesaba por un divorcio agrio y el chisme fue que su esposa lo sorprendió, no sé en qué jugada. Tenso pero decidido, me pidió que lo alojara en mi apartamento mientras buscaba un lugar propio, pero yo ya estaba seguro de lo que llegamos a sentir el uno por el otro, y le dije:

- ¡No busques más; has llegado a tu propio hogar!

El mismo día que lo traje a vivir conmigo, lo besé apasionadamente y me lo tiré al sofá, y juntando los penes, nos eyaculamos juntos para aprisionar el semen en nuestros pechos y vientres. Luego los lamimos, ya entremezclados, para dormirnos juntos allí mismo, así pegajosos.

Después de un breve período de prueba, en que nos intercambiamos los papeles de macho y hembra, él hizo concesiones a su esposa e hijos para agilizar el divorcio, y ya libre, tomó unos ahorros y el bono que ganó tras una campaña muy exitosa en la agencia, y compró un apartamento mayor. Quise renunciar para ser su "ama de casa" pero él me aconsejó que no dejara mi empleo, al elogiar lo bien que yo trabajaba en las correcciones. Hasta me aconsejó cómo usar mejor el idioma para llevar el mensaje que se pretendía. Así, mi papel femenino lo canalizamos con él como jefe y yo como "secretaria", aunque había días que yo le metía el pene a él, sólo que no tantos. Su pene es bastante grueso, solamente una pulgada más largo que el del doctor, y se sentía como si tomara mi virginidad una y otra vez, pero el mío es más largo y casi tan grueso, así que también podía provocarle sensaciones intensas a mi "marido". Otra ventaja era mantener un 69 sin que uno de nosotros se fatigara o perdiera el ritmo al llegar al orgasmo. Como estamos "limpias", nunca usamos condones a la hora de hacer el amor.

Claro que lo traje a mi grupo de apoyo, para que él aprendiera a aceptarse más a sí mismo, y pudiese dejar atrás ese período de "clóset" que tanta amargura nos produce a todos los que tratamos, en algún momento, de fingir lo que no somos. Así pudo darse a respetar ante su ex-esposa y sus hijos, quienes lo perdonaron al ver el cambio positivo en su personalidad. También logró protegerse del discrimen en su trabajo y ascender, hasta que desarrolló suficiente confianza para irse por cuenta propia, y yo le acompañé en su cambio de carrera, ya que, además, yo sé hacer páginas de Internet y le ayudé a hacer esa transición.

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