Mi Comadre

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Comadre caliente y desatendida.
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Después de mucho pensar, tomamos la decisión de rentar un departamento para que las dos familias vayamos de viaje. Las hijas de mi compadre, mis hijos y nosotros cuatro.

La idea era tener un cuarto para cada pareja y acomodar a los niños en la sala y comedor con colchones. Pero al llegar al departamento nos dimos cuenta que nos habían engañado y solo tenía una habitación cerrada y con el único baño dentro; el otro espacio apenas llegaba a un estudio que ni siquiera tenía puerta.

Nos acomodamos como pudimos, todas las maletas se fueron a la recámara, los niños a los colchones y mi esposa y yo nos acomodaríamos en el estudio mientras mis compadres se acomodarían en la recámara.

Aquella noche salimos de copas mientras los niños se quedaban dormidos en el departamento. Mi esposa lucia espectacular, un vestido negro que se le ajustaba a la cintura y caía sumamente ancho y era verdaderamente corto. A pesar de ser bajita, sus delgadas y torneadas piernas lucían increíblemente sexis gracias a sus altísimos tacones.

Por el otro lado mi comadre es yegua. Morena, alta y frondosa. Más de una cubana envidiaría su esbelta cintura y sus nalgas tan grandes. Aquella noche usaba una blusa holgada semitransparente y minifalda de lentejuelas que se le ajustaba al contorno de las caderas pero que se dividía en dos en medio de sus redondas nalgas.

Las copas empezaron a fluir y al poco rato ya estábamos muy enfiestados. Mi esposa después de varios tequilas batallaba por conservar el equilibro con sus tacones. Mi comadre, después de varios vodkas se le dificultaba mantener las rodillas juntas. En repetidas ocasiones se sentaba de tal manera que me permitía ver hasta lo más profundo de su intimidad.

En total discordancia a los cánones de la moda, debajo de su negra y plateada minifalda usaba unos pantis de color rosado (que después comprobaría eran una tanga), aunque debido al gran volumen de sus nalgas se le ajustaba tanto a su concha que parecían la boca de una cherna.

Poco después de las 3 de la mañana regresamos al departamento. Habíamos bebido mucho alcohol y todavía debíamos acomodarnos en el diminuto departamento.

Mi esposa cayó como bulto después de quitarse el vestido, apenas logró meterse un cortísimo camisón de pijama y ni siquiera se cambió su ajustada tanga por algo más cómodo.

Yo espere mi turno en el baño. A mí me gusta entrar al baño sin presiones de tiempo por eso fui el último de los cuatro.

Mientras estaba en el baño escuche algunos reclamos como "me conformaría con que me metas el dedo, pero así como estas de piltrafa no me sirves para nada" .

Desde mi interior escuchaba una risita: mi pinche compadre estaba tan borracho que no se le paraba ni con un kilo de cemento y varillas de refuerzo; mi comadre está tan caliente que si se mete un pene de hielo se le derrite antes de llegar al fondo, mi vieja tan sabrosa que se veía echada en la cama con el hilo entre las nalgas pero completamente desmayada; y yo dentro del baño con intenciones de rasparme una puñetita por qué traía la pistola buen cargada. Que ironías!!!

Decidí mejor, salir del baño a ver si lograba despertar a mi esposa, al fin que con los alcoholes se le pudieron aflojar las rodillas. Me asomé por la rendija del baño y un hilo de luz daba exactamente a la cama y justo al lado en donde se encontraba tumbada mi comadre.

Recostada boca arriba, sus piernas me quedaban justo de frente. Era muy probable que no recordará que yo seguía en el baño pues no se había cubierto con nada y su delgado Negligé poco cubría su jugoso conejito. Sus piernas estaban completamente estiradas y abiertas, una de sus manos estaba por dentro de sus calzones justo encima de su panocha. Todo indicaba que se había quedado dormida mientras se manoseaba la papaya.

Apague rápidamente la luz del baño y camine hacia la salida de la habitación pero no me había dado cuenta de la tremenda maleta que estaba en mi camino. Me caí de boca sobre la cama y justo encima de mi comadre, literalmente me tropecé sobre de esa hembra.

Mis manos amortiguaron el golpe pero mi nariz se enterró exactamente encima de su panocha. De un respingo ya estaba sentada mi comadre, una vez sentada, pero poco consciente de la situación, sintió una cara metida entre sus piernas. Su sorprendente reacción fue pasar su mano por detrás de mi nuca y embarrarme su coño de arriba a abajo de la cara.

A pesar de la sorpresa mi boca se abrió completamente y me puse a chupar la delgada tela que impedía meter mi lengua hasta el fondo de su húmeda cueva.

A pesar de que estaba algo entre peda y dormida, se mantenía apoyada sobre sus brazos y con las piernas abiertas y las rodillas flexionadas mientras su cabeza floraba en el aire totalmente echada hacia atrás. Sus muslos por ocasiones se cerraban por la estimulación y apretaban mi cabeza, por momentos sus caderas se levantaban para aumentar la fricción con mi cara.

Mis manos buscaron sus pantis por el frente de su piernas y las deslizaron para dejar sus labios expuestos, su conejito contaba con algunos bellos que apenas sobresalían de su recién rasurada piel.

Mi lengua paseaba por el surco que se formaba entre sus labios, aprisionaba su clítoris y se terminaba deslizando por su rasposo monte. Sus caderas se contorneaban al ritmo de mis chupadas, su intimidad empezaba a esparcir la humedad por toda el área de su entrepierna, su piel se empezaba a enchinar.

Dos de mis dedos se deslizaron ferozmente a todo lo largo de su raja y al llegar al final se introdujeron como un cuchillo en mantequilla. Buscaron rápidamente donde acomodarse para lograr un contacto directo con la bóveda de su vagina mientras se la seguía mamando por fuera.

Sus movimientos se volvieron aún más violentos y unos pujidos empezaron a salir de sus otros labios. Con mi mano libre logre alcanzar su boca e introducir un dedo hasta tocar su lengua, a lo que vino la reacción inmediata de chupármelo como si se tratara de un falo.

Hasta ese punto mi mente aún se debatía por saber si mi comadre estaba consciente de que no era su marido al que tenía entre las piernas, pero yo estaba completamente endiablado y por ningún motivo pensé en parar lo que estaba sucediendo.

En un movimiento maestro metí mis brazos por debajo de sus piernas y le gire las caderas para que quedara boca abajo. Me levante de mi posición de rodillas y me acomode al borde de la cama, con fuerza jale de nuevo sus caderas hasta llevarlas justo a la altura de mi paquete, entonces me desabroche el cinturón repiqueteando la hebilla y saque de mis bóxers mi instrumento, estire mi brazo hasta empujar la nuca de mi comadre al punto de que pudiera morder la sobrecama, y entonces abrace sus enormes nalgas con mis dos manos, mi verga estaba más tiesa que un mástil, mis ojos ya acostumbrados a la penumbra no apartaban la mirada de semejante culo frente a mí, su hermosa tanga rosada adornaba el contorno de sus redondas nalgas y apenas tapaba su obscuro asterisco, la tela se le enterraba por completo entre los labios, sus piernas completamente abiertas permitían ver el ligero brillo de sus íntimos jugos esparcidos en ellas.

La primera embestida fue brutal, la yegua relincho de dolor o placer, su cabeza se frotó con la cama pero aguanto la montura, mi brazo se alargó de nuevo para tomar su cabellera y con la otra mano retenía sus caderas apretadas con las mías.

Las siguientes embestidas fueron igual de frenéticas pero su paredes ya se habían acostumbrado al grosor de su invasor, sus labios exteriores por el contrario se hinchaban al resentir el choque de las nuestras caderas, la velocidad de nuestros cuerpos en direcciones opuestas aumentaba el sonido de las penetraciones, ambos instrumentos sexuales se buscaban con la misma obsesión de placer.

Sentí que mi comadre se había echado hacia atrás por última vez y dejó su cuerpo rígido, su fruta completamente entregada en el aire , mis manos tomaron firmemente sus caderas y enterré mi palo hasta lo más profundo. Sus caderas se sacudieron en todas direcciones mientas que mi miembro se regocijaba en su interior, sus paredes estaba completamente lubricadas, mi macana nadaba dentro de una piscina.

Hasta que sus movimientos se detuvieron, la tome de un brazo y la regrese a sentarse en su posición anterior, lleve de nuevo mis dedos a sus boca y de manera delicada le abrí la mandíbula, mi paquete de carne se introdujo entre sus labios y su lengua me abrazo por completo, pase mis manos por detrás de su nuca y con un delicado ritmo lleve su cabeza hacia adelante u hacia atrás, sus labios se ajustaban al grosor de mi verga mientras le penetraba la cavidad bucal, mis ojos se pusieron en blanco y una enorme cantidad de leche se vació dentro de su boca.

Ella aceptó mi leche como si se tratara de una bebida más, para despedir a mi instrumento le dio una chupadita como si fuera un pirulí. Mientras yo me subía los pantalones ella se acomodaba correctamente la tanga.

En lo que me abrochaba el cinturón ella ya se había vuelto a recostar, en ese momento entendí que nuestra sesión clandestina había llegado a su fin.

Sin hacer mayores preguntas me retire de la recámara y me recosté junto a mi esposa.

A la mañana siguiente las cosas sucedieron como nada hubiera pasado. A veces me pregunto si realmente ella no se dio cuenta que era yo con quien había cogido. En caso contrario era una gran actriz pues desde aquel día me ha hecho sentir como si todo hubiera pasado solo en mi mente.

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